* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * *
—¿Cómo te sientes?
—¿Cómo quieres que me sienta? —respondo serio al seguir repasando los planos que tenía sobre mi escritorio—. Sigue sin hablarme y…
—¿Y?
—Y lo que más me preocupa es que su estado de ánimo ha vuelto a bajar. Me informan que su apetito ha disminuido, que para casi todo el día para en su habitación y que ahora, incluso, ya no habla con nadie en la mansión —enumero frustrado—. ¿Cómo quieres que me sienta, Ramsés?
—Maximiliano
—Me siento preocupado, frustrado…, molesto —suspiro con pesadez al dejar de mirar los planos, recostarme sobre mi silla y tirar mi cabeza hacia atrás—. Me siento muy molesto conmigo. De algún modo, yo provoqué todo esto. Yo provoqué que ella estuviera así.
—Veo que te preocupa mucho Merlí.
—Me preocupa mi hijo. Si ella no está bien, mi hijo tampoco lo está.
—¿En serio, Bayá? ¿Aún lo seguirás negando, a pesar de todo lo que ha pasado entre ustedes?
—Ya basta, Ramsés. Ese no es asunto tuyo —contesto adusto al levantarme de mi asiento para irme a servir un trago.
—Ya falta poco para el nacimiento de tu hijo —comenta de pronto; y una extraña sensación me embarga…, una sensación que… me hacía sentir algo diferente.
—Sí, falta muy poco —respondo serio al mirarlo—, por eso quiero terminar con todo esto ahora —señalo al volver a mi escritorio a seguir repasando los planos de la mansión de uno de mis más grandes enemigos—. Quiero tener el control de todo antes del nacimiento de mi hijo. Quiero que cuando él nazca, no estemos en plena guerra. No pienso poner su vida en riesgo, así que… dejemos de hablar y pongámonos a repasar el plan y todos estos planos de una vez.
—Bayá…
—Dime…
—¿Qué harás con Danaí?
—Esperaré a que su bebé nazca para realizar la prueba de paternidad.
—No imaginé que ella de verdad estuviese embarazada. Creí que estaba mintiendo.
—Yo también, pero resultó que no —contesto molesto.
—Tienes muchas cosas en las que pensar.
—Sí, pero Danaí no es una en las que quiero pensar ahora. En este momento, solo me preocupa tomar el control de todo el territorio antes de que mi hijo nazca, así que sigamos trabajando.
—Tienes razón, sigamos trabajando. Ya estamos muy cerca de tener el control de todo.
—Así es…, así es, Ramsés —contesto sin expresión alguna, cuando de pronto suena mi celular y contesto rápidamente.
—¿Qué sucede? —cuestiono molesto al ver que era uno de mis hombres—. Espero que sea importante…
—Señor
—¿Qué pasa?
—Señor, debe dirigirse a la clínica central de la ciudad.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —inquiero preocupado al levantarme de mi asiento de un solo golpe.
—Señor…
—¿QUÉ SUCEDE JODER?
—Señor, su esposa se encuentra muy mal. Una de las empleadas la encontró desmayada en su habitación y…
No lo dejo seguir hablando, solo me limito a colgar la llamada, tomar mi saco, las llaves del auto y salir de la empresa apresurado.
—¡Bayá! ¡Bayá, qué pasa? —escucho la voz de Ramsés detrás de mí, pero no me detengo.
Llego hasta mi auto y me subo en él.
—Bayá, joder, ¿qué pasa? —cuestiona preocupado al haberse puesto delante de mi auto.
—¡MUÉVETE DE AHÍ, RAMSÉS!
—Bayá
—¡QUE TE MUEVAS JODER! —enciendo el auto—. MERLÍ ESTÁ EN EL HOSPITAL CENTRAL —informo desesperado; y mi amigo me mira preocupado—. ¡MUÉVETE, RAMSÉS! —ordeno furioso; y él se hace a un lado.
Después, solo conduzco a toda velocidad por la ciudad hasta llegar hasta donde estaba ella y nuestro hijo.
Entro a la clínica y veo a mucha gente. Me dirijo hacia una enfermera y pregunto por ella sin perder un solo segundo.
