12/ No tuve nada con Farah Brownbear. p2

—Buenas noches, Heikel. Perdón por haberte hecho perder el tiempo —me levanto del asiento y acomodo mi traje, él copia mi acción, pero esa estúpida sonrisa no abandona su rostro.

—Para nada, me hiciste pasar un buen rato. Tus teorías fueron muy buenas, pero repito: entre Farah y yo no hubo, ni habrá nada. Nos hicimos buenos amigos, eso no te lo niego, y esa pequeña que tiene se ha convertido en una personita muy importante para mí.

—Farah la ha criado sola…

—Sé lo que quieres preguntar, pero también sabes que no te lo diré. ¿Me permites a mi darte un consejo, Archer?

Esto como que sí me interesa. ¿Qué de bueno tendría un matón para decirme?

—Soy todo oídos —respondo.

—Deja de buscar en otras personas el cariño que no deseas que te den, porque por más que te lo den, para ti no será suficiente al no provenir de la persona correcta.

—¿Y eso qué significa? —Bufo, sin entenderlo.

—Buenas noches, Alarcón.

Heikel se va del lugar, dejándome con la mente vuelta un lío y con mis manos temblorosas.

¿Quién podría ser el padre de esa niña?

{-}

Al llegar al departamento, encuentro a Darla sentada en el mueble del living. Ella está tomando un té y ni siquiera voltea a verme cuando llego. Sigue con la mirada puesta en la pared de color gris.

—Hola, cariño —saludo.

—¿Dónde estuviste?

—Tenía una reunión con un socio —no es del todo mentira, excepto en la parte de que ese hombre y yo somos socios.

—Dijiste que a partir de hoy estarías libre hasta el próximo viernes. Toda una semana para nosotros…

—Sé lo que dije, pero…

—¿Es por el caso de Farah? Luego fuiste con ella… ¿verdad? —Pregunta. Estira su mano y toma la copa de champagne que se encuentra en la mesita que está a su lado, puedo ver una botella vacía y otra a su lado que ya está llegando a la mitad. Por lo menos es champagne y no algo peor.

—No fui con Farah. Te lo juro.

—¿Debo seguir creyendo en tus juramentos? ¿En tus promesas? —Lleva la copa a sus labios y bebe un largo trago.

Suspiro y prácticamente me arrastro hasta ella. Decido sentarme en el mueble que está a su lado y miro hacia la nada, tal cual como lo hacía ella desde antes de que yo llegara.

Nos debíamos esta conversación. Es mejor si ocurre ahora.

—Yo te quiero, Darla. Lo sabes. Si estoy contigo, es porque quiero estarlo.

Mentiroso.

Sí, soy un mentiroso.

Yo sí la quiero. Pero de Farah haberme correspondido, de yo haber tenido la oportunidad de estar con ella, no me encontraría a un día de casarme con la mujer que está a mi lado.

—Ya no sé qué creer. Llamé a Aarón. Ni siquiera fuiste a tu despedida de soltero. Más la disfrutó Ángel que tú.

—Sabes que no me gustan esas cosas —me excuso —. Además, Ángel había contratado modelos, bailarinas y había organizado todo un evento exótico, y soy de los que piensa que es estúpido que todavía existan las despedidas de solteros porque opino que los prometidos toman eso como excusa para ser infieles sin remordimiento alguno.

—Pues, si te sabes controlar, podrías disfrutar de bailes sexys sin tener que tocarlas o… ¡Olvídalo! Tienes razón. No quiero imaginarlo. Te mataría.

Ambos sonreímos y me atrevo a cambiarme de mueble, yendo hacia el suyo. Tomo sus manos entre las mías y ella las aprieta.

—Faltan pocas horas para casarnos, Archer. Te quiero mucho y quiero lo mejor para ti. Antes que ser una novia o esposa, soy tu amiga. Y no negaré que va a dolerme si aquí acaba todo, pero voy a entenderlo. Porque solo importa tu felicidad. Eres un gran hombre y mereces lo mejor.

—Tú también eres una gran mujer, y mereces lo mejor, Darla.

—Entonces si ambos merecemos lo mejor, si ambos merecemos ser felices… Dime… ¿Qué pasará con nosotros?

Tomo una profunda bocanada de aire. Aún tengo mucho en qué trabajar para que esta relación funcione al cien por ciento, y el hecho de que todavía tenga a Farah clavada en mi corazón dificulta el que ese trabajo lo pueda hacer bien, pero, también es cierto que han pasado años en los que mi vida a girado en torno a Farah, y eso ya no es justo. Necesito liberarme. Liberarnos.

