18/ Iban a ser Estrella y Luna.

28 de febrero de 2022

Archer Alarcón

Siento su cuerpo ponerse rígido en cuánto hago el pedido. Levanta su mirada a la mía y analiza mi rostro, yo frunzo el ceño, esperando a que hable, y pienso que no va a hacerlo.

Me gustaría que fuese abierta conmigo en este aspecto, porque a pesar de que soy parte de ese pasado tan hermoso como doloroso, no parezco ser tan fiable o seguro como para ella hablar de eso conmigo.

Su rostro perdido me pide disculpas y mis hombros se hunden cuando confirman lo que ya sé: no dirá nada, y no me gusta obligar a las personas a hablar si no lo quieren hacer.

Justo cuando estoy por asentir, sintiéndome derrotado, su voz me sorprende:

—Necesito estar un poco distanciada para poder hablarte de todo, porque si sigo sentada en tus piernas, y teniendo tu cuerpo a solo un centímetro de mí, voy a llorar a cada segundo, queriendo que me tengas abrazada y nunca terminaré de contarte todo. Va a ser muy dificil.

Aun procesando en mi mente todo lo que ha dicho, muevo mi cabeza en confirmación y la veo acercar su rostro al mío y dejar un pequeño beso en mi mejilla que me hace sonreír, antes de verla levantarse y caminar hasta postrarse frente a mí, en la silla que se encuentra en el otro extremo de la mesa y que, de todas maneras, no está lejos, porque la mesa es pequeña.

Ella aclara su garganta y lame sus labios mientras pone esa cara pensativa que tanto me gustaba disfrutar ver en la secundaria, esa que ponía cuando resolvía sus tareas, o intentaba ayudar a otros a hacerla. Juntos éramos un caso muy curioso, nos gustaba estudiar porque aprendíamos rápido y luego teníamos tiempo de sobra para quedarnos besando toda la tarde. Un día su padre nos encontró en el garaje de su casa, a punto de tener sexo. Recuerdo que Farah pensaba que era sábado y su padre tendría conferencia, como cada sábado, pero en realidad, era viernes. Habíamos salido temprano de la secundaria porque había una fuga de gas, o al menos ese fue el rumor que Ángel corrió por todos los pasillos del instituto.

Nos habíamos olvidado de todo y de todos. Incluso de Arnold, quien casi se infarta cuando nos vio a Farah y a mi casi desnudos contra el capó de uno de sus tres autos.

Farah tuvo dos semanas secuestrada en su casa.

Su padre era una buena persona, pero era demasiado estricto y por ello ambos discutían mucho.

Aun así, sé que daban su vida el uno por el otro.

Sé que Farah desearía que él estuviese aquí.

—Estaba en cuarto año, tu y yo dejábamos de estar tonteando ya. Comenzábamos a ir en serio. A pesar de que eras tímido, ya no te avergonzaba demostrar que me veías como más que una amiga, y yo no podía controlar la manera en la que me sentía atraída a ti —comienza a hablar Farah, sacándome de mis pensamientos —, En nuestro último año, antes de que explotara todo lo de la supuesta aventura entre Heikel y yo, decidimos ser novios de manera oficial. ¿Recuerdas? —Asiento, sin dejar de sonreír, al recordar esos tiempos —. Teníamos mucho miedo de ir a distintas universidades.

—Estaba dispuesto a estudiar otra carrera por ti si en la universidad a la que ibas no daban derecho. No me importaba a renunciarlo todo por ti —lo recuerdo.

—Me parecía y me sigue pareciendo estúpido y adorable.

—Suena como yo —me encojo de hombros y ella ríe, negando con su cabeza.

—Entonces, tomamos una decisión desesperada para que nuestros padres supieran de nuestro noviazgo y que de esa manera no nos separaran. A pesar de que dos meses antes mi padre casi te mata porque nos encontró juntos, a punto de tener sexo, en un garaje.

—Me dijo que primero debí presentarme, luego venían las salidas, después la aprobación y cuando finalmente te tomara, debía ser de buena manera, una respetuosa y elegante. Que te llevara a una cita y luego te propusiera matrimonio, porque sin anillo, no había futuro. Tu padre era un poco chapado a la antigua, aunque él era joven. No pasaba de los 40. En ese momento, aunque me dio miedo la palabra matrimonio, no me importaba la edad que tenía, todo lo que sabía era que me casaría contigo costase lo que costase —sus hermosas mejillas se iluminan y una sonrisa resplandeciente se asoma en los extremos de sus labios —, tu padre podía ordenarme casarme en ese momento contigo y yo lo habría hecho feliz —le aclaro.

