* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * *
Él me observa fijamente y, por alguna extraña razón, lo noto un poco tranquilo. Eso me sorprende, ya que esperaba a que estuviese furioso, después de que yo le pidiera a Ramsés, su mejor amigo, que no quería verlo por este día. Sin embargo, había cambiado de opinión. Necesitaba verlo y hablar con él cuanto antes y comunicarle la decisión que había tomado y la cual era la mejor para los dos o, mejor dicho... para los tres..., porque también era lo mejor para mi hijo.
—Buena noche —saluda; y yo asiento con mi cabeza lentamente.
—Buena noche —contesto serena al mirarlo a los ojos también—. Quisiera que podamos hablar por favor —le pido; y él se queda en silencio por unos segundos (los cuales parecieron minutos).
—Yo también quiero lo mismo —me contesta muy serio.
«Bien, ahí va apareciendo él. El verdadero Maximiliano Fisterra», pienso en silencio al ver su gesto adusto.
—Bien, entonces... —miro el sillón que estaba a un lado del sofá en el que yo había estado sentada y acariciando mi vientre mientras le hablaba a mi hijo—. ¿hablamos aquí o... vamos a mi habitación? ¿tu despacho? No sé, lo que desees —preciso muy serena; y él parece muy sorprendido por mi actitud.
—Aquí está bien. El personal ya no se encuentra aquí a esta hora.
—Bien... entiendo..., entonces, siéntate por favor —le solicito; y él camina a paso firme hacia mí, con sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y con un porte que gritaba la seguridad que poseía.
—Bien —articula gélido al pararse al lado del sillón y mirarme con suma atención—. Por favor —articula de pronto al hacer un ademán como pidiéndome que tomara asiento primero.
—Okey..., gracias —musito al sentarme; y luego, él lo hace.
—Bien, te escucho —precisa al mirarme con suma atención.
—Bueno... —exhalo con cierto nerviosismo—, primero...
—Antes de que empieces —me interrumpe de repente; y yo lo miro.
—¿Qué sucede?
—Quiero saber cómo te sientes....
—¿Qué?
—Quiero saber cómo estás, ¿cómo está nuestro bebé? —cuestiona con preocupación; y eso, en cierto sentido me parece una burla.
Si bien podría interesarle el bienestar de nuestro hijo, sabía que el mío no. Aunque era yo la responsable de mantener a salvo a nuestro bebé; esa sería la única razón.
—Bien... —susurro, aunque no fuese tan cierto, ya que sentía cierto dolor (el cual me estaba empezando a preocupar demasiado.
«Aunque mañana ya iré al hospital», preciso más tranquila al seguir sobando con suavidad mi barriga.
—¿Lo dices de verdad?
—Sí, lo digo de verdad —miento.
—Cualquier cosa...
—Lo sé, no te preocupes. Yo debo avisarte —respondo con cierta molestia al recordar esas mismas palabras que me solía decir cada noche, después de que hacíamos el amor o, al menos, después de que yo hacía el amor.
Lo más seguro es que para él solo haya sido... se xo.
—Bien..., entonces, te escucho —pronuncia muy serio; y yo exhalo con suavidad para después continuar.
—El haber estado con tu ex novia...
—Lo lamento...
—¿Me dejas terminar? —inquiero al arquear una de mis cejas; y él asiente poco convencido.
—Continúa.
—Bien..., el haber estado con tu ex novia, me hizo darme cuenta de que... esto no es real...
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —interroga muy serio al fruncir su entre cejo.
—Lo que acabas de escuchar. Nada de esto es real y ella me lo dejó muy en claro en las horas que estuvimos conversando, porque SÍ..., fueron horas, las cuales se me hacían interminables —reclamo sin pensar.
—Te prometo que ella recibirá su castigo.
—NO, YO NO QUIERO CASTIGOS AQUÍ —indico tajante al mirarlo a sus ojos—. LO ÚNICO QUE QUIERO ES SOLUCIONARLES LA VIDA A TODOS.
—¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO? —cuestiona muy confundido.
—Estoy hablando de que, ya que SÉ lo que quieres, entonces haré lo necesario para que TÚ, TU EX NOVIA Y YO, JUNTO A MI HIJO, estemos tranquilos y obtengamos lo que deseemos.
—No entiendo de lo que me estás hablando. Sé más clara —parece exigir; y yo suspiro al ver mi vientre.
—Ella me mostró unas fotos.
—ESAS FOTOS NO MUESTRAN LA VERDAD —refuta al instante.
—¿AH NO? ¿QUIERES DECIR QUE SON FOTOS MONTADAS? —reclamo; y él refunfuña; y no sabe qué decir—. Me lo imaginaba...
—NO, NO ES LO QUE ESTÁS PENSANDO.
—LO QUE ESTÉ PENSANDO, YA NO IMPORTA AQUÍ —aclaro mucho más seria.
—TENGO DERECHO A EXPLICARTE LAS COSAS.
—NO, YO TENGO DERECHO A UNA EXPLICACIÓN, PERO NO LA QUIERO.
—TE EXPLICARÉ —precisa muy molesto como si estuviese ordenando que yo lo escuchara.
—NO QUIERO EXPLICACIONES Y, LAS QUE SEAN, YA NO ME IMPORTAN —preciso con seriedad.
—TE EXPLICARÉ —señala muy firme; y yo solo me quedo en silencio y mirándolo a los ojos.
—Está bien, habla —preciso muy serena; y él se sorprende muchísimo, por ello (no puede ocultarlo)
—Ramsés me contó...
—¿Ramsés te contó?
—SÍ, me dijo que Danaí te había mostrado unas fotos en las que ella y yo estábamos en la cama.
—Así es... ¿Por qué? ¿Seguirás insistiendo en que las fotos no son reales?
—YO NO DIJE ESO...
—Bueno..., que no muestran la verdad.
—ESO ES CIERTO, NO MUESTRAN LA VERDAD —reafirma con mucha seguridad.
—¿Tienes una explicación razonable para todo ello? —cuestiono serena; y él me mira con cierta molestia.
—ESAS FOTOS SÍ SON REALES —admite por fin—, pero nada sucedió a cómo te lo estás imaginando.
—Sí, muchos dicen eso cuando son descubiertos.
—JO... der... —parecía exaltarse, pero se controla— no es que me vea descubierto, lo que sucede es que yo no era consciente de eso.
—¿A qué te refieres?
—NI SIQUIERA SÉ CÓMO TERMINÉ EN LA CAMA DE ESA MUJER.
—¿Lo dices en serio? Aún con la verdad mostrada, ¿pretendes seguir jugando conmigo?
—NO ESTOY JUGANDO CONTIGO, NO ESTOY JUGANDO CONTIGO.
—¿Ah no? ¿Entonces qué me dirás? ¿Que te puso algo en el trago, tú te desmayaste, ella te llevó a su habitación, te desvistió y te tomó esas fotos? —interrogo tranquila; y él me mira con su ceño fruncido—. ¿Es así?
—SÍ, SÍ FUE ASÍ; ES LO QUE RECUERDO —señala; y yo no puedo creerle, ya que esa era una típica excusa.
—Bien..., bien...
—No me crees, ¿verdad?
—Bayá..., quiero ser muy sincera contigo...
—Me llamabas Maximiliano últimamente —remarca; y yo me incomodo un poco.
—Quiero ser muy sincera contigo —repito al pasar por alto su comentario.
—¿Qué quieres?
—Quiero que olvidemos todo esto.
—¿Olvidarlo?
—Sí, quiero olvidar todo esto. Yo-... —suspiro con profundidad y cierto agotamiento— ya no quiero seguir en esto, estoy..., me siento... muy cansada —expreso completamente sincera al verlo directamente a sus ojos.