Ya no más Farah.

Tomaré sus palabras. Esas que me dijo cuándo nos quedamos encerrados en el archivero.

Darla es la chica para mí. Voy a llegar a quererla tanto más de lo que quiero a Farah, así sea algo que crea imposible. Va a suceder. Solo tengo que creer y actuar porque las cosas no llegan solas.

—Pasará que mañana nos casaremos, en la noche tendremos la fiesta de casados, luego el domingo la celebración en el hotel más lujoso del mundo, cortesía de Ángel… —eso la hace sonreír. Su mirada se ilumina y mi corazón se calienta. No quiero que salga lastimada, ella se ha vuelto muy importante para mí. Haré todo lo que esté a mi alcance para que funcione. Va a funcionar —. Y, por último, tenemos un viaje el lunes de cuatro días, porque lamentablemente, el día viernes tengo una reunión importante. Ni siquiera el dueño de la empresa puede cancelarla.

—Suena como a un buen plan… —susurra, emocionada.

Ella se inclina y termina recostándose en mi pecho. La acurruco entre mis brazos y acaricio su cabello, pero miro a la nada todavía.

Darla se queda dormida y la llevo a mi habitación.

Luego de tanto dar vueltas decido enviarle un mensaje a Farah.

Es el último.

Ya no más estar estancado.

{-}

Farah Brownbear.

—¡Hasta luego, tío Stefan! —La vocecita chillona de mi pequeña hija resuena en todo el auto.

Al final, y luego de toda la insistencia de Stefan, tuve que realizar una video llamada con mi madre para que él pudiera ver a su sobrina, por lo menos, a través de una pantalla.

Él le prometió ir a verla la semana que viene. Planearon juegos de mesas, vestirse de príncipe y princesa, salir a ver pelis y comer muchas chucherías. En eso último no estuve muy de acuerdo, pero lo dejaré pasar solo porque es la primera vez que se verán y disfrutarán el uno del otro.

Una cosa que me preocupó fue el hecho de que todavía estuviesen en el aeropuerto de New York. Parece que hubo un retraso con el vuelo y ya en unos minutos subirán al avión, al cual debieron de haber subido hace cinco horas.

—Ella es una increíble mezcla de ustedes…

—Sí…

Lo sé. Estrella sacó mucho de su padre y de mí. Tanto en lo físico, como en su forma de ser. En ocasiones puede ser fría y dar el miedo que yo le dio a mis empleados, y otras veces se parece tanto a su padre por lo compasiva, cariñosa y buena que es.

—Me enteré hace un año…

—¿Por qué no dijiste nada?

—Era mejor si no tomaba acción alguna. Mi abuela me tiene en la mira, no por las mismas razones que a ti, pero supongo que tuvo sus sospechas.

—¿Por qué?

—Lo supe accidentalmente. Yo salí a tomar y enloquecer la noche en la que debería estar celebrando mi primer aniversario de casado, pero la verdad es que a puertas cerradas mi esposa y yo solo tenemos el título de esposos, en la vida real, ni siquiera nos tocamos o dirigimos la palabra. Así ha sido siempre.

—Lo siento… —le digo.

—Pero yo no lo siento —sonrío cuando lo veo hacerlo.

—¿Entonces…?

—No nos amamos. Llegamos a un acuerdo en que actuaremos frente al mundo, pero en realidad no seremos nada.

—¿Cuál vendría siendo el problema?

—De alguna manera, mi abuela lo supo. Ella me humilló y maltrató porque su plan de casarme con una mujer y obligarme a que dejara de mirar a algunos hombres con ganas, fracasaron. No sé cómo, pero ella sabía de mis gustos incluso antes de yo mismo saberlo. Y entonces, mandó a golpear hasta casi matar a mi mejor amigo, frente a mí. Él no lo sabía porque siempre estuvo con una bolsa negra de tela puesta sobre su cabeza, y ella y yo estábamos en una habitación al lado, lo veía a través de una pared de cristal. Lo obligaron a irse a otro país y nunca más supe de él. Ni siquiera sé si mi abuela cumplió su promesa y sigue vivo y tampoco puedo investigar porque ella lo sabría. Tiene fuertes conexiones y se entera de todo, por eso descubrió que el año pasado, cuando le dije que no podría celebrar con ellos mi aniversario y que viajaría por cuestiones de negocios, yo estuve en Los Ángeles. Tiene monitoreados a cada miembro de su familia.

—Entonces en estos momentos debe saber que estamos aquí, hablando.

—Sí. Es probable.

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