* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
¿Cómo me sentía ante lo que acababa de suceder?
Muy desconcertado, así como... inevitablemente fastidiado. Inevitablemente fastidiado porque... a ella no pareció importarle o intimidarle el hecho de que yo la ame nazara con su abuela y su mejor amiga. De hecho, no pareció importarle nada, ya que se había mostrado muy tranquila durante toda la conversación y eso me exasperaba, debido a que ella era como una fiera, una verdadera fiera que me daba la contra y no precisamente con suaves susurros como lo había hecho hoy, sino que se defendía, así que me fue muy extraña y, hasta cierto punto, exasperante su pasiva actitud.
—Dios, esa mujer piensa volverme loco —señalo al sentarme en el sofá, llevar mis manos a mi nuca, agachar la cabeza y exhalar con pesadez—. Me quiere volver loco..., loco..., aunque... aún no es consciente de que, tal vez, ya lo haya hecho —acepto como todo un imbé cil.—. ¡JODER! ¡Qué mujer para más exasperante! —remarco al pensar en ella—. ¡¿Cómo es que portándose tan tranquila puede llegar a molestarme mucho más? ¿CÓMO? —me pregunto muy molesto—. Me estoy volviendo loco, definitivamente, me estoy volviendo loco. Un solo día más así y no sé dónde terminaré, pero ella no se puede ir..., no se puede ir. Yo... debo explicarle, debo contarle la verdad, debe creerme —señalo al cubrir mi rostro con las manos y exhalar con cansancio, producto de la discusión y la frustración que sentía ante esa mujer (la cual estaba logrando que hiciese cosas que nunca imaginé hacer por otra).
—Lo mejor será que me vaya a dormir —señalo de pronto—. Sí, lo mejor será eso y... ya mañana veremos qué hacemos —preciso e, inmediatamente, me levanto del sofá y voy hacia mi habitación (no sin antes detenerme en la de ella y escuchar tras la puerta)
Al no oír un solo ruido, me decido a abrirla. Cuando lo hago, me encuentro con las luces apagadas y la veo a ella echada sobre su cama y cubierta ya con sus edredones. No me acerco, solo me limito a observarla de lejos, aunque ganas no me faltaban de acercarme a ella y besar su frente (tal y como lo había venido haciendo cada noche en la que terminábamos desn udos en su cama).
«Será mejor que me vaya», determino en silencio y, sin más, vuelvo a cerrar su puerta con mucha cautela para después continuar hacia mi habitación.
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* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
Había pasado más de dos semanas de aquella discusión y ella seguía sin prestarme atención o hacerme caso cuando le hablaba. Tampoco había vuelto a proponerme el divorcio, lo cual me tranquilizaba; sin embargo, su silencio lograba acabar con toda tranquilidad que me había traído el no volver a escuchar su propuesta.
—Buenos días —saludo formal, pero ella no me hace caso; solo se limita a sentarse a mi lado derecho, alrededor de la mesa, y asentir ligeramente.
Eso era algo tan... exasperante, a lo cual no llegaba a acostumbrarme aún. Sobre todo cuando sabía que ella solo se comportaba de esa manera cuando estaba conmigo, ya que las grabaciones de las cámaras de seguridad de la sala y los jardines, me mostraban a una mujer amable y atenta con todo el personal de servicio. Sin embargo, cuando llegaba yo, cambiaba su actitud.
—Hoy es la cita con el médico —le recuerdo; y ella vuelve a asentir ligeramente mientras empieza a picar su fruta en trozos más pequeños (cosa que antes hacía yo para ella, ya que me había dado cuenta que le gustaba).
—También te recuerdo que debemos ir a hacer compras para el bebé. Es mejor tener todo preparado cuanto antes —señalo; y ella sigue sin hacerme caso—. Por cierto, me comuniqué con el médico de tu abuela. Me dijo que ha ido mejorando mucho y que pronto estará cien por ciento recuperada, aunque, de todas maneras, siempre se mantendrá bajo supervisión médica —detallo; y ella vuelve a asentir (no hacía nada más)—. ¿Piensas ignorarme todo el tiempo? —cuestiono de pronto, muy frontal, pero ella no hace más que detenerse de comer por unos segundos y luego, solo continúa con ello—. Te ves muy hermosa hoy —digo de repente; no obstante, Merlí se mantiene firme ante su idea por volverme loco: mantenerse callada.
