* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * *
—¿Qué es este lugar, Maximiliano? —escupe con mucha molestia.
—Tu nueva casa.
—Yo tengo mi casa.
—Entonces ve a ella.
—NO, TÚ NO ME PUEDES HACER ESTO. ¡NO NOS PUEDES HACER ESTO! —grita al venir hacia mí y enseñarme al bebé—. ¿En serio piensas hacerle esto a nuestro hijo?
—Se quedarán aquí hasta que yo termine de resolver algunas cosas.
—Esto es otra cárcel. Más bonita, pero otra cárcel, al fin y al cabo. Yo no quiero estar aquí. Yo quiero estar DONDE DEBO ESTAR. EN TU CASA, COMO LA SEÑORA FISTERRA, TU ESPOSA.
—Eso no se podrá por ahora.
—¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE NO HABLABAS EN SERIO CUANDO DIJISTE QUE LA DEJARÍAS!
—¡SILENCIO! ¡YA DEJA DE GRITAR! Si no te gusta este lugar, puedes irte, yo no tengo ningún problema. Pero si quieres quedarte a mi lado, es aquí donde debes estar.
—Me hiciste una promesa. Te lo recuerdo. Prometiste que la dejarías.
—La dejaré cuando sea el momento. Ahora, me voy. Ah… Danaí…
—No te vayas, quédate con nosotros.
—Ni se te ocurra querer hacer algo contra Merlí, sino me encargaré de ti de una vez por todas.
—¿Me estás amenazando? ¿Estás amenazando a la madre de tu hijo? ¡Y TODO POR UNA MENDIGA! —grita con desprecio y ya no puedo soportar más.
Quiero acabar con ella de una vez, quiero gritarle muy fuerte y aclararle que jamás me separaría de mi mujer y mi hijo, que si solo estoy con ella es para terminar de conquistar todos los territorios y así tener, por fin, la tranquilidad de saber que mi esposa e hijo estarían protegidos si yo gobernaba todo.
Quería sacar a Danaí de mi vida para siempre, pero tenía que esperar, porque tenía que admitirlo, la mujer tenía bastantes influencias y poder. No sé cómo lo había logrado, pero lo había hecho y yo necesitaba de ella para acabar con todos mis enemigos y… con ella misma.
—Llévame a tu casa, Maxi…
—No es el momento.
—¿NO ES EL MOMENTO? ¿Y CUÁNDO SERÁ EL MOMENTO? ¡¿CUANDO SEAMOS ANCIANOS?!
—Será cuando yo diga —contesto tajante y después, salgo de su habitación y voy hacia los sirvientes para pedirles que cuidaran muy bien del niño, que por ningún motivo lo dejaran mucho tiempo a solas con aquella mujer de la cual alguna vez estuve enamorado.
“Aunque…, creo que jamás lo estuve en realidad”, pienso al darme cuenta de que lo que hubiese llegado a sentir por Danaí no podía compararse a lo que siento por Merlí. Jamás había experimentado algo igual y… jamás creí que lo iba a experimentar, pero sucedió, lo estoy sintiendo. Amaba a una mujer…, amaba a Merlí Fernand.
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* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * *
—¡AHHHHHH! ¡ESTÚPIDO! ¡ESTÚPIDO, ESTÚPIDO, ESTÚPIDOOOO! AAAAAAAHHHHH —reniego y tiro todo lo que viese.
—Se… se… señora, qué sucede —entra una mucama.
—¡LARGO! ¡LARGO DE AQUÍ! ¡VETE! ¡FUERA! ¡TÚ ERES OTRA INMUNDA IGUAL QUE ELLA! ¡UNA EMPLEADA! ¡UNA EMPLEADA DE BAR! ¡¿CÓMO PUDO HABERSE ENAMORADO DE UNA M*****A EMPLEADA DE BAR! ¡LA ODIO! ¡LA ODIO! ¡LA DETESTO! ¡LA DETESTO A ELLA Y A SU HIJO!
—Señora, por favor, cálmese. Está asustando a su bebé.
—¡¿BEBÉ?! ¡¿Y DE QUÉ ME SIRVIÓ SI MAXIMILIANO NO NOS QUIERE?! ¡AHORA ESTE BEBÉ NO ES MÁS QUE UN ESTORBO! ¡UN MALDITO ESTORBO! ¡PERO LE SACARÉ PROVECHO HASTA DONDE PUEDA!
—¡¿Qué está diciendo, señora?! —pregunta horrorizada y yo la miro con suma molestia.
—MÁS TE VALE QUE NO DIGAS NINGUNA PALABRA DE LO QUE HE DICHO A MAXIMILIANO —amenazo— PORQUE SINO, LO ÚLTIMO QUE HARÁS ES SUPLICARME PARA ACABAR CONTIGO DE UNA VEZ —determino; y ella palidece—. ¡AHORA LLÉVATE AL MALDITO NIÑO Y CÁLLALO QUE PARA ESO SE TE PAGA!
—Sí…, sí, señora.
