03/ El abogado de mi exnovia.

21 de febrero de 2022.

Archer Alarcón.

Le pongo seguro al auto una vez que me bajo de él y cierro su respectiva puerta. Trago con fuerza mirando el enorme edificio frente a mí. Ahora entiendo a Stella, podré haberlo visto muchas veces anteriormente, incluso podría venir a diario y siempre sentiría lo mismo: da una sensación de miedo mezclado con emoción. Este lugar crea una de las revistas más importantes del país y del mundo, y encima, comandado por una mujer con carácter, fuerza y dedicación.

Nadie hubiese sacado adelante a esta empresa como lo hizo Farah. No tiene comparación alguna.

Y no lo digo como su ex, o porque tenga ese tipo de sentimientos por ella aun, que no es el caso, sino porque he sido testigo de cuanto le ha costado mantenerse en la cima y llegar donde está, y que, aún con todas las adversidades, nunca se dio por vencida.

Respiro profundamente y quiero reírme de mi porque no puedo evitar sentirme como ese chiquillo tímido y al que le costaba decir o hacer las cosas por miedo a que no salieran como quería o lo esperaba; pero he cambiado. Ahora me enfrento a todos y he cogido practica en eso de no dejarme embotellar por nadie, mi trabajo y carrera requieren de mi firmeza y capacidad para su realización.

En teoría no debería titubear con nadie y comportarme de igual manera con todos, pero, por algún motivo, frente a Farah, siempre voy a ser ese adolescente al que le costaba andar a su alrededor, pero que, sin importar si no llegaba a hablarle, siempre me tenía allí.

Ahora somos amigos y estoy bien con eso. Han pasado muchos años, nuestra historia fue bonita, un romance de adolescentes empedernidos que acabó mal y que no pudieron encontrar el rumbo de su historia. Ahora cada uno va por caminos diferentes.

Me recuerdo a mi pidiéndole matrimonio a mi novia actual: Darla. Es una chica muy dulce y tierna. Ella de verdad se hace querer y desear. Estoy feliz de tenerla en mi vida.

Estuve a punto de perderla el año pasado por mis inseguridades, pero entonces me dije: ¿Por qué no seguir yo también con mi vida si todos los demás lo han hecho?

Era el único sintiéndome estancado en un estúpido sinsentido.

Sacudo mi cabeza y me centro en lo importante: ICON.

Llego a la recepción y la secretaria de planta baja me reconoce enseguida, me dice que debe informar que ya he llegado y que mientras tanto puedo ir subiendo el ascensor y que la oficina de la señorita Brownbear se encuentra en el sexto piso.

Ni siquiera es necesario que me lo diga, sé perfectamente dónde está.

Tomo el cubículo y me adentro en él antes de marcar el botón correspondiente, frunzo el ceño cuando se detiene y escucho unos ruidos extraños afuera. Suena al eco de una voz de niña discutiendo y luego todo es silencio. Las puertas del ascensor se abren y yo salgo, mientras me acomodo el saco de mi traje, abotonándolo como se debe.

Volteo a mirar hacia donde ahora se escuchan varios susurros y frunzo el ceño cuando veo como una señora, que podría jurar que es la madre de Farah, entra a la oficina de al lado de la de Farah.

Mejor ni me acerco a ella, me detesta.

Me acerco hacia el escritorio de la secretaria de Farah, el cual se encuentra frente a la oficina de Farah, ella se pone de pie y cuando lo hace su brazo choca con una carpeta que se cae. Al tomar las hojas que se salieron de la carpeta, ella intenta subir, pero su cabeza pega de la parte de debajo del escritorio, lo que hace que se caiga el celular que estaba sobre él. Aprieto mis labios con fuerza tratando de no reír por su torpeza y me agacho para tomar el aparato. Una vez entre mi mano derecha, me levanto y la encuentro frente a mí, luce… asustada.

Analía se ve completamente pálida, como si estuviese viendo un fantasma. Estiro mi mano y le entrego su celular y ella lo mira por un rato, luego ve mi rostro, y después posa su mirada una vez más en su celular. Enarco una ceja y frunzo el ceño al notar que tiembla muy levemente.

—¿Te encuentras bien? ¿Necesitas que llame a alguna enfermera? ¿Tienen alguna aquí en el edificio? —Pregunto estando preocupado, su actitud no es normal.

Ella sacude su cabeza constantemente y cuando siente otra mirada detrás, se detiene. Voltea a ver a Farah quien acaba de abrir la puerta de su oficina y me mira a mí y luego a su secretaria. Se cruza de brazos, y entonces Analía reacciona.

Vaya, su jefa sí que la hace salir del trance enseguida. Así de miedo le tendrá.

—Señor Alarcón, un gusto verlo después de tanto tiempo. ¿Cómo has estado? —Pregunta con su temblorosa voz.

—Bien…

—Solo, pasa adelante, Archer, por favor —exclama Farah, sin dejar de darle una dura mirada a su asistente, quien tiembla todavía más —. Hablaremos luego, Analía.

—Sí, señorita Farah.

—Deja de temblar y tráenos algo de beber.

Paso a su lado y trago saliva con fuerza cuando su fuerte perfume femenino inunda mis fosas nasales. Sigue usando el mismo. Veo que no deja a Carolina Herrera de lado. Ella camina a mi lado y cierra la puerta detrás de nosotros. Camina hacia su escritorio y se sienta en su silla giratoria antes de señalarme uno de los dos asientos del otro lado de su mesa, frente a ella. Nos miramos fijamente y, como siempre, soy yo quien tiene que respirar con fuerza, mientras ella sigue siendo una roca impasible.

