* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * *
—Maximiliano, mi amor. Mírame, mi amor —escucho; y abro mis ojos lentamente—. ¡PERO QUIÉN FUE! ¡¿QUIÉN LE HIZO ESTO?!
—Quiso escapar, señora
—¡ESO NO ES JUSTIFICACIÓN! —grita la desquiciada mujer que estaba parada frente a mí.
Se pone a discutir con sus hombres, pero lo único en lo que pienso es que había escuchado su voz…, la voz de mi esposa, la voz de…
—¿Merlí? —susurro sin poder creerlo, al verla en el lugar donde yo estaba—. Merlí
—Maximiliano —responde al mirarme y quiere venir hacia mí; sin embargo, Danaí le apunta con su arma, pero Ramsés se interpone.
—¡¿QUÉ HACES?! ¡MUÉVETE DE AHÍ!
—No la vas a lastimar
—¡¿POR QUÉ?! SI YO QUIERO MA TARLA AHORA MISMO, LO HARÉ.
—No lo harás.
—¿Y a qué se debe tanta amabilidad, Ramsés? ¿Acaso estás enamorado de esa tonta tú también?
—Si la ma tas, no obtendrás lo que quieres. Quieres el poder de Maximiliano, pero si te das cuenta, en este momento, Merlí ha tomado su lugar, sus hombres le han jurado lealtad. Si le haces algo a ella, tendrás una guerra muy larga y sabes bien que eso no nos conviene.
—TÚ QUÉ SABES LO QUE ME CONVIENE O NO. ¡MUÉVETE!
—¡NO ME MOVERÉ! MEJOR DEJEMOS DE PERDER EL TIEMPO Y AYUDEMOS A MAXIMILIANO
—Primero me encargaré de esa mujer.
—Hazle algo a la esposa de Fisterra y no serán sus hombres quienes inicien una guerra, sino YO.
—TÚ NO TIENES NADA QUE VER AQUÍ, BRIDGERTON. MEJOR RÍNDETE Y ÚNETE A MÍ.
—¿A ti? ¿A una desquiciada? No, no, no… yo sí no estoy loco como para hacer eso
—¡PUES ENTONCES ESTE SERÁ TU FINAL!
Danaí lo apunta con su arma; y Ramsés vuelve a interponerse.
—¡MUÉVETE O QUIERES QUE ME ENCARGUE DE TI PRIMERO!
—No dejaré que arruines todo el plan —contesta serio; y después mira a mi esposa—. Ríndete, Merlí. Ríndete, dile a todos tus hombres que ahora Danaí manejará todo y… vete de aquí.
—JAMÁS. JAMÁS HARÉ ESO, RAMSÉS. Porque tengo dos cosas muy importantes que hacer. La primera es salvar a mi marido. Yo, sin Maximiliano, no me voy —contesta muy firme y desafiante, lo cual me hace sonreír, así estemos en una situación poco favorable—. Y lo segundo, no me pienso marchar sin antes acabar con esa mujer a la que decidiste unirte y CONTIGO. Traicionaste a tu mejor amigo, a tu hermano, tal vez él te perdone, pero yo no.
—NI YO. Odio a los traidores —señala Bridgerton.
—Hazlo por tu hijo, Merlí. Ríndete y váyanse. Váyanse muy lejos.
—Ya dije que no.
—Merlí —hablo; y ella me mira atentamente y preocupada.
—Maximiliano…, amor…
—¡ÉL NO ES TU AMOR! ¡ES MÍO!
—Vete, Merlí —pido, pero ella niega con su cabeza.
—No…, no haré eso. De aquí no me voy sin ti.
—Merlí… —susurro y empiezo a toser.
Ramsés se acerca a mí y me mira a los ojos muy serio.
—Tus hombres lo han golpeado demasiado. Maximiliano no está bien, DANAÍ.
—No te preocupes, yo…, yo me encargaré de darles su merecido.
—Ahora no necesitamos darle el merecido a nadie. Maximiliano necesita ser atendido; está muy mal herido.
—Creí que no te importaba lo que le pasara, Ramsés.
—Lo necesitamos todavía, tú lo sabes. Aparte, es demasiado evidente que él, en todo esto, es intocable.
—Y no te equivocas.
—Necesitamos que sea atendido por un médico, si lo que quieres es casarte con él.