—¡YA! ¡VETE! ¡LARGO DE UNA M*****A VEZ! —vocifero; y la mujer sale corriendo espantada, con el odioso ser humano en brazos—. ¡ESTÚPIDO BEBÉ! ¡NO ME SIRVE DE NADA! ¡NO ME SIRVE DE NADA SI MAXIMILIANO LA SIGUE PREFIRIENDO A ELLA! ¡ESTÚPIDO! —grito mucho más fuerte al tirar un florero con girasoles—. Pero esto no se va a quedar así, esto no se va a quedar así —repito al ir hacia mi maletín y sacar de ahí el sobre con los resultados de la prueba de ADN—. Yo…, yo no permitiré que me cambies por una sucia y muerta de hambre camarera de un bar. NO LO PERMITIRÉ. YO SOY DANAÍ DE CABANILLAS Y… acabaré con ese estúpido matrimonio y de la familia feliz. A MÍ, ninguna camarera inútil me quita lo que deseo. Y YO DESEO A BAYÁ. DESEO A MAXIMILIANO, MI MAXIMILIANO. DESEO AL DIABLO, aunque ahora más parece un manso cordero desde que llegó esa méndiga mujer a su vida. Pero no importa. ÉL ES MÍO Y, CONMIGO, VOLVERÁ A SER LO QUE ERA ANTES. MI BAYÁ…, MI MAXIMILIANO…, MI REY DE LA MAFIA —sonrío al pensar en una vida juntos—. Debo…, debo enviar este sobre cuanto antes. Esto, estoy muy segura, terminará con la felicidad de la camarera esa. No tendrá más opción que salir de la vida de él. Estú pida. Acabaré contigo, lo prometo —sonrío satisfecha—. Ahora, a buscar a alguien que lleve este sobre a su casa.
¡Aquí abro debate! ¿Cómo creen que reaccionara Merlí?
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —¿Quién es el príncipe más fuerte? ¿Quién es el príncipe más fuerte? Sí, mi amor, tú eres el príncipe más fuerte… —suspiro— y el más hermoso de la Tierra. Te amo, mi pequeño. Te amo mucho —susurro al mirarlo y él emite un suave sonido muy tierno—. ¿Quieres ver a papá? ¿Sí? Pues él dijo que llegaría en unas horas, así que tranquilo, bebé. Papi ya estará aquí. Mientras tanto, vamos a seguir dando un paseo, pero solo aquí. No podemos salir a los jardines. No quiero correr el riesgo de que te vuelvas a enfermar, mi amor —señalo; y sonrío mientras lo apego más a mí. —Buen día, señora —saluda una de las mucamas. —Buen día. ¿Cómo está? —Muy bien, señora. Muchas gracias. —¿Qué es eso? ¿La correspondencia de mi esposo? —Sí, señora. Es la correspondencia de hoy. Todo esto es del señor, pero hay una para usted. —¿Para mí? —Sí, tome —precisa al entregarme un sobre blanco, pero sin remitente alguno. “Qué extraño”, pienso al mirarlo fijamente. —P
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —Estoy aquí. —Estaba esperando tu llamada —respondo sonriente al echarme sobre la cama y esperar a escuchar las muy buenas noticias—. ¿Qué sucedió? ¿La camarera esa ya se fue? ¿Dejó a Bayá? Ah… —suspiro y sonrío mucho—. Imagino que sí. La mujer esa es TAN tonta que se cree todo. Jamás me había tocado alguien tan fácil. Pero ya; quiero escucharte. Dime que la tonta esa ya se fue de la vida de Bayá. —Pues te equivocas. —¿Qué estás diciendo? —contesto impresionada al dar un salto de la cama y ponerme de pie. —Lo que escuchaste. Tu estúpido plan no sirvió más que para reforzar lo que sea que tuviesen. —¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? —¿Acaso no entendiste? NO SIRVIÓ DE NADA. —¿CÓMO QUE NO SIRVIÓ DE NADA? ¿ACASO LA ESTÚPIDA ESA NO LEYÓ LOS EXÁMENES DEL LABORATORIO? —Lo hizo, claro que lo hizo, pero no sé qué pasó. El asunto es que los dos no solo no se separaron, sino que, por el contrario, parecen más unidos que nunca. Incluso ahora han salido. —¡
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * Le dejo una nota a mi esposa y madre de mi hijo y salgo de la casa para ir hacia mi auto y conducir a toda prisa. Llego al Punto Rojo y veo demasiado alboroto y movimiento; sin embargo, cuando me ven, todos se quedan quietos. —¡Ramsés! ¡Ramsés! —grito al subir las escaleras—. ¡Ramsés! —Estoy aquí, Bayá —escucho detrás y giro. —¿Por qué a esta hora? ¿Qué es tan importante? —Entremos a la sala. Todos están reunidos ahí. —¿QUÉ SUCEDE? NECESITO UNA EXPLICACIÓN YA. —Una guerra, Bayá…, una guerra y… es inevitable. —Danaí… —susurro cansado. —Sí, Danaí. —Bien…, bien…, llegó la hora de acabar con esa mujer. —Entremos. Ya están todos reunidos. —Necesito que manden a llamar a nuestros fieles aliados. —Ya los llamé y ya están aquí, —Bien… —Vamos, entremos. No hay tiempo que perder —agrega muy preocupado; y ambos pasamos al punto de reunión sin perder otro segundo. Luego de una extensa reunión, todos se marchan a hacer lo que les había ord
