Narrador. - “Roy William Miller, dime que has hecho algo para localizar a…”- la voz de Ailan se cortó, en el mismo momento que entró en el despacho de su hermano, y lo vio sentado en su silla, mientras frente a él, sentada sobre la mesa de su despacho, con toda la libertad, una rubia despampanante con ojos verdes con un traje ajustado, de lana verde corto y hasta la rodilla, con unas botas altas y unas medias negras, una maldita bella durmiente de libro, le sonreía. - “¿Qué ocurre aquí? ¿No le estarás poniendo lo cuernos a Hanna? ¿verdad? Porque yo te mato, Arturo.”- dijo Ailan mirando a su hermano con fuego azulado en los ojos. Roy miró a su hermana con fastidio, estaba muy interesado en la conversación que tenía con Beatriz Walter, sobre los avances que habían hecho con la casa, y el colegio de Mia, para que tuviera que intervenir su maldita hermana en ese momento. - “Tu debes ser Ailan, Hanna me ha hablado mucho de ti.”- dijo Bea sonriendo a la atractiva mujer que tenía delan
Roy. Miré mi reloj, últimamente hacía mucho eso, era mi forma de contabilizar los minutos y segundos que pasaban desde que Scarlet había vuelto a casa y no estaba mi lado, lo pensaba hacer hasta que por fin nos reuniremos, y poder así arreglar lo nuestro, o romperlo del todo, esperaba que no fuera así, y que lo que me decía mi hermana, y su amiga Beatriz fuera cierto, esa mujer me amaba. Exactamente, pasó cuatro mil ochocientos sesenta minutos, doscientos noventa y un mil seiscientos segundos, traducido en tiempo real, tres días y nueve horas, así de obsesionado estaba con la llegada de la mujer que amo, y mi tiempo de espera para acercarme a ella era peor castigo que un hombre como yo, acostumbrado a la inmediatez de las cosas, podía pasar. Había tenido que ceder, algo incomprensible en mi forma de ser, como os he dicho soy más de acción, la paciencia no es mi fuerte. Pero ante la petición de las mejores amigas de la bruja, mi hermana Ailan, y la señorita Beatriz Walter, incluso
Roy.No me costó nada convencer al director de que aceptara Mia, solo tuve que decirle mi nombre a su secretaria, y también le dejé claro que no quería que se repitiera más un incidente así, y que el pago del colegio se pasaría a mi cuenta, cualquier valor o cosa que Mia necesitara se me debía comunicar personalmente a través de mi asistente, no a Hanna. El director se mostró solicito, y encantador, como buen lameculos que era, accediendo a todas mis condicionesPero yo no me quedé tranquilo, algo me decía que ese gilipollas era un lobo con piel de cordero, así que al salir del despacho del director miré a la secretaria, me había dado cuenta de que, a esa mujer de cuarenta años, no le gustaba mucho su jefe, según la información que tenía en el coche, había sido la secretaria del antiguo director, que incluso había sido director del colegio cuando Hanna había estudiado allí, pero tras el cambio de director, no le había quedado de otra que de seguir a las órdenes del nuevo director.- “
Roy. No había entrado al vestíbulo de colegio cuando yo ya oía los gritos y los llantos desde el exterior, sin pensarlo subí la escaleras que llevaban al vestíbulo para encontrarme, una escena que lo único que consiguió fue que mi instinto natural, el de protección de los míos, se activara aun nivel que ni yo creía que pudiera pasar. Frente a mí, a la mitad de escalera, estaba Mia, sentada llorando desconsolada, mientras trataba de subirse uno a uno sentándose en ellos. Delante de ella, y dándome la espalda, el director, junto a dos responsables de seguridad, la miraba gritándole, diciéndole palabras que ninguna niña de nueve años debería de oir, mientras que, entre las balaustradas de la barandilla del primer piso, algunos niños miraban escondidos la escena junto a algunos maestros. En algunos sólo se veía miedo y horror, pero otros, con una sonrisa de burla en sus labios, se divertían mirando abiertamente. Estos últimos debían de ser lo hijos de la elite para la que ese cerdo pret
