08/ Porque lo quieres a él… ¿cierto?

24 de febrero de 2022.

Farah Brownbear.

Estoy perdida.

Creo que tomaré a Winston, lo sacaré del asiento conductor para subirme yo y manejar a toda potencia hasta chocar fuertemente contra algo. Me suicidaré. Así Archer no me odia tanto luego de descubrir la verdad.

—Te juro que, si bajas ahora, en vez de quedarte en shock como ya lo estás, vas a lograr que se sepa algo que todavía nadie está listo para escuchar.

—Si… ¿Verdad? —Le pregunto, pero mis piernas se niegan a obedecer. Tengo miedo de lo que vaya a pasar ahora.

Observo como mi madre mira a Archer como si se hubiese topado con un fantasma. Ella, con mucha lentitud hace que una Estrella muy sonriente se coloque detrás de ella, para que el hombre que me vuelve completamente loca no pueda verla. Pero es tarde. Todo mundo la ha visto.

—Sí. Sobre todo, si esa verdad llega a explotar justamente afuera de tu empresa.

—Esto va a ser un desastre.

Mis manos comenzaron a temblar. Mi respiración agitada no dejaba que el paso de aire hacia mis pulmones se diera de manera correcta y comenzaba a dolerme la espalda alta. Mis pies cosquilleaban y mi nariz empezó a picar. Pasa cuando la ansiedad empieza a consumirme.

Mi madre frunce el ceño y, no sé si lo hace para evitar cualquier posible pregunta que le fuese a hacer Archer, o porque realmente está preocupada por mí, pero comienza a gritar muy fuerte mi nombre.

—Farah. Ve, ahora.

—Sí. Voy…

Pero no me muevo ni un poco.

—¡Ahora! —Grita Winston, y yo me sobresalto. Tomo la manija y la jalo para bajar del auto.

Camino de manera frenética hacia dónde está mi madre y creo que mis pisadas son tan fuertes que llaman la atención de todos.

—Esto iba a decirte —escucho la voz de Archer —. Farah está bien. Ocurrió un accidente y anoche nos quedamos…

—Después le explico, Archer… —abro mucho mis ojos y estiro mis manos hacia afuera como preguntándole: ¿Qué demonios haces?

Él solo se encoge de hombros, y yo no puedo pensar en el descaro de Ángel. No puede ser. Se están juntando más de lo debido.

—Mamá, estoy bien… —Me planto frente a ella, y no me espero para nada el tremendo abrazo apretado que me da. Por un momento me quedo quieta, pero luego le correspondo y ella suspira diciendo palabras como ‘’nos asustaste mucho’’ ‘’la próxima vez avisa que no vendrás’’ y muchas cosas más.

Yo prometo que luego le contaré lo ocurrido, y planeo quedarme dentro del refugio de los brazos de mi madre, hasta que una pequeña voz chillona e infantil llama tanto mi atención como la de todos.

—¡Madrina Farah! —Mi hija corre hacia mí, abrazando mis piernas y actuando pésimo —. ¡Qué bueno que estás bien! Estábamos tan preocupadas.

—¿Madrina? —Pregunta Stella.

—¿Tienes una ahijada? —Ahora es Archer quien habla. Él no puede ver los ojos de su hija, puesto que la niña tiene lentes puestos, pero yo que estoy muy cerca, miro de reojo como voltea en la búsqueda de su voz e intenta mantenerse neutra ante la sonrisa que quiere brotar. La mirada de adoración que le da calienta mi alma.

Me hace sentir como la peor persona del mundo.

—¿Tú? ¿Con ahijada? —Jezabel hace resoplar a todo mundo —. Gente, perdón, pero estamos hablando de Farah Brownbear, es imposible visualizarla cerca de un niño. O, mejor dicho, es imposible visualizarla siendo cariñosa con cualquier persona.

—¡Jezabel! —La regaña su amiga, volteando a verme con sus ojos muy abiertos —. Dios mío, Farah, lo siento ¿sí?

—Tranquila, Stella. Ya sabemos cómo es tu amiga.

Jezabel frunce el ceño.

—¿Y cómo soy?

—Una arpía —es todo lo que respondo.

Contrario a como creo que va a reaccionar, ella sonríe y lanza su cabello hacia atrás, toda emocionada.

