* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—¿Está seguro de lo que acaba de hacer, señor?
—No necesito ser cuestionado por nadie y mucho menos por usted.
—Lo lamento mucho, señor, pero… creo que la señora Merlí hubiera entendido.
—Yo también lo creo…
—¿Entonces señor? ¿Por qué la echó de esa manera?
—Porque la conozco —respondo a mi mayordomo—. Si le hubiera dicho que la alejaría para protegerla, ella no habría hecho caso, se habría quedado. Es terca…, habría hecho cualquier locura, se habría expuesto y… habría expuesto a nuestro hijo. Yo… yo no podría soportar el dolor de que algo le pasara a cualquiera de los dos. No soportaría el dolor de perderlos; no lo soportaría y, lo más importante, no me lo perdonaría.
—Entiendo, señor…
—Prefiero que me odie antes de que alguien la lastime o lastime a nuestro hijo.
—Comprendo, señor. En ese caso, le deseo que todo le salga bien.
—Así será. Ahora, necesito que envíes a cada trabajador a su casa. La guerra empezará y no quiero arriesgar a nadie. Vamos, muévase.
—En seguida, señor.
—Una cosa más…
—Dígame, señor…
—Gracias
—No entiendo por qué me lo dice, señor, pero… siempre es un placer.
—Retírense. Yo debo ir a ver a Ramsés.
—Mucha suerte a los dos.
El mayordomo se retira y yo subo a la habitación de mi hijo y veo que Merlí empacó muy poca ropa de él. Miro su cuna vacía y lo único que deseo es acabar con Danaí pronto, ya que me estaba quitando lo que más amaba en la vida… a mi esposa y a mi hijo.
—Pero eso no lo perdonaré —prometo al tomar uno de los peluches de mi hijo y voy a la habitación que compartía con ella.
Tomo una de sus batas y la huelo…, siento su aroma y después, tomo su perfume. Me quedo unos momentos pensando y, al final, tomo la fotografía familiar que tenía en mi caja fuerte y la llevo conmigo.
—Los amo… —confieso; y la guardo en mi saco.
Salgo a toda prisa de la casa y regreso al Punto Rojo. Ahí ya todos mis hombres me esperaban. Ramsés también había llegado, así como otros aliados. Saludo a cada uno y, cuando termino, mando a callar a todos.
—Esta es la guerra. LA MÁS IMPORTANTE DE NUESTRAS VIDAS. DE ESTO DEPENDE EL BIENESTAR DE SUS FAMILIAS Y DE LA MÍA. NO HAY TOLERANCIA A ALGUNA FALLA. SI ALGUIEN SE QUEDA ATRÁS…, sabe que no retrocederemos. NI SIQUIERA POR MÍ. ¡LA ORDEN ES GANAR CUESTE LO QUE CUESTE! Porque no quiero pensar que lo que haremos hoy, será en vano. ¡HAGAMOS QUE VALGA LA PENA! ¡POR LOS NUESTROS! ¡POR NUESTRAS FAMILIAS! Y… ¡POR ESTA FAMILIA!
“¡POR ESTA FAMILIA!”, responde todos en un grito; y yo asiento en respuesta.
—Tomen sus armas, caballeros y… damas. La función comienza ya —decreto; y todos comienzan a enlistarse.
Toman todo lo que necesitamos y subimos a las camionetas rumbo a acabar con nuestros enemigos.
—Ya saben todos —toma la palabra Ramsés—. Son cinco grupos. Yo iré con Bayá y… Bridgerton...
—¿Qué?
—Está bien que nos estés ayudando, pero no por ello vayas a hacer lo que se te dé la gana.
—¿En serio, Bayá? ¿Así trabaja tu mano derecha?
—Es mi hermano. Su palabra es como si fuera la mía —contesto tajante; y el hombre ríe mientras tira su cigarrillo.
—Entonces es verdad
—¿Qué cosa?
—Lo que dicen por ahí
—¿Qué es lo que dicen por ahí?
—Que tu mujer te ha cambiado…, que te ha hecho más flexible. ¿Cómo es que se llama esa dulzura? ¿Merlí? Muy hermo… ¡¿QUÉ HACES?!
—TEN MUCHO CUIDADO CON LA FORMA EN LA QUE TE REFIERES A MI MUJER. NO QUIERO VOLVER A ESCUCHAR TU ASQUEROSO TONO DE VOZ CUANDO DIGAS SU NOMBRE O SINO… YO MISMO ME ENCARGARÉ DE ARRANCARTE LA LENGUA —amenazo molesto y lo suelto para tirarlo contra el piso—. A mi esposa la respetan.
