28/ Ya no quiero jugar más.

19 de marzo 2022

Archer Alarcón

—Qué maravilla poder decir que, finalmente, está ocurriendo eso que siempre he querido.

La voz de mi abuela de ya setenta y dos años, llena el lugar. Pensar en todas las cosas que me acaba de decir Heikel me dan arcadas. Tengo que apretar mis dientes y tragar saliva para poder contener las ganas que tengo de vomitarle encima.

Si bien es cierto que, debido a su vida privilegiada, ha podido mantenerse bien conservada, eso no quita el hecho de su edad. Es prácticamente una anciana, y si a eso le sumo el hecho de que es mi abuela, lo hace todavía peor.

Me lo pregunto a mí mismo una vez más, porque sigo sin poder creerlo: ¿De verdad ha estado con otros hombres de manera carnal imaginando que soy yo?

Siento que me asfixio, y eso que el lugar al que acabo de entrar es a un lugar grande y muy espacioso. Parece que fue una suite, debido a sus paredes elegantes, pero no hay adornos, una cama o mesa en el lugar. Está completamente vacío. Solo hay dos sillas, una pequeña y dos grandes. En una de las grandes está quien se supone que solamente era el chofer de Adelaida. Ya veo que no eran más que mentiras. Ese hombre parece ser quien le hace sus trabajos sucios. En la otra silla está sentada ella, con una enorme sonrisa fingida, una elegancia desmedida e ilusión en sus ojos.

Me mira con lo que parece ser adoración, lo que me hace asquearme más. Pero entonces, volteo hacia la silla pequeña. Mi niña me devuelve la mirada y me regala una enorme sonrisa que me hace contener la respiración. Sus ojos verdes se iluminan, y juro que es como si viera mi propio reflejo en ellos. Y entonces, lo sé. Sé que sería capaz de dar mi vida por ella. De darle mi alma al diablo, con tal de salvarla.

—Mi familia reunida. Tú, Estrella y yo. Una pareja. Seremos la más envidiada del momento.

Siento la sangre drenarse de mi cuerpo al escucharla hablar. ¿Esta insinuando que ella ocupa el lugar de Farah? ¿Qué demonios…?

La ignoro y vuelvo a centrarme en mi hija.

—Ven hacia acá ahora mismo. —Trato de suavizar mi orden, de no cometer alguna imprudencia o hacerla poner igual de nerviosa que yo.

—No puedo, papi —sonríe. Ella no se mueve. No parece en peligro. Solo tiene seis años. Seis.

Obviamente, es una niña inocente que no tiene idea de qué está pasando.

—¿Por qué no puedes? —Pregunto, tratando de ignorar la sonrisa curveada en los labios de mi asquerosa abuela.

—La Abu y yo estamos jugando. Si me levanto entonces yo haré BOOM. Y si duro más de tres horas sentada, me dará muchos dulces. Dice que se adelantó Halloween.

—¿Qué carajos…? —susurro. La observo por completo y mi piel se eriza cuando lo noto. La ropa de Estrella lo cubre, pero tiene algo debajo de ella, alrededor de su cintura.

—Llevo casi dos horas sentada, papi. Falta una para poder ganar y entonces me dará mis dulces. ¡Dulces! Aplaude emocionada.

Mi cabeza comienza a moverse de lado a lado y todo mi cuerpo se sacude ante la realidad que está frente a mí.

—Maldita hija de… —Comienzo a caminar hacia mi hija. Tengo que quitarle esa m****a de alrededor.

—¡Ni un paso más! —Grita Adelaida, levantándose —. ¡Ya no más, Archer! —levanta su celular y muéstralo que tiene allí. Si aprieta la orden, se detona la bomba.

—Archer, Archer, Archer… —Heikel me toma de un brazo y con su fuerza bruta me hace retroceder. No podía parar de caminar aun cuando sabía que ponía en peligro a mi hija. Solo quiero estar con ella.

—Estrella… —susurro. Siento una agonía horrible en mi pecho. Me niego a que así sea este final. Heikel todavía tiene su mano en mi pecho. Y pone la otra en mi cuello, haciéndome subir la cabeza y mirarlo.

—Necesito que hagas tiempo… Enfócate y no pierdas el juicio. Si quieres que Estrella salga bien de todo esto, no dejes que los nervios o el miedo te controlen —susurra muy por lo bajo.

Trago saliva con fuerza y suspiro profundamente, intentando calmar mi acelerada respiración.

