Hanna.
Cuando llegamos al Gran Hotel Miller Continental, ya no esperaba nuestra Madame, en la habitación asignada para cambiarnos, maquillarnos o retocarlos, si fuera preciso, si hubiera algún accidente, que solía ocurrir con más frecuencia de lo que creéis. Siempre que asistíamos a un evento así, sobre todo si somos varios, quién nos contrataba, en este caso el hotel, nos asigna siempre una habitación para que las damas o los caballeros de acompañantes, tuviéramos un sitio donde descansar y arreglarnos.
Nuestra misión principal, había cambiado, no iríamos a un cliente determinado, más bien íbamos a embellecer, como un ornamento más el evento que se iba a producir. Muchas personas piensan que una dama de acompañante es lo mismo que una prostituta, o que un caballero acompañante, es lo mismo que un boy sexual, pero nada más lejos de esta explicación. Por lo menos en la empresa que yo trabajo, servimos de acompañante, de ornamento, para ayudar a una a un cliente tremendamente tímido, con problemas para relacionarse, e incluso para acompañar esposas, o maridos, en el momento en que su pareja se encuentra haciendo negocios, en ese mismo hotel. Se sorprenderían al saber cuántas eminencias, en ciencia, tecnología, medicina, matemáticas, nos contratan para que los acompañemos a diferentes eventos sociales, a los que ellos no están acostumbrados.
Entre mis clientes fijos, suelo tener hasta tres matrimonios, como por ejemplo el caso del matrimonio Miyamoto. El señor Miyamoto es una persona que habla muy bien el inglés, pero su matrimonio es un matrimonio tradicional japonés, con lo cual, por el contrario, su esposa no habla ningún otro no idioma que el suyo, es por eso, que suelo ser la elegida, para esta pareja, e incluso hemos trabado una gran amistad.
Aprendí japonés, gracias a mi gran oculto secreto, y es que soy, y no me juzguéis por ello, una m*****a friki mangaka de libro. Desde mi adolescencia, siempre ha adorado la cultura japonesa, pero, sobre todo, su literatura y su música, soy devoradora de manga y anime.
Tuve mis periodos, otaku, cuando vivían mis padres, solía ir a convenciones disfrazada de mis personajes de manga favoritos, pero eso ocurrió en mi época de adolescente, y guardo esos foros, como ocultos secretos, no me avergüenzo, pero tampoco es que lo vaya enseñando, y más ahora que, Mía está a mi cargo. Como siempre he dicho, fui una niña privilegiada hasta que mis padres murieron, nunca me faltó nada.
Aun así, en mi tiempo libre, disfruto de las nuevas series animadas, y algunos mangas, aunque estos menos por falta de tiempo, cuando salen por mis plataformas favoritas. Eso sí, al menos una vez al mes, libro de mi trabajo, de mis estudios, así como de todas mis obligaciones, me enfundo mi kimono que me regalaron los Miyamoto, me arreglo el pelo, recogido japones adornándolo con flores y preciosa horquillas, que también me ha regalado esa pareja, compro todas las golosinas japonesas de las mis marcas favoritas. Y así, me paso el día, poniéndome todas las series animadas, o leyendo todos los mangas que pueda, lógicamente en japonés original, cualquier friki mangaka que se precie, te diría, que sólo existe esa forma de hacerlo.
Con esta explicación solo quiero hacerte ver, que las malas interpretación que se ha hecho siempre de las acompañantes, por lo menos en lo que yo he conocido en mi empresa, pocas veces es acertada, somos más como relaciones públicas, o adornos del que nos contrata, que, del que suelen atribuirnos.
Eso no quiere decir que, no hay acompañante que reciban un plus por el sexo, sobre todo en compañía de dudosa legalidad, o muchas y muchos, que trabajan por libre.
Como te contaba en cuanto llegamos a la habitación asignada, ya nos esperaba la Madame, que nos dio las instrucciones para los cambios en la nueva contratación, ninguno teníamos asignado un invitado determinado, en realidad los contrató el propio hotel, que, ante la situación de mayor número de hombres, que de mujeres quiso igualar la desproporción. De esta manera, se hacía mucho más lúcido, vamos que éramos como los floreros de la sala, o los candelabros, cuadros, o los maravillosos espejos que había en las paredes.
Por eso habíamos sido seleccionadas las seis mejores acompañantes femeninas, y los cuatro masculinos que tenía la agencia. Como norma general se nos pedía que nos relacionáramos con todos los invitados, haciéndoles sentir cómodos, y ayudando a que ellos que detectáramos que no se integraban en la reunión, bien por timidez, o bien porque no estaban en su ambiente.
A nuestro contratante le interesaba que este tipo de eventos de hostelería no quería que salieran deslucidos, porque sus participantes o invitados no tuvieran las habilidades necesarias en este tipo de reuniones.
Así que cuando finalizamos nuestra reunión previa antes de desarrollar nuestro trabajo, mínimamente nos retocamos el maquillaje, siempre con la estimable ayuda de nuestra estilista particular, Beatriz Walker, y sin dilación. nos dirigimos al evento, que ya estaba por comenzar.