—Lo sé.

—Pero entonces, venías tú y te lanzabas a besarme contra un árbol, cerca del lago, y me pedías toda desesperada que te tomara allí mismo. Yo siempre me debatía entre hacerte caso a ti o a tu padre, quien me decía que debía tratarte bien y llevarte a lugares lindos. Un árbol no es un lugar lindo, pero no importa el lugar, importa el recuerdo que tú y yo hemos creado juntos en ese lugar.

—Y por cosas como estas me traías a tus pies, Archer. Siempre habías sido tú…, hasta que cometimos el error de presentarnos a nuestras familias.

Mi frente se arruga en confusión.

—¿Por qué?

—Nunca te lo dije porque no le presté atención. No lo hice, hasta que explotó lo de mi supuesta infidelidad con Heikel y tu abuela mostró su rostro. Pues, resulta que, desde que nos presentamos ante nuestras familias, me llegaban cartas, amenazas, rayones en mis autos, sentía que me perseguían… era horrible. Y luego, cuando pasó todo y salí embarazada de ti, solo Heikel fue el primero en saberlo. Se lo confié a él porque descubrí una nota donde ella, Adelaida, amenazaba con arrebatarme mi futuro, si yo intentaba decirte que no te fui infiel. Para ese entonces, Adelaida no sabía de mi embarazo. Ella solo no quería que yo te rogara porque me creyeras, sabía que lo harías. Entonces, algo me llamó mucho la atención… y es que, su letra, esa letra era la misma que estaba en todas las amenazas anteriores. Siempre fue ella, tratando de separarnos a ti y a mí. Decía que mi madre era mi pilar más importante, que pensara bien las cosas antes de que me quedara sola; también que si ella no estaba con quien quería, yo menos lo estaría, porque en esta vida un Brownbear y un Silerman no estaban destinados —menciona el apellido materno de mi abuela y mi cabeza hace clic en algo que decido guardar en mi mente, sin querer interrumpirla —, tú no tenías su apellido, porque tenías el de tu abuelo, el de tu padre, pero seguías siendo un Silerman de sangre, y no te correspondía estar conmigo; también dijo que destruiría mi reputación más de lo que ya estaba con el escándalo de Heikel y yo. Estaba loca, todavía lo está.

>>Heikel no le tenía miedo a ella. Discutimos muy fuerte, porque, como te dije, sólo él sabía que yo estaba embarazada de ti, y creía que debía contarte. Sin siquiera importarle mis razones, él fue a buscarte, pero en su lugar la encontró a ella. No sé qué pasó, pero sé que fue muy fuerte, ella no se esperaba que Heikel perteneciera a una familia muy poderosa, y entonces, yo intervine, asegurándole a ella que tú no sabrías nada, pero que, a cambio, me dejara en paz. Heikel solo aceptó porque Adelaida juró matar al ser que comenzaba a desarrollarse. Entonces, se supone que, como ella me dejaría en paz, todo estaría bien, pero no fue así…

Sus manos comienzan a temblar y sus ojos se cristalizan. Aparta su mirada de mí y las lágrimas corren. Me pido a mí mismo respirar y esperar un momento. En cuanto vea que ella no puede, iré corriendo a resguardarla en mis brazos y le pediré que pare de hablar.

>>Comencé a tener pesadillas, a no comer, a no dormir, a no salir, a no caminar, a no hidratarme o ejercitarme. Me sentía muerta en vida. Lo había perdido todo en un abrir y cerrar de ojos. Heikel no sabía qué hacer, pero igual intentaba ayudarme. Traía especialistas, toda clase de médicos, estaban pendiente de mí, pero yo los alejaba, porque cada vez sentía más tu ausencia. Eras la única persona a la que había querido y a la que siempre querría y me dolía saber que no habría manera alguna de estar contigo. Entonces vino la ansiedad, las crisis, trastornos alimentarios, un día comía todo lo que se debía consumir en una semana y otra semana apenas tocaba mi plato. Lloraba acariciando mi vientre, y yo intentaba, juro que intentaba levantarme por mi bebé, pero luego tenía pesadillas donde ella regresaba y apuñalaba mi vientre y eso me enloquecía, me dejaba en vigilia por días y noche, y luego un día... comencé a sangrar.

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