—Merlí.
—Bayá —lo interrumpo; y él guarda silencio—, yo... ya no puedo seguir con esto
—MERLÍ —endurece su tono de voz.
—Yo... ya no quiero seguir con esto y ya lo había dicho antes, pero retrocedí, no sé cómo, pero lo hice.
—MERLÍ, DEBES ESCUCHARME
—Bayá, sea cual sea la verdad, yo ya estoy segura de lo que quiero hacer y sé que será lo mejor para todos.
—NO, TÚ NO PUEDES SABER LO QUE ES MEJOR PARA TODOS —señala muy serio y algo exaltado.
—Bayá —hablo manteniendo mi serenidad—, yo sé que sí lo es
—MER...
—Ya no puedo más, quiero ser libre
—POR FAVOR, YA BASTA CON ESO
—Quiero el divorcio, Bayá —solicito muy tranquila; y él se queda estático—. Quiero el divorcio, ya no quiero seguir aquí. Será lo mejor para ti, para ella, para nuestro hijo y para mí.
—¿PARA ELLA? A MÍ NO ME IMPORTA ELLA, SOLO ME IMPORTAN TÚ Y NUESTRO HIJO —precisa muy molesto al levantarse del sofá.
—Quiero que me des el divorcio para poder irme de aquí junto a mi hijo. Yo me haré cargo de él
—PERO QUÉ ESTÁS DICIENDO.
—Yo podré criar sola a nuestro hijo, trabajaré, ganaré mi propio dinero y te prometo que ni bien junte lo que mi padre te quedó debiendo, te lo traeré y pagaré la deuda.
—¡BASTA! ¡SILENCIO! —exclama muy exaltado.
—Por favor, te pido que te calmes.
—¡¿CALMARME?! ¡¿CÓMO QUIERES QUE ME CALME?! —grita muy fuerte al dar un paso hacia mí.
—Por favor, cálmate —pido lo más tranquila que se me es posible.
—ME ESTÁS DICIENDO QUE TE LLEVARÁS A MI HIJO, MI SANGRE ¿Y QUIERES QUE ME CALME? —increpa mucho más serio.
—Yo lo cuidaré bien; lo prometo. Quiero irme; ya no quiero estar aquí.
—PUES NO TE DEJARÉ IR, ¡ME FUI DE ESTA CASA PARA DEJARTE TRANQUILA Y QUE ASÍ PUDIESES PENSAR MEJOR LAS COSAS CON LA CABEZA FRÍA; SIN EMBARGO, ¡POR DIOS! ¡JO DER! ¡MIRA CON LO QUE SALES! ¡¿IRTE?! ¡¿ACASO OLVIDAS QUE TAMBIÉN ES MI HIJO Y QUE LO QUIERO CERCA?!
—Es mi decisión como madre
—¡Y YO SOY SU PADRE, ASÍ QUE NO TIENES DERECHO A DECIDIR UNILATERALMENTE! ¡EL HIJO ES DE AMBOS, NO SOLO TUYO!
—Por favor, no grites —pido calmada; y eso parece exasperarlo.
—¡NO TE IRÁS! ¡NO TE IRÁS!
—Debo irme, aquí no puedo estar tranquila
—¡PUES NO LO HARÁS, NO TE LLEVARÁS A MI HIJO!
—Lo siento, pero es tema no está en discusión —señalo educadamente al querer ponerme de pie sin embargo, de manera repentina, siento sus manos sujetar mis muñecas y, cuando menos lo imagino, me ha acostado y acorralado sobre el sofá.
—TÚ NO TE IRÁS. NO TE LLEVARÁS A MI HIJO. SI QUIERES, PUEDES IRTE DESPUÉS DEL PARTO, PEOR NO TE LLEVARÁS A MI HIJO. ¡ÉL TAMBIÉN MERECE ESTAR AL LADO DE SU PADRE! ¡YO LO QUIERO! ¡Y TÚ ME PERTENECES!
