06/ El tú y yo jamás sucederá. p2

—Lo he arruinado por tu culpa… —murmura entrecortadamente. Su pequeño llanto no la deja hablar bien y no puedo evitar pegarme más a ella y tomar su barbilla para que me mire fijamente.

Estamos demasiado cerca. A nuestros cuerpos solo los separa nuestra ropa, la cual se toca por nuestra cercanía. Sus profundos ojos negros con líneas rojizas debido al llanto me miran con debilidad, con tristeza, e incluso podría jurar que me están gritando mil cosas que no sé interpretar.

Solloza, mirándome fijamente, y siento mis ojos pinchar también, pero trato de contenerme lo más que pueda. Sus delicadas facciones se contraen cuando traga saliva con fuerza. Acerca su rostro un poco más y nuestras narices son las que ahora entran en contacto. La siento temblar. Cada vez va más vulnerable.

—Quiero consolarte con las mismas fuerzas con las que quiero besarte —me sincero.

—Si lo haces no habrá vuelta atrás, Archer. Será incluso peor —gimotea.

—Sin embargo, estás allí, sujetando con fuerzas un dibujo que hiciste, donde aparezco yo. ¿Por qué yo, Farah? ¿No se supone que no sientes nada por mí?

—Nunca dije que no sentía nada por ti.

Cierro mis ojos con fuerza y junto nuestras frentes.

—Me traicionaste…

—Hice lo que tenía que hacer.

Abro mis ojos y vuelvo a verla.

—¿Me traicionaste? —Pregunto.

Estoy cansado de afirmar algo y de creerlo para sufrir por ello, aun cuando tengo mis dudas. Hay mucha confusión de por medio.

—¿Importa eso a estas alturas?

—Contesta a la pregunta.

—No. Porque ya no importa si te engañé o no, Archer. Hemos avanzado, tú te vas a casar y yo…

—¿Tú qué? ¿De verdad, Farah? ¿De verdad soportarás verme estar con otra? ¿No me quieres ni un poco? —Maldita sea, ya no puedo parar. Otra vez lo estoy haciendo. Estoy confundiendo las cosas. Una vez más me acerco a Farah, pienso que las cosas no fueron como las hizo ver y la asusto con mis teorías absurdas haciéndola alejarse de mi por un tiempo hasta que vuelve a hablarme, tratándome como un simple conocido.

Pero no puedo evitarlo.

Ella vuelve a sollozar, y me sorprendo cuando pone su cabeza en mi pecho. La atraigo hacia mí, abrazándola. Era algo que ambos necesitábamos.

Si este será el verdadero final, entonces voy a aprovecharlo. La abrazaré muy fuerte y con esto le demostraré que, aunque ya no hay una posibilidad para un ´´nosotros´´, siempre voy a amarla.

Sin embargo, sus palabras me toman completamente por sorpresa.

—Estoy cansada de batallar contra mis verdaderos deseos, Archer. Contra lo que siento por ti… —esta vez no huye, no me grita que deje este amor enfermizo que me ha vuelto un obsesionado con ella, no busca una excusa para alejarme como sea. Ella se aferra a mi saco, correspondiendo mi abrazo, y estando ya sin fuerzas, refuerza lo que dice: —No soportaré verte con otra, y mucho menos he dejado de amarte, nunca lo hice, pero tú y yo… El tú y yo jamás sucederá.

Mis esperanzas caen repentinamente cuando escucho su última frase.

—¿Por qué no? Estás diciendo que me amas…

—Muchas veces uno puede amar a una persona, pero no querer estar con ella. Es contradictorio, pero es como es. Y es mi caso, Archer. —Se separa un poco de mí y me observa con esos ojos rojizos —. No quiero estar contigo.

Ella ha usado una palabra clave en su oración, y se trata de ´´querer´´.

Si ella hubiese dicho que no ´´podía´´ estar conmigo, hubiese entendido que hay alguna persona, cosa o circunstancia que le impide estar conmigo, pero no se trata de que no pueda, se trata de que no quiera. Ella no quiere estar conmigo.

Y yo no puedo obligarla a estarlo.

Tampoco soy de ese tipo de personas.

—Entiendo… —trago el nudo que se ha formado en mi garganta y me separo de ella. Suelo su mejilla con lentitud, y miro su rostro despacio, queriendo grabarlo. —No puedo más, Farah. Necesito un cierre definitivo o mi vida quedará estancada esperando a un amor que no está dispuesto a luchar como yo lo estoy.

—No puedes decir esas cosas cuando estás por casarte.

—Ni tú decir pretender que puedes soltar que todavía me amas, hacer un dibujo mío y mirarme de la manera en la que lo haces, y que yo no quiera hacer nada al respecto para que volvamos a pertenecernos.

—¿Crees que funcionará lo que vayas a hacer al respecto? Estos años has estado detrás de mí, Archer. ¿He accedido ante ti? ¿Por qué crees que podría llegar a acceder ahora? —Y es entonces cuando noto el cambio. Otra vez a puesto su máscara fría. Sigue mintiendo.