—MERLÍ, MERLÍ FISTERRA
—¿Disculpe, señor?
—MERLÍ FISTERRA. NECESITO SABER DÓNDE ESTÁ MERLÍ FISTERRA —ordeno impaciente, al tiempo en que saco mi móvil para comunicarme con alguno de mis hombres, pero nadie me responde—. JODER SARTA DE INÚTILES.
—Señor, por favor, cálmese…
—¿Qué ME CALME? RECIBO UNA LLAMADA INFORMÁNDOME DE QUE MI MUJER ESTÁ AQUÍ ¿Y QUIERE QUE ME CALME? ¿DÓNDE ESTÁ? ¿DÓNDE ESTÁ MERLÍ FISTERRA?
—Déjeme revisar los registros. Por favor, mantenga la cal…
—Señor —escucho la voz de mi jefe de seguridad y veo que viene hacia mí.
—MI ESPOSA. ¿DÓNDE ESTÁ MI ESPOSA?
—Sígame, señor —pide; y es lo que hago apresuradamente.
Llegamos al tercer piso y me doy cuenta de que es el….
—Piso de partos —murmuro desconcertado.
—Sí, señor. La señora está en labor de parto.
—Pero…, pero cómo. Aún no es el momen…
—Bayá…
—¿Ramsés? ¿Qué haces aquí?
—¿Creíste que te dejaría solo? ¿Qué pasa? ¿Qué tiene Merlí?
—Ella… está en labor de parte —susurro sin poderlo creer aún.
—Es pronto…
—Lo sé —respondo preocupado al desviar mi nada hacia la puerta de salas de paro—. Necesito que un médico salga y me diga cómo está ella.
—Seguro saldrán cuando tu hijo ya haya nacido, Bayá. Mejor sentémonos a esperar. Seguro Merlí y tu hijo estarán bien. Tranquilo.
—NO PUEDO. No puedo estar tranquilo, Ramsés. Merlí fue traída aquí porque se desmayó, ASÍ QUE NO PUEDO ESTAR TRANQUILO.
—¿Familiares de Merlí Costantini?
—Fisterra —corrijo, pero el médico no me entiende—. ¿Qué sucede con mi esposa?
—Señor, la situación de su esposa es delicada y necesita tomar una decisión ahora mismo —informa muy serio.
—¿Cómo? ¿A qué se refiere?
—El estado de salud de su esposa no es para nada el óptimo. Se ha presentado una serie de complicaciones y la más grave de todas es el muy alto riesgo de que tenga una hemorragia en pleno parto, así que…
—¿ASÍ QUE? ¿QUÉ QUIERE DECIRME DOCTOR?
—Señor, no será fácil.
—SIN RODEOS, DOCTOR.
—No es fácil.
—DÍGALO YA
—Necesitamos que elija.
—¿Qué?
—Debe elegir, señor. Su esposa o… su hijo.
—¿Qué está diciendo? —susurro incrédulo—. No…, no puede estar diciéndome eso. ¡USTED DEBE SALVAR A LOS DOS! ¡YO NO VOY A ELEGIR!
—SEÑOR, la situación es muy grave. Si no decide ahora, incluso ambos podrían no sobrevivir.
—No…, usted no puede dejar que eso suceda. MI ESPOSA Y MI HIJO DEBEN ESTAR BIEN. ¡DEBEN ESTAR BIEN!
—Lo lamento, señor. Pero tiene que elegir ahora.
—No…, no… yo no puedo hacer eso, no.
—Bayá…
—Llamemos a otros médicos. Puedo mandar a traer a los mejores médicos del mundo. Mi esposa y mi hijo deben vivir. LOS DOS, LOS DOS, NO SOLO UNO.
—MAXIMILIANO, MÍRAME. DEBES CALMARTE.
—¡ES MI ESPOSA Y MI HIJO, RAMSÉS!
—¡LO SÉ! Sé que debe ser difícil para ti, hermano. Pero no hay tiempo para mandar a traer a otros médicos y cada minuto del doctor aquí cuenta.
—Ramsés…
—Debes elegir, Bayá…
—No…
—Maximiliano… —exhala con pesadez—. No hay opción. Debes elegir.
—Mi hijo…, Merlí —susurro con impotencia al darme cuenta de que nada podía hacer.
