05/ ¿Estás saliendo con Heikel? p2

Enorme sorpresa la que me llevo cuando estaciono frente a ella y dos de los vigilantes se acercan a mí. El chico que siempre recibe mi auto y se lo lleva hacia el estacionamiento y retrocedo un poco cuando miro como Edward da grandes pasos hacia mí, pero es agarrado por otros dos guardias.

—¡Tú m*****a perr*a! —Me grita, intentando soltarse de mí. Sus ojos son rojos, pero no por haber llorado, él se ha tomado todos los licores de la ciudad, por lo que veo —¡¿Cómo te atreviste?! ¡¿Cómo pudiste?!

Prácticamente me muerdo la lengua para no responderle y poder cumplir con mi promesa a Archer. Dejo de mirarlo y en medio de sus gritos y los flashes que no sé de dónde vienen, levanto mi cabeza y mentón, con determinación, y me adentro al edificio.

Todo mundo me mira con la boca y ojos muy abiertos, impresionados. Supongo que no solo su asombro es por lo que acaba de pasar, sino por la reacción de mi parte. Normalmente no me hubiese podido controlar.

La Farah de hace unos meses se hubiese lanzado sobre él golpeándolo e insultándolo.

Ahora he aprendido que no lo vale y que ese tipo de reacciones más que ayudarme, me perjudican. Además, tengo al mejor abogado del mundo.

Quiero sonreír, pero luego recuerdo que planeo pedirle cambio de abogado.

Me detengo en medio de la recepción y observo a todos mirarme.

—¡¿Acaso no tienen trabajo que hacer?!

Todos se movilizan, tropezándose unos con otros cuando les llamo la atención. Niego con mi cabeza y sigo mi camino hacia los ascensores. Me subo en uno y me voy a mi piso, directo hacia mi oficina, donde me encierro.

Todo el día me la paso revisando papeles, ordenando archivos, llamando a otros pequeños socios y ejecutivos de otras empresas a las que les hacemos publicidad en ICON. Necesito contar con ellos y que muestren el trabajo que venimos haciendo desde que comencé en la empresa y cómo es que ICON ha decaído luego de que me fuese a Los Ángeles.

Ya he entregado los contratos para que regresen los trabajadores que fueron despedidos y en este momento se encuentran en una reunión con Analía.

Un toque en la puerta me saca de mi concentración y le digo a quien sea que está detrás de ella que puede pasar.

Analía ingresa y deja a mi lado las carpetas con los archivos ya firmados y me informa que esos empleados se reintegran mañana mismo a sus oficinas. Todo salió bien. Suspiro en alivio, todo vuelve a la normalidad. Por un momento llegué a pensar que no volverían, no solo por todo este problema con Edward, sino porque sé que no soy la mejor jefa del mundo. Mi actitud les hacía temerme, a lo mejor incluso me odiaban.

—Gracias, Analía.

Cuando me mira a la expectativa, puedo notar que todavía no está acostumbrada a esta nueva versión de mí.

—D-de na-nada…

—¿Todo va bien con los demás en sus respectivas áreas?

—Dicen que pueden lograr acabar a tiempo.

—El que acabe de primero se lleva puntos dobles.

—Les alegrará saber eso.

—¿Tienes algo más para mí?

—Sí, te recuerdo que en media hora tienes una reunión en el restaurant La Valle con Heikel Sanderson.

Sonrío de manera inmediata.

—Lo había olvidado. Voy saliendo ya.

Veo la curiosidad en su rostro. Obviamente ella quisiera saber quién es Heikel…

…si supiera que lo conozco desde mi adolescencia y aunque han pasado años y años, todavía no sé con certeza quien es.

Termino de redactar lo poco que me quedaba de un informe y me levanto, tomando mi cartera y las llaves del auto para irme hacia el restaurante donde me encontraré con Heikel. Nos vemos pocas veces, puesto que el suele viajar un o dos veces al año. El año pasado no pudimos vernos porque cuando vino yo estaba en Los Ángeles, así que, ayer, cuando me avisó que venía y le dije que estaba aquí, quedamos en encontrarnos.

