12/ No tuve nada con Farah Brownbear.

25 de febrero de 2022.

Archer Alarcón

Ni siquiera había acabado el almuerzo todavía. Al final, nada resultó ser como lo esperaba. Obviamente, el embarazo de Stella era algo que ya sabía. Lo supe accidentalmente. La esposa de mi mejor amigo cree que disimula bien, pero no sabe hacerlo. No aguantaba su felicidad y tocaba su vientre demás, aun cuando todavía se encuentra plano. Si las personas fuesen más atentas como yo, se habrían dado cuenta desde un principio y no hubiese habido esa pequeña celebración, puesto que ya todos lo hubiesen sabido.

Sonrío y aprieto el volante mientras manejo estando atento a la carretera. La verdad es que todo salió bien. Hubo sus momentos de incertidumbre. Ninguna celebración se considera verdadera si no pasa algo relevante, y, con relevante, me refiero a algo dramático.

Comencemos a enumerar todo. ¿Recuerdan cuándo dije que soy muy atento? Bueno, pues…

1. El trato de Jezabel con Farah. Conozco a la mujer de la que he estado enamorado por años. Ella jamás se deja amedrentar, ni tomar de brazos, ni que le digan qué hacer, hacia donde ir o qué ropa ponerse. Hoy tanto Jezabel, como Stefan hicieron todo eso con Farah.

2. La incomodidad de ella al estar en la celebración. Traté de que Darla no lo notara, pero, lamentablemente, no era algo que pudiera controlar… y es que yo no podía dejar de mirar a Farah. Noté su comportamiento cuando Stella dio la gran noticia de su embarazo.

3. La niña, esa niña que estuvo fuera de su empresa cuando Farah y yo nos quedamos encerrados. No puedo dejar de pensar en el ‘’Una niña de seis años’’, refiriéndose al dibujo que se supone que ella hizo. Ahora pongo en duda que de verdad lo haya hecho Farah… ¿No es una gran casualidad el hecho de que esa niña aparentara tener seis años?

4. Recordé. Anoche, luego de darle tantas vueltas en el asunto, recordé. Farah estuvo desaparecida dos años luego de nuestra ruptura. Cuando regresó, estaba más flaca de lo normal y le costó volverse a poner en forma, pero pareciera que, ese descanso que supuestamente se tomó en ese tiempo, antes de tomar el mando de la empresa, fue más cansancio para ella en vez de tranquilidad. Algo estuvo drenando su energía, y…

¡Dios! Odio mi mente. Odio ser tan perspicaz y tender a siempre querer unir los hilos en todo porque todos estos ítems que he colocado aquí solo me llevan a una conclusión:

Esa niña es hija de Farah. Era muy parecida a ella.

Mi piel se eriza y mi corazón late desenfrenadamente.

Una hija de Farah.

Sonrío.

Sé que es hija suya. Sé que es de Heikel. Puedo entender por qué la oculta.

Heikel no tiene una buena vida y si llegaran a enterarse que tiene una hija oculta la buscarían hasta debajo de las piedras y la matarían solo por el hecho de llevar su sangre.

Así que sí, entiendo por qué Farah ha sido así estos años. También comprendo que es probable que ella siga con él, con Heikel, y ya sabemos que lo quiere, ella misma lo admitió ese día que apareció la niña.

No estoy mal con ello.

Desearía que me hubiese elegido a mí, pero no puedo obligar a alguien que no quiere estar conmigo, a estarlo.

Envío un mensaje a la persona con la que quedé en encontrarme después del almuerzo que tenía con los futuros padres, y este me responde al toque: ‘’que bueno, yo ya estoy aquí’’.

Trago saliva con fuerzas. Este es el cierre que necesitamos Farah y yo. Dejaré las cosas en claro y me iré.

Estaciono el auto, deteniéndome en un restaurante de comida italiana. No me sorprende que haya elegido este lugar, y mucho menos que evidentes hombres atrajeados y con armas escondidas en su cintura estén merodeando el área.

Dos de ellos informan algo por un pequeño intercomunicador cuando me bajo del auto. Camino, adentrándome al lugar y asiento con mi cabeza hacia esos intimidantes hombres. Ellos no se mueven, ni siquiera hacen mueca alguna, parecen robots.

—Perdona la tardanza —exclamo, sentándome en la silla del frente.

Heikel levanta su mirada y escanea todo mi rostro, antes de que la comisura izquierda de sus labios comience a desplazarse, formando la mitad de una sonrisa. Algo es algo. Es alguien a quien le temen mucho, y aunque admito que me pone un poco inquieto porque sé los negocios turbios que hace y no quiero que me relacionen con él, no le tengo miedo.

—No pasa nada. Solo me hiciste retroceder los dos pasos que ya había dado en la escalera de mi Jet Privado. Estaba a nada de irme de acá.