—Yo no le pertenezco a nadie —le recuerdo muy tranquil al mirarlo con seriedad.
—¡ERES MI ESPOSA! ¡ME PERTENECES! ¡ASÍ QUE NO PIENSES QUE TE DIVORCIARÁS DE MÍ!
—Puedo hacerlo
—¡PUES NO LO HARÁS! ¡ESTARÁS A MI LADO! PORQUE SÉ QUE ME QUIERES —añade de pronto; y con aquellas palabras, lo único que deseo es llorar; sin embargo, me contengo. Sé que me quieres
—Sí, pero de nada sirve querer cuando te hacen daño
—¡Jo der que las fotos son una farsa! ¡YO JAMÁS ESTUVE CON ESA MUJER! ¡NI SIQUIERA RECUERDO CÓMO LLEGUÉ A ESA CAMA! —exclama firme; y yo no puedo creerle.
—Por favor, no quiero discutir
—NO TE LLEVARÁS A MI HIJO —aclara muy firme—, ASÍ COMO TAMPOCO NOS DIVORCIAREMOS. TÚ NO TE ALEJARÁS DE MÍ AHORA, NI CUANDO SE DÉ POR TERMINADO EL CONTRATO. Nuestro hijo nacerá y lo criaremos juntos.
—Basta por favor —susurro; y él frunce más su ceño.
—NO VOY A PERMITIR QUE TE LLEVES A MI HIJO Y TE DIVORCIES DE MÍ —menciona tajante—. ERES MI ESPOSA
—Me divorciaré
—¡NO LO HARÁS! —refuta muy tajante.
—Eso ya no forma parte de tus decisiones es la mía.
—NO, no te divorciarás de mí, ya que, de lo contrario, ten por seguro que me encargaré de tu abuela y de tu mejor amiga —amenaza de pronto; y yo sonrío (lo cual logra extrañarlo y desencajarlo mucho más—. NO ESTOY BROMEANDO —agrega mucho más serio; y yo vuelvo a sonreír—. ¿ACASO NO ESCUCHASTE LO QUE TE DIJE? ME ENCARGARÉ DE TU ABUELA Y DE TU MEJOR AMIGA, LA TAL CASSANDRA, ¿QUIERES ESO? —cuestiona más serio; y yo me le quedo mirando con toda atención y sin parpadear o desviar mi mirada—. ¿QUÉ PRETENDES? ¿BURLARTE DE MÍ? ¿ACASO NO ME HAS ENTENDIDO?
—Claro que te entendí —contesto muy serena al mirarlo con cierta tristeza; y eso parece incomodarlo.
—PUES PARECE QUE NO —señala algo confuso y serio.
—Te pregunto algo —preciso de pronto; y él se queda en silencio—. ¿Solo me amenazarás con ello? ¿Con encargarte de mi abuela y de Cassandra? —cuestiono muy serena; y él se queda asombrado por mi reacción (no puede disimular).
Se queda un poco boquiabierto, pero sin dejar de fruncir su ceño.
—Yo... no quiero que ni abuela o Cassandra salgan perjudicadas de todo esto que yo acepté. No lo deseo. Ellas y ahora también mi hijo
—NUESTRO HIJO —corrige; y yo acepto
—No quiero que ninguno salga perjudicado de todo esto que solo nos compete a los dos. No quiero.
—Entonces deberás quedarte...
—Por tus am enazas —señalo serena; y él se muestra algo fastidiado por la forma en la que le respondía: completamente calmada—. Porque es, al parecer, uno de tus pocos recursos para lograr lo que deseas, ¿no es así?
—¿Qué es lo que has dicho?
—Lo que escuchaste. Que, al parecer, es uno de tus métodos favoritos para lograr lo que quieres.
—Tú no tienes idea de...