—Solo estaba halagándola.
—Pues te ahorras tus halagos. Y sí…, Merlí me ha cambiado, pero en cuanto a la flexibilidad, claro que no. Todo lo contrario, si se trata de mi familia soy más inflexible aún.
—Pues no lo parece. Muchos dicen que has perdonado varias a Danaí Cabanillas.
—Yo no perdono y mucho menos olvido. Todos mis enemigos han pagado cada cosa que han hecho y Danaí no es la excepción. La diferencia con esta mujer es que lastimó a mi familia y eso…, eso no pienso permitírselo a nadie. Esa mujer deseará no haber nacido.
—Ya entiendo… —me observa con los ojos entrecerrados, como si quisiera analizarme—. Así que el diablo sigue aquí.
—El diablo nunca se fue. Ahora, no perdamos más tiempo y… empecemos con lo que acordamos.
—Un placer, Bayá…, dios del infierno sin fin. Que buen nombre fue ese y… qué gran sentido le diste cuando acabaste con los Grecos. Ya quiero saber de qué hablarán todos cuando ganemos esta guerra. Empecemos ya con esta mi erd@ y acabemos cuanto antes.
—A tu orden, Bayá.
—Ahora, Ramsés —ordeno; y mi amigo da la señal para que todos se empiecen a desplazar.
Entramos a la propiedad inteligentemente y empezamos a atacar a todo el que se interponía; sin embargo, no esperábamos que fuesen muchos los que estaban a las órdenes de Danaí. Incluso podría decir que nos superaban en número, pero aun así, no podía permitir a mis hombres retroceder; y mucho menos yo.
—¡SON MUCHOS, BAYÁ!
—¡SIGAN! ¡NO HAY MARCHA ATRÁS! ¡RAMSÉS!
—¡TE ESCUCHO!
—¡VAMOS!
—¡SÍGUEME! ¡YO TE GUÍO! —responde; y aquí empezaba la segunda parte del plan: atrapar a la mujer que se había atrevido a desafiarme.
Acabamos con cada hombre que se ponía frente a nosotros y llegamos al último piso de la casa. Vemos una enorme puerta y caminamos sigilosamente con varios de mis hombres detrás.
—Yo la abro
—Bayá, no. Yo lo hago.
—A la cuenta de tres. Uno, dos…, tres —termino; y él abre la puerta—. ¡NO HAY NADIE! ¡AQUÍ NO HAY NADIE! —grito, cuando de pronto, escucho disparos y… un muy fuerte golpe en la cabeza, el cual me logra desestabilizar.
Me arrodillo en el piso, aun turbado por el golpe y siento cómo me desarman.
—Ay, Bayá…, Bayá…
—¿Danaí? —no podía oír bien; el golpe en la cabeza había sido muy fuerte.
Siento algo caliente de mi cabeza y me doy cuenta de que era san gre.
—Pero qué inocente criatura —escucho su risa; y el deseo por estrangul arla con mis propias manos crece—. Mi amor…, ¿qué pasó? ¿No te lo esperabas?
—¿Qué es lo que dices?
—Veo que aún sigues afectado por el golpe. Ah… —la oigo suspirar—, pero qué hermosa escena. EL GRAN BAYÁ Y SUS HOMBRES A MI MERCED. ¡SOLO A MI MERCED! —exclamo contenta; y yo la miro.
Después, miro a mi costado y veo a Ramsés apuntándome con una pis tola en la cabeza.
—¡MALD ITO, TRAIDOR! —grita Bridgerton—. ¡ERES UN SUCIO PER RO FALDE RO! ¡COBARDE! ¡PERO YO MISMO ME ENCARGARÉ DE ACABAR CONTIGO!
—¡POR FAVOR! ¡QUE ALGUIEN CALLE A ESE HOMBRE! —se queja Danaí; y veo que uno de sus secuaces pretende dispararle.
—¡ALTO!
—¡PAREN! —ordena ella cuando yo he hablado—. ¿Qué pasa, mi amor?
—No a ellos…, no les hagas daño.
—Lo siento, cariño, pero tú sabes el significado de la “familia”. En este caso, Ramsés forma parte de la mía y Bridgerton lo está insultado. No, no, no, no. Eso es algo que no puedo permitir.
