—¿Ya seleccionaste lo que llevarás? —preguntó Stephen, rompiendo la tensión del momento. —Así es, llevaré esto —contestó Gia y dejó una montaña mediana de ropa sobre el mostrador. A la chica que los estaba atendiendo se le abrieron los ojos y se sintió emocionada por la venta que estaban logrando, pues así mismo sería la comisión. Con ánimos empezó a pasar prenda por prenda por el lector, mientras veía la cuenta aumentar. —Déjame comprar lo de Tommy y Annie —le pidió Stephen y ella no se negó, pues sabía lo importante que era para él poderles dar a sus hijos algunas cosas, ya que, no convivían a diario. Gia sacó tu tarjeta y canceló la cuenta de su ropa, después fue Stephen quien canceló lo restante y se dispusieron a esperar que todas las prendas fueran empacadas correctamente. —¿Ya nos devolveremos a casa? —preguntó Tommy con pocos ánimos de volver, por el momento y su tono no pasó desapercibido por parte de su mamá. —Podemos dar una vuelta, almorzar por acá y después volver —p
Capítulo 10. Nevada—Cuando sepa algo, te aviso —respondió Georgia, evitando tener una conversación más íntima con Arthur, pues se sentía muy incómoda teniendo a Stephen cerca. —Está bien, cariño. Recuerda que te quiero y espero verte pronto —insistió Arthur. —¡Mami! ¡Papi! ¡Entren a la casa que ya va a nevar! —gritó Annie desde la entrada de la casa. —Despídeme de los niños —pidió Arthur y Georgia asintió como si él la pudiera ver en ese momento. —Les daré tus saludos —contestó en voz baja, esperando que Stephen no escuchara. —Está bien, Geo, entiendo que no puedas volver como lo tenías planeado —dijo, su voz se escuchaba incómoda, casi forzada y Gia sintió una aguijonazo de culpa —. No haré ningún cambio, voy a seguir esperándote, tengo la confianza de que el camino pronto estará libre y volverás para pasar las fiestas juntos —añadió. —Gracias. Hablamos —se apresuró a contestar y colgó la llamada al ver como Annie tenía la intención de volver al auto. Su mirada fue hacia Stephe
Stephen vio como los créditos del final de la película aparecieron en la pantalla y un bostezo se apoderó de su cuerpo. Se estiró y giró su cara, encontrándose con una escena que le pareció más dulce que la película navideña escogida por sus hijos. Gia se había quedado dormida y sobre sus piernas tenía la cabeza de Annie, mientras que, Tommy estaba dormido en el centro del sofá, acurrucado, como si tuviera un poco de frío, por lo que, se levantó rápidamente, pero asegurándose de no hacer ruido y con cuidado tomó a su hijo en brazos. Tommy no se despertó, había caído en la trampa de Morfeo y parecía que nada podía despertarlo, así que, Stephen subió con cuidado las escaleras, su hijo pesaba, pero no de una forma imposible de cargar. Dudó en dónde dejarlo, pero decidió llevarlo a su habitación, pues eso era lo que habían acordado anteriormente. Con cuidado dejó a Tommy sobre la cama, quien se giró y encogió de inmediato, lo cubrió con la colcha de plumas y lo detalló por un momento. Su
El corazón de Georgia se apretó dentro de su pecho al ver llorar a su hija. Stephen estiró los brazos y recibió a su hija, mientras esta lloraba desconsoladamente. —Annie, amor, no llores —le pidió Stephen. —Papito, no quiero que mi mamita se vaya, ya va a ser Navidad y quiero que se quede —sollozó. —Annie… —dijo Georgia, pues su atención estaba en su hija y no en lo que Arthur le hablaba por teléfono. —¿Qué sucede? —preguntó Tommy, entrando a la cocina y encontrando a su hermanita llorando en los brazos de su padre. —Mi mami se va a ir —le dijo Annie y la mueca en el rostro de Tommy no pasó desapercibida ante los ojos de sus padres. —Arthur, ahora no puedo hablar —dijo Georgia, interrumpiendo lo que estaba diciendo él al teléfono y sin más, colgó. —¿De verdad te irás? —le preguntó Tommy, conteniendo el llanto, aunque su voz salió entrecortada. —Niños, no me hagan esto —pidió ella en voz baja, mientras se acercó a consolarlos. —Niños, saben que el plan era que mamá volvía y us