—¿En serio es la única manera, Bayá? —cuestiono frontal; y aquel solo se limita a mirarme muy fijamente— Porque de ser así, te comento que no todo se consigue de esa manera; no todo se consigue con ame nazas. Hay otros métodos mucho mejores y más eficientes.
—No sabes lo que dices
—SÉ LO QUE DIGO —refuto tajante; y él me observa con curiosidad—. Hay más métodos y son mucho más eficaces. Las amen azas.., las amen azas no son más que para aquellas personas que tienen miedo...
—¿Qué es lo que has dicho?
—Son para personas que tiene miedo a perder algo que consideran necesario, pero resulta que, a veces, lo que nos parece necesario, no siempre es lo mejor para nosotros
—¿Qué?
—Y esta es una de las veces. Aunque te parezca necesaria, sé que lo mejor es que me separe de ti por tu bien y, sobre todo, por el mío y de mi hijo.
—Nuestro hijo
—Sí, nuestro hijo. Por el bien de él, deberíamos separarnos; sin embargo, no lo haré, ya que mi abuela y Cassandra también son muy importantes para mí y no dejaría que tú hicieras algo...
—Yo...
—No digas nada —me apresuro en precisar—. No es necesario. Ahora, si me lo permites, te agradecería que me soltaras las manos para poder retirarme a mi habitación. Me siento muy cansada —expreso sincera al mirarlo—. Quiero dormir... —musito y, con ello, logro que él empiece a soltarme lenta y delicadamente—. Gracias —agrego al sentarme nuevamente para, al final, ponerme de pie—. Buena noche. Que descanse, señor Fisterra.
—Soy Maximiliano, Merlí —precisa muy serio al mirarme.
—Buena noche, señor Fisterra —repito; y él me mira incrédulo.
Luego de ello, solo me limito a continuar con mi camino rumbo a mi habitación. No había logrado mi objetivo (el cual era divorciarme), pero al menos había logrado no caer en el juego de nuestras palabras y terminar discutiendo, ya que eso solo perjudicaría a una personita muy especial: mi bebé....
«Nuestro bebé», aclaro en silencio.
—Nuestro bebé —repito al llegar a mi habitación y dirigirme a la cama para continuar durmiendo un par de horas más, ya que las necesitaba, después de lo ocurrido.
¡Aquí les dejo el capítulo de hoy! ;) No se preocupen porque el capítulo de ayer se compensará. Por otro lado, les quería pedir todo su apoyo posible por favor :') Recomienden mucho la historia de Merlí y Bayá <3 ¡Lindo día! Leo sus comentarios sobre la decisión de Merlí :(
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * ¿Cómo me sentía ante lo que acababa de suceder? Muy desconcertado, así como... inevitablemente fastidiado. Inevitablemente fastidiado porque... a ella no pareció importarle o intimidarle el hecho de que yo la ame nazara con su abuela y su mejor amiga. De hecho, no pareció importarle nada, ya que se había mostrado muy tranquila durante toda la conversación y eso me exasperaba, debido a que ella era como una fiera, una verdadera fiera que me daba la contra y no precisamente con suaves susurros como lo había hecho hoy, sino que se defendía, así que me fue muy extraña y, hasta cierto punto, exasperante su pasiva actitud. —Dios, esa mujer piensa volverme loco —señalo al sentarme en el sofá, llevar mis manos a mi nuca, agachar la cabeza y exhalar con pesadez—. Me quiere volver loco..., loco..., aunque... aún no es consciente de que, tal vez, ya lo haya hecho —acepto como todo un imbé cil.—. ¡JODER! ¡Qué mujer para más exasperante! —remarco al pen
