23/ Feliz cumple, papi.

16 de marzo de 2022

Archer Alarcón

Mi sentido del olfato se agudece y en medio de mis sueños frunzo el ceño e inspiro con ganas. Hay muchas mezclas de olores, todos muy ricos.

Decido luchar contra las ganas de seguir durmiendo y abrir mis ojos. Muevo mi cuello de lado a lado y me desperezo, antes de inclinarme, sentándome en la cama y observar a mi alrededor. Nada. Nadie. Ninguna de mis dos chicas está en mi habitación.

Sin embargo, sonrío al saber dónde están. El sonido de las ollas y música con volumen bajo proveniente de la cocina las delata.

—No puede ser… —susurro para mí mismo, mientras una pequeña sonrisa se mece entre mis labios.

Me levanto y voy directo hacia el pequeño baño de mi habitación. Realizo mis necesidades, lavo mis dientes y decido primero ir con mi mujer y mi hija antes de tener que alistarme para ir al trabajo.

Salgo de la habitación y me adentro al living. Mi sonrisa se amplía cuando veo y escucho a Farah indicándole a Estrella cuál es el polvo de hornear, y en qué momento se lo debe pasar. Ambas tienen sombreros de cocina cubriendo sus cabezas, el de mi hija es uno pequeño, y el de Farah, uno más grande, pero son de los mismos modelos.

—¿Por qué huele tan rico? —Pregunto, llamando la atención de ambas mientras me siento en uno de los bancos que están en el taburete de la cocina. Me emociono al ver los ojos de Estrella brillar en cuanto me ve y cómo sale corriendo hacia donde estoy.

—¡Papi! ¡Papi! —En cuanto llega hacia mí, sonrío y la levanto, para sentarla en mi regazo y corresponder al fuerte abrazo que me da —. Feliz cumple, papi.

—Gracias, mi cielo —dejo un casto beso en su frente y ella me regala una sonrisa enorme —. Y díganme… ¿Qué están preparando?

—¡Te hicimos el desayuno! ¡Y te hicimos galletas! ¡Y también…!

—Estrella, no te pongas eufórica, no te alteres, cariño.

—Perdón, mami. Es que estoy muuuuuy emocionada por papi.

—¿Qué fue lo otro que me hicieron? —Pregunto con curiosidad.

—Te estamos haciendo un pastel. Uno muuuuuy hermoso.

Sus ojos brillan todavía con mucha más emoción.

—Me parece que me están dando ganas de quedarme hoy con ustedes y no ir a trabajar.

—Sé un hombre responsable… —dice mi mujer.

—¡No vayas, papi! —Suplica mi hija.

No puedo evitar carcajearme debido a sus ocurrencias.

—Tengo una reunión muy importante hoy, vida mía, pero te prometo que llegaré temprano para que podamos estar el resto del día juntos.

—¿Lo juras?

—Lo juro.

—Qué bueno, porque te estaremos esperando todos para darte una sorpresa… —en cuanto esas palabras salen de los labios de mi hija, ella abre mucho sus ojos, percatándose de su error y lleva sus manos a su boca, arrepentida.

—Les dije que no involucraran a mi hija porque lo soltaría todo... —susurra Farah —, pero no me hicieron caso.

—¿De qué cosa? —Pregunto, haciéndome el desentendido —. Es que, me quedé pensando en algo de la empresa que debo hacer hoy y no le presté atención a lo que me decía Estrella. ¿Me repites lo que me dijiste, mi vida?

Farah niega con su cabeza y aprieta sus labios para evitar reírse ante mi repentina pérdida de memoria.

—Que recuerdes venir hoy temprano para que estés con nosotras —se corrige Estrella y yo asiento prestando toda la atención del mundo a sus palabras —, solamente con nosotras.

—No querría estar con nadie más —beso una vez más su frente y ella baja de encima de mí y va hacia su mamá.

—Ve a buscar el regalo que le compramos a papi ayer y el que tú le hiciste. Recuerda que está dentro de una carpeta, en tu mochila.

—¡Voy! —Estrella sale corriendo toda emocionada y yo sonrío.

