08/ Porque lo quieres a él… ¿cierto? p2

Heikel es mi amigo y se ha ganado mi cariño, así que lo quiero, pero no de la manera en que Archer piensa. Él cree que yo estoy enamorada de Heikel, y no es así. Jamás podré amar a otro hombre como lo amo a él. Jamás otro hombre podrá robarme el corazón, porque Archer se lo llevó consigo desde la primera vez que nuestros ojos se toparon…

Fue amor a primera vista. Tan así, que jamás pudimos ser amigos. Nuestro grupo se juntaba, pero por más que nosotros dos tratábamos de actuar como dos compañeros más, no podíamos. Era imposible.

—Buena suerte mañana en tu viaje, Farah.

Él comienza a caminar, alejándose de mí.

Yo debería quedarme quieta, pero no puedo.

—¿Eso es todo?

—¿Solo de eso querías hablar conmigo? ¿En serio?

Él detiene sus pasos y voltea a mirarme una vez más. Sus dolidos ojos verdes me hacen contener la respiración. Él sufre. No me gusta verlo sufrir.

Por un instante quiero asegurarle que no tiene nada de qué preocuparse, que siempre ha sido él y solo él, pero entierro mis uñas en las palmas de mis manos cuando aprieto mis puños, lastimándome. Recordándome que estoy hecha por y para el dolor. Que la única manera de tener los pies sobre la tierra y mantenerme cuerda es haciéndome daño.

Por algún motivo, el dolor me hace tener las cosas claras, por eso siempre trato de encontrar una manera de buscarlo.

—Quería preguntarte por qué tu madre me odia. Ella y yo ya no tenemos la misma confianza de antes, eso es demasiado obvio, pero no le he hecho nada…

—No te odia.

—Me miró molesta y me evitó en todo momento.

Porque estaba tratando de huir y ocultar a tu propia hija de ti.

Pero no le podía decir eso.

No se me ocurre nada más para inventar, así que me quedo callada.

—Buenos días, Farah.

—Adiós, Archer —le susurro de vuelta y ahora sí lo veo alejarse, caminando en dirección hacia su auto.

Le hago señas a Winston para que me espere un poco y este asiente con su cabeza estando de acuerdo. Entro en el edificio una vez más, y aunque trato de fingir ser la misma de siempre, esa mujer correcta, imperturbable y con un carácter de los mil demonios, cada vez se me hace más imposible.

‘’Dijiste que yo iba a poder, que confiabas en mi…’’

Mi mirada se empaña mientras marco el número del piso donde se encuentra mi oficina, justo antes de que el ascensor comience a subir. Limpio una lágrima que ha rodado sin mi permiso y salgo del cubículo cuando este se detiene y abre sus puertas.

Analía no está en su puesto, y agradezco que no haya nadie más en el pasillo porque entonces me verían hacer algo que jamás he permitido que vean: que Farah Brownbear puede llorar.

Al entrar a mi oficina, mi madre deja de acomodar el cabello postizo de mi hija y frunce el ceño.

—¿Lo ha descubierto?

Niego con mi cabeza.

—Pero ya hoy es jueves y se casa el sábado… —murmuro en un susurro y mi cuerpo se sacude en temblores antes de finalmente romperme como no lo había hecho hasta ahora y tenía tantas ganas de hacer.

He explotado finalmente. Y la verdad es que he aguantado mucho.

Pensé que caería mucho antes, pero, llorar dos días antes de su boda está bien… ¿verdad?

—Cariño… —mi madre viene hacia mí y me abraza, refugiándome entre sus brazos.

Lloro sobre su hombro, como nunca antes lo había hecho. Sollozo con fuerza, y aunque intento contenerme, porque estamos en la empresa y cualquiera podría verme y comenzar a especular, no puedo detenerme. Ya no tengo control alguno sobre mi cuerpo, ha llegado el momento de soltarme, permitirle a mi cuerpo y mente descansar. Que dejen de estar adoctrinados por mí y que sean libres de sentir.

Unas manos pequeñas jalan de mi falda y miro hacia abajo. Mi madre hace lo mismo. Se nota que mi hija nos está pidiendo atención a ambas.

Estrella le dice a su abuela que le haga espacio, y mamá se aleja, yéndose a sentar frente al escritorio nuevamente. Mi hija toma mis manos y yo me acuclillo ante ella para que estemos a la misma altura y podamos vernos a los ojos.

—No me gusta verte llorar, mami. Me dan ganas de llorar a mí también… —sus pucheros me hacen querer sollozar con más fuerza.

—Mi vida… —intento abrazarla, pero ella niega con su cabeza, y entiendo que primero quiero quitarse todo lo que trae encima. La pobre está toda sudada.