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —¿Cómo te sientes? —¿Cómo quieres que me sienta? —respondo serio al seguir repasando los planos que tenía sobre mi escritorio—. Sigue sin hablarme y… —¿Y? —Y lo que más me preocupa es que su estado de ánimo ha vuelto a bajar. Me informan que su apetito ha disminuido, que para casi todo el día para en su habitación y que ahora, incluso, ya no habla con nadie en la mansión —enumero frustrado—. ¿Cómo quieres que me sienta, Ramsés? —Maximiliano —Me siento preocupado, frustrado…, molesto —suspiro con pesadez al dejar de mirar los planos, recostarme sobre mi silla y tirar mi cabeza hacia atrás—. Me siento muy molesto conmigo. De algún modo, yo provoqué todo esto. Yo provoqué que ella estuviera así. —Veo que te preocupa mucho Merlí. —Me preocupa mi hijo. Si ella no está bien, mi hijo tampoco lo está. —¿En serio, Bayá? ¿Aún lo seguirás negando, a pesar de todo lo que ha pasado entre ustedes? —Ya basta, Ramsés. Ese no es asunto tuyo —contesto
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Mi esposa, QUIERO VER A MI ESPOSA —exijo angustiado, al no tener respuesta alguna del médico. —Señor, Costantini, por favor, le pedimos que se cal… —MI ESPOSA. QUIERO VER A MI ESPOSA —arremeto al querer entrar a la sala de partos, pero mi amigo me detiene. —¡SUÉLTAME, RAMSÉS! —¡BAYÁ! Tu hijo… Lo has asustado —reclama; y de pronto soy consciente de que la pequeña criatura que estaba en mis brazos, estaba llorando muy fuerte. Mi corazón se oprime, pero no puedo hacerlo, no podía tranquilizarme y no podía darle tranquilidad a él. Necesitaba verla…, necesitaba ver a su madre, necesitaba ver a mi esposa, necesitaba… —Necesito verla. Necesito ver a mi esposa, doctor. DÍGAME DÓNDE ESTÁ —Enfermera, por favor, llévese al bebé a la sala de cuidados para recién nacidos. —NO. No quiero que se lo lleven —preciso adusto al mirar a la enfermera con sus brazos estirados hacia mí—. Mi hijo se queda conmigo. No quiero que se lo lleven. —Está bien, se
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —Tu habitación seguirá siendo la del primer piso —informa cuando entramos a la enorme casa blanca en la que había vivido los últimos meses—. No puedes hacer muchos esfuerzos aún, así que... evitar las escaleras ayudará —precisa como si fuera un tutor imponiendo disciplina. —Entiendo… —susurro al ver a mi pequeño bebé y sonreírle—. ¿Quieres conocer nuestra habitación, mi amor? ¿Sí? Pues vamos, mami te la mostrará…, mi pequeño ángel —musito al admirar su angelical rostro—, mi pequeño… —¿Aún no has decidido el nombre? —No, aún no —preciso muy apenada al verlo—. Tú… ¿tienes alguno en mente? —Algunos, pero… tú puedes elegirlo. —Quiero escuchar alguno. —No son tan buenos…, creo… —Igual. Quiero escucharlos. —Está bien, pero vamos a tu habitación. Tú y el bebé deben descansar. —¿Más de lo que descansamos en el hospital? —articulo divertida; y él esboza una casi inadvertida sonrisa—. Bueno…, vamos —concreto; y juntos entramos a mi dormitorio
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * La veo en la habitación de nuestro hijo, estaba con él en sus brazos, mirándolo de la misma forma en la que yo solía hacerlo. Le susurra algo que no puedo llegar a escuchar y, al final, le sonríe; y nuestro hijo a ella también. —Eres tan hermoso, mi pequeño Maximiliano —musita al suspirar y juntar su bello rostro al de nuestro bebé—. Te amo con mi vida…, eres mi vida —señala; y en ese momento, decido acercarme. —Y ustedes son la mía… —expreso mientras la abrazo por detrás y ella cierra sus ojos —Maximiliano —pronuncia mi nombre; y yo aprovecho en dejar un suave beso en su cuello. —Merlí…, mi Merlí —susurro; y ella sonríe. Me había dado cuenta de que le gustaba que yo le dijera “mi Merlí”; y tenía que confesar que… a mí me gustaba decírselo. —Te amo…, te amo a ti y… amo a nuestro hijo. —Son mi vida, Merlí. —Lo sé, lo sé, mi amor —pronuncia tímida; y yo sonrío. —Parece que tuvieras miedo de llamarme así. —No es miedo… —¿Entonces? —