Miles de recuerdo me abruman como cada vez que la tengo en frente. Nuestras miradas conectan. Ella jurándome que regresaría, que nos iríamos, y yo esperándola como un estúpido. Esa noche, esa jodida noche…

Dios. Hacia tanto tiempo que no pensaba en el pasado. Mientras ella estaba ausente, casi ni llegaba a mi mente, ya no dolía, ni lo añoraba. Y ahora, como cada vez que regresa, una infinidad de historia viene de arrastras, envolviéndome en sus líneas y dejando unas terribles ganas de haber cambiado el desenlace de lo que ocurrió al final.

Ella aclara su garganta y se acomoda en su asiento.

—Gracias por venir, Archer. No te hubiese mandado llamar si no fuese verdaderamente grave lo que ocurre.

—Lo sé. Créeme que lo sé.

Porque si por ella fuera, me mantendría lo más alejado posible. Es lo que ha hecho todo este tiempo, luego de que lo nuestro no funcionara: ella se alejó y evitaba los lugares donde ambos podríamos toparnos. Creo que entiende mi respuesta porque por un instante baja su mirada y mira sus propias manos juntas encima de su escritorio. Vuelve a mirarme y aprieta sus labios con fuerza.

Analía toca la puerta y se adentra al lugar, tanto Farah como yo la miramos y eso la vuelve a colocar nerviosa. ¿Qué ocurre con ella?

—Aquí tienen sus bebidas… —dice en un pequeño susurro que casi no logro escuchar por lo bajo que suena. Deja un té de menta frente a Farah y un vaso con jugo de limón frente a mí.

Ella sabe lo que me gusta. A veces me trae eso y a veces jugo de fresas.

—Gracias, Analía.

—Un placer, señor Alarcón.

—Tutéame, apenas voy a cumplir veintiséis, no me hagas sentir viejo —bromeo y ella sonríe. Parece que eso la relaja un poco.

—Está bien, Archer. —Voltea a mirar a Farah —¿Necesita algo más, señorita Farah?

—Sí, que hagas lo que te pedí, es urgente. Ve si todavía quieren trabajar en la empresa, por favor.

Me sorprende un poco escucharla pedir ‘’por favor’’, pero dejo pasarlo y no menciono nada. Puede que hoy no sea un mal día para ella y por eso se esté comportando tan amable.

Analía asiente a lo que le pide su jefa y se despide de mí, saliendo de la oficina. Farah respira profundamente y me observa de manera decisiva.

—¿Tienes poco tiempo? Porque es que este es un tema un poco largo y complicado y no quiero robarte tiempo, sé que eres una persona ocupada, así que puedo tomar una cita en tu empresa para cuando puedas y…

—Farah… —ella se calla de repente cuando la interrumpo. Me mira con temor, pero no por mí, sino por lo que sea que está ocurriendo. Ésta en definitiva no es la Farah de hace un año, ha cambiado. A esa Farah nada la perturbaba, ni siquiera el más grande o grave de todos los problemas —. Solo dime qué pasa, en qué necesitas que te ayude y qué crees que debemos hacer, y lo haremos. Olvídate de cuánto tiempo tengo y enfócate en tu problema.

Ya dejé de lado dos reuniones que tenía en este momento y no pienso regresarme a reanudarlas mientras me quedo con la duda de lo que está pasando. Voy a ayudarla en lo que sea, aunque me haya hecho lo que me hizo.

Es inevitable. Siempre veré por ella y estaré aquí, ayudándola. Porque si ella no está bien, yo no lo estoy.

Si hay algo que agradezco es que nadie pueda leer mi mente, porque estaría perdido.

De todas maneras, no tiene nada de malo querer ayudarla. Solo me preocupo por una amiga de la infancia, tal cual como me preocuparía por Ángel, Aarón o hasta Stella. Son mis amigos e iría corriendo a solucionar sus problemas si lo necesitaran.

Ella respira con fuerza y tomar una de las dos laptops que están sobre su escritorio, revisa algo en ella y luego la pone frente a mí, queriendo que mire algo.

—El año pasado tuve que irme de aquí por problemas personales y…

—Escuché que estabas enferma —voy entrando a cada una de las carpetas virtuales que se proyectan en la laptop y frunzo el ceño con lo que veo.

—No estaba enferma.

—Lo sé. Ángel me lo dijo. Prefirió pasar su cumpleaños contigo que con nosotros sus amigos.

Levanto mi mirada con una ceja enarcada y, contrario a lo que creía, ella se encuentra sonriendo.

—Fue un buen día. La pasamos muy bien.

—Me alegro por eso.

Sí, ella está diferente y eso me tiene intrigado.

—Y puede que todos nos hayamos distanciado después de lo que pasó con nosotros, pero yo nunca los he dejado de considerar mis amigos.

—Les diré que dijiste eso, ellos se alegrarán.

—Ni se te ocurra —dice con rapidez.

—Te volverán a considerar su amiga y no te dejarán en paz.

—Archer, no.

Sonrío y levanto mi mirada, veo el miedo en la suya y lamo mis labios colocándome recto en mi asiento.

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