El fin de la demostración.

Marzo 2019.

Archer Alarcón.

—Llegó tu momento de brillar —susurra Ángel en mi oído y yo volteo a mirarlo con cara de pocos amigos.

—¿A qué te refieres? —Coloco mis manos en jarras y miro a la pobre limpiadora detrás de él, ella me está vigilando muy atentamente, pero ya me he prometido que no romperé ninguna copa esta vez.

Fue una promesa de honor que me hice a mí mismo.

—¿Ves a esas chicas de allá atrás? Te están mirando desde hace rato —miente, sé que miente.

—No le creas, Cura Joven. Sabes de los juegos mentales de nuestro amigo, no vayas a caer —bufo. ¿De verdad piensa que caeré en las redes de alguien que conozco muy bien?

Diría que está muy equivocado, pero si hay algo de lo que estoy muy consciente y no cambio por nada del mundo, aunque sé que está mal, es que me dejo disuadir por todo el mundo. Más si son mis amigos.

Ángel empina la botella de alcohol en mis labios y masajea mis hombros, está preparándome como si me fuese a enviar a un ring de boxeo. Cuando dejo de tomar una cantidad muy considerable y que me hace tambalear más rápido que Dominic Toretto manejando en sus preciados autos, él inclina su cabeza, colocando su barbilla sobre mi hombro izquierdo.

—Debes ir dónde está esa chica y hacer que coma de la palma de tu mano —me anima.

—No sé hacer eso, Prostituto de Callejón. Esa es tu especialidad…, bueno, la de Aarón también, porque para eso lo entrenaste —trato de protestar, pero ya mi lengua comienza a enredarse. M****a.

No soy malo bebiendo, soy pésimo, horrible.

—Y ahora te estoy entrenando a ti. Todo va a salir bien si haces exactamente lo que te digo.

Esta vez es Aarón quien asoma su cabeza, colocando su barbilla sobre mi hombro derecho.

—Si vas a ir a enamorar a un par de desconocidas, que sea porque así lo quieres y decides. No dejes que Ángel entre en tu mente. Batalla contra sus fuerzas oscuras.

—No te entrometas, Anmonio. —Se queja Ángel, volviendo a susurrar en mi oído un: —Ve con ellas Cura Joven, ya ni siquiera debes hacer lo que yo te digo, solo debes pensar que ellas son Farah…

—¿Dos Farah? —Abro mis ojos muy en grande, impresionado —. Dios mío, si ya sufro con una, no puedo imaginarme a dos.

—Detén tu mente, Archer, no seas débil —se frustra Aarón, pero yo sigo pensando en tener a dos Farah conmigo. Es aterrador, pero al mismo tiempo es sexy, muy, extremadamente sexy.

—Ahora que piensas que ambas son Farah, debes ir y enamorarlas, reconquistarlas —murmura Ángel.

—No. —Dice Aarón, y yo volteo a verlo, con el ceño fruncido.

—Sí. —Exclama esta vez Ángel, y yo suspiro dramáticamente imaginando a las dos Farah únicamente para mí. Mías.

—¡Que no! —Dice Aarón, sacándome de mi ensoñación.

Ellos definitivamente estaban haciendo el papel del ángel en un lado de mis hombros y el demonio en el otro. Eran la representación perfecta de ellos.

—Ya me cansé. Me las llevaré a la cama yo. —Se molesta Ángel, queriendo pasar por mi lado e ir directo a quitarme a mis Farahs.

No lo pienso dos veces cuando sujeto su brazo, haciéndolo retroceder.

—Tocas a mis dos Farahs y se termina nuestra amistad —amenazo. Puedo ver la sonrisa de ‘’te gané’’ que le da a Aarón y se hace a un lado señalando a las chicas.

—Todas tuyas, campeón.

—¿Crees que sí podré, Prostituto de Callejón? —Le pregunto, verdaderamente motivado para ir por ellas dos.

—Si tomas otro poco de Ron, podrás con todo, Cura Joven. —Afirma, tomando la botella y empinándola en mis labios —. Vas.

—Voy.

—Yo solo me sentaré y veré como esto se vuelve un desastre —anuncia Aarón tomando papas fritas de los tazones que pedimos con cosas saladas.