Pronto entré en mi faceta de niña rica, de atractiva supuesta heredera, que era el papel que solía atribuírseme siempre, solía sonreír mucho, interesarme por los temas que hablaban y, a la vez, estar pendiente de los descolgados de los grupos, que estaban en una esquina, aislado.
Justamente así estaba un invitado, que miraba, con su copa en la mano, de un lado para otro, sin saber qué debía de hacer. Después de casi dos años haciendo esto, aprendí a identificar las personas que se sienten fuera de lugar.
- "Veo que este tipo de reuniones no son lo tuyo."- dije al acercarme, él estaba de espaldas a mí, mirando por la ventana del gran salón, como queriendo escapar por ella, así que ese fue mi modo de iniciar la conversación, siempre sonriendo.
Al girarse hacia mí, noté como sus ojos se abrían, al igual que su boca. No soy la típica mujer que intenta hacer ver que no se la impresión que causo en los hombres cuando me ven, mi genética ha sido bastante favorable, por ser muy diversa, padre alemán, madre inglesa, pero con raíces españolas.
Pero sinceramente, aunque prefiero siempre estar vestida con mi bata de cirujana, mi gorro, y mi mascarilla, que como iba vestida en ese momento, que era los más cercano a que una sexy caperucita, de una madera traviesa, se hubiera escapado del cuento para ofrecerse a ser devoradas por todos los lobos hambrientos que encontrara. En traje que había elegido Bea, no cruzaba la línea de los indecente, porque tenía unos centímetros más de tela, que cubrían en los sitios adecuado, pero vamos que, con un poco de imaginación, esos centímetros desaparecían rápidamente.
-"Soy Hanna, un placer"- le dije extendiendo mi mano a modo de saludo, ante su evidente falta de comunicación y alto grado de asombro.
Una norma en la empresa es decir tu nombre únicamente, puedes cambiártelo si quieres con los diferentes clientes, pero yo no suelo hacerlo, lo importante es hacer que el cliente se sienta a gusto.
- "Walter Patel"- dijo medio ahogado.
Hanna. - "Y bien señor Patel, ¿Qué es lo que hace aquí?, por lo que he podido observar, no se siente verdaderamente a gusto."- le dije, sonriendo, mientras veía como sus ojos se dirigían a mis labios, con una mirada intensa, que me incomodó. - "Mi novia tenía que asistir, y me pidió que la acompañara, pero ahora esta reunida con algunos de sus clientes, y tú, Hanna ¿qué hace una preciosa mujer como tú, entre tantos empresarios aburridos?."- me dijo sin apartar sus ojos de mi cuerpo, como recreándose en él. Una de las cosas que me ha enseñado este trabajo es a identificar cuando un cliente, te solicita para que lo acompañes, o cuando piensa que, además, tendrá derecho a un regalo al final. Walter Patel era de los últimos, no era del tipo fiel, que digamos, ya que me comía con los ojos, mientras su novia estaba reunida. No era feo, la verdad, podría decirse que era de los hombres más atractivos del salón, de ojos verdes, pelo oscuro, era alto, y se notaba que hacía deporte, que lo m
Roy. Mucho antes de que se iniciara el evento ya yo estaba supervisando la llegada de los invitados, desde el despacho de mi habitación. No suelo intervenir en los planes de promoción de los hoteles de nuestra cadena, tengo a ejecutivos que se encargan de eso, si tuviera que revisar las estrategias de marketing de cada hotel que pertenece a la cadena de grupo Miller, que se encuentran repartidos por Europa, Asia y América, pues no tendría tiempo para vivir. Pero en este caso tenía un interés personal, ya que cuando me pasaron que él estaba en la lista de invitados por parte de los espías que tenía investigando a el maldito marido de mi hermana, decidí asistir al evento, como representé máximo de la cadena de hoteles internacional del grupo Miller. En la invitación de Patel ponía que su invitación había venido por una petición especial de uno de los organizadores del evento, pero no decía de quien era. Pero ya mis espías me habían aclarado que el maldito de Patel llevaba días quedad
Roy. Bajamos por el ascensor privado hasta el gran salón donde se estaba desarrollando el evento. No hizo falta mucho, para identificar al marido de Ailan, que se encontraba junto al gran ventanal que daba a la terraza, hablando con la mujer de rojo que había llamado mi atención. - “¿Quién es ella?”- pregunté a mi asistente. - “Creo que es una de las acompañantes, que ha contratado el hotel para que se relacionen con los invitados, pertenece a una empresa de Damas de compañía.”- me dijo mi asistente mirando su teléfono, donde solía tener toda la información que yo le requería. - “¿Damas de compañía?”- le pregunté entre cerrando los ojos. No me estaba gustando cómo sonaba eso, eso quería decir, que Scarlet Ohara, se vendía por dinero. - “¡Vaya hermanito!, ¿desde cuándo la cadena de hoteles Milton se ha vuelto tan vanguardista?”- me dijo Ailan mirándome burlona- Y papá ¿sabe esto?”- continúo diciendo. Ignoré su ironía, y miré ceñudo a mi asistente. - “¿De quién fue esta estúpida
