Iniciamos el plan

* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * *

—¡Merlí! ¡Qué gusto verte, bebé! —grita Cassandra al mirarme—. ¡Dios, cuánto tiempo sin que nos visitaras! Ay… y mira a esta preciosura —señala muy tierna al agacharse y mirar a mi hijo acostado en su cochecito de bebé—. Qué hermoso y grande está. Pero pasa, pasa, Merlí. Tu abuela está durmiendo, pero ya despertará muy pronto seguro.

—No, Cassandra…, no puedo.

—¿Qué dices? —susurra confundida; y me mira escrutadora—. Merlí, ¿todo bien? Ati te pasa algo…, ¿qué suce… —se queda en silencio cuando ve dos maletas a mi lado—. ¿Qué pasó, Merlí? ¿Qué haces aquí? ¿Por… qué estás aquí?

—Es algo difícil de explicar, Cassandra.

—¿Discutiste con tu esposo?

—Algo parecido, pero… no vengo por eso.

—¿Entonces?

—Cassandra, esta casa es muy segura. Nadie vendría aquí, está muy escondida y… nadie sospecharía de este lugar.

—¿Qué quieres decir, Merlí?

—Cassandra, necesito que cuides a mi hijo.

—¿Qué? Pero… ¿de qué me estás hablando mujer?

—Debo regresar con Bayá…, debo regresar con mi esposo.

—Merlí, no estoy entendiendo nada.

—Es mejor que no lo hagas.

—Merlí…

—¿Puedo confiar en ti, Cassandra?

—Claro que sí, bebé.

—Te voy a confiar mi vida, Cassandra.

—Merlí —musita incrédula cuando tomo a mi hijo y se lo entrego.

Ella lo toma muy insegura de lo que pasaba, pero no cuestiona ni dice nada.

—Mi hijo es mi vida, Cassandra

—Lo sé, Merlí.

—Pero tengo que regresar a ver a su padre.

—¿Qué está pasando, Merlí?

—Nada…, nada, Cassandra. Es solo que… debo regresar.

—Merlí, si hay algo que yo puedo hacer…

—Cuida a mi bebé, por favor. Es mi vida, Cassandra.

—Merlí, bebé, cuidaré a tu hijo con mi vida propia.

—Gracias…, muchas gracias, Cassandra —musito muy conmovida y la abrazo con cuidado para no lastimar a mi pequeño Maximiliano.

Después, le entrego las maletas y el maletín lleno de dinero, así como el cheque en blanco. Le pido que no haga preguntas y ella lo respeta. Finalmente, le doy un beso a mi hijo y lo miro dormir una vez más.

—Adiós, mi amor. Te prometo que mami hará todo por regresar contigo.

Le doy otro beso más y doy un paso hacia atrás.

—Gracias, Cassandra.

—Por favor…, cuídate, Merlí.

—Así lo haré y…, por favor, tranquiliza a mi abuela. Sé que se preocupará.

—Así será…, así lo haré.

—Gracias…

—Cuídate mucho, pequeña.

Mi amiga me abraza muy fuerte y luego, me suelta.

Yo doy media vuelta y subo al taxi, en el que había venido, para ir rumbo hacia aquel lugar al que Maximiliano me había llevado, hacia aquella fortaleza: El Punto Rojo.

Llego y, cuando los de seguridad me ven, abren la puerta para mí.

Yo entro y soy llevada hasta el punto de reunión, donde veo a muchos hombres siendo atendidos. De inmediato, me preocupo y pregunto por él.

—¿Dónde está mi esposo? —cuestiono a uno de los hombres más importantes de Maximiliano.

El hombre estaba malherido, pero, al parecer, no de gravedad.

—¿Tú eres la esposa de Bayá? —escucho a alguien; y cuando lo veo, lo reconozco; era un aliado.

—Bridgerton, ¿no es así?

—Sí, ese soy yo —contesta al sonreírme.

—¿Dónde está mi esposo?

—Señora… —habla uno de los hombres de Maximiliano.

—Sin rodeos, ¿dónde está mi esposo? Exijo que me lo digan.

—Lo tiene ella… —responde el tal Bridgerton.

—¿Qué?

—Lo tiene Cabanillas. Esa mujer…, se volvió toda una desquiciada.

—¿Danaí?

—¿Quién más?

—¿Cómo que lo tiene?

—Nos emboscaron —explica el hombre de barba—. Fue una trampa preparada con el hermano traidor de su marido.

—¿Qué es lo que está diciendo?

—Lo que escuchó. El tal Ramsés ese nos traicionó. Nos llevó directo a la emboscada y ahí atraparon al diablo…, a su esposo. Ahora, todos estaríamos muer tos de no ser por él.

—Bayá… —susurro al cerrar mis ojos y sentir una lágrima rodar por mi mejilla.

La preocupación y la angustia de no saber cómo estaba era tanta que no pude controlar algunas lágrimas más. Sabía, desde que salí de la enorme mansión, que algo no estaba bien y… no me había equivocado.

Bayá estaba en peligro, mi Maximiliano estaba en peligro.

—Señora… —me habla otro hombre.

—¿Sí?

—El señor solo quería protegerla.

