20/ Una reunión dramática.

Archer Alarcón.

No ha acabado un drama cuando enseguida comienza otro.

Básicamente es así: Jezabel, en medio de una cena un poco apagada para ser una celebración de cumpleaños, recibe una llamada inesperada. Su hermano se encuentra preso, en la comisaría, por conducir ebrio y encima provocó un choque.

Debido a este pequeño acontecimiento, ella creyó que era mejor que yo me hiciera cargo, cosa que era cierta, podría hacerme cargo, sí, pero… ¿Por qué mejor no complicar un poco más las cosas?

Es decir…, en este preciso momento me encuentro de maravilla. Mi hija acaba de despertarse luego de haber dormido dos largas horas. Se levantó justo a tiempo, para cenar. Y tengo a una mujer que me hace enloquecer de la mejor manera posible recostada de mi pecho, mientras vemos a nuestra hija reírse, estando feliz, estando con Ángel a su lado, quien es el que le cuenta pequeñas anécdotas de Aarón, él y yo de cuando éramos pequeños.

¿Por qué tendría yo que renunciar a disfrutar de mi familia? Sé que la tendré por muchísimos años y todos envejeceremos juntos y seremos felices por el resto de nuestros días. Sé que habrá mucho más tiempo para disfrutar de mi mujer y mi hija…, pero no quiero irme. Quiero seguir mirándolas, adorarlas e idolatrarlas por el resto de mi vida.

Sé que Farah aún se encuentra un poco incómoda por el hecho de que mis padres —quienes me han hecho señas unas tres veces para acercarse y hablar con nosotros —, quieran justamente eso: hablar. Sin embargo, eso no arruina mi humor y mucho menos lo feliz que me encuentro.

Excepto porque Jezabel pretende que vaya por su hermano, cosa que, espero que no me malinterpreten, puesto que soy una persona incondicional para sus amigos. Sí yo no tuviese otras opciones, o nadie más a quien mandar, iría. Se trata del hermano de una buena amiga, por supuesto que la ayudaría.

Pero sabía de primera mano de otra persona que estaría mucho más interesado que yo en hacerse cargo de la situación. Creo que es el momento perfecto para que se solucionen entre ellos. Ha llegado la hora.

No sé qué pasará con ellos. E independientemente de lo que ocurra, todo lo que sé es que mañana todo va a cambiar.

Es una decisión que ya he tomado, y voy a comunicársela a mi hermano. Él decidirá si está conmigo o en contra. Presiento que en esta guerra que se aproxima nadie quedará disuelto. Todos deberán apostar por un bando, y aunque temo por mis padres, y el hecho de que podrían llegar a odiarme debido a mis planes, no me interesa en lo más mínimo.

Temo porque, como dije, son mis padres. Me gustaría tener su apoyo y comprensión siempre, pero Adelaida es la madre de mi padre y la suegra que, según mi madre, idealizaba tener; y Farah y Estrella son mis vidas, así que, no tuve que pensarlo dos veces cuando llegó el momento de saber por quién decidirme, o a quienes protegería.

Desde el momento en el que me di cuenta de que tenía una hija, supe que no habría cosa alguna que no hiciera por ella. Por ellas.

Termino la llamada con Stefan a quien, en cuanto le conté la situación tomó el caso y se fue a defender a su ser amado.

—No quiero que tus padres me sigan viendo de esa manera… —me dice Farah en cuanto llego a mi lugar en la mesa, el cual es a su lado.

—Dejarán de hacerlo en cuanto hables con ellos.

—Necesito más tiempo.

—Ya han pasado dos horas y media.

—Necesito cincuenta años más.

—¿Planeas conversar con mis padres cuando tengas casi ochenta años? —Pregunto entre risas, atrayéndola hacia mí y besando su cabeza mientras tanto.

—Bueno, eso si es que sigo viva. Según g****e una persona con un alto nivel de estrés vive hasta los sesenta y cinco y setenta, aproximadamente. Con todo el estrés que tengo, sería un milagro que llegara hasta los cincuenta.