—Ya he estado pensando en el nombre para nuestro hijo —señalo sorpresivamente; y eso logra que ella dejara caer sus cubiertos sobre el plato—. ¿Qué te parece.... Francesco? —propongo; y ella no hace más que volver a tomar sus cubiertos y seguir picando su fruta (lo cual me exaspera)—. También estaba pensando en Maximiliano, ¿qué te parece? —interrogo para provocarla; y su ligero fruncido de ceño me muestra que he logrado molestarla.
AL menos, ver una reacción de su parte era buena señal de que seguía siendo una persona y no un robot. No obstante, eso no calmaba mi exasperación.
—Creo que ya deberías dejar de comportarte como una niña y empezar a actuar como la adulta que eres —preciso, pero ella continúa ignorándome—. Merlí, el juego ya no me está gustando —agrego con seriedad—. Estás molesta y no tienes razón alguna para estarlo. En realidad, te estás comportando como una adolescente —increpo fastidiado al darme cuenta de que ha decidido prestar más atención a la enorme pared de cristal por la cual se podía ver uno de nuestros jardines—. TE ESTOY HABLANDO. CUANDO LO HAGO, ME GUSTA QUE ME MIREN Y ME PRESTEN ATENCIÓN —indico, pero ella continúa en lo suyo—. ESTÁS LOGRANDO QUE PIERDA EL CONTROL OTRA VEZ. POR FAVOR, DEJA DE COMPORTARTE COMO UNA NIÑA Y MÍRAME —ordeno, pero ella no hace más que regresar la atención a su plato (lo cual termina por enfurecerme)—. ¡YA! ¡YA ESTOY CANSADO! —grito al golpear la mesa con uno de mis puños y al ponerme de pie—. ¡YA ESTOY CANSADO! —repito al mirarla—. ¡JO DER! ¡QUE YO NO ME METÍ CON ELLA! ¡NI SIQUIERA FUI CONSCIENTE DE LO QUE SUCEDIÓ! ¡ES MÁS, NO RECUERDO NADA DE LO SUCEDIDO DESDE QUE TOMÉ EL WHISKEY QUE ME DIO! —grito, pero ella sigue sin hacerme caso, solo toma su vaso de jugo y bebe un poco de él—. ¡CARAMBA, MUJER! ¡¿ME QUIERES VOLVER LOCO?! —exclamo al ir hacia ella y tomar sus brazos para levantarla de su asiento—. ¿ME QUIERES VOLVER LOCO? —pregunto muy exaltado al mirarla fijamente, pero ella, lo único que hace es desviar su mirada hacia otro lado—. ¡MIER DA! ¡¿CÓMO CARA JOS PRETENDES QUE SOLUCIONEMOS LAS COSAS SI NI SIQUIERA ME HABLAS?! —grito sin control; y con ello, logro asustarla (lo cual me hace sentir culpable en el acto)—. Yo... no he querido gritarte así..., lo siento —señalo apenado y serio a la vez—. Por favor, mírame y hablemos de la situación. No me vuelvas loco —solicito; sin embargo, nada funciona—. Merlí —la nombro muy serio al mirar su delicado rostro y su blanca y resplandeciente piel—, por favor —susurro al cerrar mis ojos y acercarme a ella para poder oler su perfume—, por favor —repito al empezar a oler el aroma de sus cabellos—. Por favor..., háblame —preciso al susurrar en su oído.
Sin embargo, a pesar de ello, no logro nada. No logro ni una sola reacción de su cuerpo; pareciese que estuviese hablando con un ser sin vida.
