/Prólogo p2

—¿Es por la empresa?

—Es lo único que nos dejó tu padre. No quiero perder eso de él. Si crees que es necesario que la vendamos, entonces accede y firma el contrato. Es tuya ahora, desde que el murió pasó a tus manos, pero… —deja de hablar y levanto un poco mi mirada para ver su rostro angustiado. Ella está conteniéndose para no llorar.

—Él me trató mal, mamá —reprocho, aunque sé que lo hizo por mi bien. Sé que mi padre tenía razón, pero las palabras que me dijo tiempo antes de su accidente, me dolieron muchísimo, todavía trato de olvidarlas.

—No te trató mal. Te dijo una verdad necesaria.

—Lo sé, pero…

—¿Cómo harás con los empleados? Dejarás a mucha gente sin trabajo.

—Seguiré allí, solo...

—Solo venderás la mayoría de tus acciones de Daniels y te quedarás con una parte mínima, lo que lo hará el dueño absoluto de las empresas, y ya sabes lo que pienso. A pesar de todo, todos los trabajadores que están allí, lo están por ti. La mayoría renunciará al verlo tomar el mando y ser ese hombre asqueroso que es. Tú ya ni siquiera irás, trabajarás desde aquí.

—Es por eso que realmente estás así ¿verdad?

—¿De qué hablas?

—Extrañas Nueva York.

—De todas maneras, viajo hacia allá de vez en cuando —se encoje de hombros, restándole importancia.

—Allá tienes tu vida, mamá. Lo dejaste todo para ayudarme con Estrella, quien ya veo que se ha vuelto toda una diseñadora como tú —sonrío —, pero sé que necesitas tu espacio, volver a tu vida de antes, salir con tus amigas…

—No te voy a negar que extraño todo eso, Farah, pero te equivocas cuando dices que mi vida está allá, porque mi vida son ustedes dos —deja un beso en mi frente y yo sonrío.

—Aun así, deberías ir. Vamos a estar bien, puedes ir y venir todas las veces que quieras, el dinero nos sobra para eso.

—No dudaría allá ni dos días si no las tengo a ustedes —deja muy en claro.

—No podemos ir, es muy riesgoso… Estrella ni siquiera está curada por completo y…

—Deja de buscar excusas. Estrella se curó por completo en noviembre, ya estamos en febrero. Hasta te está implorando ir a un colegio, salir a parques, ir al cine y hacer ese tipo de cosas.

—Y lo vamos a hacer. No había querido por miedo a que recayera una vez más.

Aún recuerdo cuando recibí esa llamada de parte de mi madre. Yo estaba en la fiesta de Stella Gilabert y quise morir en cuanto supe lo que había ocurrido con mi hija. Me desesperé mucho y entré en pánico porque sentí que no iba a llegar a tiempo. No había vuelos para esa hora, ni algún conocido que pudiese ayudarme a ir en el primero que saliera al día siguiente. Estaba todo lleno, no había cabida para mí. Debía esperar dos días para viajar y mi hija me necesitaba en ese momento.

Aarón Abernathy no tiene idea de lo mucho que hizo por mi ese día con solo haberme dejado venir en su Jet.

—Debemos hacerlo en Nueva York, Farah. Allá está nuestro lugar.

—No —dije, de manera definitiva. No iba a exponerme a ser descubierta y que…

No. No puede pasar. Ya vi de lo que es capaz esa mujer y yo no tengo a nadie que me proteja, ni a mí, a mi madre o a mi hija. Estamos solas. Es por esto que sé cuáles batallas pelear y cuáles no.

—Farah…

Me levanto y quedo de pie en su habitación, mirando a la nada.

Volver con mi madre e hija no es una opción.

—Puedo deshacer el trato que hice y seguir yo con la empresa, trabajando desde aquí y viajando hacia allá solo para lo estrictamente necesario. No la venderé, porque puedo ver lo importante que es para ti que la mantengamos en la familia, pero… No me pidas que nos vayamos todos a Nueva York, mamá. Con eso no puedo. Eso no lo haré —Dejo en claro.

