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Capítulo III. Estereotipos que marcan parte 2.

Hanna. 

- "Y bien señor Patel, ¿Qué es lo que hace aquí?, por lo que he podido observar, no se siente verdaderamente a gusto."- le dije, sonriendo, mientras veía como sus ojos se dirigían a mis labios, con una mirada intensa, que me incomodó. 

- "Mi novia tenía que asistir, y me pidió que la acompañara, pero ahora esta reunida con algunos de sus clientes, y tú, Hanna ¿qué hace una preciosa mujer como tú, entre tantos empresarios aburridos?."- me dijo sin apartar sus ojos de mi cuerpo, como recreándose en él. 

Una de las cosas que me ha enseñado este trabajo es a identificar cuando un cliente, te solicita para que lo acompañes, o cuando piensa que, además, tendrá derecho a un regalo al final. Walter Patel era de los últimos, no era del tipo fiel, que digamos, ya que me comía con los ojos, mientras su novia estaba reunida. 

No era feo, la verdad, podría decirse que era de los hombres más atractivos del salón, de ojos verdes, pelo oscuro, era alto, y se notaba que hacía deporte, que lo mantenía en forma, ya que el esmoquin le sentaba muy bien, este último no era de marca, pero tampoco era barato. 

-"Estoy contratada, para hacer de relaciones públicas, y hacer que todos se diviertan, nos contrató el hotel para animar la fiesta"- le dije sonriendo mientras miraba a la sala buscando una forma de alejarme de él. 

Cada minuto que pasaba, la manera de mirarme de ese hombre, como si fuera un regalo de Navidad que quería desenvolver con rapidez, y como fuera, me ponía nerviosa. No era estúpida, ese hombre me deseaba, y lo mejor de todo, ni había contemplado que su novia estaba allí. Me dio pena esa mujer, si por un simple saludo, Walter se comportaba así, ni quería imaginar cómo sería, si había algo más que saludarlo. 

- "Y ¿quieres animarme esta noche, preciosa?, yo podría darte algunas calientes y deseables ideas."- dijo el estúpido Patel, acercándose a mí, y acariciándome el hombro, mientras yo trataba de apartarme de él. 

- "¡Mierda, otro inocente corderito, que se transforma en lobo!"- pensé, mientras iba a responderle, donde se podía meter sus ideas, pero una voz profunda y magnética, me hizo tragarme mis palabras. 

-"¿Y se puede saber Patel, que ideas tienes con tu amiguita de turno?"- al gírame, sentí como si me golpeara contra una pared que ni esperaba, el hombre más atractivo de la fiesta, y de todas las fiestas que había asistido desde que recuerdo. 

Pero también el lobo más feroz de todos, el alfa de la manada, y el más peligroso. Por unos segundos nuestros ojos se encontraron, y el impacto de esos ojos azules, que destilaban hielo frio, me robaron el aliento, mi mente friki se activó, y me imagine, a mí misma, como si estuviera en un manga, donde yo era una m*****a virgen que era entregada sumisamente, para ser sacrificada por el dios del hielo.

Si no llega a hablar que la mujer que lo acompañaba no hubiera podido salir del trance en el que me encontraba metida. Al mirar a mi salvadora, puede ver que era casi una copia exacta del dios del hielo, pero en femenino, pero su hielo era cálido, como un atardecer en la nieve. Era una tentadora diosa de hielo, que podía congelarte el alma a un hombre, y robarle el corazón con su calor. 

- "¿Qué haces aquí, Walter?, ¿No se suponía que estabas de en la oficina? ¿y por qué te ofreces para animar a tu amiga?, ¿Has olvidado que estas casado?"- dijo la preciosidad de ojos azules, y cuerpo de sirena devoradora de hombres. 

- "Vaya, al parecer el lobo, tiene que explicar muchas cosas, novia, esposa, y animador sexual, esta noche se le va a hacer larga a Walter Patel."- pensé. 

Decidí alejarme de ellos, que se quedaran con sus problemas, pero no me sería tan fácil, por lo menos no de uno de ellos.