—Por favor, Merlí —agrego al empezar a acariciar todo el largo de sus brazos para terminar sujetándolos (todo ello como una manera de recordar lo bien que se sentía estar entre sus brazos)—. Merlí —susurro ronco al atreverme a dirigir mis labios a los suyos—, háblame —le pido al jugar con ellos, pero la mujer ni se inmuta, no se mueve, no hace nada—. Merlí —pido frustrado ante su falta de respuesta—, POR FAVOR —agrego con mayor frustración; sin embargo, no logro ni una sola palabra o gesto de su parte.
Ante ello, aprieto más los ojos, exhalo con suma pesadez y, sin deseo de querer, suelto sus brazos y dejo de sentir su suave piel. Finalmente…, solo tomo mis llaves del auto y salgo de la casa para que ella pudiese recuperar su sonrisa, aquella que se negaba a mostrarme.
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* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—Debo decir que me sorprende verte por aquí, aunque... no debería —articula sonriente al levantarse de la cama en la que estaba acostada y venir hacia mí—. Hola, amorci...
—Ni se te ocurra volver a tocarme porque me encargaré de dejarte sin respiración con mis propias manos...
—¿Qué tipo de promesa es esa, Maxi? ¿Una se... xual?
—¿Aún no entiendes, Danaí? —interrogo molesto al colocar un de mis manos en su barbilla y acunarla—. TÚ, A MÍ, NO ME INTERESAS —digo de pronto al arrinconarla contra una pared sin delicadeza o contemplación alguna.
—Qué brusco... ya me había olvidado un poquito de eso... Como me tienes tan olvidada.
—Sí... y hoy vine a visitarte —susurro al acercarme a sus labios.
—Cómo te extrañé, Maxi.
—¿Lo dices de verdad?
—Sí..., de verdad
—¿Quieres que te confiese lo que siento por ti?
—Sí... por favor...
—Por ti no siento más que asco, Danaí —menciono adusto al empezar a apretar un poco más su mandíbula (con lo cual logro que se queje)—. Asco..., repudio, vergüenza, tú... —me quedo pensativo unos instantes— TÚ DAS LÁSTIMA, DANAÍ —señalo al mirarla fijamente—. LÁSTIMA —repito al acariciar sus cabellos—. SOLO MÍRATE. ¿Crees que eres mejor que mi esposa?
—CLARO QUE SÍ. SOY MUCHO MEJOR QUE ESA TONT A QUE TIENES COMO MUJER
—NO, DANAÍ... TE EQUIVOCAS. TÚ NO ERES COMO MERLÍ —señalo al acariciar su rostro con mis dedos—. Merlí es hermosa..., su piel es tan suave que no puedo describirla o compararla con cualquier otra cosa en el mundo. Sus labios son tan dulces como un almíbar, sus ojos son tan bellos como la noche y... su piel..., su aroma... es tan seductor que... lo único que me hace desear es hacerla mía por completa y no alejarla de mis brazos jamás.
—¡CÁLLATE! ¡ESO ES MENTIRA! ¡ESO ES MENTIRA! ¡TÚ NO LA DESEAS A ELLA! ¡ME DESEAS A MÍ! ¡TÚ NO PUEDES DESEAR A ESA TON TA!
—MERLÍ, SU NOMBRE ES MERLÍ Y ES LA SEÑORA DE FISTERRA
—¿Creí que era Costantini? ¿No fue con ese ridículo nombre con el que te casaste? ¿Con esa ridícula identidad? ELLA NO ES TU ESPOSA. ES LA ESPOSA DE SANTIAGO COSTANTINI, NO DE MAXIMILIANO FISTERRA.
—ES MI ESPOSA. ES MERLÍ DE FISTERRA Y ES LA ÚNICA MUJER QUE QUIERO A MI LADO Y LA ÚNICA CON LA CUAL TENDRÍA UN HIJO. TÚ, DANAÍ..., TÚ YA NO ME IMPORTAS
—¡MIENTES! ¡TÚ ME AMAS!
—¡Y te haré pagar por haber lastimado a mi esposa... te lo prometo... amorcito —articulo muy divertido al mirarla de la misma manera!
—TÚ NO ME PUEDES HACER NADA..., TENGO A TU HIJO EN MI VIENTRE
—NO CREO QUE SEA MÍO —afirmo al apretar más su mandíbula—. Sin embargo, me encargaré de que el bebé nazca Y LUEGO, YA VERÉ LO QUE HARÉ CONTIGO.
