Hanna es una atractiva estudiante de medicina, que tiene a su cargo a su hermana de ocho años Mia, tras la muerte de su madre hace ya dos años, ella es su única familia, su todo. Para poder mantenerla a ambas, de día, estudia medicina, pero por la noche hace de acompañante en una agencia de hombres millonarios. Dentro de sus normas, está la máxima, de no tener sexo con sus clientes, además ella tiene novio. Por otro lado, Roy William Miller, es el CEO, tras su padre, Norman Miller, retirarse el año anterior, lleva la dirección del Grupo Miller, aunque comparte sus acciones con sus hermanos y hermanas, entre ellas está su melliza Alian. La razón por la que trasladó a la sede central de Miller en Londres es porque quería estar cerca de su hermana, ya que no se fiaba del marido de ella, nunca le había gustado. Una noche descubre a su cuñado con otra mujer, una atractiva y deseable mujer que despierta su interés, al igual que su irá. Aunque esta última empeoró al descubrir que esa preciosidad es únicamente una acompañante, una mujer que se vende por dinero. Pero tres cosas suceden al mismo tiempo que lo cambia todo. Lo primero Mia, la hermana de Hanna, sufre un accidente, que necesita de una operación y una rehabilitación muy larga. Segundo descubre que su novio la engaña, por último, Roy la salva de los abusos de unos sus clientes, pero el cliente consigue que la despidan. Sólo le queda aceptar la propuesta del maldito CEO de ser su amante por un año, sin ninguna restricción por su parte, excepto la de enamorarse. ¿Qué sucederá? Ven a leer una de las historias de los mellizos de "La noche que te convertiste en la madre de mis hijos".
Leer másHanna. -“Bueno señora Miller, ¿estudio las pruebas de escáner en la facultad?”- Me preguntó el doctor haciendo que lo mirara mientras, el realizaba la prueba, y Roy me daba la mano. -“Si claro, termino este año.”- le dije segura. -“Bien, ¿me puede decir que ve ahí?.”- me dijo el doctor moviendo el monitor del escáner hacia mí. Por un segundo pude detectar el pequeño bulto que se desarrollaba en mi vientre, que ahora no sería más pequeño que una judía o menos. -“¿Están bien las dimensiones verdad?”- le pregunté emocionada mientras sentía que Roy me apretaba la mano, mientras no apartaba la mirada de la pantalla. - “Si esta perfecto, para su periodo de gestación, ¿pero no ve nada más?”- me dijo, y yo miré más a conciencia, la verdad era que no veía nada. - “No”- pregunté asustándome. - “¿Habría algún problema con el bebé?”- pensé. Roy a mi lado se movió inquieto. Él también estaba nervioso. - “Le daré otra pista.”- dijo el médico poniendo el audio del latido del corazón del b
Hanna. La pregunta directa de Mia tuvo dos reacciones muy destacables, la primera fue la carcajada estrepitosa, ruidosa y totalmente sincera de un Alfaque miraba a mi hermana como adorándola. La segunda fue los síntomas más que evidentes de mi ahogo, por la saliva que se había colado por el camino equivocado, ante la vergüenza que esa niñata me hacía pasar, mientras trataba de no morir ahogada. - ¡Mia, por dios! Metete en tus cosas, niñata.”- le dije una vez había recuperado el habla. Pero una tónica que se iba a estableces de aquí en adelante, se inició en ese mismo momento, entre esos dos. Esta tónica se basa en que, cuando Roy y Mia hablaban, el resto del mundo sobraba. Además, de que, por lo visto esos dos eran muy sinceros y directos, el uno con el otro. - “Tan pronto como convenza a tu hermana, pero creo que, con esta pregunta, según tengo entendido por mis hermanas pequeñas, matas el romanticismo.”- dijo Roy habiendo que yo lo mirara, y volviera ahogarme. - “Pero ¿Qué demo
Roy. No había entrado al vestíbulo de colegio cuando yo ya oía los gritos y los llantos desde el exterior, sin pensarlo subí la escaleras que llevaban al vestíbulo para encontrarme, una escena que lo único que consiguió fue que mi instinto natural, el de protección de los míos, se activara aun nivel que ni yo creía que pudiera pasar. Frente a mí, a la mitad de escalera, estaba Mia, sentada llorando desconsolada, mientras trataba de subirse uno a uno sentándose en ellos. Delante de ella, y dándome la espalda, el director, junto a dos responsables de seguridad, la miraba gritándole, diciéndole palabras que ninguna niña de nueve años debería de oir, mientras que, entre las balaustradas de la barandilla del primer piso, algunos niños miraban escondidos la escena junto a algunos maestros. En algunos sólo se veía miedo y horror, pero otros, con una sonrisa de burla en sus labios, se divertían mirando abiertamente. Estos últimos debían de ser lo hijos de la elite para la que ese cerdo pret
Roy.No me costó nada convencer al director de que aceptara Mia, solo tuve que decirle mi nombre a su secretaria, y también le dejé claro que no quería que se repitiera más un incidente así, y que el pago del colegio se pasaría a mi cuenta, cualquier valor o cosa que Mia necesitara se me debía comunicar personalmente a través de mi asistente, no a Hanna. El director se mostró solicito, y encantador, como buen lameculos que era, accediendo a todas mis condicionesPero yo no me quedé tranquilo, algo me decía que ese gilipollas era un lobo con piel de cordero, así que al salir del despacho del director miré a la secretaria, me había dado cuenta de que, a esa mujer de cuarenta años, no le gustaba mucho su jefe, según la información que tenía en el coche, había sido la secretaria del antiguo director, que incluso había sido director del colegio cuando Hanna había estudiado allí, pero tras el cambio de director, no le había quedado de otra que de seguir a las órdenes del nuevo director.- “