Volteo a mirar a Farah y me levanto, caminando hacia ella. Está sonriendo, con sus pómulos sonrojados y un pijama de Pepa Pig que me hace reír. El pijama de ella es más infantil que el de mi hija, el cual es de Barbie.

Abro mis brazos a medida que me acerco y ella da los dos pasos restantes antes de tomar mi rostro entre sus manos y dejar dos cálidos besos en mis labios. Cuando nos separamos un poco, levanto mi brazo y retiro su gorro de cocina de su cabello, lanzándolo hacia cualquier lado. Ella sonríe y acomoda su cabello, pero suelta un pequeño chillido cuando tomo su cuello de improviso y pego sus labios de los míos, dándole un beso de verdad. Me fundo en su boca, magreo sus labios, chupo el superior y atrapo el inferior con mis dientes y mis manos traviesas viajan a su trasero y lo aprieto con ganas.

Suspiro con fuerza y separo nuestras bocas, volteando a mirar hacia mi habitación. Mi hija ya tiene una cajita de regalo en una de sus manos y está arrodillada frente a su mochila buscando algo más.

—No tienes idea de lo feliz que soy, Farah. Levantarme y ver a las dos chicas más importantes para mi preparándome un desayuno de cumpleaños es…, es perfecto.

—Los veintisiete te sientan bien, Alarcón. Feliz cumpleaños. Te amo —susurra contra mis labios.

Dejo otro pequeño beso en sus labios y cuando nos separamos ella mira los míos mientras lame los suyos.

Sí, cariño, yo también quiero más, pero debemos ser prudentes.

—También te amo, mi hermosa —correspondo a sus palabras.

—Lo de la reunión es cierto. Nuestros amigos vienen más tarde, después de las cinco. Si puedes venir a las seis más o menos, estaría genial. Solo te pido que te hagas el sorprendido aun cuando tu hija ya te lo haya soltado todo.

—Vale, vendré a eso de las seis entonces. Creo que voy a cancelar el almuerzo con Archer y Ángel. Si voy a verlos más tarde no le veo sentido a que nos veamos también al mediodía. Así adelanto otras cosas y me aseguro de estar a las seis en punto.

—No te aconsejo que lo canceles. Es decir, sé que Ángel no tendrá problemas, pero él no vendrá esta noche, así que en el almuerzo es la única oportunidad que tienes de verlo. Y te comento también que Stella vendrá con otro pastel para Aarón.

—Todo me parece perfecto, excepto que Ángel no estará. ¿Se sabe por qué? —Me intereso en saber.

—No me quiso decir mucho, pero deduje que tenía que ver con ya sabes…, sus problemas con Jezabel. Presiento que ya no será posible siquiera una amistad entre ellos. No pueden siquiera verse, así de mal terminaron. Él me dijo que había adelantado un viaje y que regresaba en una semana.

—Hablaré con él hoy —prometo y ella asiente.

Sé cuánto se preocupa por él. Por los tres, en realidad.

—¡Papi! ¡Cierra tus ojos! —Mi hija regresa corriendo y se tropieza contra nosotros, haciéndonos reír.

—Vale, vale.

Cierro mis ojos y siento que coloca una pequeña caja entre mis manos. Su pequeña voz me dice que ya puedo abrirlos y enarco mis cejas, sonriendo, antes de sentarme nuevamente y disponerme a abrir la caja.

—Veamos qué hay por acá… —susurro.

Ni siquiera tengo que fingir estar emocionada, porque es algo que de verdad está ocurriendo. Tengo muchos sentimientos encontrados, pero el que más sobresale es el de la felicidad. Siento que nunca había estado más completo en la vida, y que jamás había sido tan feliz.

—¡¿Te gusta?! —Pregunta mi hija en un pequeño grito eufórico. Yo sonrío una vez que saco el rolex de su estuche.

—Waow… está impresionante.

—¡¿Verdad que sí?! ¡Colócatelo papi! —Me pide, aplaudiendo y dando pequeños brincos que nos tienen a mí y a su madre riendo.