—Lo sé…, lo sé. No hay necesidad de que me lo expliquen. Yo lo sé…, lo supe desde el primer instante.

—Es usted una buena esposa —señala Bridgerton—, pero eso no le traerá a su esposo de regreso.

—Lo sé, eso también lo sé.

—Y bien…, ¿qué hará?

—¿Perdón?

—Sí…, ¿qué hará? Tengo curiosidad por saber qué hará la esposa del rey de los infiernos sin fin. Muchos dicen que es usted muy astuta. ¿Es eso cierto?

—No…, no lo sé. Sin embargo, lo que sí sé es que quiero a mi esposo de vuelta —señalo con furia—. Y quiero a Ramsés pagando su traición —agrego con rabia; y el tal Bridgerton ríe mientras aplaude.

—Yo también quiero a ese pe rro pagando lo que ha hecho. Bridgerton tampoco perdona.

—Necesito de la ayuda de todos…, NECESITO DE LA AYUDA DE TODOS —hablo muy fuerte al dirigirme a las escaleras para verlos a todos—. NECESITO DE LA AYUDA DE TODOS —repito; y con ello ya me he ganado toda la atención de cada una de las personas en el lugar.

—La escuchamos, señora… —señala uno de los hombres de Maximiliano.

—¿Y por qué yo debería escucharla? ¿Por qué debería decirle a mis hombres que la escuchen? —pregunta otro de los aliados; y yo lo miro fijamente.

—PORQUE USTEDES LE JURARON LEALTAD A MI MARIDO. ESTOY SEGURA DE ESO.

—Usted lo ha dicho, señora. A SU MARIDO, NO A USTED.

—PUES MI ESPOSO NO ESTÁ, ASÍ QUE QUIEN TOMA EL MANDO SOY YO.

—¿Solo porque usted lo dice? —pregunta burlón uno; y yo lo miro furiosa.

—¡SÍ! ¡SOLO PORQUE YO LO DIGO! ¡SOY MERLÍ! ¡LA ESPOSA DE BAYÁ! ¡ASÍ QUE ME DEBEN LA MISMA LEALTAD QUE LE JURARON A MI MARIDO EN ESTA GUERRA!

—¿Sino qué?

—SINO TOMARÉ ESTO COMO UNA TRAICIÓN. QUIEN DECIDA ABANDONARME, NO SOLO SERÁ UN COBARDE, SINO UN TRAIDOR Y, COMO TAL, ME ENCARGARÉ DE HACERLO PAGAR AHORA MISMO. PERO…, quien me jure lealtad, créanme que serán muy bien gratificados.

—¿A qué se refiere con eso? Quiero saber si me conviene…

—Yo le digo que le conviene, pero si mi palabra no le basta, se puede retirar. AHORA LO QUE MENOS NECESITO ES PERDER TIEMPO. MI ESPOSO, EL PADRE DE MI HIJO, ESTÁ EN MANOS DE ESA MUJER. ¡Y NO PIENSO DEJARLO AHÍ POR UN SEGUNDO MÁS! ASÍ QUE QUIEN ESTE CONMIGO, QUE ME LO DIGA AHORA Y QUIEN NO, ¡QUE SE MARCHE DE UNA VEZ PORQUE LO ÚNICO QUE ESTÁ HACIENDO ES RETRASARME!  —concreto—. Ya oyeron, caballeros. Ahora decidan —agrego con rabia contenida cuando de pronto, uno a uno empieza a jurarme lealtad (incluso el tal Bridgerton, quien parecía ser poco amable) —. Bien…, bien…, pues entonces… armemos nuestro plan para salvar a Bayá…, para salvar a mi esposo… para salvar al rey de los infiernos —concluyo; y todos gritan furiosos.

Jamás creí que movilizar a la enorme masa de hombres fuera tan trabajoso, pero todo valía la pena si el resultado era la liberación del hombre que amaba. Hice nuevos tratos, conseguí otros aliados y… también logré que aliados de las fuerzas contrarias se aliaran a nosotros. Muchos estuvieron dispuestos a traicionar a Danaí por un buen dinero y otras cosas más, pero que no eran nada importante. De hecho, nada era más importante para mí que ver a Bayá a salvo.

—Llegó la hora, caballeros…, llegó la hora. Salgamos y que… en quien sea que creamos, nos acompañe. Esperemos que esto resulte. Tiene que resultar…, va a resultar —subrayo; y todos asienten en mi dirección.

Finalmente, todos salimos y vamos hacia donde Bayá estaba atrapado. Entramos a la propiedad nuevamente. Al parecer, nadie se imaginaba que volveríamos a atacar, así que los tomamos por sorpresa, lo cual nos dio mucha ventaja. Bridgerton y el jefe principal de seguridad de Maximiliano me llevaron hasta el interior de la casa (lugar en el que pude ubicar a Danaí y… al traidor de Ramsés).

—Iniciamos el plan —susurro a los dos hombres que estaban a mi lado; y ellos me miran cómplices.

Después, solo nos quedamos mirando fijamente a la mujer y al hombre que decía ser el hermano de mi esposo. Todos estábamos armados y… apuntándonos con nuestras ar mas.

Evelyn Zap

¡Aquí el tercer capítulo!

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