Roy. Miré mi reloj, últimamente hacía mucho eso, era mi forma de contabilizar los minutos y segundos que pasaban desde que Scarlet había vuelto a casa y no estaba mi lado, lo pensaba hacer hasta que por fin nos reuniremos, y poder así arreglar lo nuestro, o romperlo del todo, esperaba que no fuera así, y que lo que me decía mi hermana, y su amiga Beatriz fuera cierto, esa mujer me amaba. Exactamente, pasó cuatro mil ochocientos sesenta minutos, doscientos noventa y un mil seiscientos segundos, traducido en tiempo real, tres días y nueve horas, así de obsesionado estaba con la llegada de la mujer que amo, y mi tiempo de espera para acercarme a ella era peor castigo que un hombre como yo, acostumbrado a la inmediatez de las cosas, podía pasar. Había tenido que ceder, algo incomprensible en mi forma de ser, como os he dicho soy más de acción, la paciencia no es mi fuerte. Pero ante la petición de las mejores amigas de la bruja, mi hermana Ailan, y la señorita Beatriz Walter, incluso
Narrador. - “Roy William Miller, dime que has hecho algo para localizar a…”- la voz de Ailan se cortó, en el mismo momento que entró en el despacho de su hermano, y lo vio sentado en su silla, mientras frente a él, sentada sobre la mesa de su despacho, con toda la libertad, una rubia despampanante con ojos verdes con un traje ajustado, de lana verde corto y hasta la rodilla, con unas botas altas y unas medias negras, una maldita bella durmiente de libro, le sonreía. - “¿Qué ocurre aquí? ¿No le estarás poniendo lo cuernos a Hanna? ¿verdad? Porque yo te mato, Arturo.”- dijo Ailan mirando a su hermano con fuego azulado en los ojos. Roy miró a su hermana con fastidio, estaba muy interesado en la conversación que tenía con Beatriz Walter, sobre los avances que habían hecho con la casa, y el colegio de Mia, para que tuviera que intervenir su maldita hermana en ese momento. - “Tu debes ser Ailan, Hanna me ha hablado mucho de ti.”- dijo Bea sonriendo a la atractiva mujer que tenía delan
- “¿Otra vez no quieres comer Hanna? Llevamos dos días de viaje, y sólo comes naranjas, limonada, algunos frutos secos y algunas galletas de agua. ¿Te sientes mal?”- me preguntó Mia. La verdad es que desde hacía días no tenía mucho apetito, y en ocasiones me provocaban nauseas, en un principio pensé que había cogido un virus, incluso pensé en aplazar el viaje, pero ya llevaba bastante tarde a mis clases, y Mia quería reincorporarse lo antes posible a las suyas. - “Tengo algo de nauseas, desde que se me pasen comeré bien, te lo prometo, voy a llamar a Bea para ver si ya nos ha encontrado casa, ya que llegaremos mañana, y debemos ver donde nos vamos a alojar, además estoy interesada en saber si me cogió la cita con el director del colegio para te reincorpores lo antes posible, termina de comer, ahora vuelvo.”- le dije levantándome de la mesa de restaurante de carretera donde habíamos parado a comer. Salí del restaurante, aunque hacía un poco de frio, era enero y aun había bastante ni
Narrador. Gordon decidió ignorar, como siempre, todos los comentarios de carácter sexual, que esa mujer le dirigía. Y con un nuevo suspiro entró en el despacho de su jefe, con el teléfono en el mundo lejos de su oreja para no oir tentadoras palabras de la rubia. Su jefe, Roy William Miller, estaba imbuido como este último mes, entre los contratos y los proyectos del grupo, para así no pensar en la mujer que lo tenía así. Esta era otras de las razones por las que el asistente se negaba dejarse seducir por una mujer, si era así como te quedaba después de que esos seres peligrosos entraran en tu corazón, prefería ser un soltero toda su vida. - “Señor la señorita Walter quiere hablar con, usted hay noticia de la señorita Müller.”- le dijo el asistente poniendo el manos libres de su móvil. –“Señorita Walter el señor Miller la está escuchando.”- repitió el eficiente asistente. Alegrándose que delante de su jefe la rubia se tuviera que controlar. Que equivocado que estaba el pobre. - “R
Narrador. Según termino de hablar con su mejor amiga Beatriz Walter, sonrió sin poder evitarlo, quería a Hanna y a su hermana como si fueran su propia familia. La rubia descarada, no tenía familia, había crecido en un orfanato de Exeter, al sur oeste de Inglaterra, se hizo modelo de publicidad, para ganarse la vida, y como una forma de estar cerca de los que verdaderamente le gustaba, que era el estilismo y el diseño. No era una top model, más bien una modelo del montón, por eso se unió a la agencia de acompañantes, y así poder conseguir influencias, además de más ingresos. Fue allí, gracias a la Madame, que se le ofreció una oportunidad para explorar sus dotes, y su talento, como estilista, organizando el vestuario, el maquillaje y los complementos que deben llevar los acompañantes para sus citas de trabajo. El día que Hanna entró a la empresa para hacer la entrevista, fue Bea, quien vio en ella un diamante en bruto, una belleza exótica, con un enorme corazón, e insistió a la Mada