Luego de que me ayudara quedamos siendo muy buenos amigos, aunque él trata de que nadie lo conecte mucho conmigo porque su vida no es precisamente buena o legal.

Pero amistad es amistad.

Miro el enorme letrero que anuncia la entrada hacia el lugar pautado y camino en su búsqueda. Cuando lo veo en su mesa sonrío, pero inmediatamente frunzo el ceño al ver a las dos personas que están detrás de él, en otra mesa un poco más alejada…

¿Esos son Jezabel y Ángel? ¿Qué carajos? Los miro peor cuando noto como se ríen con el otro, como si no hubiese un mañana. Luego Ángel se levanta y le hace señas para que haga silencio. Él acomoda su saco y le da un giño de ojos antes de voltearse y caminar en dirección hacia una pequeña barra donde sirven bebidas alcohólicas y se encuentra una mujer sentada.

He visto esa jugada antes. Él está en la búsqueda de hacer caer a la mujer en sus redes, y no pasa ni un minuto cuando ella cae.

Veo a Heikel hacerme una seña con su mano y yo vuelvo a sonreír y asiento, caminando hacia él. Se pone de pie y yo lo saludo con un efusivo abrazo. Él, como todo un caballero, me ofrece un asiento y una vez que me siento rueda un poco mi silla hacia adelante, y luego va el hacia el asiento a mi lado.

—Justo iba a llamarte. No sé si todavía no te hables con Ángel y como está aquí no quería incomodarte. Si quieres podemos ir a otro sitio.

Su acento italiano de verdad que haría suspirar a cualquiera, pero yo no soy cualquiera. Sus encantos no van conmigo y yo tampoco le intereso de manera romántica o sexual a él, es por eso que nos llevamos muy bien.

—Tranquilo. Los chicos y yo nos hemos vuelto a hablar. No hay tanta confianza como antes, pero lo estamos intentando —le explico.

—Algo de eso escuché. Esta mañana me he enterado que justamente Archer será tu abogado…

—No es lo que piensas…

—No he pensado en nada —pero al decirlo, una sonrisa burlona tira de su rostro contraído.

—Es el mejor abogado de esta ciudad, lo necesitaba. Solo es eso. Es meramente profesional.

—No me digas que dirás la estúpida frase de ‘’Él se va a casar y yo estoy bien por mi lado’’ —Hace comillas con sus dedos al hablar y pone una voz más finita, como si quisiera tener mi tono de voz —. ‘’Ya lo superamos, nos hemos vuelto grandes amigos’’

Imbécil.

Me cruzo de brazos, intentando mantenerme molesta, pero en cuanto él ríe, yo también lo hago.

—No somos grandes amigos, pero estamos bien con cómo estamos.

—Esa sí que es una gran mentira. ¿Qué parte de que te conozco mucho no entiendes?

—¿Qué parte de que la vida se trata de continuar y seguir adelante no entiendes tú?

—Yo no podría seguir adelante sin la persona a la que amo.

Unos platos de comida llegan a la mesa y aunque me quejo de que no tengo hambre, este imbécil me obliga a comer. Ni siquiera me dejó elegir, él pidió por ambos. Siempre que viene pide pasta italiana. ¿Cuál es la emoción de viajar a otro país si vas a comer lo mismo que comes en el tuyo?

—Tú no amas a nadie —le recuerdo, señalándolo con el tenedor, antes de insertarlo dentro del plato de pastas y tomar un poco de ella, pero no puedo seguir con el intento de comer porque el sepulcral silencio que se ha formado entre nosotros llama mi atención. Él normalmente se hubiese reído de mi cruel broma, o bromeado conmigo, en todo caso, pero ahora… —. No amas a nadie… ¿verdad?

—No sé si es amor, pero…

—¡Oh, Dios mío! —Me altero y creo que levanto tanto la voz que atraigo la atención de varias personas. Me encojo en mi asiento y ahora si Heikel ríe.