- "Si me disculpan, tengo que seguir con mi trabajo, señores Walter, desc.…"- dije al principio muy segura, pero al mirar al dios de hielo, se me trabó la lengua, así que emprendí mi retirada sin acabar la frase. 

Mi huida estrategia se había iniciado medianamente bien, o eso creía yo hasta que, cuando ya estaba a unos metros de distancia del inesperado encuentro entre ese matrimonio, esa m*****a profunda y magnética voz, se volvió a oir a mi espalda, muy cerca de mí, demasiado.

- "Creo que no nos hemos presentado debidamente, señorita ..."- me dijo esperando que yo acabara la frase.

- "Piensa rápido Hanna, invéntate un nombre, y sal de esto, pero ya."- pensé, sin girarme para mirarlo. 

No entendía mi nerviosismo, y por qué intentaba desesperadamente no mirar a ese hombre a la cara, quizás fuera porque mi m*****a imaginación friki, había hecho que, ese ejemplo de lo mejor que puede hacer la genética por un ser humano se transformara, en mi mente, en un perfecto ejemplar para una de mis más alucinantes frikifantasías.

Pero que queréis, tengo sangre en las venas, además de hormonas femeninas muy sanas. Y todo hay que decirlo, ese hombre esta para echar mucha nata y sirope de chocolate caliente sobre esa perfección genética de cuerpo que posee, y luego devorarlo poco a poco, y con deleite. 

- "Ha....Hann... Hanna"- dije y nada más oírme hablar, como si hubiera corrido una maratón, decidí que me autocastigaría en cuanto llegara a casa, de la forma más cruel. 

- "Un mes sin manga, dulces, ni anime, y menos aún esas novelas mangas románticas tan sexualizadas y pervertidas, Hanna Müller, y ni un día menos."- me dije golpeándome mentalmente, por a ver dicho mi nombre verdadero, mi cerebro había dejado de funcionar, seguro. 

Gracias a dios todo mi atontamiento por ese hombre se borró, cuando él volvió a abrir la boca, había oído hablar del dicho que los hombres bellos, sólo eran eso, bellos, hasta ahora no lo había creído, tengo amigos y compañeros, muy guapos, pero que tienen un alto nivel de inteligencia de varios tipos. Al parecer este no era el caso. 

- "Bien Hanna, ¿Cuánto me costaría que te alejaras de él? Tienes aquí más clientes donde elegir, incluso yo podría ofrecerte un buen precio. ¿Qué te parece mil libras por una noche?"- me dijo haciendo que pudiera mirarlo a la cara, para ver si había escuchado bien. 

No era la primera vez que confundían que yo fuera acompañante, con que ejerciera otro tipo de servicios, siempre los despachaba de forma elegante, pero rotunda. Pero algo me pasó al mirar a ese idiota. La sonrisa irónica, y el brillo de esos ojos azules sólo hacían que la ira se me acrecentara. Fue como cuando una fantasía se te vuelve pesadilla, lo bonito se vuelve feo, como recibir el veneno y el antídoto, con pocos minutos de diferencia. 

Me acerqué a él con una sonrisa seductora en los labios, acariciándole la chaqueta del esmoquin, donde mis manos hacían seductores círculos imaginarios. Mientras, él mantenía esa mirada, y esa sonrisa de suficiencia, esas del que siempre consigue lo que quiere. Había visto muchas veces esa mirada, en estos casi dos años, pero en él, me resultaba inaceptable. 

- "Te costaría, algo muy simple, guapo... muérete y rencárnate en un precioso, y dulce perrito, sólo así podrías dormir en mi cama, como mi animal de compañía, de resto, gilipollas, trágate tu dinero."- le dije apartándome de él, mientras él me miraba con ira y decisión, mientras me veía alejarme de él. 

Ese fue lo que provocó que mi vida cambiara, que me surgiera, por primera vez, un enemigo, y el más peligroso de todos, pero eso era algo que yo no sabía, aunque pronto lo iba a descubrir, y los enfrentamientos serían encarnizados. 

   

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