Hanna. La pregunta directa de Mia tuvo dos reacciones muy destacables, la primera fue la carcajada estrepitosa, ruidosa y totalmente sincera de un Alfaque miraba a mi hermana como adorándola. La segunda fue los síntomas más que evidentes de mi ahogo, por la saliva que se había colado por el camino equivocado, ante la vergüenza que esa niñata me hacía pasar, mientras trataba de no morir ahogada. - ¡Mia, por dios! Metete en tus cosas, niñata.”- le dije una vez había recuperado el habla. Pero una tónica que se iba a estableces de aquí en adelante, se inició en ese mismo momento, entre esos dos. Esta tónica se basa en que, cuando Roy y Mia hablaban, el resto del mundo sobraba. Además, de que, por lo visto esos dos eran muy sinceros y directos, el uno con el otro. - “Tan pronto como convenza a tu hermana, pero creo que, con esta pregunta, según tengo entendido por mis hermanas pequeñas, matas el romanticismo.”- dijo Roy habiendo que yo lo mirara, y volviera ahogarme. - “Pero ¿Qué demo
Hanna. -“Bueno señora Miller, ¿estudio las pruebas de escáner en la facultad?”- Me preguntó el doctor haciendo que lo mirara mientras, el realizaba la prueba, y Roy me daba la mano. -“Si claro, termino este año.”- le dije segura. -“Bien, ¿me puede decir que ve ahí?.”- me dijo el doctor moviendo el monitor del escáner hacia mí. Por un segundo pude detectar el pequeño bulto que se desarrollaba en mi vientre, que ahora no sería más pequeño que una judía o menos. -“¿Están bien las dimensiones verdad?”- le pregunté emocionada mientras sentía que Roy me apretaba la mano, mientras no apartaba la mirada de la pantalla. - “Si esta perfecto, para su periodo de gestación, ¿pero no ve nada más?”- me dijo, y yo miré más a conciencia, la verdad era que no veía nada. - “No”- pregunté asustándome. - “¿Habría algún problema con el bebé?”- pensé. Roy a mi lado se movió inquieto. Él también estaba nervioso. - “Le daré otra pista.”- dijo el médico poniendo el audio del latido del corazón del b
Hanna Müler. Salí corriendo del hospital, donde estaba haciendo las prácticas de ultimo años de carrera antes de la especialidad. Suelo ser una persona muy previsora, me gusta gestionarme mis tiempos para dedicarlo, sobre todo, a mi hermana Mía de ocho años, pero esta vez Madame Flynn Lee no me dio casi tiempo para prepararme. Por lo visto esta noche teníamos un servicio urgente, varios millonarios habían llegado a la ciudad para una convención de hoteleros y necesitaban compañía para asistir a diferentes eventos. Se suponía que descansaba este fin de semana, pero por lo visto no era así. Miré el reloj en mi muñeca, tenía todavía dos horas para llegar a casa, dar de comer a Mia, avisar a la señora Hollman, para qué anoche se quedará con mi hermana, y prepararme para estar lo suficientemente atractiva, para asistir a la convención que se iba a celebrar en el Gran Hotel Miller Continental, daba gracia que Beatriz me recogiera, o sino no sabía de donde iba a sacar el tiempo. Habíamos
Roy. - "¡Roy William Miller! ¿Cómo se te ocurre no cogerle el teléfono a tu madre?, y ni se te ocurra colgarme, porque sabes de lo que soy capaz."- la voz de mi madre me paralizó, mientras leía el informe que me acaban de entregar para firmar mientras miraba ceñudo a mi asistente Fletcher. Había intentado ignorar las llamadas de señora Miller, la diosa y señora de todo nuestro reino, nos son mis palabras, son las palabras de mi padre, que después de veintitantos años casados, seguía enamorado de esa mujer como el primer día, pero como veis, mi madre siempre tiene recursos para salirse con la suya, así que, ante la ofensa que era para ella, que su hijo mayor la ignorara, como si eso fuera posible, llamó a mi asistente, que por desgracia, y porque podría peligrar su trabajo, si mi padre se enteraba que habían ignorado a su diosa, tuvo que cogerlo. Todo esto del amor de mis padres, su gran historia de amor era verdaderamente mi problema, o más bien el culpable que yo tuviera que despl