—No, no vas a acceder —sé que no lo hará —, porque eres una m*****a cobarde que prefiere evitar el sufrimiento a intentarlo.

Siento que el espíritu de Ángel se ha metido en mí, pero no me importa. De vez en cuando es necesario dejar salir tus demonios.

—Lo soy. —Asiente, sin dejar de mirarme ni un momento. Quiere dejar muy en claro que se mantendrá firme, pero yo ya estoy agotado de siempre lo mismo.

—Hasta aquí llegué, Farah. Me cansé. No puedo. No puedo más —mi voz tiembla cuando lo digo.

—¿Finalmente te diste por vencido, Archer? ¿Estás aceptando que no va a suceder eso que tanto deseas?

—Me voy por vencido, Farah. Sé que un tú y yo en esta vida, es imposible.

Sus lágrimas caen. Las mías se escapan de mis parpados y las lamo cuando caen sobre mis labios.

—Es el final definitivo.

—Es el final —afirmo.

—Vas a casarte con Darla, porque ella es una mujer maravillosa y se merecen. Serás muy feliz y te olvidarás de mí. Ni siquiera recordarás que existo.

—Quiero creerte, Farah —de verdad quiero hacerlo.

Quiero creer que de verdad puedo olvidarla. Arrancar de mi pecho este sentimiento que tanto me ha hecho daño.

—Vas a serlo —lleva una de sus manos a mi mejilla y pone su palma sobre ella, dejando su dedo pulgar moviéndose, acariciándome. Cierro los ojos por instinto, disfrutando de este último tacto de su parte —. Serás muy feliz.

—¿Y tú?

—Eso ya no va a importarte.

—¿Me lo aseguras?

—Te lo juro, Archer. Yo voy a dejar de importarte. Ya no te interesarás en mí. Solo seré un triste recuerdo de tu pasado y nada más.

Se aleja de mí y dobla la hoja, guardándola en su cartera nuevamente. Ignora la pinza que quedó en el suelo, y entonces, veo como limpia sus lágrimas y suspira profundamente varias veces, hasta lograr tener control de su cuerpo.

Quisiera ser como ella y tener el control de mis sentimientos. Pero voy a creerle. Ella quedará en mi pasado y seré feliz con Darla.

Limpio mis lágrimas y trato de calmar ese ardor que estruje mi pecho, pero no dejo de pensar en lo que acaba de pasar.

Mis pensamientos siempre están cubiertos por ella. ¿Cómo voy a olvidarla si sigo de esa manera?

—Intentaré abrir la puerta ahora —dice, usando la otra pinza que quedó dentro de la cartera, pero la puerta no abre, por más que lo intenta.

Seguimos buscando y tomo una lámina de polipropileno, que son las que usan para armar las carpetas, e intento insertarla por la pequeña abertura que hay entre la puerta cerrada y la pared, pero eso tampoco logra desbloquear el seguro.

—Olvídalo, no hay manera de salir —le digo.

—Bueno. Ni modo, parece que debemos esperar a que pase un milagro.

Ella camina hacia donde estoy y toma el postre a que está en el estante posado a mi lado, camina hasta regresar a su lugar de origen y sentarse en el suelo. Yo también se siento en el suelo y la miro comenzar a comer el Pavlova haciendo gemidos de satisfacción. Ella sonríe y lo disfruta, es algo que le gusta mucho. Parece una niña pequeña siendo consentida, algo que la tiene muy feliz, y entonces, no puedo evitar sonreír.

Por lo menos está teniendo un buen momento.

—¿Me das?

En cuanto lo pregunto, ella lleva la caja a su pecho indicándome que es suyo y que no lo comparte con nadie.

Levanto mis manos en alto, haciéndola ampliar su sonrisa.

—Pero solo un poco, eh. —Advierte, antes de acercarse y darme la caja y la pequeña cucharita con la que estaba comiendo. La caja solo traía una.

La tomo y como también. Ella no deja de mirarme en ningún momento. Menos deja de ver mis labios.

¿De verdad cree que podré dejarla en el pasado? Ella es inevitable.

Pero voy a intentarlo. Farah nunca rompe sus promesas y ella prometió que yo sería feliz y me olvidaría de ella.

—Dibujas como una niña de cinco años, por cierto —me burlo, y suprimo las ganas que tengo de besar sus mejillas rojizas debido a la vergüenza —. De hecho, si lo hubiese hecho una niña de cinco años, hubiese estado súper avanzada, porque en realidad está bien hecho. Pero tú eres una mujer de veintinueve años. Creo que podrías hacerlo mejor que esto.

—Tampoco me creas Aarón Abernathy, eh. —Rueda sus ojos y yo río.

—No, a ese nivel es imposible llegar.

Como otro poco de su postre antes de estirarlo hacia ella, entregándoselo. Farah lo toma entusiasmada y muy sonriente.

—Incluso con la emoción que sientes al ver tu postre favorito pareces una niña de cinco años.

—Seis…

—¿Qué cosa?

—Una niña de seis años.

—¿La edad importa? De todas maneras, pareces una niña, independientemente de la edad.

—Mejor que sea de seis años.

—Está bien, de seis años será.

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