—Eso no fue chistoso.

—No pretendía que fuese un chiste.

—¿Le diste su reloj de segunda mano al troglodito? —Pregunta Ángel, uniéndose a nuestro lado de la mesa. Río al escucharlo.

—Se lo entregué y él se lo dio a Jezabel —le comento —. Tuve que controlar mis ganas de reír cuando Jezabel se quitó su carísimo reloj de marca para ponerse ese. Le sonrío, pero en cuanto volteó y se alejó de él miró el aparato con negación.

—No tiene nada de malo usar cosas de segunda mano, pero tampoco deben molestarse aquellos que miran que otros pueden usar cosas originales. Jezabel trabaja y se esfuerza para conseguir su propio dinero, aun cuando lo hace en la empresa de su padre. No solo tiene dinero debido al imperio que por derecho le corresponde. Ella se lo ha ganado, de la misma manera en la que yo he hecho crecer todos los negocios que eran de mis padres. Entonces, no entiendo qué habría de malo en que ella se dé sus lujos y se compre algo sumamente caro. No le está robando el dinero a nadie, lo está haciendo con su propio dinero, aquel que se esmeró por tener.

Volteo a mirar a Farah y la encuentro mirándome con una ceja alzada, estando asombrada por las palabras que Ángel acababa de soltar. Mi mejor amigo no dejaba de mirar al novio de Jezabel, quien se encontraba en la distancia, hablando animadamente con los padres de Aarón. Stella y Aarón estaban alejados de todos, sentados en un rincón y riéndose como dos tortolos mientras miraban el cielo estrellado y señalaban cada una de las estrellas. Mi hija todavía comía en una silla cerca de la mía, pero no nos prestaba atención porque estaba con el celular de Farah jugando un jueguito que le gustaba.

—¿Y a dónde quieres llegar con esa reflexión? Yo no he dicho nada respecto a Jezabel y tú con sus gustos caros —dice Farah y yo sonrío, sin dejar de mirarla.

—No lo digo por ti, lo digo por él —Ángel levanta su barbilla y con ella señala a Darvin —. Jezabel me ha contado cosas…, ella solo regresó con él porque desea ser querida, tener a alguien a su lado, pero al mismo tiempo, temía porque él siguiera pensando que ella no debía usar cosas caras, ni maquillaje, y mucho menos hablar de lo orgullosa que está de sí misma. Según él, eso es avaricia, es menospreciar a aquellos que no tienen dinero y restregarle en el rostro a los pobres que, el dinero con el que ellos podrían comer, lo tenemos nosotros comprando cosas caras e innecesarias.

>>No somos políticos para solucionarle la vida a nadie. Ya lo dije, hemos trabajado y nos hemos esforzado por tener nuestro dinero. Hay personas en la calle que se encuentra en condiciones óptimas de poder tener cualquier trabajo, pero prefieren quedarse a pedir limosnas o que todo se lo regalen. Y sé de primera mano que también hay gente que no puede trabajar por alguna discapacidad o enfermedad, y para ello invertimos una buena cantidad de dinero. Yo ayudo a muchos niños con problemas y Jezabel trata de incluir en sus empresas a aquellos que no quieren aceptar en otros lados por ser muy mayores, por faltarle una pierna o por no ser socialmente aceptado. ¿Saben qué es lo que pasa? Que nosotros hacemos las cosas de manera desinteresada. No andamos contándole a los medios de comunicación que ayudamos a pobres tan solo para obtener cinco minutos de fama o nos crean las personas más buenas del planeta. Lo hacemos porque nos nace, y lo hacemos callados y con toda la emoción, alegría y devoción del mundo.

>>Entonces, viene ese imbécil a decir que ella, que Jezabel es una altanera, que pisotea a los demás y que, mientras está en la cima, no le importa quien esté debajo. Yo, que llevo menos tiempo conociéndola, sé más de ella que él. No la merece. Es demasiado para un imbécil como él.

