La vida de Georgia Rogers Wallace dio un giro cuando, a los dieciséis años, conoció a Stephen Collins, su compañero de preparatoria. El enamoramiento fue fulminante y pronto llegó su primer hijo, Tommy. A pesar de su juventud, decidieron enfrentar juntos la vida adulta y la paternidad. Sin embargo, la llegada de Annie un año y medio después marcó el principio del fin de su relación. Georgia, ahora madre soltera, comparte la custodia con Stephen en turnos para las festividades especiales. A lo largo de los años, ambos han cultivado una relación cordial por el bien de sus hijos, mientras estos crecen y se convierten en jóvenes adultos, dejando atrás la época de la adolescencia. Cuando Stephen propone unas vacaciones especiales en Glasgow, donde ha estado trabajando, Georgia acepta llevar a Tommy y Annie para reunir a la familia en el clásico ambiente navideño. Sin embargo, una fuerte tormenta de nieve complica su regreso a Las Vegas, obligándola a volver a la casa de Stephen. ¿Será que el amor sigue latente después de tantos años? ¿La madurez que en el pasado les faltó, ahora los unirá? ¿Qué tal serán sus vacaciones inesperadas?
Leer másHabían pasado algunos años desde la noche reveladora en Las Vegas. Stephen y Georgia habían superado las adversidades, aprendido a enfrentar los desafíos juntos y fortalecido su amor. Los niños, Annie y Tommy, ahora eran adolescentes llenos de energía y curiosidad. En un día soleado, Georgia se encontraba en el patio trasero, disfrutando del aire fresco mientras observaba a sus hijos, jugar con su perrito, Rocket, un regalo que había llegado a sus vidas dos años y medio atrás, cuando sin esperarlo, terminaron en medio de una campaña de adopciones, organizada en un parque. La risa y las travesuras de los niños llenaban el ambiente, creando una escena de felicidad que no habían imaginado años atrás. Georgia contempló su barriga redonda con una sonrisa radiante. La familia estaba a punto de crecer nuevamente, y esta vez sería con un nuevo miembro. Se masajeó e hizo un poco de presión en algunas partes, esperando estimular a su bebé y que se moviera un poco. Annie vio a su madre tocando
Alessandra impidió que su esposo dijera algo, pues alcanzó a notar lo interesado que estaba Nicolas de interrumpir el momento de su hija, lo agarró por el brazo y negó cuando este la miró. —Déjalos… Ellos deben solucionar sus cosas. Además, ¿no te gusta la sonrisa en el rostro de tu hija? —le preguntó ella, emocionada, pues había estado sufriendo al ver la tristeza en el rostro de Georgia. —Pero… —refutó Nicolas en un susurro. —Ella ya no es una niña —le recordó y el amoroso padre le tuvo que dar la razón. —Señores Rogers, buenas noches —los saludó Stephen. —Es un placer tenerte acá —admitió Alessandra y le sonrió —. Vengan, mis niños. Necesito que me ayuden con algo —pidió y los dos pequeños caminaron hacia sus abuelos, los abrazaron y besaron, antes de irse detrás de su abuela. —Están en su casa —dijo Nicolas y le guiñó un ojo a su hija, después se giró y caminó detrás de su esposa y nietos. —Yo también ayudaré a mamá —dijo Alessia, acercándose a su hermana y dándole un beso e
La mañana llegó y Stephen junto a sus hijos se apresuraron en estar listos, pues su cita con Víctor no daba espera. Annie cooperó para estar preparada pronto, sin darle problemas a su padre, pues ella posiblemente, era la más interesada en que sus padres estuvieran juntos. —¿Listos? —preguntó Stephen y los dos pequeños asintieron al salir del baño tras lavarse sus dientes. En ese momento el timbre de la puerta sonó, llamando la atención de todos. El corazón de Stephen se aceleró, pues lo primero que se le vino a la mente fue Georgia. Su mirada se encontró con la de los niños, que parecían pensar lo mismo. Annie salió corriendo escaleras abajo, seguida de cerca por su hermano y padre, llegó a la puerta y sin esperarse, la abrió. —Hola, Annie —la saludó Víctor, con una gran sonrisa en su rostro. —Hola —susurró muy bajo, pues un nudo se le hizo en su garganta. —Veo que no esperaban que fuera yo —se excusó Víctor al notar las tres miradas decepcionadas —. Lo siento. —No pasa nada —d
Stephen les pidió a sus hijos que lo esperaran un momento, mientras se ponían la pijama. Por él salía corriendo detrás de Gia ya mismo, pero si quería hacer las cosas, debía hacerlas bien y por más que lo deseara, tenía cosas que dejar arregladas antes, así su regreso a Las Vegas sería definitivo. No se preocupó por la hora que fuera, así que, llamó a su amigo y socio, Víctor, quien demoró un poco en contestar.—Stephen, ¿sucede algo? —preguntó preocupado, pues su amigo no solía llamarlo fuera de horario laboral.—Georgia se ha marchado —espetó y un silencio se hizo al otro lado de la línea.—¿Por qué? Dijiste que estaban muy felices los cuatro. ¿Tuvo que volver? —Por la mente de Víctor pasó la posibilidad de que ella hubiera tenido que volver debido a algún inconveniente.—Georgia escuchó nuestra conversación del mediodía y malinterpretó todo. Creyó que hablaba de ella y se fue mientras nosotros estuvimos en la construcción —explicó Stephen, sintiendo su corazón acelerado.—Oh… —hi