—Lo siento. De haberlo sabido, no te habría pedido vernos, no sabía que te ibas pronto.

—Ya te dije que no pasa nada. Me dio mucha curiosidad lo que tenías para decirme, Alarcón. Nuestra historia no ha sido bonita. ¿Por qué se supone que estoy aquí? Que yo recuerde, tú me odias.

—Ganaste. Ella te quiere a ti y lo entendí. —Soy directo.

Una enorme carcajada resuena en todo el lugar. Él incluso se arrastra en su silla, quedando casi oculto al estar encorvado y sacudiéndose debido a los temblores que le produce la risa.

—¿De qué demonios hablas? —Logra pronunciar.

—De que he entendido que siempre he sido una piedra en el zapato de Farah. Ahora entiendo que siempre se trató de ti y una parte ilusa de mi creyó que yo tendría oportunidad alguna. Que ella me amaba y que por alguna razón absurda no podía estar conmigo, que solo buscaba excusas para alejarme, pero me quería a mí. Ahora me doy cuenta de que no es así, y me avergüenza pensar en cómo se sintió. A lo mejor nunca me dijo que estaba cansada de mi insistencia porque me tenía lastima debido a que no podría corresponderme.

—Dios mío, voy a orinarme de la risa.

—¿Necesita que lo escolte al baño, señor?

Frunce el ceño y el hombre retrocede cuando nota su mirada desquiciada.

—Como si no pudiese ir al baño por mis propios medios. —Le dice. Vuelve a voltearse a mirarme mientras señala a su guardaespaldas, el que acaba de hablar —. Acabo de imaginarlo cargándome como a esa gente a la que llevaban sobre carruajes, con elefantes y gente a su lado echándole aire con palmeras. Como que me dieron ganas de ordenarles llevarme así —comienza a reírse de sus propias palabras y ahora quien lo mira con cara de incredulidad soy yo.

—¿Te ríes de tus trabajadores? —Pregunto, con indignación.

—Me rio de ellos, de las camareras que pasan a cada rato guiñándome el ojo, creyendo que voy a follarlas, y me rio de ti. Sobre todo, de ti.

Eso me hace apretar los puños sobre la mesa.

—¿Te importa Farah? ¿Tienes algo con ella? He venido a decirte que ya no tienen que ocultar su relación. Lo entiendo, lo sé todo. Pero solo quiero advertirte que, si no la haces feliz o la dañas en lo más mínimo, te las verás conmigo. No me interesa si tienes a todo un ejército detrás de ti, te hundiré —amenazo.

—¿Tener algo con Farah? —Sigue riéndose con fuerza. Muchas personas se encuentran mirándolo y yo solo quiero irme por la vergüenza que tengo debido a su comportamiento. Parece un jodido niño de diez años.

—Sé que tienen una hija. —A la m****a todo. Ya debía decirlo, no quiero estar más aquí, y mucho menos con él, así que iré directamente al grano —. Sé que Farah y tu tienen una hija de seis años. Lo sé todo.

Su sonrisa se borra de inmediato y esta vez sonrío yo por el triunfo. Él se pone recto y vuelve a esa mirada intimidadora. Se inclina hacia adelante y pone sus manos juntas sobre la mesa.

—¿Ah, sí? ¿Y qué más sabes? Ilumíname.

—Solo quiero que no dañes a Farah y decirte que no volveré a estar en medio. Es solo eso.

Él brota un gran suspiro de sus labios.

—¡A la m****a! —Exclama de repente y lleva su rostro hasta sus manos. Toma una profunda respiración antes de ponerse completamente recto y volver a posar sus ojos en los míos —. Te voy a decir esto una sola vez, Alarcón, y espero que seas tan inteligente como dicen todos que eres, y que deduzcas todo enseguida. No volveré a repetirlo, y no me importa si me crees o no, porque yo te lo diré y me largaré de aquí.

—Bien.

—No tuve nada con Farah Brownbear, ni antes, ni ahora, y definitivamente no lo tendré en un futuro. Otra mujer me trae loco ahora, solo la quiero tener a ella y será mía, cueste lo que cueste.

—Yo los vi en la cama.

—Todavía es un misterio cómo llegamos allí, lo sigo investigando, pero no pasó nada entre ella y yo, eso puedo jurártelo.

—¿Y la niña? Sé que es hija de Farah, pero si no es tuya entonces… ¿de quién?

Mi corazón no deja de latir desesperadamente. Por alguna razón… le creo a este imbécil.

—Eso no lo sé —su espeluznante sonrisa me afirma todo lo contrario. Sí sabe de quién es, pero no va a decírmelo y yo tampoco le voy a rogar.

Por lo menos me acaba de confirmar que Farah tiene una hija. Que esa niña sí es suya.

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