Nadie esperó la reacción de Tommy, quien se puso a llorar de forma desconsolada, preocupando a sus padres y hermana.—Amor, ¿qué pasa? —preguntó Georgia angustiada, sin saber qué hacer.—Tommy, hijo. ¿Qué sucede? —preguntó Stephen, que se había acercado rápidamente, para saber qué era lo que pasaba con su pequeño.—Tommy… —dijo en voz baja Annie, temiendo que algo le pasara a su hermano —. Mamita, ¿por qué llora Tommy?—Hijo, por favor, háblanos, dinos qué te pasa —le pidió Stephen, que también se había agachado a la altura de sus hijos y tenía a Annie abrazada por la cintura.El pequeño no podía dejar de llorar y tampoco sabía cómo explicar lo que sentía en ese momento, estaba abrumado, las cosas lo habían tomado por sorpresa y jamás se imaginó reaccionar de esa forma. Sus ojitos fueron del rostro preocupado de su mamá, al de su papá, que no se encontraba muy diferente, después miró a Annie, que lo observaba igual de confundida y sus ojos se habían llenado de lágrimas, que la tenían
—Gracias —murmuró Gia, mientras que Annie sonrió ampliamente.—¿Te gusta mi vestido, papito? —preguntó la pequeña, mientras se tambaleaba de lado a lado.—Te ves preciosa, mi niña —la halagó y Annie se rio.—¿Mi mamita también se ve linda? —preguntó con picardía.Los ojos de Stephen se fijaron en los de Gia. Ella mordió lentamente su labio, dejando ver lo ansiosa que se encontraba en ese momento. Un suspiro inesperado salió de los más profundo del pecho de Stephen y tras mirar a Gia, llevó sus ojos al rostro de su hija, que esperaba una respuesta.—Así es, hija. Tu mamita se ve muy hermosa —admitió y volvió a mirar a Georgia, que volvía a sonrojarse.—¡Papáááá! —gritó Tommy desde la cocina, rompiendo el momento entre sus padres, cosa que Georgia habría agradecido, de no pensar que algo le pasaba a su hijo.—¡Tommy! —gritaron al unísono ambos padres y corrieron a la cocina.El alma les volvió al cuerpo, cuando vieron a su hijo, completamente sano, asomado a la ventana del horno, mirand
—¡Ya está la mesa! —anunció Tommy.—¡Sí, ya podemos comer! —gritó Annie.Si los niños hubieran visto a sus padres de la forma en la que estaban, no habrían dicho una sola palabra, pero lo cierto era, que apenas chocaron cinco con su papá, se habían ido a terminar de arreglar la mesa, para tener su tan anhelada cena de Nochebuena.Los gritos de los pequeños sacaron a sus padres del estado en el que se encontraban, soltaron sus manos con prisa y dieron un paso atrás, como si su toque los hubiese quemado, aunque no estaban muy lejos de la realidad, pues la sensación de electricidad en sus manos era constante y no se detenía.—Será mejor ir a comer —sugirió Gia y antes de que Stephen dijera algo, se giró para ir junto a sus hijos, mientras que Stephen fue a la cocina, para alistar la cena.Los pensamientos del pobre no se podían alejar de la sensación al volver a tocar a Georgia, su piel emanaba el mismo calor y era igual de suave como la recordaba. Ya no tenía caso de seguir negando lo q
El beso fue cada vez más intenso, Stephen agarró con firmeza el cuello de Georgia, evitando que ella se fuera, algo que no era necesario, pues en los planes de Gia no estaba alejarse, por lo que, agarró los costados del saco que él tenía y los apretó con fuerza. Sus bocas se reconocieron, corrientes eléctricas viajaron por sus cuerpos, despertando zonas que tenían dormidas hace tiempo. Georgia gimió en protesta, cuando Stephen se alejó. Ambos tenían la respiración agitada y sus ojos tenían un velo de deseo que los envolvía. Ella mordió su labio, mientras intentaba controlar su respiración acelerada, esa acción enloqueció a Stephen, que volvió como un torbellino hacia ella, haciendo volar cualquier oportunidad de sobrepensar lo que estaba pasando. Gia recibió a Stephen con más ansiedad que antes y perdió todo control cuando las manos de él recorrieron sus costados, deslizándose hacia sus nalgas. La levantó con firmeza y ella enredó sus piernas en sus caderas, aferrándose a ese cuerpo