14/ Es mía. Es mi hija.

26 de febrero de 2022

Archer Alarcón

—Mucho gusto —la niña estira su mano y yo la miro aturdido, pero, aun así, la tomo —. Mi nombre es Estrella Anjana Brownbear…, y soy tu hija.

—Hi… ¿Hija? —Pregunto aturdido. Ni siquiera sé qué carajos estoy balbuceando. No debería preguntar lo obvio, esa pequeña es una mini yo.

Llevo mi mirada nuevamente hacia el lugar donde se supone que debería seguir Farah, pero ella, sin embargo, comienza a alejarse, va hacia la entrada, yéndose. Mi hermano está a su lado. Su madre, Rebeka, pasa a su lado y la mira con pena, sin siquiera intentar hacerla quedarse. Sabe que su hija necesita espacio, el mismo espacio que necesito yo para pensar bien las cosas, pero mi curiosidad puede más.

Y la verdad es que…

Ahora que sé que soy su papá, no quiero ni piensa dejarla ir.

Rebeka se coloca al lado de Jezabel. La mujer tiene su rostro serio y no deja de ver por su nieta como de seguro estuvo haciéndolo todo este tiempo.

Dios, todo era tan obvio…

¿Cómo es que nunca me di cuenta?

Jezabel ahora no se está riendo, ella mira entre Darla, Estrella y yo. Al posar su mirada en mí, enarca una ceja y ladea la cabeza, cruzándose de brazos.

Es como si me dijera: ¿Qué piensas hacer? ¿Por qué carajos no reaccionas de una buena vez que quiero continuar con el chisme?

Porque es que, obviamente, todo esto lo orquestó ella y la madre de Farah, junto con la niña que sigue sosteniendo mi mano con fuerza, como si no me quisiera soltar nunca.

Solo sé que de no ser por ellas dos, yo nunca hubiese sabido la verdad. Esto no era algo que Farah planeaba decirme. Ella tan solo vino a despedirse. La conozco lo suficiente como para saber que, de ser por ella, yo jamás hubiese conocido a mi hija.

—Puedes hacerme una prueba de paternidad cuando quieras. Ahora mismo podemos ir —propone Estrella, llamando nuevamente mi atención y estando emocionada. El brillo que tienen sus ojos verdes resaltan y deslumbran demasiado.

—No necesito hacerla… —susurro.

—Archer… —escucho la voz de Darla y cierro mis ojos con fuerza. Ahora soy yo quien sujeta la mano de mi hija, y ella aprieta la mía, como si supiera que, en este momento, necesito todo el apoyo y valentía posible para lo que sea que vaya a pasar —. ¿Qué es esto? ¿Una hija? Por favor, ayúdame a entender.

—No puedo ayudarte a entender algo que ni siquiera yo entiendo, Darla. Lo siento mucho —digo con sinceridad, mirándola.

—¿Sabías que tenías una hija? —Pregunto mi futura esposa, o es muy probable que sea ex esposa, porque si mi hija decidió interrumpir justo en este momento es porque no desea que esto ocurra. Y no quiero quedar mal con Darla, pero tampoco quiero quedar en malas condiciones con mi hija, una niña de seis años que tiene mucha más consciencia de la que cualquier niña de esta edad debería tener.

—Es por eso que te estoy diciendo que ni siquiera yo lo entiendo. Me estoy enterando ahora ¿vale?

—A ver… —Estrella suspira exageradamente. Ella podrá parecerse físicamente a mí, pero su actitud y forma de ser gritan Farah por todos lados —. Mi papá no sabía que era un papá —intenta explicar, abriendo sus ojos más de lo normal y mirando únicamente a Darla, tratando de hacer un punto —. Y yo estoy aquí porque no deseo que se case contigo. No es porque seas una villana, aunque no te conozco lo suficiente como para saberlo… —entrecierra sus ojos y mira de arriba hacia abajo a Darla, luego sacude su cabeza y se encoge de hombros —, pero eso no me importa, porque todo lo que deseo es que mi papi sea feliz, y si quiere casarse contigo, puede hacerlo, así yo no esté de acuerdo, puede hacerlo…, así no me guste, puede hacerlo. Así no…

—Sí, si… Ya entendimos —Darla le da la mitad de una sonrisa y me mira fijamente.

Los flashes siguen disparándose y yo comienzo a impacientarme, más cuando siento los susurros de Aarón y Ángel detrás de mí. Están cuchicheando sobre que debería yo hacer.

—Darla… —intento hablar con ella, pero se acerca y coloca su mano sobre mi hombro.

Lo primero que noto es como Estrella se aleja un poco y mira hacia otro lado mientras cruza sus brazos. Se nota molesta. Creo que sus palabras sobre yo estando con Darla así a ella no le guste no es algo tan verdadero como lo hace creer. De repente, quiero sonreír.

Tengo una hija…

Una hija de seis años.

—No te voy a mentir, Archer. Por un momento creí que a lo mejor tú y yo sí podríamos llegar a tener una oportunidad… —Darla atrae mi atención, haciéndome mirarla con fijeza y pena —, pero la verdad es que siempre supe que no era a mí a quien amabas.

—Si te quiero, Darla.

Ella sonríe con tristeza. Sus ojos se cristalizan.

—Sí, pero querer no es amar.

—Lo intenté.