Hanna. - “No puede volver a suceder lo que pasó en el último trabajo, Hanna, aún no me has explicado porque desde la gerencia del hotel, me indicaron que te retirara del trabajo, aunque nos abonaron tu parte, incluso con retribución doble. Soy una empresaria, y debo ser justa para la gente que trabaja para mí, no está bien que tus compañeros y compañeras, hayan trabajado más horas, y hayan recibido menos de que tú, que trabajaste sólo dos horas. Además, el abono doble se ofreció como propina, así que no lo puedo dividir entre tus compañeros, ya que es tuya exclusiva.”- me dijo la Mandan cuando me llamó a su despacho, ese día. Hace casi tres días que, durante el evento, en que había perdido mis formas, algo que nunca me pasaba, la coordinadora y ayudante de la Madame, me había acercado para indicarme que podía irme, que el contratante, el hotel, les había pedido sin justificación, que yo me fuera en ese momento. Yo pensé que el estúpido de ojos maravillosos, el alfa de la manada ha
Hanna. Yo tenía claro porque le había dicho eso a Jhon, la familia de este traidor me adoraba, sobre todo porque la madre de John es la persona más elitista que hay sobre la tierra, tener una nuera médica, la elevaba aún más a las pretensiones sociales de Barbara Raddiffe, llevándola a la cúspide. En cambio, la que iba a ser mi suegra antes, odiaba a mi mejor amiga, de hecho, en múltiples ocasiones había intentado que dejara esa amistad, ya que Candece no había acabado los estudios, debido a que su familia se había arruinado hacía años, bajo un gran escándalo donde había habido de todo, y ahora trabajaba de secretaria para John, gracias a que yo le pedí que le diera trabajo. Encima de todo, soy estúpida. No había avanzado unos metros fuera de la joyería, cuando fui interceptada, por John y unos segundos después por Candece, que me miraba llorosa, detrás de mi traidor exnovio. - “Espera Hanna, no es lo que piensas”- se atrevió a decirme el estúpido. - “De verdad, John tiene razón
Roy. - “Como puede ver señor Miller, el centro comercial está bien situado, y las mejores tiendas, con las mejores está representadas aquí, lógicamente necesita una ampliación, si decide comprarlo, para los proyectos que deseaba hacer en él su empresa, el Grupo Miller.”- me decía el gerente del centro comercial mientras caminábamos por sus pasillos. La verdad era que, la posible compra de este centro comercial era más un proyecto de mi padre, que mío. El viejo zorro, hacia un año que se había jubilado, pero eso no quería decir que Norman Miller hubiera olvidado sus manías, tras años de trabajo y control de todo su mundo, para el antiguo CEO, eso no es tan fácil de dejar atrás, por mucho que lo haya exigido su dueña y señora, la diosa del reino, Yvaine Miller. Así que mi padre me llamé, para que me encargue de un proyecto que él había iniciado retirado del trabajo, al descubrirlo mi madre, que había faltado a su promesa de retirarse totalmente, solo que aceptarlo, o mi madre le har
Hanna. - “¿Tienes dos operaciones con el doctor Kidman, y tu ronda con le doctora Stanford? Hoy saldrás tarde del hospital.”- me preguntó mi mejor amiga y compañera, Emily. Llevaba un día bastante atareado, la asignación de operaciones de los estudiantes del último año de medicina era más equitativa, pero todo se había redistribuido porque tres de mis compañeros estaban enfermos, tras estar en contacto con un virus, que adquirieron en una ronda de pacientes. Así que me a mí, me había tocado suplir a dos de mis compañeros. Por eso, tuve que avisar a Penny, la joven que había contratado para que cuidara de Mia, cuando yo estaba en la universidad, para que recogiera a mi hermana del colegio, ya que yo no llegaba a tiempo. Me alegré de que hoy no tuviera que asistir al trabajo, de hecho, hasta la próxima semana no tenía ninguna cita programada con ningún cliente. Me preparé para la operación en media hora, atendiendo a las explicaciones que nos daba el doctor Kidman, revisé varias
Hanna. -“Claro sin problemas, déjame los análisis.”- le dije sonriendo, la interpretación de los análisis era algo que superamos en el segundo año, hoy en día cualquiera alumno del último año de medicina podía, y debía, saber interpretar todas las pruebas médicas que se lo hicieran a cualquier paciente, incluido los análisis. Al coger los análisis que me había entregado Ailan, no tarde en darme cuenta de que había algo extraño, en el nivel hormonal que tenía para su edad, era excesivamente alto. -“Puedo preguntarte algo”- le dije. Ella sintió -“¿Tomas anticonceptivos?”- le pregunté. - “No, al contrario, estoy intentando quedarme embarazada, pero por mucho que lo intentamos mi marido y yo, nunca sucede. Es por eso que me estoy haciendo mi estudio de fertilidad, para ver si soy yo el problema, no le he dicho nada de esto a mi marido, aún.”- me dijo muy sonriente. - “Pues lo único que veo en esta analítica es que llevas años tomando anticonceptivos, y por los niveles hormonales, cre