—Sácalo de aquí, que lo atiendan los médicos —le ordena; y él viene a levantarme.
—SUÉLTAME. No…, no saldré de aquí sin mi esposa.
—Maximiliano, debes ser atendido.
—No pienso dejarte aquí, Merlí —le respondo molesto.
—ELLA ESTARÁ BIEN, FISTERRA. Te doy mi palabra —promete Bridgerton, pero no podía, no quería dejarla sola; sin embargo, Ramsés me toma con fuerza y me saca del salón.
El pasillo está vacío y veo como esta, tal vez, mi única oportunidad a huir y salvar a mi esposa.
—Ya no puedo seguir con esto, Maximiliano…
—Solo un poco más, Ramsés.
—Maximiliano, mírate. Estás grave…
—Necesitamos esos papeles…
—No, Maximiliano. Podemos buscar otra manera de controlar a todos nuestros enemigos después, pero no podemos seguir con esto.
—RAMSÉS, RAMSÉS —tomo el cuello de su camisa—. Mi esposa ha venido por mí, está ahí con esa loca, no sé dónde estará nuestro hijo. Yo… no quiero que todo esto sea en vano. Estamos cerca de lograr lo que queremos.
—No a costa tuya. Ya no seguiré, Maximiliano. Eres mi hermano, no puedo continuar con esto. Danaí es capaz de m atarte con lo loca que esta.
—Ramsés…, no me pienso ir… Y TÚ TAMPOCO LO HARÁS. De esto depende la paz de nuestras familias, de mi familia…, de mi esposa y de mi hijo.
—Maximiliano.
—Necesito que vuelvas con ellos y te encargues de que a Merlí no le suceda nada. NADA, RAMSÉS.
—No lo voy a permitir, pero tampoco permitiré que te hagan daño a ti. No podría soportar perder a mi hermano, así que aquí se acabó todo, Maximiliano. Regresemos a casa y luego vemos cómo acabamos con Danaí.
—¡NO, RAMSÉS!
—Si hacemos eso ahora, Danaí no volverá a confiar en nadie. Ella confía en ti, ¿no es así? ¿Ya sabes dónde están los papeles?
—Sí, ya lo sé, Están en este piso, pero Danaí los tiene bien resguardados. Hay cinco hombres en la puerta.
—¿Solo cinco?
—Cinco que dispararían sin pensar si nos acercamos mucho. No importa si soy yo.
—Solo son cinco, podemos con esos cinco.
—Maximiliano, estás muy herido. Cómo se te ocurre si quiera querer enfrentarte a ellos.
—¿Tienes otra arma?
—Maximiliano
—¡¿TIENES OTRA ARMA O NO?!
—Sí, sí la tengo.
—Dámela…, yo no dejaré que esto sea en vano.
—Maximiliano, es una locura.
—Nos llevaremos esos papeles y… sacaremos a Merlí de aquí.
—Maximiliano, puedo lograr que Merlí salga de aquí y tú también, pero si robamos esos papeles ahora mismo…, todo se podría complicar.
—Por favor, Ramsés. No podré hacer esto solo. Necesitaré de tu ayuda. De algún modo, esos hombres deben respetarte.
—Sí, pero… no todos. Solo hacen caso a Danaí.
—Confío en que podrás lograr que todos crean lo que les dirás.
—¿Y qué les diré?
—Escúchame bien; no tenemos mucho tiempo, no tengo mucho tiempo. Debo regresar por mi esposa.
—Joder, Maximiliano…, estás loco. Y yo más por hacerte caso.
—Somos hermanos, ¿no?
—Sí, y en este momento, todos creen que te he traicionado.
—Aclararé eso cuando volvamos a casa.
—Eso es lo de menos. Lo importante es que lleguemos a casa…, todos, sin excepción.
—Así será…, hermano.
—Diablos, aún no pierdes tu toque. Eres un mal dito.
—Le faltaba un poco de emoción a nuestras vidas.
—Sí, pero esta ya es demasiada.
—Ya terminará. Ahora, vamos, guíame a donde están esos papeles.
—Sígueme; es por aquí —dice; y empezamos a caminar; sin embargos, somos detenidos por…
“¿Mis hombres?”
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * *
“Tenemos al señor”, escucho por el pequeño auricular que tenía en mi oído.