Una pequeña sonrisa se asoma en sus labios y yo resoplo, saliendo de su habitación.

—Obvio que va a estar contenta.

Por lo menos sabe que ganó en algo.

Llego al living y miro a mi hija sentada sobre su mueble, con los brazos cruzados y mirando hacia afuera, a través de la ventana. Noto que apagó el televisor y ni siquiera ha vuelto a dibujar los vestidos que dijo que comenzaría a hacer junto con su abuela. Esta tarde irán a comprar las telas para ponerse manos a la obra.

—¿Todo bien? —Pregunto, acercándome con mucha lentitud hacia ella.

—Ellos aparecen en la televisión muy sonrientes.

—¿Quiénes?

—Mi padre y su futura esposa —me detengo al escucharla. Mi cuerpo se pone rígido, y mi corazón tambalea a lo loco —. Comprometerse es lo mejor que les pasó en la vida.

Esta niña tiene una lengua muy filosa para su edad.

—Ya te lo he dicho, muchos padres no están juntos y…

—Tienes otras parejas y blablablá. Sí, mamá. Lo sé. Pero no es justo, ni siquiera sabe que yo existo y está con otra mujer —Aprieta más sus brazos en su regazo. ¿Está celosa de su padre?

—Bueno…

—¿Y si tienes otro hijo con ella y me roba mi lugar? —Pregunta. Su voz se va apagando cada vez más.

—Eso no va a pasar, mi cielo.

—Si pasará, mami.

Entonces la observo mirar detrás de mí y cuando sigo su mirada me encuentro a mi madre escondiendo las manos con las que hace poco, mediante sus dedos pulgares levantados, le decía que lo estaba haciendo bien.

Este complot no me lo esperaba.

—Estás castigada.

—Hija… —intenta interceder mi madre.

—Sin televisor, Tablet, dibujos, ni poder cocinar.

—Eso es extremista —se queja, nuevamente, mi madre.

—No sigas, mamá. No sigas —Le advierto, pasando por su lado, e intentando irme hacia mi habitación.

Me detengo de golpe en cuando mi hija grita, y con una voz rota que:

—Te entiendo, mami —porque yo le he tratado de explicar siempre el por qué no podemos ver a su papá o él no puede saber de ella —, pero es mi papá y me pone muy triste que él no sepa que existo, que haga otra familia y sea felices con ellos y no conmigo. ¿Crees que va a rechazarme si se entera de mí? ¿Crees que va a quererme, aunque sea un poquito?

Mis ojos se cristalizan al escucharla. A lo mejor sigue actuando, en eso se ha vuelto muy buena, sobre todo cuando quiere conseguir algo con tantas ganas, pero no puedo evitar voltearme otra vez e ir hacia ella. La envuelvo entre mis brazos y ella solloza en mis brazos. Mi madre ya no nos mira, y yo maldigo, sin saber cómo accionar.

—Él te amaría. Eso te lo puedo jurar —es todo lo que digo.

—Yo también lo amo, mami.

—Lo sé, mi cielo.

Después de un rato se queda dormida en la alfombra y yo sostengo su cabeza sobre mi regazo, acariciando su cabello y haciéndole todos los mimos posibles.

—Es cierto que quiero regresar, pero no solo se trata de mí, Farah. Estrella cada vez tiene más y más preguntas sobre su papá. Tiene dudas y miedos comprensibles.

—No puedo, mamá… —susurro, mis manos comienzan a temblar. De haber sabido que algo así pasaría, creo que hubiese sido mejor no decirle nada mi hija.

Quería hacer lo correcto, pero parece que terminé dañándola más de lo que pretendía diciéndole la verdad sobre su padre y el hecho de que él no sabe que ella existe. Mucho tengo con que no me odie por no conocerlo.

—Está bien, Farah. Todo se hará como tú quieras.

—El veintiuno viajaré, veré cómo está la empresa y regresaré el veintitrés —le informo.

—Espero de todo corazón que no te topes con él. Digo… antes no estaba comprometido.

—Sé controlarme. Esto ya no es un juego, mamá. Cada quien tomó sus decisiones y hay que vivir con ellas, cueste lo que cueste.

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