02/ ¡¿Qué caraj*s hacen aquí?! p2

Sintiéndome completamente extrañada porque no tomen la llamada, decido marcar su número. Puede ser que todavía duerman, pero de mi madre no lo creo. Ella sí que suele ser madrugadora, y si estuviese durmiendo igual se despertara con el sonido porque ella es de las que se despierta con cualquier mínimo ruido.

—Hola ¿hija? —escucho mucho ruido desde el otro lado de la llamada y frunzo el ceño.

—Estuve llamando al teléfono del departamento. ¿Por qué no contestabas? ¿Estabas durmiendo?

—No. Estoy despierta, muy despierta —se escucha emocionada, y, aunque me hace reír, también me parece extraño.

—¿Por qué tanta felicidad?

—Estamos cometiendo una locura.

Ay Dios, no. Sus locuras son muy extremistas.

—¿Qué están haciendo, mamá? ¿Qué hace Estrella despierta a esta hora? —Pregunto, temiendo su respuesta.

—No te puedo decir, hija. Lo siento mucho.

—Pásame a mi hija.

—Pero…

—Ya.

—¿Mami?

—¿Qué travesuras están haciendo, Estrella? —Sé que le pregunto en vano.

—Nosotras… este… eh…

—Estrella, te quitaré ciertos privilegios si no me dices ahora qué está pasando.

—Solo salimos a comprar telas. No es nada malo. —Dice con rapidez.

—Voy a creerte, eh. Espero que no me mientas.

Más ruidos raros se escuchan del otro lado y oigo a mi madre decirle que debe colgar porque ya falta poco. ¿Poco para qué?

—Eh, bueno mami, nos vemos… digo, nos vemos, pero cuando regreses, sí. Eso.

Sonrío al escuchar su risita traviesa. No sé con qué voy a encontrarme cuando vaya hacia allá o qué locura irán a cometer, pero ellas son felices así.

—Adiós, mi amor. Pórtate bien. No vuelvas loca a la abuela ¿sí?

—Aunque no lo creas, es ella quien me vuelve loca a mí —aclara, haciéndome reír.

—No me cabe la menor duda. Nos vemos, mi cielo.

Suspiro profundamente. Estoy mucho mejor. Escuchar la pequeña voz de mi hija me hace bien, muy bien. Volteo a mirar el periódico todo arrugado en la papelera y esta vez me decido de manera definitiva: él quedó atrás. Cada quien tomó caminos diferentes. Es hora de avanzar.

No sé si estoy dispuesta a darme una nueva oportunidad en el amor, pero sí sé que si llega no voy a cerrarme y lo disfrutaré. Ya tengo veintinueve años. Tengo que seguir viviendo mi vida porque en un abrir y cerrar de ojos pudo haber pasado y yo no haber disfrutado de todo lo que conlleva. Y debo tratar de ser más flexible con mis trabajadores, menos gruñona de lo que normalmente soy.

Ya debo dejar de excusarme tras el hecho de todo lo que he pasado. No ha sido bonito, mi vida ha sido desilusión decepción y tristeza, pero gracias a Estrella he podido salir adelante y ser feliz de alguna forma. Ella y mi madre son lo único bueno en mi vida. Iluminan mis días, y llegó el momento de aprovechar lo que tengo.

No puedo volver a caer en un pozo profundo. Ese pozo donde anteriormente me hundí tan feo que muchas enfermedades casi me hicieron perecer, pero aquí estoy. No volveré a pasar por lo mismo, no una segunda vez. No es justo para mí. Ya sufrí todo lo que debía sufrir.

No más.

Me levanto del escritorio y acomodo mi atuendo. Me pongo firme y camino hacia la salida. Llegó el momento de que la Farah jefa entre en acción. Ya tomé la decisión, esta es la empresa de mi padre, mi empresa, y no voy a venderla. He regresado y es momento de poner todo en orden.

Paso por el lado de Analía y le hago señas con mis manos para que me siga. Trae consigo su libreta para anotar todo lo que sea necesario. Le pido que me haga un pequeño resumen de cómo va todo, de donde vamos adelantados y donde vamos atrasados.

Casi quiero pegar el grito al cielo cuando me entero que estamos más atrasados en muchas cosas de las que vamos adelantados. Conmigo no sucedía esto, siempre estábamos de primero en todo. Son unos inútiles. ¡Inútiles!

Dios mío, Farah. Acabas de decir que serás más flexible y menos gruñona y aquí estás con ganas de dejar de pensar las cosas y simplemente soltarlas para hacerlos sentir mal. Solo respira un poco. Sé buena. No dejes que te odien más de lo que lo hacen…

En realidad, me vale una m****a si me odian o no, pero he decidido ser mejor persona por mi hija. No cambiaré mi postura, los haré trabajar como siempre porque debemos volver a subir en los medios, pero sí trataré de ser más amable, respetuosa y comprensible…

Trataré.

No prometo nada.

Paso por varias áreas y suspiro al notar que todas están atrasadas. ¡No tenían la presión que yo siempre les ponía para entregar las cosa a tiempo y por eso han hecho lo que se les da la gana!

Le pido a Analía que llame a todos los trabajadores de cada área y que vayan al salón de reuniones. Me dirijo hacia allá y trabajo en mi computadora mientras siento a las personas ir llegando. No las miro o tomo en cuenta, pero sí que respondo los ‘’buenos días’’ cada vez que me los desean. Puedo sentir como muchos se asombran de que les dé los buenos días y casi quiero reírme en sus caras, pero no, Farah. Cambio. Estás cambiando ¿recuerdas?