Respiro profundamente y miro a los hombres que estaban a mi lado, quienes, al igual que yo, tenían auriculares también.
—Llegó la hora de divertirnos —anuncia Bridgerton; y Danaí lo mira extrañada.
—Sí, yo me divertiré mucho con ustedes tres —responde la mujer.
—Sí…, nosotros también —señalo; y ella me mira molesta—. Ríndete y te prometo una muer te rápida. Sigue oponiéndote y acabaré con todos aquí; y Bridgerton se encargará de ti.
—Por favor, no me hagas reír —articula muy burlona al tiempo en que empieza a carcajearse exageradamente.
Frente a eso, ya no soporto más y doy la orden de salir a todos. En ese momento, más de nuestros aliados aparecen y rodean a los hombres que nos tenían amenazados con sus ar mas.
—Jamás saldrán de aquí con vida… y mucho menos te llevarás a Bayá.
—Eso ya lo veremos… —respondo altiva; y ella se molesta.
Danaí empieza a disparar y se desata la guerra. Tiros van y tiros vienen, todo es un enorme infierno lleno de ba las para el cual nunca había estado preparada.
—¡SALGAN TODOS! ¡SALGAN! —ordeno—. ¡YA TENEMOS A BAYÁ! ¡RETÍRENSE! ¡DEBEMOS RETIRARNOS! —grito en medio del caos.
—¡SEÑORA, POR AQUÍ! —me grita el hombre de seguridad más importante de mi esposa.
—Señora Fisterra, vámonos —gruñe Bridgerton; y me jala con fuerza.
Llegamos al primer piso y más hombres nos interceptan; sin embargo, ya teníamos todo planeado y nos es fácil acabar con ellos. No obstante, al salir de la casa, había todo un ejército esperándonos.
—¡SEÑORA, SU ORDEN!
—¡QUE ATAQUEN TODOS! —grito; y os helicópteros de hacen presentes.
Todos corremos hacia donde nos esperaba uno de ellos, pero cuando estoy a punto de lograrlo, siento un fuerte dolor en mi brazo.
—¡SEÑORA FISTERRA! —Bridgerton me mira y voltea a ver a la persona que me había disparado: era Danaí.
—¡SIGAMOS CORRIENDO! ¡SIGAMOS CORRIENDO!
—YO ME ENCARGO DE ELLA. USTED SIGA.
—¡BRIDGERTON, NO! ¡SABE EL PLAN! ¡LUEGO NOS ENCARGAREMOS DE ELLA, SE LO PROMETO! ¡TIENE A MUCHOS PROTEGIÉNDOLA!
—NOSOTROS TENEMOS A MÁS —dice confiado; y regresa.
—¡BRIDGERTON!
—Señora, vámonos, debe ser atendida —dice uno de mis hombres.
—Mi esposo, ¿dónde está mi esposo? Me dijeron que ya lo tenían, ¿DÓNDE ESTÁ?
—Señora, su esposo no está aquí aún.
—¡¿CÓMO QUE NO ESTÁ AQUÍ AÚN?! ¡ME DIJERON QUE YA LO TENÍAN! —exclamo desesperada y me giro a ver la enorme mansión.
—¡SEÑORA, ¿A DÓNDE VA?!
—¡NO ME VOY DE AQUÍ SIN MI ESPOSO! —respondo; y empiezo a correr; sin embargo, me detengo al ver a Ramsés y Maximiliano viniendo hacia mí.
Corro más rápido hacia él y lo abrazo muy fuerte cuando ha llegado a mí. No me importaba el lugar ni el peligro; el alivio de tenerlo conmigo nadie me lo quitaría.
—Maximiliano…
—Mi amor, debemos seguir corriendo. Debemos seguir corriendo —señala al tomar mis mejillas y besarme.
Yo lloro de la emoción y hago lo que me pide. Hago que apoye uno de sus brazos en mis hombros y continuamos corriendo. De pronto, siento algo muy doloroso.
—¡MERLÍ! —grita Maximiliano y me mira aterrado.
—Estoy bien, estoy bien. Otra vez, solo me rozó.
Él se detiene, me mira muy serio y, de repente, me abraza muy fuerte y me da la vuelta. Lo siguiente que escucho… solo es un muy fuerte disparo.
