29/ ¿Qué podría salir mal? p2

—Siempre y cuando no sea eso que estas cocinando —mi mirada se posa detrás de ella y lamo mis labios cuando encuentro una mermelada de damasco y tostadas detrás. También hay de dulce de leche. Se me hace agua la boca —. Llévame muchas tostadas con mermelada y dulce de leche a la mesa. Muchas. —Enfatizo.

Frunce el ceño y me mira con rareza.

—Tu madre me dijo que odias la mermelada, y no eres amante del dulce de leche o chocolates. De hecho, me dijo que comes muy sano. A lo mejor quieras algunas frutas…

—A ver, Rosa. Te estimo mucho. Me caes súper bien. Pero nunca, jamás, cuestiones mis decisiones. Estaré esperando las tostadas en la mesa.

Me retiro antes de que pueda decirme algo y me encuentro con una sonriente Stella bajando el último escalón de las escaleras que planeaba subir en la búsqueda de Ángel.

—Admito que me quedé escuchándote hablar con Rosa. Fue una conversación muy interesante.

—Eso solo demuestra que eres una chismosa de primera —ironizo, pero ella ríe y se acerca a mí.

Toma mis manos entre las suyas y yo enarco una ceja. Está bien, sé que ya somos más cercanas. Ya hasta la considero una amiga, mi primera amiga de verdad. Bueno, a ella y a Jezabel, pero tampoco hay que exagerar. No es necesario tantos gestos o sentimentalismos.

—Me hace recordar a aquella vez que espiamos a Aarón conversando con Elizabeth.

—Qué tiempos. Admito que me gustó, se sintió cómo hacer una travesura.

—Yo siento que estoy por hacer una travesura ahora…

—¿Ah, sí? ¿Y puedo saber cuál? No creo que estemos para travesuras en este momento, y mucho menos en tu estado —señalo su vientre, que, si bien no es un balón, ya comienza a tener forma. Ya comienza a notarse su embarazo.

—Oh, es que… la travesura es para ti.

Okey. Ahora si me dejó muy confusa.

—¿Para mí?

Ella lleva mis manos a su vientre.

—¿Recuerdas cuando estabas embarazada de Estrella?

Suspiro.

—Jamás podría olvidarlo. No pude disfrutar bien de mi embarazo porque tenía otras cosas en mente. Estaba pasando por mucho en ese momento —admito.

—Y supongo que por eso es que no te has dado cuenta…

—¿Cuenta de qué?

—Sólo, te pido que me cuentes cuando eso de los olores deje de ser solo molestia y pasen a ser náuseas y mareos. Calculo que tienes un mes o menos…

—¿Qué me estás queriendo decir? —Toda mi piel se eriza y siento mi corazón comenzar a desbocarse mientras empieza una carrera que quiere ganar con cada fuerte latido que da.

—Sí, creo que menos… —Stella susurra más para misma que para mí. Suelta mis manos, se inclina, deja un beso en mi mejilla y se va, con una enorme y radiante sonrisa en sus labios.

Yo no puedo estar embarazada… ¿verdad?

Entonces recuerdos llegan de esa noche:

‘’—Ay, no…

—¿Qué ocurre?

—Dime que tienes condones.

—¿Por qué tendría condones en mi departamento?’’

Ahora de verdad comienzo a marearme. Los recuerdos vienen a mi uno tras otro de esa noche.

‘’—¿Y tú no te estás cuidando? —Niego con mi cabeza. Él ríe ante mi sonido de súplica—. Podemos hacer otras cosas para obtener placer, Farah. No tenemos que follar para pasarla bien.

—Pero yo quiero que me folles, Archer. He esperado demasiado, ya no puedo esperar más. —Suplico —. Por favor…

En cuanto hablo, implorándole, Archer pierde el control, estampando sus labios contra los míos. Me besa con énfasis y desesperación. Toma mi cintura con firmeza y me hace levantar para luego dejarme caer sobre su regazo, sobre su miembro, insertándose en mí de una sola estocada.’’

Ay, mi Dios. Recuerdo a la perfección el grito que solté en ese momento y como él me tapaba la boca mientras me penetraba con más ganas.

Trago saliva con fuerza. Bueno, es un buen recuerdo, pero… ¡Lo hicimos sin protección!

Y ahora es muy probable que tenga a otra mini Archer dentro de mí. O a otro mini Archer. O a lo que sea, ¡Pero estoy embarazada!

—¿Estás bien? —Pregunta alguien detrás de mí, haciéndome sobresaltar.

Volteo con rapidez y parpadeo mientras observo a Ángel con fijeza. Él enarca su ceja y yo sacudo mi cabeza.

—Sí… bien… —un suspiro tembloroso escapa de mis labios.

Estoy bien. Es solo que tendré otro hijo. Nada más. No es alarmante. No es para tanto…

—Pues no te ves bien.

Decido intentar calmarme y luego pensar bien en la posibilidad de estar embarazada. Ahora quiero centrarme en otras cosas.