—Pase lo que pase, solo disfruta la acción.

Ambos se sientan y me ven marchar…

…pero regreso a los diez minutos: cacheteado, con la corbata casi asfixiándome y mi orgullo herido.

—Él no sirve para esto —me sorprende que sea Aarón quien lo diga.

—Está destinado a ser un Cura Joven y fiel de por vida —lo secunda Ángel.

Yo me siento frente a ellos mirando a la nada. Tomo la botella de alcohol y la empino nuevamente en mis labios.

—¿Qué pasó? —Pregunta Ángel.

—Nada.

—Dinos. —Dice ahora Aarón.

—No.

—Bien. —Ángel es de los que no insiste. Si le dices que no, es no, y punto.

Pero yo, como siempre, no aguanto mis problemas y lo suelto todo enseguida:

—¡Volví a hablarles de ella! ¡Les dije cómo nos conocimos! ¡Cómo nos íbamos a escapar! ¡Y luego su traición!

—Bien, nos vamos —se levanta Aarón.

—¡Me pedían que dejara de hablar de la misma persona y que cambiara de conversación! ¡Pero yo no podía! ¡No puedo!

—Quisiera decir que me arrepiento, pero no lo hago —Ángel sigue bebiendo, como el hijo de puta que es, tranquilamente.

—¡Nos quedamos! —Les ordeno, y ambos se sorprenden —. ¡Siempre los aguanto a ustedes! ¡Llegó el momento de que ustedes me aguanten a mí!

—En primer lugar, deja de gritar; y, en segundo lugar, siempre te aguantamos. Todos los días lloras y sufres por Farah —Me recuerda Aarón y Ángel ríe.

—Ah. —Me había olvidado de eso.

Ángel vuelve a reír y Aarón lo mira con cara de pocos amigos y luego yo me uno, riendo también. Nuestro amigo mayor le pide a una camarera que venga y ponga tres copas de champagne frente a nosotros. Estamos mezclando todo tipo de alcohol. Bueno, ellos no, pero yo sí.

—La amo, chicos. Siempre la amaré. Es mi cruz, mi martirio, mi…

—¿Traición? —Pregunta Ángel, enarcando una ceja en mi dirección.

—Sí.

—¡Pues salud por esa m****a!

—¡Salud!

—Está más que claro que yo manejaré a llevarlos a los dos —Aarón me entrega su copa para que me la tome también y yo le sonrío en agradecimiento.

—Te amo —le digo, y él, aunque niega con su cabeza, también ríe.

—Yo digo que… No deberías tener corazón. A partir de ahora, deberías ser un nuevo Archer. Nada de estar para ella de la manera en la que lo haces. ¡Te traicionó! ¡No puedes seguir detrás de su perfecto cabello largo, cara de demonio místico y cuerpo de infarto! Siempre caes ante ella, sabiendo que te hace daño.

—Espera, ¿tú no eres el que acaba de incitar a Archer a ir con dos chicas a las que debía imaginarse como Farah? —Ahora es Aarón quien mira a Ángel con cara de pocos amigos.

—Yo solo le dije lo que quería oír y me estaba divirtiendo, pero aquí esto es lo que verdaderamente pienso: que se joda. Que se joda ella y todas y cada una de las mujeres que no valoran a los hombres que harían lo que fuese por ellas. ¿Dónde va a conseguir a alguien más fiel y santo que tú? Si lo dijeran de mí, fuese entendible, ¿Pero tú, Archer? Repito: que se joda.

—Que se joda —repito y ellos me miran asombrados —. Les daré lo que quieren. No cambiaré. No me gusta la promiscuidad como ustedes, pero tampoco volveré a demostrarle cuánto la amo, le haré creer que… que… —llevo un dedo a mi barbilla, pensativo.

—¿Qué no tienes corazón?

—Esto va de mal en peor —susurra Aarón tomando la copa de vino que antes me había dado y tragándose todo de un solo sorbo.

—¡Sí! ¡Los millonarios no tienen corazón! —Celebro.

Estiro mi copa y la choco contra las de ellos.

Obviamente, la mía se rompe y la limpiadora me mira mal desde el otro extremo del bar.

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