Primer capíulo de hoy :,)
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —¿Es este un sueño?... ¿Es… es este un sueño? —susurra muy débil al verme. Yo tomo su mano y la llevo hasta una de mis mejillas. —No…, no es un sueño, Maximiliano. Estás aquí…, estás con nosotros. —Merlí…, te hirieron… —Solo fue algo superficial. Nada de importancia. —Es importante para mí. —Estoy bien, Maximiliano —señalo serena; y él se queda observándome por unos largos segundos. —Perdóname —¿Por qué? —Por ponerte en esta situación. —Se supone que somos una familia, ¿no? —Somos una familia, Merlí —aclara muy serio al fruncir su ceño—. ¿Qué sucede? ¿Por qué estás así? —¿Así cómo? —Así…, así como cuando hago algo que te disgusta. —Tuve miedo de perderte, Maximiliano. Cuando regresé y… vi a todos esos hombres heridos, yo…, por un momento, pensé en lo peor. No puedo creer que no me hayas dicho nada. —Solo quería protegerlos, Merlí. —¿Protegernos? —lo miro fijamente—. ¿Protegernos, Maximiliano? —cuestiono frustrada—. ¿Protegernos c
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * Los días habían pasado y ella seguía un poco callada. Casi no me dirigía la palabra; era evidente lo molesta que aún estaba. De hecho, solo me hablaba cada vez que comíamos o que ella me curara y limpiara mi herida. Ese era un trabajo de las enfermeras, pero… ella siempre decidía hacerlo y eso me daba tranquilidad, ya que era otra más de sus muestras de amor. —Tu herida está casi sana. —Tengo a la mejor enfermera —susurro al acercarme a sus labios y besarla muy lentamente—. Dios…, me vuelves loco, Merlí. Te amo… —Maximiliano… —No me gusta verte callada, Merlí. No me gusta tu silencio…, yo… no quiero perderte otra vez. —Hace días, me alejaste y eso no te importó —responde seria; y yo exhalo con mucha pesadez. —Sé que fui un idio ta, pero… sentí miedo de perderlos, Merlí. Sentí miedo de perderte —confieso serio al mirarla a sus ojos—. Te amo, Merlí Fernand. —¿Cómo están las cosas? —Bien…, gracias a ti. —¿Gracias a mí? ¿Por qué dices eso?
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Creo que eso es todo. —Sí, eso es todo. Gracias, Ramsés. —No es nada, descuida. —Sé lo difícil que es esto para ti. Maximiliano es como tu hermano. —Sí, Maximiliano es como mi hermano, pero bueno —exhala pesadamente— tú… también eres importante para mí, así como tu bebé. —Eres un buen amigo —expreso en un susurro, al tiempo en que me acerco para abrazarlo. —Sí…, siempre podrás contar conmigo como… tu amigo. —¿Crees que Maximiliano no nos encuentre? —cuestiono de pronto al poner distancia. —Tranquila, me encargaré de que él no dé contigo. Sé dónde buscará y todo eso. —Me siento mal por haberte involucrado en esto. —Yo acepté porque quise. Tú no me obligaste a nada, así que quédate tranquila. —Gracias otra vez —expreso muy sincera al volver a abrazarlo. —No es nada. Nos quedamos abrazados unos segundos más y luego, nos separamos lentamente. —¿Crees que sea seguro salir a comprar? Necesito llenar la despensa. —Mandaré a uno de mis h
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * Dos meses después * * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Ramsés —susurro asombrada al verlo parado fuera de mi casa. —Merlí —sonríe; y yo me acerco a él para abrazarlo. —Qué gusto verte, Ramsés. Han pasado varias semanas. —Lamento no haber podido venir antes, pero… estaba solucionando algunas cosas; además, tuve la impresión de estar siendo seguido… —¿Seguido? ¿Pasa algo allá? ¿Maximiliano está bien? —Sí, Merlí, tranquila. Maximiliano está bien. Solo fueron ideas mías. —Entiendo, entiendo, Ramsés. Pasa por favor. —¿No estoy molestando? —No, claro que no —contesto gentil al cerrar la puerta para después ir hacia donde estaba mi pequeño bebé. —Wao… está mucho más grande que la última vez que lo vi. —Sí, así es. Está creciendo mucho y eso me asusta. —¿Por qué? —Porque quisiera que sea mi bebé por siempre. Tomo en mis brazos a mi hijo y él sonríe mucho. —Llegó la hora de alistarte, mi vida. —Entonces era verdad —habla d