—Tienes razón. Lo siento… —Murmuro de vuelta.

—Papi… ¿Por qué gritan? —La vocecita temblorosa de mi niña me llama y yo suspiro. La miro. Ahora se ve vulnerable. No deja de mirar a su abuela y al señor a su lado y luego a nosotros —. Quiero irme con Papi. Ya no quiero jugar más.

Ella intenta levantarse, pero Adelaida toma su brazo con brusquedad, haciéndola sentarse de nuevo. Los ojos de mi niña se llenan de lágrimas y se encoge en su lugar.

—No le hagas daño —siseo. Tratando de no gritar y así no asustar más a Estrella.

—Entonces, dile que se quede en su lugar y continúe con el juego —amenaza.

—Cariño… —miro a Estrella, está nerviosa. Comienza a temblar y no puede controlar sus lágrimas —. Sigamos el juego. Aguanta un poco más. ¿Sí?

—¿Y después nos iremos?

—Lo prometo. Luego nos iremos.

—No prometas cosas que no puedes cumplir… —canturrea mi abuela.

—Con gusto te metería una bala entre ceja y ceja. Da gracias a Dios que tienes en tus manos a una niña a la que quiero demasiado, sino, ya serías un cadáver —responde Heikel, con suma tranquila.

Él es todo lo contrario a mí. Mientras yo soy un manojo de nervios, él es control absoluto. Confianza.

—Oh, querido Heikel. No sabía de ti desde hace como… ¿cinco? ¿seis años? La verdad es que no deberías hablar de esa manera cuando tenemos a una niña en medio —ironiza Adelaida.

—Es verdad —Heikel voltea a mirar a Estrella, quien en medio de lágrimas, le regala una enorme sonrisa al hombre a mi lado —. Mil disculpas, mi Lady.

—Aceptadas, Rey Dragón. —Responde ella, en lo que entiendo que es un tipo de juego que ha habido siempre entre ellos dos.

—Te extrañé mucho, sobrina preferida —Él busca distraerla y comienza a funcionar. Estrella borra sus lágrimas con el dorso de su mano, y sonríe con más ganas.

—Y yo a ti, tío Heik.

—Un momento muy lindo… —vuelve Adelaida con sus ironías —. Hubiese sido tan distinto si hubiesen caído en mi trampa. Todo lo que me costó hacer que creyeran tu amorío con Farah fue para nada. En estos momentos, todos estarían pensando que Estrella es tu hija y no de mi nieto.

—Disculpe, señora. No tendría problema alguno en haberme hecho cargo de Estrella si Archer nunca hubiese sabido la verdad. Al fin y al cabo, la veo como a una hija, una sobrina, un familiar, pero, cualquier persona con un mínimo de raciocinio, se daría cuenta en un segundo que Estrella no tiene ni un mínimo parecido a mí. En cambio, es demasiado obvio que se parece a Archer hasta en su bondad, algo que yo no tengo, si se me permite acotar.

—Te quieres hacer el malo, pero aquí estás, queriendo salvar una vida que no te compete. Metido en medio de algo que no te interesa.

—Digamos que Estrella es de esas pocas personas privilegiadas que me interesan en la vida. Y vaya que son pocas. Podría contarlas con una sola mano.

—O con las dos manos —asegura mi abuela —, porque, contando a la chica que tienes prácticamente secuestrada, serían seis ¿no?

Heikel se ríe.

—¿Piensas que me vas a hacer temblar porque sepas cosas de mí? Eso solo demuestra lo poco que me conoces.

—En fin. Tú eres lo que menos me importa. En cambio tú… —Adelaida regresa su mirada a mí —, míranos, Archer. Estamos discutiendo por algo absurdo. Podríamos ser felices. Déjame demostrarte que podemos ser felices los tres. Tú. Estrella y yo. Lejos… muy lejos de todo esto.

—Eres asquerosa —es todo lo que respondo, y su sonrisa se borra de inmediato.

—E incestuosa —agrega Heikel, como quien no quiere la cosa. Adelaida comienza a mirarnos con rabia.

—Bien. Ya que no fue por las buenas, será por las malas.

Ella vuelve a desbloquear su celular. Tiene en la mano el detonador de la bomba que rodea a Estrella. A su vez, mi pequeña no deja de ver el intercambio de palabras entre nosotros, sin decir una palabra. Creo que, aun teniendo la edad que tiene, comprende que estamos en una situación delicada.

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