—Ramsés —repito; y miro a mi amigo—, ¿por qué?
—Porque lo tenías todo, Bayá, y yo… yo solo era tu sombra.
—Eras mi hermano. Mi mano derecha.
—No es suficiente para mí. Todo lo que tienes es por mí y… ¿solo me corresponde ser la mano derecha?
—Eras mi familia, Ramsés…
—Pero ahora es parte de la mía, mi amor.
—No estoy hablando contigo —articulo entre dientes al ver a la mujer.
—Ten cuidado con la forma en la que me hablas, Bayá. No estás en posición de tratarme a como estás acostumbrado. Te tengo a mis pies y… tengo a tus hombres. ¿Y sabes qué significa eso, amor?
La veo agacharse y, de repente, toca mi cara.
—Aléjate, Danaí. Te lo estoy advirtiendo.
—Mi amor, estás herido. Debo curarte eso. No me gustaría que se te infectara la herida o algo peor.
—Quita tus asquerosas manos de mí. No lo repetiré otra vez.
—Tranquilo, mi amor… —me mira extrañamente a los ojos—. Yo te cuidaré. Estarás bien a mi lado. Ya no tienes nada de ué preocuparte.
—¡¿QUÉ LE PASA A ESA MUJER?! ¡PARECE UNA LOCA!
—¡TÚ CÁLLATE, BRIDGERTON!
—¡¿QUÉ?! ¡¿TE MOLESTA QUE TE DIGAN LA VERDAD, CABANILLAS? ¡ESTÁS LOCA!
—YA ME HARTASTE. YO MISMA ACABARÉ CONTIGO.
—¡NO LO HAGAS! —ordeno muy fuerte; y ella se detiene justo cuando estaba a punto de apretar el gatillo.
—¡QUE LO HAGA! ¡QUE LO HAGA! ¡YO NO VOY A ROGARLE A UNA LOCA POR MI VIDA!
—¡SILENCIO, BRIDGERTON! —respondo furioso; y Danaí me mira.
—¿Lo ves, mi amor? Este hombre solo molesta.
—Te equivocas. Él tiene razón —sonrío—. Estás demente, Danaí. ¿Qué es lo que buscas con todo esto?
—A ti…, a ti, Bayá —regresa y se arrodilla frente a mí—. Nuestro hijo te necesita, Bayá. Yo te necesito.
—Jamás estaría contigo.
—Te equivocas, mi amor. Claro que sí. Si todo esto que estoy haciendo es por ti. ¿Ves mi poder? ¿Lo ves? ¿Ahora te imaginas lo que haríamos juntos si nos unimos? Seríamos invencibles, Bayá, y… estaríamos felices gobernando todo juntos.
—Jamás…, ni por todo el poder del mundo, estaría contigo. Jamás volvería contigo. No cometería ese error y mucho menos ahora que he conocido el amor.
—¡YA BASTA! ¡YA BASTA! —grita al abofetearme—.¡TÚ SOLO ME AMAS A MÍ!
—NO. No te amo. Solo hay una mujer a la que amo. Ella es Merlí…, Merlí Fernand. MI MUJER, MI ESPOSA.
—¡YA CÁLLATE! ¡ESTOY CANSADA DE ESCUCHARTE HABLAR DE ESA MUJER! RAMSÉS, ENCIÉRRALO.
—Vamos, Bayá, párate —pide mi amigo al pretender ayudarme, pero yo lo hago solo.
Al estar de pie, lo miro fijamente por unos largos segundos…
—DEBERÍAS MA TARLO POR TRAIDOR —escucho a Bridgerton; y me giro a verlo.
—Suelta a mis hombres, Danaí.
—No pienso hacer eso, amor.
—Lleguemos a un trato. Suelta a mis hombres.
—¿Un trato? ¿Qué especie de trato?
—Uno que te interesará.
—Cuando el rey de los infiernos quiere proponer un trato, no hay nadie que se pueda negar a escucharlo, así que… te escucharé. Adelante, mi amor, habla —susurra; y yo empiezo.
¡Hola! ¡Aquí el segundo capítulo! ¡Ya viene el tercero!