—Es que no debías hacerlo. No tienes la culpa de nada, pero solo quiero que sepas que, aunque puede que en un futuro podamos llegar a ser amigos, o conocidos, o lo que sea, en este momento necesito mucho espacio, porque superar a una persona que ha dejado las expectativas muy altas para mí, es dificil, muy dificil.

—Entiendo…

—Ahora no pierdas más tiempo y ve a conocer a tu hija. No dejes que vuelva a estar en otro lugar que no sea a tu lado —asiento, y ella se acerca más dejando un casto beso en mi mejilla.

Abro mi boca para decir algo cuando veo como una lágrima corre por su mejilla, pero la verdad es que no sé qué decir, así que cierro la boca y la dejo irse.

Escucho un suspiro y vuelvo a mirar a Estrella quien rueda sus ojos y toma mi mano una vez más.

—Por fin se fue —ella sonríe ampliamente y yo no sé cómo reaccionar —. ¿Quieres salir conmigo un momento, papi?

El aire se atora en la garganta y siento mis ojos pincharse al escuchar la palabra. Decido agacharme ante ella y tomar su otra mano, sujetándola ambas con las mías.

—¿Puedes decirlo de nuevo?

—¿Qué cosa?

—Papi. Me llamaste papá…, varias veces —susurro. Mis lágrimas son incontenibles, por lo que caen.

—Es porque eres mi papá.

—Pero yo no he estado en tu vida, apenas me estás conociendo.

Ella niega con su cabeza y suelta una de mis manos para limpiar mis lágrimas con su pequeño pulgar. Deja su mano en mi mejilla, acariciando la zona.

Nunca se sintió tan puro, real y maravilloso.

—Te he conocido desde siempre, papá. Mi mamá siempre me hablaba de ti, todas las noches antes de dormir. En algunos cuentos eras mi superhéroe, en otros eras el pirata malvado que de alguna manera se volvía bueno y terminaba con la chica, y otras veces eras un mago que cumplía todos mis deseos —me cuenta.

No sé cómo sentirme al respecto.

Farah nos arrebató seis años de nuestras vidas juntos, pero de alguna manera también se esmeró porque yo, de alguna manera, siempre estuviese con Estrella.

Necesito hablar con ella. No estoy entendiendo nada. Tampoco comprendo qué pasa conmigo. Siento que…

Quiero gritarle mil cosas.

Quiero reclamarle y reprocharle por no haberme dejado conocerla.

Entonces llevo mis manos a mi rostro y mi cuerpo se sacude debido al llanto, no puedo parar de llorar. Es como un río que sigue su curso y en el que no hay interrupción alguna de su corriente.

Siento sus manos envolver mis hombros y abrazarme.

—No llores, papi, por favor —levanto la mirada cuando escucho su voz entrecortada y me lanzo a abrazarla al notar sus ojos aguados y círculos rojos.

Nos sujetamos con fuerzas, aferrándonos el uno al otro, hasta que siento un alboroto formarse muy cerca.

Me levanto al sentir murmullos y gritos. Limpio mis ojos y por instinto llevo a mi hija detrás de mí, sujetándola con una mano, protegiéndola.

—¡Es una m*****a! ¡¿Cómo se atreve?! ¡¿De verdad cree que vamos a caer en su juego?! ¡Esta niña no es hija de mi nieto!

—Mamá, por favor, cálmate —mi padre intenta hacer entrar en razón a mi abuela y yo frunzo el ceño por lo que ocurre.

Veo a Adelaida avanzar con pasos firmes hacia mí y siento a Estrella sujetarse con fuerzas de mi pierna. Su temblor es tan palpable que siento mi cuerpo tensarse y mis vellos erizarse.

Podrá ser mi abuela, pero que ni siquiera se le ocurra tocar a mi hija.

Volteo a mirar a Aarón y él toma la mano de Estrella, llevándosela hacia atrás y veo como Ángel se mueve hacia adelante, colocándose entre mi abuela y yo.

Ella tiene un solo objetivo: no deja de mirar a la niña. La mira con odio y rencor.

—¡No me digas que te crees todo este cuento! —Me reprocha. Ángel la toma de sus brazos y ella intenta soltarse. Noto como Rebeka y Jezabel se acerca, pero levanto mi dedo índice, indicándoles que se queden dónde están.

—Es mi hija —es todo lo que respondo a la estupidez que acaba de soltar mi abuela.

—¡La acabas de conocer hace unos pocos minutos!

Ella sigue removiéndose y Ángel maldice. Mi padre se acerca para intentar llevársela, pero mi abuela no deja de estar firme y no deja de mirar de esa manera a mi hija.

Trato de cubrir a Estrella lo más que puedo. No es por miedo a que mi abuela le haga algo, porque sé que en mi presencia nadie, jamás, podrá lastimar a mi pequeña; sino porque no quiero que Estrella mire cómo, quien se supone que debería tratarla bien por ser su familia, la mira con un odio incomprensible.

—Me importa una m****a si acabo de conocerla. Es mía. Es mi hija. Y eso significa que, si das un paso más, no va a ser Ángel quien te siga deteniendo, sino yo, y no tendré compasión siquiera con mi propia sangre —lo digo lo suficientemente fuerte para que todos escuchen.

¡Me importa una m****a también si eso llega a salir en los noticieros! ¡Que lo sepa el mundo entero!

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