La ayudo con su peluca, mientras ella quita sus lentes y abrigo. Ambas sonreímos cuando casi se va de lado y yo tengo que sostenerla, ayudándola a mantener su equilibrio.

Mi hija toma mi rostro entre sus manos y mis ojos se cristalizan todavía más. Sus ojos son verdes, muy verdes, intensos y deslumbrantes. Idénticos a los de su padre.

—Yo lo voy a arreglar todo, mami. Lo juro.

En el momento en que lo dijo, no creí que esa frase fuese a causar tantos problemas.

—Esto no tiene arreglo, hija. Solo debe seguir su curso, y ya.

—Si tiene arreglo. Pero solo te pido que luego no me odies tanto.

Eso debió alarmarme, pero quiero creer que es mi tristeza la que me hizo no darme cuenta del significado de las palabras de mi hija.

—Nunca podría odiarte, hija. Nunca.

—Te quiero mucho, mami.

—Y yo a ti, hija.

—¿Mami? ¿Hija?

No sé qué tan rápido reaccioné, pero, en cuanto escuché esa voz femenina y muy conocida, me levanté como un resorte y la miré con los ojos muy abiertos. Justo, así como ella mirada de Estrella a mí y de mi a Estrella.

—Jezabel… —susurré, entrando en pánico.

Ahora ella no me miraba a mí. Sus ojos estaban puestos en mi hija, quien miraba hacia todos lados, incómoda, sin saber qué hacer. Fui testigo de cómo la realidad golpeó la memoria de Jezabel, haciéndola darse cuenta de algo que no supo comprender desde un principio.

—Archer… —dijo, sin dejar de ver a mi niña.

Toda mi piel se erizó.

Mierd*a, no.

Ella intentó retroceder y yo caminé hacia ella, tomándola del brazo y haciéndola entrar en la oficina.

—Vayan al auto, por favor —le pedí a mi madre y a mi hija —. ¡Primero vuelve a disfrazarla! —Chillé, en pánico. Estaba a nada de volverme loca.

Hice que Jezabel se sentara donde estaba mi madre anteriormente y le dije que se quedara allí. Ella asintió, aunque creo que ni siquiera me escuchó. Estaba todavía en trance, sin dejar de mirar a mi hija.

Si para ella fue tan fácil deducir la verdad con solo ver a Estrella… ¿Cómo será si otra persona llega a verla?

Mi madre y mi hija se van a toda prisa y ante la aturdida mirada de Jezabel llamo a Winston y le pido que busque a mi madre e hija en recepción y las meta al auto sin dejarlas salir.

—Ella es… idéntica a él.

—Sí.

—Es su hija…

—Sí.

—Y no lo sabe…

—Sí.

—¡¿Eso es todo lo que dirás?! —Grita de pronto.

—¡No sé qué más decir! ¿Okey? —Le grito de regreso.

—¡¿Cómo ocurrió esto?!

—Supongo que no debo explicarte cómo se crea a un ser. ¿Verdad? —Ironizo.

—¡Farah! —Vuelve a gritar.

—¡Basta! —Respiro de manera profunda, tratando de controlarme —. Por favor, dejemos de gritar. Van a escucharnos y nadie puede saber.

—Tienes que dar muchas explicaciones.

—No puedo. Archer no puede enterarse, Jezabel —susurro. Ella me mira horrorizada.

—Sabía que podías llegar a ser tan cruel, pero no tanto así. Esto es muy extremista, Farah. ¡Es su hija! ¡Tiene derecho a saberlo!

—Por favor… —susurro en medio de un llanto descontrolado —. Aunque no lo creas, esta vez no lo hago por avaricia, ni por querer dañar o solo porque sí. Es muy complicado, Jezabel. Estoy amenazada, y si se llega a saber la verdad, van a destruirme, me quitarán a mi hija, dañarán a mi madre, e incluso al mismo Archer.

—No entiendo, no entiendo nada. —Susurra ella con su mirada cristalizada también.

—Nadie más que yo quisiera que Archer sepa que tiene una hija que lo ama con su vida, pero si eso llega a pasar, me alejarán de ella y se la quitarán a él. No nos tendrá a ninguno de los dos.

—No puedo hacer esto, Farah… —me dice, y la entiendo.

—Por favor… por lo menos escucha. Escúchame. Y si luego de todo lo que te digo, quieres ir corriendo a decirle a Archer que tiene una hija, puedes hacerlo. No voy a impedirlo.

Y temblé del miedo.

Todo podría desvelarse de un momento a otro si mi relato no lograba convencer lo suficiente a Jezabel de que hiciera silencio.

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