Miro hacia Ángel y Jezabel, y mientras él me mira con el ceño fruncido, Jezabel me sonríe moviendo su mano de lado a lado, saludándome. Le regreso el saludo, moviendo mi mano y observo como ahora es ella quien se levanta, yendo hacia una mesa donde solo se encuentra un chico que es más o menos de su edad y que la mira con sus ojos y bocas muy abiertos. De hecho, un poco de su arroz se le cae de la boca, y mientras yo hago una mueca de asco, Jezabel se ríe, haciendo que el chico la mire aún más embobado.

—Al principio creí que Ángel tenía novia y la verdad, me sorprendí, porque Ángel no es de esos.

—Tú tampoco… O no lo eras… —le recuerdo. Y Heikel sonríe, volviendo a mirar a Jezabel.

—Pero luego entendí su juego. Y tiene todo el sentido del mundo. La única manera de llegar a ser amiga de Ángel es que seas igual que él y no que andes sobre él, como la mayoría de las chicas, que no hacen más que buscarlo tan embobadamente.

—Sí, de los tres es al que más buscan. Siempre les suele gustar más el inalcanzable del grupo.

—Pues Archer fue muy alcanzable. Tanto así que te dejó una enorme… —hace señas con sus manos sobre el área de su vientre y yo le lanzo un pañuelo de tela que enseguida se quita de la cara entre risas.

—Cállate, Sanderson.

—Ya, pero, hablando en serio… soy muy bueno con esto del junte de parejas. Sé cuándo una persona ama a otra, tienen química, no se han olvidado o su amor es imposible. Lo considero un don y maldición al mismo tiempo.

—Vaya… ¿Qué haría usted en caso de enamorarse, señor cupido? —Le pregunto, rodando mis ojos.

Ni siquiera fue una pregunta de verdad, tan solo estaba bromeando, pero supe que él se la tomó muy literal cuando respondió lo siguiente:

—Pues, la secuestraria. Oh, espero, eso ya lo hice.

—Estás bromeando —digo, bufando. Tomo un poco del agua que han dejado al lado del plato de pastas y dejo de beberla cuando noto su intensa mirada sobre mí —. Por favor, dime que estoy bromeando y que no estoy ante un secuestrador en potencia, un asesino, criminal o alguna de esas cosas.

—Sabes que estás ante un criminal, Farah. Eso nunca ha sido un problema para nuestra amistad.

De inmediato me imagina a una chica amarrada en un sótano, sin agua, con la ropa desgarrada y descalza suplicando por su vida. Ay, Dios mío. No. Me niego a tener un amigo así.

—Dime que bromeas, por favor —le suplico.

—No bromeo, pero te pido que respires y ya dejes de ser el centro de atención porque no puedo estar en medio de dramas.

—¿Y acaso no es un drama el que hayas secuestrado a alguien? ¿La asesinaste? —Le pregunto en un susurro, para que solo él y yo nos escucháramos. Me acerco a él y ahora hablamos muy cerca del otro.

—Oye, no es como suena, ¿vale? Ella estaba en el lugar y momento equivocado. Si no la llevaba conmigo la iban a matar. Aunque el llevarla conmigo fue todavía peor. Por querer salvarla la metí en más problemas.

—No entiendo nada. ¿La salvaste o la secuestraste?

—No puedo decirte qué estábamos haciendo, pero el caso es que ella estaba allí, trabajando. Tanto mi equipo como otros, de los que tampoco puedo hablarte, buscaban la misma cosa, nosotros conseguimos esa cosa, y ellos al ver que llegaron tarde, se desquitaron con todos, matándolos —llevo las manos a mi boca, horrorizada —. Cuando estaba por irme con los míos, la vi intentando huir, y aunque creas que soy un monstruo, no es así. Yo la ayudé, así que fui y le disparé a quienes querían matarla, y no tuve más remedio que meterla en nuestra camioneta para irnos con inmediatez...

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