—Y a mucha honra.

—Farah… —escucho la voz de Archer y mi cuerpo se pone rígido —. ¿Podemos hablar un momento?

—Archer, quiero irme. Estoy cansada. ¿Te parece si te llamo más tarde?

—También estoy cansado, pasamos por lo mismo ¿recuerdas? —Enarco una ceja al escuchar lo molesto que suena.

¿Y ahora qué hice?

—¿Por qué mejor no nos cuentan qué es eso por lo que pasaron juntos…? —Cuestiona Jezabel.

Niego con mi cabeza y me volteo a mirar a mi mamá.

—Ve con mi… Ahijada… —ironizo al pronunciar la palabra —, hacia mi oficina. Ya las alcanzo.

—Vale. Pero no te nos vuelvas a perder. Nos tenías muy preocupadas.

—Es cierto má. —Estrella abre mucho sus ojos y mira a todos nerviosa. Sus cachetes se tornan dorados y sonríe —. Digo, madrastra…

—Voy enseguida, lo prometo.

—Ustedes pueden esperarme en el auto —Archer le entrega las llaves a Jezabel, sin dejar de mirarme. Se ve molesto.

Acaso… no. No. ¡No!

Es imposible.

Él no pudo haber deducido en tan solo pocos minutos que Estrella es su hija.

Sin embargo, de solo pensarlo, las palmas de las manos me sudan más.

—¡¿Y por qué no me entregas las llaves a mí?! —Protesta Stella y la miro extrañada.

Ese tipo de cosas a ella no le importan. No entiendo por qué está haciendo berrinches como si fuese una niña. De hecho, se parece a Jezabel.

—Tú sabes por qué.

—Oh, vamos. ¡Te enteraste hace unos minutos! Y encima, ¡Igual puedo manejar! ¡No sean dramáticos!

—Aquí la única que está haciendo drama, eres tú —replica él.

Stella resopla y comienza a caminar, siendo seguida por una sonriente Jezabel.

—¿Qué está pasando?

—Probablemente mañana te enteres.

—Mañana… no creo —fuerzo una sonrisa.

—¿Por qué no?

—Mañana en la noche sale mi vuelo de regreso a Los Ángeles.

Él se queda quieto por unos segundos. No deja de mirarme, de analizarme, como si esperara a que le dijera que es mentira, que no pienso irme, y que pase lo que pase estaré a su lado.

Pero eso es algo que no puedo hacer.

—¿No estarás en mi boda? —Pregunta en un susurro roto, dolido.

—Ambos sabemos que no es correcto, Archer.

—Dijiste que yo iba a poder. Que confiabas en mi…

—Te estoy haciendo todo más fácil.

—No lo creo.

—Sabes que sí. Estás esperando a que ocurra un milagro. A que yo cambie de opinión, a que te elija, como no lo hice antes. Y no va a ocurrir, Archer. Esa mujer que está dispuesta a casarse contigo, es una buena chica. Va a hacerte feliz.

—Ya lo hace. Porque sí, es buena, es linda, amable y una adoración, pero no se trata de cómo es una persona, se trata de lo que te hace sentir esa persona.

—Ella te hará sentir mucho —le aseguro, pero, aun así, mi voz titubea un poco.

—Ya ha pasado un año, Farah.

—Sigue intentándolo, Archer. Tú y yo no podemos estar juntos.

—Solo porque tú no quieres…

Y deseo con todas las ganas responderle que no es así, que yo quiero, pero no me atrevo ni voy a atreverme si la integridad de mi hija está de por medio.

Así que vuelvo a mentir. Por su bien, por el mío y el de mi hija. Incluso por el bien de mi madre.

—Exactamente. Yo no quiero —y lo miro fijamente al hablar. Mi hija no es para nada una actriz, pero yo ya he fingido tanto, que con el pasar del tiempo, he perfeccionado cada vez más mis mentiras —, y no puedes obligarme a hacer algo que no quiero. No estaré contigo Archer.

—Porque lo quieres a él… ¿cierto?

Suspiro y aprieto los ojos con fuerza.

—No vayas por ahí, por favor.

—Respóndeme.

—Sí, yo a él lo quiero —porque es la verdad.

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