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * —¡Merlí! ¡Qué gusto verte, bebé! —grita Cassandra al mirarme—. ¡Dios, cuánto tiempo sin que nos visitaras! Ay… y mira a esta preciosura —señala muy tierna al agacharse y mirar a mi hijo acostado en su cochecito de bebé—. Qué hermoso y grande está. Pero pasa, pasa, Merlí. Tu abuela está durmiendo, pero ya despertará muy pronto seguro. —No, Cassandra…, no puedo. —¿Qué dices? —susurra confundida; y me mira escrutadora—. Merlí, ¿todo bien? Ati te pasa algo…, ¿qué suce… —se queda en silencio cuando ve dos maletas a mi lado—. ¿Qué pasó, Merlí? ¿Qué haces aquí? ¿Por… qué estás aquí? —Es algo difícil de explicar, Cassandra. —¿Discutiste con tu esposo? —Algo parecido, pero… no vengo por eso. —¿Entonces? —Cassandra, esta casa es muy segura. Nadie vendría aquí, está muy escondida y… nadie sospecharía de este lugar. —¿Qué quieres decir, Merlí? —Cassandra, necesito que cuides a mi hijo. —¿Qué? Pero… ¿de qué me estás hablando mujer? —Debo regresa
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * —Merlí…, Merlí…, Maximiliano —¡Cállate de una vez, Fisterra! ¡Nadie vendrá por ti! —Merlí —Merlí… así se llama tu esposa, ¿cierto? —Maximiliano —susurro el nombre de mi hijo una vez más. Aún seguía un poco turbado por la paliza que me habían dado, pero poco a nada me importaba, ya que lo único en lo que pensaba era si ellos estaban bien y si… tal como lo ordené, los estaban protegiendo por si algo me sucedía. —Ajusta bien sus cadenas. Puede escapar —le dice a alguien y siento cómo aprietan más fuertes mis muñecas y golpean otra vez—. Ya, déjalo. ¿No ves que la jefa no quiere que lo lastimen? —¿La jefa? —pregunto burlón—. ¿En serio, Frank? ¿Danaí es tu jefa? —río muy divertido—. Que… qué bajo has caído. —No más que tú, Fisterra —se acerca a mí y me mira fijamente—. No puedo creer que aún acabado, me mires de esa forma… —¿Qué forma? —Retador, confiado… —escupe a un lado—. Deberías estar suplic
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * —Maximiliano, mi amor. Mírame, mi amor —escucho; y abro mis ojos lentamente—. ¡PERO QUIÉN FUE! ¡¿QUIÉN LE HIZO ESTO?! —Quiso escapar, señora —¡ESO NO ES JUSTIFICACIÓN! —grita la desquiciada mujer que estaba parada frente a mí. Se pone a discutir con sus hombres, pero lo único en lo que pienso es que había escuchado su voz…, la voz de mi esposa, la voz de… —¿Merlí? —susurro sin poder creerlo, al verla en el lugar donde yo estaba—. Merlí —Maximiliano —responde al mirarme y quiere venir hacia mí; sin embargo, Danaí le apunta con su arma, pero Ramsés se interpone. —¡¿QUÉ HACES?! ¡MUÉVETE DE AHÍ! —No la vas a lastimar —¡¿POR QUÉ?! SI YO QUIERO MA TARLA AHORA MISMO, LO HARÉ. —No lo harás. —¿Y a qué se debe tanta amabilidad, Ramsés? ¿Acaso estás enamorado de esa tonta tú también? —Si la ma tas, no obtendrás lo que quieres. Quieres el poder de Maximiliano, pero si te das cuenta, en este momento, Merlí ha tomado su lugar, sus hombres le han j
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —¿Es este un sueño?... ¿Es… es este un sueño? —susurra muy débil al verme. Yo tomo su mano y la llevo hasta una de mis mejillas. —No…, no es un sueño, Maximiliano. Estás aquí…, estás con nosotros. —Merlí…, te hirieron… —Solo fue algo superficial. Nada de importancia. —Es importante para mí. —Estoy bien, Maximiliano —señalo serena; y él se queda observándome por unos largos segundos. —Perdóname —¿Por qué? —Por ponerte en esta situación. —Se supone que somos una familia, ¿no? —Somos una familia, Merlí —aclara muy serio al fruncir su ceño—. ¿Qué sucede? ¿Por qué estás así? —¿Así cómo? —Así…, así como cuando hago algo que te disgusta. —Tuve miedo de perderte, Maximiliano. Cuando regresé y… vi a todos esos hombres heridos, yo…, por un momento, pensé en lo peor. No puedo creer que no me hayas dicho nada. —Solo quería protegerlos, Merlí. —¿Protegernos? —lo miro fijamente—. ¿Protegernos, Maximiliano? —cuestiono frustrada—. ¿Protegernos c
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * Los días habían pasado y ella seguía un poco callada. Casi no me dirigía la palabra; era evidente lo molesta que aún estaba. De hecho, solo me hablaba cada vez que comíamos o que ella me curara y limpiara mi herida. Ese era un trabajo de las enfermeras, pero… ella siempre decidía hacerlo y eso me daba tranquilidad, ya que era otra más de sus muestras de amor. —Tu herida está casi sana. —Tengo a la mejor enfermera —susurro al acercarme a sus labios y besarla muy lentamente—. Dios…, me vuelves loco, Merlí. Te amo… —Maximiliano… —No me gusta verte callada, Merlí. No me gusta tu silencio…, yo… no quiero perderte otra vez. —Hace días, me alejaste y eso no te importó —responde seria; y yo exhalo con mucha pesadez. —Sé que fui un idio ta, pero… sentí miedo de perderlos, Merlí. Sentí miedo de perderte —confieso serio al mirarla a sus ojos—. Te amo, Merlí Fernand. —¿Cómo están las cosas? —Bien…, gracias a ti. —¿Gracias a mí? ¿Por qué dices eso?