—¿Tu hijo?
—Ramsés…
—Creo que es lo que Merlí hubiese querido
—Ramsés
—Señor, debe decidir ya —presiona el médico; y yo miro a mi amigo para después asentir en su dirección.
Luego, me giro y apoyo mis manos contra una pared al tiempo en que no puedo contener mis lágrimas.
—Su hijo, doctor —escucho que le dice Ramsés; y mi corazón se quiebra.
Hago puños con mis manos y grito de dolor y cólera.
—Está bien —oigo contestar al médico; y vuelvo a gritar.
—UN MOMENTO —digo de pronto al ver al médico fijamente.
—¿Qué sucede, señor?
—Mi esposa…
—¿Qué?
—Salve a mi esposa…, por favor, salve a mi esposa.
—¿Está usted seguro?
—¿No oyó? SALVE A MI ESPOSA —ordeno frío; y él asiento para luego volver a la sala de partos.
Mientras tanto, yo miro a mi alrededor y veo a mis hombres mirándome muy curiosos. Ante ello, les regalo una mirada asesina a todos y ordeno que salgan del piso.
—¿Crees que hice lo correcto?
—En estos casos, no existe lo correcto, Bayá.
—Espero que ella pueda perdonarme.
—Seguro entenderá —afirma confiado; y yo solo asiento para después seguir concentrado en la puerta principal de sala de partos.
El tiempo pasa y nadie salía a darme noticias. Estaba a punto de volverme loco o, tal vez, ya lo estaba. Caminaba de un lado a otro, preguntaba a cualquier enfermera o enfermero que pasara, pero nadie me daba noticias; solo me pedían algo que ya no tenía: paciencia.
De repente, la puerta de la sala vuelve a abrirse y, de ella, sale una enfermera con un pequeño bebé en brazos y viene a mí.
—¿Señor Costantini?
—Soy yo… —respondo extraño al no quitar mi mirada del bebé que traía.
—Señor, le presento a… su hijo —susurra sonriente; y yo me quedo sin palabras ante la noticia—. Muchas felicidades —agrega con otra sonrisa al entregármelo.
Yo lo miro y observo con mucha atención y…, ante ello, no hago más que pensar en…
—Merlí…, Merlí…
—Señor…
—Mi esposa, ¿Dónde está mi esposa? —pregunto impaciente; y la mujer me mira de una forma que no me gustaba—. ¿DÓNDE ESTÁ MI ESPOSA? —repito más fuerte; y un médico se para al lado de la enfermera.
—Señor Costantini, debemos hablar.
¡Más vale tarde que nunca! El día no se ha terminado en mi país, así que aquí está el capítulo de hoy (martes). Espero que les guste mucho y... nos leemos mañana para saber lo que sucedió con Merlí. Leo sus comentarios :'(
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * —Mi esposa, QUIERO VER A MI ESPOSA —exijo angustiado, al no tener respuesta alguna del médico. —Señor, Costantini, por favor, le pedimos que se cal… —MI ESPOSA. QUIERO VER A MI ESPOSA —arremeto al querer entrar a la sala de partos, pero mi amigo me detiene. —¡SUÉLTAME, RAMSÉS! —¡BAYÁ! Tu hijo… Lo has asustado —reclama; y de pronto soy consciente de que la pequeña criatura que estaba en mis brazos, estaba llorando muy fuerte. Mi corazón se oprime, pero no puedo hacerlo, no podía tranquilizarme y no podía darle tranquilidad a él. Necesitaba verla…, necesitaba ver a su madre, necesitaba ver a mi esposa, necesitaba… —Necesito verla. Necesito ver a mi esposa, doctor. DÍGAME DÓNDE ESTÁ —Enfermera, por favor, llévese al bebé a la sala de cuidados para recién nacidos. —NO. No quiero que se lo lleven —preciso adusto al mirar a la enfermera con sus brazos estirados hacia mí—. Mi hijo se queda conmigo. No quiero que se lo lleven. —Está bien, se