—Te preocupas por nuestro bebé
—Me preocupo por el hijo de otro hombre que casi tendría la misma edad de mi único hijo, el que tendré con la mujer que amo..., MERLÍ
—¡TÚ NO PUEDES AMAR A ESA! ¡TÚ SIGUES ENAMORADO DE MÍ!
—DANAÍ, DANAÍ... —respiro profundamente.
—TÚ PROMETISTE QUE TE CASARÍAS CONMIGO. HICIMOS NUESTRO TRATO DE AMOR.
—YO SOLO HACÍA UN TRATO QUE ME CONVENÍA —señalo serio—. SOLO HACÍA LO QUE ME CONVENÍA.
—¿QUÉ TRATAS DE DECIR?
—DIGO QUE... ERES TAN INGENUA QUE NI SIQUIERA TE DISTE CUENTA DE QUE SI ESTABA CONTIGO, ES PORQUE YA TENÍA MIS PROPIOS PLANES.
—¡¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO?!
—ESE, DANAÍ, no es asunto tuyo.
—¿Sabes algo? NO CREO EN ESO —afirma con mucha seguridad al mirarme fijamente—. Sé del gran amor que llegaste a tenerme, Maximiliano. Sé MUY BIEN cuánto me amaste y cuánto me amas ahora, así que no pretendas que crea la ridiculez de que ahora estás enamorado de una aparecida cualquiera.
—Merlí no es una aparecida cualquiera. Es mi esposa y…, lo más importante de todo…, la mujer que amo —vuelvo a reconocer.
—Pues no te creo.
—Y yo no vine aquí para convencerte de lo contrario.
—¿Entonces? ¿Qué haces aquí?
—Negocios. Solo por eso. ¿Por qué otro motivo estaría yo aquí, Danaí? —pregunto muy serio; y ella solo guarda silencio—. Ahora, te explicaré lo que harás para que yo, Maximiliano Fisterra, quede a cargo de todo el poder que tienes y... del que me falta por tener de los demás.
—¡JAMÁS TE AYUDARÉ CON ESO!
—No es ayuda lo que te pido, Danaí. ES UNA ORDEN lo que te estoy dando y más vale que me obedezcas porque tú, amor —susurro sarcástico— sabes muy bien cada uno de mis métodos para obtener lo que quiero.
—No..., no serías capaz —articula muy nerviosa.
—Pruébame —reto relajado; y solo sonrío mientras ella palidece.
¡Hola! Disculpen por haber estado desaparecida estos días, pero he tenido varios compromisos y trabajos con los que cumplir. Sin embargo, espero que hoy les pueda dejar, al menos, un capítulo más. Muchas gracias por leer y ya no se preocupen, A partir de mañana, las actualizaciones diarias se reanudan de manera juiciosa.