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Creo que eso es todo. —Sí, eso es todo. Gracias, Ramsés. —No es nada, descuida. —Sé lo difícil que es esto para ti. Maximiliano es como tu hermano. —Sí, Maximiliano es como mi hermano, pero bueno —exhala pesadamente— tú… también eres importante para mí, así como tu bebé. —Eres un buen amigo —expreso en un susurro, al tiempo en que me acerco para abrazarlo. —Sí…, siempre podrás contar conmigo como… tu amigo. —¿Crees que Maximiliano no nos encuentre? —cuestiono de pronto al poner distancia. —Tranquila, me encargaré de que él no dé contigo. Sé dónde buscará y todo eso. —Me siento mal por haberte involucrado en esto. —Yo acepté porque quise. Tú no me obligaste a nada, así que quédate tranquila. —Gracias otra vez —expreso muy sincera al volver a abrazarlo. —No es nada. Nos quedamos abrazados unos segundos más y luego, nos separamos lentamente. —¿Crees que sea seguro salir a comprar? Necesito llenar la despensa. —Mandaré a uno de mis h
** * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * Dos meses después * * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Ramsés —susurro asombrada al verlo parado fuera de mi casa. —Merlí —sonríe; y yo me acerco a él para abrazarlo. —Qué gusto verte, Ramsés. Han pasado varias semanas. —Lamento no haber podido venir antes, pero… estaba solucionando algunas cosas; además, tuve la impresión de estar siendo seguido… —¿Seguido? ¿Pasa algo allá? ¿Maximiliano está bien? —Sí, Merlí, tranquila. Maximiliano está bien. Solo fueron ideas mías. —Entiendo, entiendo, Ramsés. Pasa por favor. —¿No estoy molestando? —No, claro que no —contesto gentil al cerrar la puerta para después ir hacia donde estaba mi pequeño bebé. —Wao… está mucho más grande que la última vez que lo vi. —Sí, así es. Está creciendo mucho y eso me asusta. —¿Por qué? —Porque quisiera que sea mi bebé por siempre. Tomo en mis brazos a mi hijo y él sonríe mucho. —Llegó la hora de alistarte, mi vida. —Entonces era verdad —habla d
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —Llegó la hora de ir a la cama, mi amor —susurro muy, pero muy bajito para no despertarlo. Sonrío como una boba al mirarlo. Ver a mi bebé era lo mejor de mi día. Él tenía algo muy mágico, el solo verlo me hacía sentir muy tranquila y feliz; además de ello, cada día que pasaba se parecía más a su padre y eso…, eso me gustaba. —Maximiliano —susurro al pensar en aquel hombre que nunca imaginé amar con… locura—. Eras solo el hombre rudo y extraño que me salvó de esa subasta…, me dabas miedo, tengo que reconocerlo —sonrío al recordar sus miradas frías y tono de voz rígido y orgulloso, casi altanero—. ¿Quién diría que tonto corazón te pertenecería?... Y eso que… traté de oponerme, pero no pude…, no pude resistirme. Terminé cayendo en tus extraños encantos —señalo muy suave al colocar a mi bebé en mi cama. Hoy dormiría con él. Quería verlo toda la noche…, quería recordar a su padre…, quería recordar al hombre que amaba. —Aunque tú eres mucho más gu