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —Tu habitación seguirá siendo la del primer piso —informa cuando entramos a la enorme casa blanca en la que había vivido los últimos meses—. No puedes hacer muchos esfuerzos aún, así que... evitar las escaleras ayudará —precisa como si fuera un tutor imponiendo disciplina. —Entiendo… —susurro al ver a mi pequeño bebé y sonreírle—. ¿Quieres conocer nuestra habitación, mi amor? ¿Sí? Pues vamos, mami te la mostrará…, mi pequeño ángel —musito al admirar su angelical rostro—, mi pequeño… —¿Aún no has decidido el nombre? —No, aún no —preciso muy apenada al verlo—. Tú… ¿tienes alguno en mente? —Algunos, pero… tú puedes elegirlo. —Quiero escuchar alguno. —No son tan buenos…, creo… —Igual. Quiero escucharlos. —Está bien, pero vamos a tu habitación. Tú y el bebé deben descansar. —¿Más de lo que descansamos en el hospital? —articulo divertida; y él esboza una casi inadvertida sonrisa—. Bueno…, vamos —concreto; y juntos entramos a mi dormitorio
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * La veo en la habitación de nuestro hijo, estaba con él en sus brazos, mirándolo de la misma forma en la que yo solía hacerlo. Le susurra algo que no puedo llegar a escuchar y, al final, le sonríe; y nuestro hijo a ella también. —Eres tan hermoso, mi pequeño Maximiliano —musita al suspirar y juntar su bello rostro al de nuestro bebé—. Te amo con mi vida…, eres mi vida —señala; y en ese momento, decido acercarme. —Y ustedes son la mía… —expreso mientras la abrazo por detrás y ella cierra sus ojos —Maximiliano —pronuncia mi nombre; y yo aprovecho en dejar un suave beso en su cuello. —Merlí…, mi Merlí —susurro; y ella sonríe. Me había dado cuenta de que le gustaba que yo le dijera “mi Merlí”; y tenía que confesar que… a mí me gustaba decírselo. —Te amo…, te amo a ti y… amo a nuestro hijo. —Son mi vida, Merlí. —Lo sé, lo sé, mi amor —pronuncia tímida; y yo sonrío. —Parece que tuvieras miedo de llamarme así. —No es miedo… —¿Entonces? —
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —¿Esos son los resultados, doctor? —Sí, señora, estos son —informa al entregarme el sobre blanco que tenían en sus manos—, pero veo que su esposo no está. —No, pero puede entregármelo a mí sin ningún problema. —De todas maneras, si el señor quiere una nueva copia, no dude en acercarse a laboratorio para que se le otorgue nuevamente. —¿Cómo? ¿Laboratorio le puede entregar otra copia? —Sí, claro. Puede hacerlo. —Bien…, entiendo —Yo me retiro, señora. —No. Por favor, no, doctor. Quédese un momento aquí por favor. —¿Se siente mal, señora? —No, doctor. Todo lo contrario, es usted un gran médico. —Entonces, ¿en qué la puedo ayudar? —Verá, doctor… —articulo serena al abrir el sobre y leer los resultados. “Vaya, esto era más que esperado, pero… va en contra de mis planes” —Seré muy franca. Estos resultados no me gustan. —Son los únicos que hay, señora. —Lo sé, doctor, pero no me gustan. Ese hombre atractivo que ha estado aquí es el v
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * * —¿Qué es este lugar, Maximiliano? —escupe con mucha molestia. —Tu nueva casa. —Yo tengo mi casa. —Entonces ve a ella. —NO, TÚ NO ME PUEDES HACER ESTO. ¡NO NOS PUEDES HACER ESTO! —grita al venir hacia mí y enseñarme al bebé—. ¿En serio piensas hacerle esto a nuestro hijo? —Se quedarán aquí hasta que yo termine de resolver algunas cosas. —Esto es otra cárcel. Más bonita, pero otra cárcel, al fin y al cabo. Yo no quiero estar aquí. Yo quiero estar DONDE DEBO ESTAR. EN TU CASA, COMO LA SEÑORA FISTERRA, TU ESPOSA. —Eso no se podrá por ahora. —¡LO SABÍA! ¡SABÍA QUE NO HABLABAS EN SERIO CUANDO DIJISTE QUE LA DEJARÍAS! —¡SILENCIO! ¡YA DEJA DE GRITAR! Si no te gusta este lugar, puedes irte, yo no tengo ningún problema. Pero si quieres quedarte a mi lado, es aquí donde debes estar. —Me hiciste una promesa. Te lo recuerdo. Prometiste que la dejarías. —La dejaré cuando sea el momento. Ahora, me voy. Ah… Danaí… —No te vayas, quédate con noso