Vaya…

—Y entonces… ¿Quién la merece? —Me atrevo a preguntarle.

—Creo que no hay absolutamente nadie en este mundo que sea digno de ella —susurra —. Nadie nunca estará a su altura, y no lo digo porque sea altanera, lo digo porque merece a alguien completamente transparente, sin demonios, que la ame y la adore por completo, sin importarle sus virtudes y defectos los cuales la hacen más perfecta todavía, pero no creo que exista ese hombre.

—Existe —asegura mi chica, sin dejar de mirarlo.

—No se necesita ser perfecto para estar con una persona, tan solo se necesita quererla de verdad, estar con ella en las buenas y en las malas, y, lo más importante, serle fiel, cuidarla y protegerla. Lo sé porque eso es lo único que quiero hacer con esta mujer que me hace enloquecer —exclamo, tomando la mano de Farah, para llevarla hacia mis labios y besar sus nudillos. Observo su rostro sonrojado y esa sonrisa ladeada en su boca. Quiero comerme esa sonrisa.

—Bueno, Ángel, he visto tu forma de ser con Jezabel y he visto como es ella contigo. Ambos se divierten, son unidos, pero…, independientemente de eso, no sabía que había una conexión tan fuerte como para contarse cosas tan íntimas. Por cómo hablas de ella, pareciera que la conoces de toda la vida —deduce Farah.

—Dicen que el futuro es incierto, sin embargo, yo llevo conociéndolo hace mucho —es todo lo que responde —. Iré a hacer que el chico que no pinta nada aquí se vaya. No entiendo qué hace aquí, Jezabel fue a la comisaría para allí encontrarse con tu hermano y juntos salvar al suyo. Si Darvin quería ayudar a Jezabel… ¿por qué no fue con ella en vez de quedarse aquí?

—Es una excelente pregunta… —murmuro yo, meditándola, hasta que me doy cuenta de que no vale la pena y me encojo de hombros.

—Adiós, tengo que ir a buscar a mis otros padres, que ni piense ese niño inexperto que va a quitármelos —Ángel alborota su propio cabello a propósito y nos sonríe con sus labios cerrados antes de alejarse con la intención de ir a tener otras palabras con Darvin.

No se cansa.

Quiere hacer que el pobre chico huya.

—Me parece que, quien quiere quitarle una persona a Darvin es él y no al revés —tararea Farah y yo abro mis labios.

—Sabía que habían hablado algo cuando se alejaron. ¿Qué te dijo Ángel?

—Es un secreto de amigos, solo puedo adelantarte que deben irse preparando para lo que se viene. Va a ser muy inesperado.

—Inesperada fue tu llegada a mi vida… —termino por levantarla de su asiento y postrarla sobre mi regazo, ella da un gritito que hace que Estrella voltee a mirarnos y sonría. Farah y yo nos quedamos de piedra, esperando a que nuestra hija nos diga algo, pero ella tan solo amplía su sonrisa y vuelve la mirada hacia su juego —. Hemos creado una maravilla.

—De seguro es porque sacó tus ojos color verdes.

—O es por esa actitud cariñosa que cambia a furiosa en un santiamén cuando se enoja. Como tú.

—¡Oye! No siempre soy una gruñona.

Ella ríe mientras acaricia mis manos bajo las suyas, las cuales la tienen sujeta de su abdomen.

—Todavía recuerdo la actitud de Estrella cuando llegó a mi boda. Digna hija tuya —Le digo entre risas. Ella niega con su cabeza, mientras se inclina un poco, volteando la parte superior de su cuerpo hacia mí. Nuestras miradas conectan y lleva una mano hacia mi mejilla, acariciando mi piel, que siempre anda necesitada de sus roces.

—Digna hija nuestra —murmura contra mis labios. Lo dice con tanta énfasis y seguridad que la realidad cae sobre mí una vez más. Y no podría ser cada vez mejor. Sonrío.

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