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —¿Está seguro de lo que acaba de hacer, señor? —No necesito ser cuestionado por nadie y mucho menos por usted. —Lo lamento mucho, señor, pero… creo que la señora Merlí hubiera entendido. —Yo también lo creo… —¿Entonces señor? ¿Por qué la echó de esa manera? —Porque la conozco —respondo a mi mayordomo—. Si le hubiera dicho que la alejaría para protegerla, ella no habría hecho caso, se habría quedado. Es terca…, habría hecho cualquier locura, se habría expuesto y… habría expuesto a nuestro hijo. Yo… yo no podría soportar el dolor de que algo le pasara a cualquiera de los dos. No soportaría el dolor de perderlos; no lo soportaría y, lo más importante, no me lo perdonaría. —Entiendo, señor… —Prefiero que me odie antes de que alguien la lastime o lastime a nuestro hijo. —Comprendo, señor. En ese caso, le deseo que todo le salga bien. —Así será. Ahora, necesito que envíes a cada trabajador a su casa. La guerra empezará y no quiero arriesga
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * —¡Merlí! ¡Qué gusto verte, bebé! —grita Cassandra al mirarme—. ¡Dios, cuánto tiempo sin que nos visitaras! Ay… y mira a esta preciosura —señala muy tierna al agacharse y mirar a mi hijo acostado en su cochecito de bebé—. Qué hermoso y grande está. Pero pasa, pasa, Merlí. Tu abuela está durmiendo, pero ya despertará muy pronto seguro. —No, Cassandra…, no puedo. —¿Qué dices? —susurra confundida; y me mira escrutadora—. Merlí, ¿todo bien? Ati te pasa algo…, ¿qué suce… —se queda en silencio cuando ve dos maletas a mi lado—. ¿Qué pasó, Merlí? ¿Qué haces aquí? ¿Por… qué estás aquí? —Es algo difícil de explicar, Cassandra. —¿Discutiste con tu esposo? —Algo parecido, pero… no vengo por eso. —¿Entonces? —Cassandra, esta casa es muy segura. Nadie vendría aquí, está muy escondida y… nadie sospecharía de este lugar. —¿Qué quieres decir, Merlí? —Cassandra, necesito que cuides a mi hijo. —¿Qué? Pero… ¿de qué me estás hablando mujer? —Debo regresa
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* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * —Maximiliano, mi amor. Mírame, mi amor —escucho; y abro mis ojos lentamente—. ¡PERO QUIÉN FUE! ¡¿QUIÉN LE HIZO ESTO?! —Quiso escapar, señora —¡ESO NO ES JUSTIFICACIÓN! —grita la desquiciada mujer que estaba parada frente a mí. Se pone a discutir con sus hombres, pero lo único en lo que pienso es que había escuchado su voz…, la voz de mi esposa, la voz de… —¿Merlí? —susurro sin poder creerlo, al verla en el lugar donde yo estaba—. Merlí —Maximiliano —responde al mirarme y quiere venir hacia mí; sin embargo, Danaí le apunta con su arma, pero Ramsés se interpone. —¡¿QUÉ HACES?! ¡MUÉVETE DE AHÍ! —No la vas a lastimar —¡¿POR QUÉ?! SI YO QUIERO MA TARLA AHORA MISMO, LO HARÉ. —No lo harás. —¿Y a qué se debe tanta amabilidad, Ramsés? ¿Acaso estás enamorado de esa tonta tú también? —Si la ma tas, no obtendrás lo que quieres. Quieres el poder de Maximiliano, pero si te das cuenta, en este momento, Merlí ha tomado su lugar, sus hombres le han j
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * —¿Es este un sueño?... ¿Es… es este un sueño? —susurra muy débil al verme. Yo tomo su mano y la llevo hasta una de mis mejillas. —No…, no es un sueño, Maximiliano. Estás aquí…, estás con nosotros. —Merlí…, te hirieron… —Solo fue algo superficial. Nada de importancia. —Es importante para mí. —Estoy bien, Maximiliano —señalo serena; y él se queda observándome por unos largos segundos. —Perdóname —¿Por qué? —Por ponerte en esta situación. —Se supone que somos una familia, ¿no? —Somos una familia, Merlí —aclara muy serio al fruncir su ceño—. ¿Qué sucede? ¿Por qué estás así? —¿Así cómo? —Así…, así como cuando hago algo que te disgusta. —Tuve miedo de perderte, Maximiliano. Cuando regresé y… vi a todos esos hombres heridos, yo…, por un momento, pensé en lo peor. No puedo creer que no me hayas dicho nada. —Solo quería protegerlos, Merlí. —¿Protegernos? —lo miro fijamente—. ¿Protegernos, Maximiliano? —cuestiono frustrada—. ¿Protegernos c