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —¿Cómo te sientes? —¿Cómo quieres que me sienta? —respondo serio al seguir repasando los planos que tenía sobre mi escritorio—. Sigue sin hablarme y… —¿Y? —Y lo que más me preocupa es que su estado de ánimo ha vuelto a bajar. Me informan que su apetito ha disminuido, que para casi todo el día para en su habitación y que ahora, incluso, ya no habla con nadie en la mansión —enumero frustrado—. ¿Cómo quieres que me sienta, Ramsés? —Maximiliano —Me siento preocupado, frustrado…, molesto —suspiro con pesadez al dejar de mirar los planos, recostarme sobre mi silla y tirar mi cabeza hacia atrás—. Me siento muy molesto conmigo. De algún modo, yo provoqué todo esto. Yo provoqué que ella estuviera así. —Veo que te preocupa mucho Merlí. —Me preocupa mi hijo. Si ella no está bien, mi hijo tampoco lo está. —¿En serio, Bayá? ¿Aún lo seguirás negando, a pesar de todo lo que ha pasado entre ustedes? —Ya basta, Ramsés. Ese no es asunto tuyo —contesto
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Mi esposa, QUIERO VER A MI ESPOSA —exijo angustiado, al no tener respuesta alguna del médico. —Señor, Costantini, por favor, le pedimos que se cal… —MI ESPOSA. QUIERO VER A MI ESPOSA —arremeto al querer entrar a la sala de partos, pero mi amigo me detiene. —¡SUÉLTAME, RAMSÉS! —¡BAYÁ! Tu hijo… Lo has asustado —reclama; y de pronto soy consciente de que la pequeña criatura que estaba en mis brazos, estaba llorando muy fuerte. Mi corazón se oprime, pero no puedo hacerlo, no podía tranquilizarme y no podía darle tranquilidad a él. Necesitaba verla…, necesitaba ver a su madre, necesitaba ver a mi esposa, necesitaba… —Necesito verla. Necesito ver a mi esposa, doctor. DÍGAME DÓNDE ESTÁ —Enfermera, por favor, llévese al bebé a la sala de cuidados para recién nacidos. —NO. No quiero que se lo lleven —preciso adusto al mirar a la enfermera con sus brazos estirados hacia mí—. Mi hijo se queda conmigo. No quiero que se lo lleven. —Está bien, se
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —Tu habitación seguirá siendo la del primer piso —informa cuando entramos a la enorme casa blanca en la que había vivido los últimos meses—. No puedes hacer muchos esfuerzos aún, así que... evitar las escaleras ayudará —precisa como si fuera un tutor imponiendo disciplina. —Entiendo… —susurro al ver a mi pequeño bebé y sonreírle—. ¿Quieres conocer nuestra habitación, mi amor? ¿Sí? Pues vamos, mami te la mostrará…, mi pequeño ángel —musito al admirar su angelical rostro—, mi pequeño… —¿Aún no has decidido el nombre? —No, aún no —preciso muy apenada al verlo—. Tú… ¿tienes alguno en mente? —Algunos, pero… tú puedes elegirlo. —Quiero escuchar alguno. —No son tan buenos…, creo… —Igual. Quiero escucharlos. —Está bien, pero vamos a tu habitación. Tú y el bebé deben descansar. —¿Más de lo que descansamos en el hospital? —articulo divertida; y él esboza una casi inadvertida sonrisa—. Bueno…, vamos —concreto; y juntos entramos a mi dormitorio
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * La veo en la habitación de nuestro hijo, estaba con él en sus brazos, mirándolo de la misma forma en la que yo solía hacerlo. Le susurra algo que no puedo llegar a escuchar y, al final, le sonríe; y nuestro hijo a ella también. —Eres tan hermoso, mi pequeño Maximiliano —musita al suspirar y juntar su bello rostro al de nuestro bebé—. Te amo con mi vida…, eres mi vida —señala; y en ese momento, decido acercarme. —Y ustedes son la mía… —expreso mientras la abrazo por detrás y ella cierra sus ojos —Maximiliano —pronuncia mi nombre; y yo aprovecho en dejar un suave beso en su cuello. —Merlí…, mi Merlí —susurro; y ella sonríe. Me había dado cuenta de que le gustaba que yo le dijera “mi Merlí”; y tenía que confesar que… a mí me gustaba decírselo. —Te amo…, te amo a ti y… amo a nuestro hijo. —Son mi vida, Merlí. —Lo sé, lo sé, mi amor —pronuncia tímida; y yo sonrío. —Parece que tuvieras miedo de llamarme así. —No es miedo… —¿Entonces? —