* * * * * * * * * MERLÍ * * * * * * * * * * —¿Quién es el príncipe más fuerte? ¿Quién es el príncipe más fuerte? Sí, mi amor, tú eres el príncipe más fuerte… —suspiro— y el más hermoso de la Tierra. Te amo, mi pequeño. Te amo mucho —susurro al mirarlo y él emite un suave sonido muy tierno—. ¿Quieres ver a papá? ¿Sí? Pues él dijo que llegaría en unas horas, así que tranquilo, bebé. Papi ya estará aquí. Mientras tanto, vamos a seguir dando un paseo, pero solo aquí. No podemos salir a los jardines. No quiero correr el riesgo de que te vuelvas a enfermar, mi amor —señalo; y sonrío mientras lo apego más a mí. —Buen día, señora —saluda una de las mucamas. —Buen día. ¿Cómo está? —Muy bien, señora. Muchas gracias. —¿Qué es eso? ¿La correspondencia de mi esposo? —Sí, señora. Es la correspondencia de hoy. Todo esto es del señor, pero hay una para usted. —¿Para mí? —Sí, tome —precisa al entregarme un sobre blanco, pero sin remitente alguno. “Qué extraño”, pienso al mirarlo fijamente. —P
* * * * * * * * * DANAÍ * * * * * * * * * * —Estoy aquí. —Estaba esperando tu llamada —respondo sonriente al echarme sobre la cama y esperar a escuchar las muy buenas noticias—. ¿Qué sucedió? ¿La camarera esa ya se fue? ¿Dejó a Bayá? Ah… —suspiro y sonrío mucho—. Imagino que sí. La mujer esa es TAN tonta que se cree todo. Jamás me había tocado alguien tan fácil. Pero ya; quiero escucharte. Dime que la tonta esa ya se fue de la vida de Bayá. —Pues te equivocas. —¿Qué estás diciendo? —contesto impresionada al dar un salto de la cama y ponerme de pie. —Lo que escuchaste. Tu estúpido plan no sirvió más que para reforzar lo que sea que tuviesen. —¿QUÉ ESTÁS DICIENDO? —¿Acaso no entendiste? NO SIRVIÓ DE NADA. —¿CÓMO QUE NO SIRVIÓ DE NADA? ¿ACASO LA ESTÚPIDA ESA NO LEYÓ LOS EXÁMENES DEL LABORATORIO? —Lo hizo, claro que lo hizo, pero no sé qué pasó. El asunto es que los dos no solo no se separaron, sino que, por el contrario, parecen más unidos que nunca. Incluso ahora han salido. —¡
* * * * * * * * * BAYÁ * * * * * * * * * * Le dejo una nota a mi esposa y madre de mi hijo y salgo de la casa para ir hacia mi auto y conducir a toda prisa. Llego al Punto Rojo y veo demasiado alboroto y movimiento; sin embargo, cuando me ven, todos se quedan quietos. —¡Ramsés! ¡Ramsés! —grito al subir las escaleras—. ¡Ramsés! —Estoy aquí, Bayá —escucho detrás y giro. —¿Por qué a esta hora? ¿Qué es tan importante? —Entremos a la sala. Todos están reunidos ahí. —¿QUÉ SUCEDE? NECESITO UNA EXPLICACIÓN YA. —Una guerra, Bayá…, una guerra y… es inevitable. —Danaí… —susurro cansado. —Sí, Danaí. —Bien…, bien…, llegó la hora de acabar con esa mujer. —Entremos. Ya están todos reunidos. —Necesito que manden a llamar a nuestros fieles aliados. —Ya los llamé y ya están aquí, —Bien… —Vamos, entremos. No hay tiempo que perder —agrega muy preocupado; y ambos pasamos al punto de reunión sin perder otro segundo. Luego de una extensa reunión, todos se marchan a hacer lo que les había ord