Stephen colgó la llamada que había tenido con Alessia, su corazón estaba apretado en su pecho, sentía que el aire le faltaba y el llanto de Annie solo empeoraba su sentir. Giró y recorrió el camino de vuelta a la habitación, donde se encontraban sus hijos.Tommy tenía a Annie abrazada contra su cuerpo y la pequeña no paraba de llorar sin contenerse. Mientras su padre había salido a llamar a su tía, ellos habían leído la nota de Gia y se sentían demasiado confundidos.—Mis niños —dijo Stephen apenas entró y los vio, ellos se giraron para verlo y corrieron a sus brazos, buscando consuelo.—¿Por qué mi mamita se fue, papito? —preguntó Annie, al tiempo que sorbía los mocos que se le habían formado.—¿Le pasó algo? ¿Hicimos algo que le disgustara? —preguntó Tommy y esas palabras terminaron de romper a Stephen.—Ustedes no hicieron nada malo, ¿entendido? Nada —les recalcó, mirándolos a los ojos, asegurándose de que le pusieran atención.—Pero ¿por qué se fue? —insistió Annie.—Fue un malent
Las lágrimas corrían por las mejillas de Georgia, incapaz de contener las emociones que fluían por todo su cuerpo. El pequeño baño parecía encogerse mientras su corazón se desgarraba con cada palabra cruel que resonaba en su mente. El eco de la conversación de Stephen la perseguía, sumiéndola en un abismo de dolor y confusión.El recorrido hasta la construcción fue emocionante, tanto Annie como Tommy, bombardearon a su padre con preguntas acerca de su trabajo y lo que había estado haciendo ahí en Glasgow, Montana. El camino se hizo corto, que lo siguiente que notaron los niños fue que se detuvieron en un gran parqueadero, en el que solo había un auto pequeño en una esquina. El vigilante de la obra los saludó y cuando se bajaron de la camioneta, los ojitos de Annie y Tommy se abrieron ampliamente al ver lo grande que era ese lugar.Un hombre de cabello muy oscuro y corto, así como una barba espesa, llegó minutos después que ellos y se detuvo en el parqueadero, bajando de una camioneta
Georgia se despertó con la luz suave de la mañana filtrándose a través de las cortinas en la habitación de la casa de Glasgow. A su lado, Stephen aún dormía, y por un momento, se quedó observándolo. No podía evitar notar cómo las líneas del tiempo marcaban sus rostros, pero también cómo ciertos destellos de juventud y complicidad se asomaban tímidamente. Por su mente le pasó la idea de que Stephen era como un buen vino, pues con el paso de los años se veía más atractivo de lo que era cuando lo conoció a sus diecisiete años.—Me vas a desgastar —bromeó Stephen con voz adormecida, sorprendiéndola, pues no había notado que estuviera despierto.—Creí que dormías —admitió en tono bajo, pero no se movió de su lugar.Una sonrisa se marcó en el rostro de Stephen y sin abrir completamente sus ojos, estiró su mano, para jalar a Gia contra su cuerpo.—¿Qué haces? —preguntó ella en un susurro, aunque le encantó sentir el calor del cuerpo de Stephen.—Aún es temprano y los niños duermen —contestó,
Los ojos de Gia y Stephen recorrieron los dibujos regalados por sus hijos, en ambos estaban los cuatro juntos, en uno de ellos estaban en Las Vegas y el otro era ahí en Montana. —Están hermosos, mis niños —dijo Gia con los ojos llenos de lágrimas, porque en los dibujos se notaba la ilusión que sentían sus pequeños al estar todos juntos. —¿De verdad les gustaron? —preguntó Annie con tono bajo. —Muchísimo, hija —respondió Stephen y se acercó para dejarles a cada uno un beso. Gia también se acercó a sus hijos para darles un beso y abrazarlos con fuerza. Una vez los soltó, sus ojos volvieron al regalo de sus pequeños y detalló con detenimiento cada uno de los dibujos, hasta que una gran sonrisa se formó en su rostro. —Annie, ¿y esto de acá? —le preguntó a la pequeña, mientras le señalaba una de las partes del dibujo en donde se veía un rostro más, a parte de ellos cuatro. Stephen también miró y Tommy se rio con timidez. —Es un perrito… —susurró Annie. —Pero nosotros no tenemos perri
Gia se apresuró a agarrar su bata que estaba colgada en el perchero de la esquina, sin embargo, antes de que pudiera deslizarla por su cuerpo, Stephen llegó hasta ella, la tomó por la cintura y la giró contra su cuerpo. Gia gimió ante ese rápido movimiento y sonrió al ver el rostro de Teph muy cerca del suyo.—¿Qué haces? —preguntó coqueta, mientras pasaba sus manos por los hombros de él.—Eres una tentación y he caído completamente —dijo y al tiempo que la apretaba contra su cuerpo, unió sus labios a los de ella.Georgia gimió al sentir ese beso intenso y ardiente, aunque hizo acopio de sus fuerzas, para no dejarse llevar de nuevo, al menos, no todavía, pues tenían una misión especial e importante por hacer.—Será mejor que salgamos ahora, Teph —pronunció al cortar el beso. Él hizo una mueca, que la hizo reír, pero negó —. No me vas a convencer —aseguró ella y con prisa se cerró la bata, pues si las manos de Stephen seguían acariciando su piel, ella perdería su batalla ante la pasión