Tomo una profunda respiración y cierro mi computadora. Me levanto de mi asiento y miro a todos parados en el otro extremo de la sala, esperando por mí, a la expectativa. Unos están pálidos, otros respiran de manera exagerada, otros ni me miran y la mayoría se sorprenden cuando comienzo mi discurso diciendo que espero que todos estuviesen bien en mi ausencia y les medio expliqué por qué no estuve presente de manera constante estos meses. Sí, ellos están impresionados porque yo nunca doy explicaciones de lo que hago.

—Yendo al tema principal y que más me interesa: ¿Están conscientes de que esta revista y esta empresa lleva por nombre ICON? —La mayoría asiente —¿Y qué es lo que significan estas siglas?

—Inteligencia, competencia, orientación y novedoso —escucho a Josephine responder y la señalo.

—Dos puntos por responder.

En cuanto le doy dos puntos, los demás se quejan por no haber respondido antes y la mencionada celebra por ello.

—Gracias, gracias —dice, emocionada.

—No des mucho las gracias. Escuchen todo, porque, estoy tratando de ser más flexible con ustedes, pero no me la están poniendo muy fácil que digamos. Lo que tengo para decirles ahora no es lindo —aclaro. Todos vuelven a callarse y me miran con terror. No voy a decir que no lo disfruto, porque estaría mintiendo —. Si somos ICON, si somos inteligencia, entonces ¿Por qué las revistas ya no están teniendo la misma calidad que antes?, Si somos competencia ¿Por qué otras revistas nos están ganando en rating?, Si somos orientación ¿Por qué cada tema habla de una manera tan distinta a la que se debe?, Si somos lo novedoso ¿Por qué nos hemos retrasado tanto en las entregas? —La sala sigue estando en un silencio sepulcral —¿Cómo es posible que lleven tres meses sacando una edición por mes, cuando la revista se imprime dos veces, con contenidos diferentes en cada área por mes? ¿Alguien quiere explicarlo?

Me sorprendo un poco cuando es Stella Gilabert quien da un paso al frente. Ella incluso levanta la mano, como si estuviésemos en la escuela y yo ruedo mis ojos. Con la mano le hago señas para que se acerque y ella traga saliva con fuerza antes de dar varios pasos y llegar cerca de mí.

—Todo lo que ha estado ocurriendo es por culpa del señor Edward Daniels, señorita Farah.

—Explícate —me cruzo de brazos y aunque ella se ve intimidada, cuadra sus hombros, como si fuese a algún ring de boxeo y levanta su barbilla.

—Ese hombre no tiene idea de cómo llevar una compañía. No sabe manejar a sus trabajadores y si muchas áreas han estado fallando es porque no tienen el personal suficiente para que se sostengan.

—Cada área tiene el personal suficiente. Yo dejé la cantidad de personas necesarias en cada área para que se lograra cumplir las temáticas necesarias de cada una de ellas.

—Entonces usted no lo sabe…

—¿Qué cosa?

Ella me cae bien, pero el que no hable directamente, me irrita.

—El señor Daniels ha estado despidiendo gente.

Siento como si un balde de agua helada cayera sobre mí. ¡¿Qué él ha hecho qué?!

—Analía… —Miro a mi asistente con los labios muy apretados, esperando a que refute lo que mis oídos están escuchando, pero ella tan solo asiente mientras se encoge en su lugar —. ¿Por qué yo no sabía de esto?

—Nos dijo que ya estaban en proceso de cambio de jefes. Que ya era un hecho de que ibas a venderle las acciones de la compañía y si yo te llegaba a decir algo de lo que estaba ocurriendo me iba a despedir… —entonces se da cuenta de lo que me dice y susurra: —Dios, va a despedirme.

Sé que su miedo a que la boten del trabajo es por su abuela. Ella ayuda con su tratamiento. Desde ICON le pagamos su estadía en la clínica.

—Voy a decir esto una sola vez y espero que les quede claro y que no hayan preguntas ni duda alguna —amenazo y los miro a todos colocarse rectos —; la única dueña de ICON soy, y siempre voy a ser yo. Es cierto que me encontraba en un momento de crisis, pero no crisis económica, sino más bien una crisis física y emocional, pero he regresado y, aunque seguiré sin estar todos los días aquí y falte en algunas ocasiones, estaré. Así que van a estar dejando esa patética excusa de Edward Daniels y se pondrán a trabajar como se debe para que volvamos a posicionarnos en el primer lugar tanto de los Estados Unidos, como de todo el mundo. ¿Entendieron?

—Sí, señorita —responden casi al unísono. Unos tan solo asienten y otros bajan sus cabezas, sintiéndose intimidados.

—Soy y seré la única dueña de ICON, así que cuando vuelvan a surgir problemas de este tipo deberán ir directamente conmigo. Si llego a enterarme que nuevamente ustedes no cumplen con sus debidas tareas debido a algo que tenía solución al habérmelo comunicado, seré yo quien los despedirá sin posibilidad alguna de regreso.

—Pero, Edward…

—¡Silencio, Analía! —Espeto con más dureza de la que planeo. Ser así está en mi sangre, no lo puedo evitar. Esta vez fue muy incompetente. Tenía que avisarme a mí y no hizo nada.

En parte, la culpa también es mía. No puedo hacerme la idiota cuando fui yo quien pensó que podría entregar esta empresa. Es todo lo que tengo, independientemente de lo que pasara, jamás iba a poder dejarla en manos de alguien más. Tarde o temprano me hubiese echado hacia atrás. No iba a venderla. Era algo que me había planteado, pero que no había entendido hasta ahora.

—De Edward me voy a encargar yo. ¿Está en su oficina?

—No, señorita Farah. Él casi no viene, siempre trabaja desde casa y me deja todo a mí para que lo haga. Viene de vez en cuando y siempre es en el horario de la tarde.

Una risa irónica brota desde lo más profundo de mi garganta. No puede ser, esto tiene que ser una puta broma.

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