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —¿Esos son los resultados, doctor? —Sí, señora, estos son —informa al entregarme el sobre blanco que tenían en sus manos—, pero veo que su esposo no está. —No, pero puede entregármelo a mí sin ningún problema. —De todas maneras, si el señor quiere una nueva copia, no dude en acercarse a laboratorio para que se le otorgue nuevamente. —¿Cómo? ¿Laboratorio le puede entregar otra copia? —Sí, claro. Puede hacerlo. —Bien…, entiendo —Yo me retiro, señora. —No. Por favor, no, doctor. Quédese un momento aquí por favor. —¿Se siente mal, señora? —No, doctor. Todo lo contrario, es usted un gran médico. —Entonces, ¿en qué la puedo ayudar? —Verá, doctor… —articulo serena al abrir el sobre y leer los resultados. “Vaya, esto era más que esperado, pero… va en contra de mis planes” —Seré muy franca. Estos resultados no me gustan. —Son los únicos que hay, señora. —Lo sé, doctor, pero no me gustan. Ese hombre atractivo que ha estado aquí es el v
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * * —¿Qué es este lugar, Maximiliano? —escupe con mucha molestia. —Tu nueva casa. —Yo tengo mi casa. —Entonces ve a ella. —NO, TÚ NO ME PUEDES HACER ESTO. ¡NO NOS PUEDES HACER ESTO! —grita al venir hacia mí y enseñarme al bebé—. ¿En serio piensas hacerle esto a nuestro hijo? —Se quedarán aquí hasta que yo termine de resolver algunas cosas. —Esto es otra cárcel. Más bonita, pero otra cárcel, al fin y al cabo. Yo no quiero estar aquí. Yo quiero estar DONDE DEBO ESTAR. EN TU CASA, COMO LA SEÑORA FISTERRA, TU ESPOSA. —Eso no se podrá por ahora. —¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE NO HABLABAS EN SERIO CUANDO DIJISTE QUE LA DEJARÍAS! —¡SILENCIO! ¡YA DEJA DE GRITAR! Si no te gusta este lugar, puedes irte, yo no tengo ningún problema. Pero si quieres quedarte a mi lado, es aquí donde debes estar. —Me hiciste una promesa. Te lo recuerdo. Prometiste que la dejarías. —La dejaré cuando sea el momento. Ahora, me voy. Ah… Danaí… —No te vayas, quédate con noso
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —¿Quién es el príncipe más fuerte? ¿Quién es el príncipe más fuerte? Sí, mi amor, tú eres el príncipe más fuerte… —suspiro— y el más hermoso de la Tierra. Te amo, mi pequeño. Te amo mucho —susurro al mirarlo y él emite un suave sonido muy tierno—. ¿Quieres ver a papá? ¿Sí? Pues él dijo que llegaría en unas horas, así que tranquilo, bebé. Papi ya estará aquí. Mientras tanto, vamos a seguir dando un paseo, pero solo aquí. No podemos salir a los jardines. No quiero correr el riesgo de que te vuelvas a enfermar, mi amor —señalo; y sonrío mientras lo apego más a mí. —Buen día, señora —saluda una de las mucamas. —Buen día. ¿Cómo está? —Muy bien, señora. Muchas gracias. —¿Qué es eso? ¿La correspondencia de mi esposo? —Sí, señora. Es la correspondencia de hoy. Todo esto es del señor, pero hay una para usted. —¿Para mí? —Sí, tome —precisa al entregarme un sobre blanco, pero sin remitente alguno. “Qué extraño”, pienso al mirarlo fijamente. —P
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —Estoy aquí. —Estaba esperando tu llamada —respondo sonriente al echarme sobre la cama y esperar a escuchar las muy buenas noticias—. ¿Qué sucedió? ¿La camarera esa ya se fue? ¿Dejó a Bayá? Ah… —suspiro y sonrío mucho—. Imagino que sí. La mujer esa es TAN tonta que se cree todo. Jamás me había tocado alguien tan fácil. Pero ya; quiero escucharte. Dime que la tonta esa ya se fue de la vida de Bayá. —Pues te equivocas. —¿Qué estás diciendo? —contesto impresionada al dar un salto de la cama y ponerme de pie. —Lo que escuchaste. Tu estúpido plan no sirvió más que para reforzar lo que sea que tuviesen. —¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? —¿Acaso no entendiste? NO SIRVIÓ DE NADA. —¿CÓMO QUE NO SIRVIÓ DE NADA? ¿ACASO LA ESTÚPIDA ESA NO LEYÓ LOS EXÁMENES DEL LABORATORIO? —Lo hizo, claro que lo hizo, pero no sé qué pasó. El asunto es que los dos no solo no se separaron, sino que, por el contrario, parecen más unidos que nunca. Incluso ahora han salido. —¡