—¿Dormiste bien? Yo quería hablar contigo. Darte las gracias por haber estado para mi estos dos días.

—Me parece un buen detalle de tu parte, pero solo te diré una cosa antes de salir corriendo: eso hacen los amigos. Estoy para ti siempre que me necesites.

—Gracias.

—Ahora, me voy.

Él pasa por mi lado, pero yo sujeto su brazo y lo hago voltearse hacia mí.

—¿No piensas desayunar?

—Ya comí.

—¿En qué momento?

—Debo irme, Farah.

Él mira hacia las escaleras y se apresura a quitar mi mano de su brazo, pero yo trato de sujetarlo con más fuerza.

—¿Por qué estás huyendo?

En ese momento escucho la voz de Jezabel llamándolo y abro mis ojos de par en par.

—¿Acaso ustedes…?

—No. Solo le he comentado algo y la ha dejado en shock. Si me permites, me iré antes de que proceda a querer asesinarme aquí.

Ahora si lo suelto del brazo y él acomoda su traje antes de dar grandes zancadas e irse.

—¿Dónde está? —Jezabel viene bajando las escaleras corriendo y yo aprieto mis labios.

¿Le digo la verdad o…? No. Prefiero ayudarlo. Digamos que es un pago por la ayuda que me ha dado estos días.

—Hace un rato muy largo salió. Hace como cinco minutos. Ya se fue.

La mentira escapa con rapidez. No le digo que es probable que, si sale, es capaz que lo encuentre apenas entrando a su auto.

Ella mira hacia la puerta de la entrada, pero se queda sin hacer nada. Ni siquiera parpadea y comienza a asustarme. Me preocupa.

—¿Todo bien?

Niega con su cabeza.

—Yo… es solo que… —abre y cierra la boca, sin dejar de mirar hacia afuera con lo que parece ser nostalgia. Comienzo a darme cuenta de que la cosa es seria cuando sus ojos se humedecen —, creí que él era diferente.

—¿A qué te refieres?

Ella sacude su cabeza una vez más y limpia sus lágrimas.

—Tienes mil problemas encima en este momento, y se supone que he venido a apoyarte no a llenarte con los míos también. No te preocupes por mí, yo estoy bien.

—Pero…

—¿Señorita Farah? —El médico familiar llega a mi lado —. La estaba buscando.

—Sí, Alfred, solo, dame un momento.

—Es urgente, se trata del joven Heikel.

—Ve con él, Farah. Yo debo irme ya. Nos vemos dentro de poco, si quieres nos juntamos con Stella.

Stella… esta chica que ha dejado mi mente revuelta con este posible embarazo que tengo.

—Bien —la observo regresar a la habitación donde la dejé anoche. Allí le dije que podía dormir.

Y ahora que lo pienso… ¿No es de esa habitación de donde acaba de salir Ángel?

Ay, por Dios.

—El joven Heikel ha despertado. Y ya se está vistiendo porque quiere irse. Le estoy diciendo que no, porque debe descansar como mínimo un día más, pero no oye de razones.

—Sí, es un poco testarudo. Puedes irte, doctor. Yo me encargo.

Él asiente y se va. El olor a omelette me sigue fastidiando, así que prefiero cruzar la sala e ir al otro extremo, donde está la habitación que le asigné a Heikel.

Toco la puerta y entro, sin esperar a que responda.

Heikel se encuentra sentado sobre la amplia cama haciendo muecas de dolor mientras intenta meter el brazo dentro de una de las mangas de su camisa.

—Definitivamente, eres un testarudo.

Me acerco a él y tomo el brazo derecho, ese donde terminó impactando la bala que iba a ser para mi madre, ayudándolo a levantarlo con mucho cuidado y a ponerse la camisa sin que se lastime.

—No te preocupes, es solo un rasguño.

—Un rasguño que te tiene contrayendo tu cara en dolor.

—Bueno, soy el malo, no el inmortal. Estamos en la vida real, por más que sea muy fuerte, dolor es dolor. Todos pasamos por eso —se encoge de hombros y yo asiento.

—Primera vez que estamos de acuerdo.

—Farah… —Heikel toma mis manos entre las suyas y me mira con cansancio acumulado en sus facciones —. No voy a quedarme un día más. No quieras intentar convencerme de lo contrario, porque tengo muchas cosas que hacer y que no puedo atrasar. Además, tengo a una chica impertinente que cree que puede hacer lo que le da la gana cuando yo no estoy. Comienzo a creer que está llamando mi atención. Dice odiarme, pero no puede vivir sin mí a su lado.

—Conozco lo testarudo que eres, así que no pienso detenerte. Si tienes que irte, hazlo. Solo te pido que te cuides, y cuides a esa testaruda que te odia.

Lo observo mirar a la nada y aprieto sus manos. Él sonríe y me suelta, se levanta y apenas me doy cuenta del momento en el que da esos dos pasos que nos separaban para abrazarme.

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