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —¿Esos son los resultados, doctor? —Sí, señora, estos son —informa al entregarme el sobre blanco que tenían en sus manos—, pero veo que su esposo no está. —No, pero puede entregármelo a mí sin ningún problema. —De todas maneras, si el señor quiere una nueva copia, no dude en acercarse a laboratorio para que se le otorgue nuevamente. —¿Cómo? ¿Laboratorio le puede entregar otra copia? —Sí, claro. Puede hacerlo. —Bien…, entiendo —Yo me retiro, señora. —No. Por favor, no, doctor. Quédese un momento aquí por favor. —¿Se siente mal, señora? —No, doctor. Todo lo contrario, es usted un gran médico. —Entonces, ¿en qué la puedo ayudar? —Verá, doctor… —articulo serena al abrir el sobre y leer los resultados. “Vaya, esto era más que esperado, pero… va en contra de mis planes” —Seré muy franca. Estos resultados no me gustan. —Son los únicos que hay, señora. —Lo sé, doctor, pero no me gustan. Ese hombre atractivo que ha estado aquí es el v
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * * —¿Qué es este lugar, Maximiliano? —escupe con mucha molestia. —Tu nueva casa. —Yo tengo mi casa. —Entonces ve a ella. —NO, TÚ NO ME PUEDES HACER ESTO. ¡NO NOS PUEDES HACER ESTO! —grita al venir hacia mí y enseñarme al bebé—. ¿En serio piensas hacerle esto a nuestro hijo? —Se quedarán aquí hasta que yo termine de resolver algunas cosas. —Esto es otra cárcel. Más bonita, pero otra cárcel, al fin y al cabo. Yo no quiero estar aquí. Yo quiero estar DONDE DEBO ESTAR. EN TU CASA, COMO LA SEÑORA FISTERRA, TU ESPOSA. —Eso no se podrá por ahora. —¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE NO HABLABAS EN SERIO CUANDO DIJISTE QUE LA DEJARÍAS! —¡SILENCIO! ¡YA DEJA DE GRITAR! Si no te gusta este lugar, puedes irte, yo no tengo ningún problema. Pero si quieres quedarte a mi lado, es aquí donde debes estar. —Me hiciste una promesa. Te lo recuerdo. Prometiste que la dejarías. —La dejaré cuando sea el momento. Ahora, me voy. Ah… Danaí… —No te vayas, quédate con noso
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —¿Quién es el príncipe más fuerte? ¿Quién es el príncipe más fuerte? Sí, mi amor, tú eres el príncipe más fuerte… —suspiro— y el más hermoso de la Tierra. Te amo, mi pequeño. Te amo mucho —susurro al mirarlo y él emite un suave sonido muy tierno—. ¿Quieres ver a papá? ¿Sí? Pues él dijo que llegaría en unas horas, así que tranquilo, bebé. Papi ya estará aquí. Mientras tanto, vamos a seguir dando un paseo, pero solo aquí. No podemos salir a los jardines. No quiero correr el riesgo de que te vuelvas a enfermar, mi amor —señalo; y sonrío mientras lo apego más a mí. —Buen día, señora —saluda una de las mucamas. —Buen día. ¿Cómo está? —Muy bien, señora. Muchas gracias. —¿Qué es eso? ¿La correspondencia de mi esposo? —Sí, señora. Es la correspondencia de hoy. Todo esto es del señor, pero hay una para usted. —¿Para mí? —Sí, tome —precisa al entregarme un sobre blanco, pero sin remitente alguno. “Qué extraño”, pienso al mirarlo fijamente. —P