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Llegó la hora de ir a la cama, mi amor —susurro muy, pero muy bajito para no despertarlo. Sonrío como una boba al mirarlo. Ver a mi bebé era lo mejor de mi día. Él tenía algo muy mágico, el solo verlo me hacía sentir muy tranquila y feliz; además de ello, cada día que pasaba se parecía más a su padre y eso…, eso me gustaba. —Maximiliano —susurro al pensar en aquel hombre que nunca imaginé amar con… locura—. Eras solo el hombre rudo y extraño que me salvó de esa subasta…, me dabas miedo, tengo que reconocerlo —sonrío al recordar sus miradas frías y tono de voz rígido y orgulloso, casi altanero—. ¿Quién diría que tonto corazón te pertenecería?... Y eso que… traté de oponerme, pero no pude…, no pude resistirme. Terminé cayendo en tus extraños encantos —señalo muy suave al colocar a mi bebé en mi cama. Hoy dormiría con él. Quería verlo toda la noche…, quería recordar a su padre…, quería recordar al hombre que amaba. —Aunque tú eres mucho más gu
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Ven, mi amor, ya debemos ir con Sophia. Tomo la maleta de Maximiliano con su ropita, fórmula y reservas de mi leche materna, así como de todo lo que necesitaría para estar bien mientras yo trabajaba. —No me gustaría dejarte solo, mi amor, pero… es lo que tengo que hacer —preciso triste al tener que, otra vez, dejarlo en una guardería. “Soy una pésima madre”, pienso de pronto y quiero llorar, pero… me contengo a como puedo. —Ya debemos irnos, mi ángel. Tomo mi mochila y voy hacia la pequeña salita, tomo la perilla de la puerta y la abro. Cuando lo hago, me quedo sin palabras al ver al guapo hombre de más de metro ochenta de estatura, mirada profunda y cabello negro frente a mí. Ya… tenía la barba un poco crecida, lo cual lo hacía lucir aterradoramente encantador y… “sexy”, completa mi lujuriosa consciencia. Podía notar que… apenas y se había terminado de duchar. —Buenos días —saluda con un brillo en sus ojos que nunca antes había visto o
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * Habían pasado otros dos meses más, pero estos habían sido los mejores de mi vida. Merlí me había permitido cuidar de nuestro hijo mientras ella trabajaba y aquello estaba siendo la mejor experiencia que he tenido jamás. Había dejado todo a cargo de Maxwell hasta que Ramsés regresara. Solo solía ir al Punto Rojo por las noches del sábado para organizar algunas cosas, ya que los domingos los quería libres para estar el mayor tiempo posible no solo con Maximiliano, sino con su hermosa madre y el amor de mi vida. Tenía que aceptarlo, estaba perdidamente enamorado de aquella hermosa mujer que había cautivado mi corazón desde el primer instante, sino que yo no me había dado cuenta hasta ahora. —Sí, hijo. Tu madre era la mujer más testaruda que había conocido hasta entonces… y la que conozco hasta ahora —señalo bromista; y él sonríe—. ¿Te han dicho que eres el bebé más guapo del mundo, campeón? Tienes la sonrisa de tu madre; tienes suerte porque… es
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * Salgo de mi habitación y voy hasta la sala; ahí veo al hombre que hacía palpitar aceleradamente mi corazón. Él estaba dando de comer a nuestro hijo. Se había ofrecido a hacerlo mientras yo me cambiaba para ir a la pastelería, mi único trabajo. Después de aquel incidente en la escuela, decidí no volver, pero no fue por el director, ya que Maximiliano, con sus influencias, había logrado que lo despidieran. La verdadera razón por la que había dejado el trabajo en la escuela era por mi pequeño Maximiliano. Lo extrañaba mucho y… quería estar el mayor tiempo posible a su lado, así que renuncié y solo me quedé en la pastelería. —Hola… —saludo; y Maximiliano voltea a verme. —¿Ya estás lista? —Sí, ya lo estoy. —Danos cinco minutos y te acompañamos. —No, tranquilo. La pastelería está cerca. Quédense en casa, disfrutando del tiempo. —Te acompañaremos. Maximiliano quiere hacerlo y yo…, yo también —dice con su grave y adusta voz, la cual me hace sent