Comienzo a colocarlo en mi brazo izquierdo y lo admiro una vez que ya está en mi muñeca. Es de color dorado y negro y…, frunzo el ceño cuando lo acerco más a mi rostro y veo la pequeña frase que hay en la parte inferior. En la superior, como suele ser, está el nombre de la marca y el logo, el cual es una especie de corona, pero luego en la parte de abajo dice algo más. Sonrío ampliamente al leer: ‘’De tus estrellas’’.

—Me preguntaba cuando te darías cuenta de la frase.

Volteo a mirar a Farah y le susurro un pequeño ‘gracias’. Ella sonríe ampliamente.

—Mami me explicó que cuando ustedes eran novios hace muuuucho tiempo, tú la apodabas tu estrella, y que por eso me puso ese nombre, entonces quisimos poner esa frase —explica mi niña.

—Una frase muy acertada —concuerdo.

—¡Bien! ¡Ahora viene el otro regalo! —Vuelve a saltar y a emocionarse mientras aplaude.

—¿Otro regalo? —Exagero lo sorprendido que estoy y la hago reír todavía más —. Vaya. Me encantan los regalos. Muéstramelo.

—La regla es que cierres los ojos con los regalos, papi —me recuerda, rodando sus ojos. Farah aprieta sus labios para no reír. Definitivamente, tiene mucho de ella, como la poca paciencia para algunas cosas, por ejemplo.

—Tienes razón, lo lamento.

Cierro los ojos y espero pacientemente a que me indique que puedo abrirlos.

—¡Ya puedes mirar, papá!

Abro mis ojos y sonrío más que nada porque quiero mirar bien el dibujo que tiene entre sus manos, y que me está mostrando, pero que, debido a sus saltos, no se puede ver bien.

Farah la toma de los hombros y los masajea, para tranquilizarla un poco. Entiendo que Estrella no puede ponerse tan efusiva o eufórica porque luego le cuesta salir de ese estado y termina agotándola. Ella todavía no tiene la fuerza necesaria para vivir emociones demasiado intensas.

Observo bien el dibujo que tiene entre sus manos y estiro las mías para tomarlo y contemplarlo. Mi sonrisa se amplía a la par que mis ojos se cristalizan. Somos nosotros tres. Farah y yo estamos de pie. Farah se encuentra con su cabeza recostada de mi hombro derecho y tiene su mano estirada, tomando la de Estrella, quien está siendo cargada por mí, con mi brazo izquierdo, ya que el derecho sujeta la cintura de la madre de mi hija.

—Este es un regalo insuperable, Estrella.

—Sé que el reloj está más bonito, papi.

Ella lo dice de manera normal. No entiende lo que quiero decirle, así que estiro una mano y ella coloca la suya entre la palma de la mía y la hago acercarse a mí. Me agacho, para quedar de su altura y dejo un pequeño beso en su frente. Por un momento veo a Farah, también está con sus ojos vidriosos. Voltea para que yo no presencie su estado. Sé lo que siente. De seguro se culpa por haber hecho que no hubiera momentos así entre mi hija y yo anteriormente. Pero yo lo entiendo todo. No la culpo, ni la odio.

Farah no tiene la más mínima idea de cuánto la admiro por todo lo que ha hecho y sé que seguirá haciendo para proteger a nuestra hija. Y sé que, si hubiésemos tenido a Luna, también la hubiese protegido y querido con su vida.

—Amo mucho el reloj que me dieron porque fue algo que ustedes me compraron y eso significa que se tomaron el tiempo de pensar en mí. Eso me hace sentir especial. Sin embargo, el que una persona invierta mucho más tiempo realizando algo, con sus propias manos, poniéndole todo el amor, el cariño y las ganas del mundo, lo vuelve insuperable. El dibujo que hiciste de nosotros como familia tiene un enorme valor sentimental. Ya hasta estoy pensando en comprar un cuadro y colocarlo en el mejor lugar de nuestra nueva casa este fin de semana cuando nos mudemos. ¿Te parece una buena idea?

Ella asiente y se tira sobre mí para abrazarme.

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