Las lágrimas corrían por las mejillas de Georgia, incapaz de contener las emociones que fluían por todo su cuerpo. El pequeño baño parecía encogerse mientras su corazón se desgarraba con cada palabra cruel que resonaba en su mente. El eco de la conversación de Stephen la perseguía, sumiéndola en un abismo de dolor y confusión.El recorrido hasta la construcción fue emocionante, tanto Annie como Tommy, bombardearon a su padre con preguntas acerca de su trabajo y lo que había estado haciendo ahí en Glasgow, Montana. El camino se hizo corto, que lo siguiente que notaron los niños fue que se detuvieron en un gran parqueadero, en el que solo había un auto pequeño en una esquina. El vigilante de la obra los saludó y cuando se bajaron de la camioneta, los ojitos de Annie y Tommy se abrieron ampliamente al ver lo grande que era ese lugar.Un hombre de cabello muy oscuro y corto, así como una barba espesa, llegó minutos después que ellos y se detuvo en el parqueadero, bajando de una camioneta
Stephen colgó la llamada que había tenido con Alessia, su corazón estaba apretado en su pecho, sentía que el aire le faltaba y el llanto de Annie solo empeoraba su sentir. Giró y recorrió el camino de vuelta a la habitación, donde se encontraban sus hijos.Tommy tenía a Annie abrazada contra su cuerpo y la pequeña no paraba de llorar sin contenerse. Mientras su padre había salido a llamar a su tía, ellos habían leído la nota de Gia y se sentían demasiado confundidos.—Mis niños —dijo Stephen apenas entró y los vio, ellos se giraron para verlo y corrieron a sus brazos, buscando consuelo.—¿Por qué mi mamita se fue, papito? —preguntó Annie, al tiempo que sorbía los mocos que se le habían formado.—¿Le pasó algo? ¿Hicimos algo que le disgustara? —preguntó Tommy y esas palabras terminaron de romper a Stephen.—Ustedes no hicieron nada malo, ¿entendido? Nada —les recalcó, mirándolos a los ojos, asegurándose de que le pusieran atención.—Pero ¿por qué se fue? —insistió Annie.—Fue un malent
Stephen les pidió a sus hijos que lo esperaran un momento, mientras se ponían la pijama. Por él salía corriendo detrás de Gia ya mismo, pero si quería hacer las cosas, debía hacerlas bien y por más que lo deseara, tenía cosas que dejar arregladas antes, así su regreso a Las Vegas sería definitivo. No se preocupó por la hora que fuera, así que, llamó a su amigo y socio, Víctor, quien demoró un poco en contestar.—Stephen, ¿sucede algo? —preguntó preocupado, pues su amigo no solía llamarlo fuera de horario laboral.—Georgia se ha marchado —espetó y un silencio se hizo al otro lado de la línea.—¿Por qué? Dijiste que estaban muy felices los cuatro. ¿Tuvo que volver? —Por la mente de Víctor pasó la posibilidad de que ella hubiera tenido que volver debido a algún inconveniente.—Georgia escuchó nuestra conversación del mediodía y malinterpretó todo. Creyó que hablaba de ella y se fue mientras nosotros estuvimos en la construcción —explicó Stephen, sintiendo su corazón acelerado.—Oh… —hi
La mañana llegó y Stephen junto a sus hijos se apresuraron en estar listos, pues su cita con Víctor no daba espera. Annie cooperó para estar preparada pronto, sin darle problemas a su padre, pues ella posiblemente, era la más interesada en que sus padres estuvieran juntos. —¿Listos? —preguntó Stephen y los dos pequeños asintieron al salir del baño tras lavarse sus dientes. En ese momento el timbre de la puerta sonó, llamando la atención de todos. El corazón de Stephen se aceleró, pues lo primero que se le vino a la mente fue Georgia. Su mirada se encontró con la de los niños, que parecían pensar lo mismo. Annie salió corriendo escaleras abajo, seguida de cerca por su hermano y padre, llegó a la puerta y sin esperarse, la abrió. —Hola, Annie —la saludó Víctor, con una gran sonrisa en su rostro. —Hola —susurró muy bajo, pues un nudo se le hizo en su garganta. —Veo que no esperaban que fuera yo —se excusó Víctor al notar las tres miradas decepcionadas —. Lo siento. —No pasa nada —d
Alessandra impidió que su esposo dijera algo, pues alcanzó a notar lo interesado que estaba Nicolas de interrumpir el momento de su hija, lo agarró por el brazo y negó cuando este la miró. —Déjalos… Ellos deben solucionar sus cosas. Además, ¿no te gusta la sonrisa en el rostro de tu hija? —le preguntó ella, emocionada, pues había estado sufriendo al ver la tristeza en el rostro de Georgia. —Pero… —refutó Nicolas en un susurro. —Ella ya no es una niña —le recordó y el amoroso padre le tuvo que dar la razón. —Señores Rogers, buenas noches —los saludó Stephen. —Es un placer tenerte acá —admitió Alessandra y le sonrió —. Vengan, mis niños. Necesito que me ayuden con algo —pidió y los dos pequeños caminaron hacia sus abuelos, los abrazaron y besaron, antes de irse detrás de su abuela. —Están en su casa —dijo Nicolas y le guiñó un ojo a su hija, después se giró y caminó detrás de su esposa y nietos. —Yo también ayudaré a mamá —dijo Alessia, acercándose a su hermana y dándole un beso e
Habían pasado algunos años desde la noche reveladora en Las Vegas. Stephen y Georgia habían superado las adversidades, aprendido a enfrentar los desafíos juntos y fortalecido su amor. Los niños, Annie y Tommy, ahora eran adolescentes llenos de energía y curiosidad. En un día soleado, Georgia se encontraba en el patio trasero, disfrutando del aire fresco mientras observaba a sus hijos, jugar con su perrito, Rocket, un regalo que había llegado a sus vidas dos años y medio atrás, cuando sin esperarlo, terminaron en medio de una campaña de adopciones, organizada en un parque. La risa y las travesuras de los niños llenaban el ambiente, creando una escena de felicidad que no habían imaginado años atrás. Georgia contempló su barriga redonda con una sonrisa radiante. La familia estaba a punto de crecer nuevamente, y esta vez sería con un nuevo miembro. Se masajeó e hizo un poco de presión en algunas partes, esperando estimular a su bebé y que se moviera un poco. Annie vio a su madre tocando
Georgia estaba agotada, lamentaba haber usado sus tacones puntilla en esta ocasión, pues sus pies le gritaban de cansancio. Caminaba a paso apresurado, jalando las dos grandes maletas de ruedas, mientras buscaba la sala de abordar 3. —¡Mamá, no puedo! —se quejó Annie. —Annie, no seas quejona, mira que mamá lleva más cosas que nosotros —la regañó Tommy.—Niñooos… —Georgia llamó su atención —. Caminen rápido, que nos va a dejar el avión. —Esta maleta pesa… —se quejó Annie, mientras hizo un mohín. —Te dije que no echaras tantas cosas en el morral, ni las vas a usar —insistió Tommy. —Déjame llevar tu maleta y lleva la mía —le pidió Annie a su hermano, al tiempo que batió sus pestañas con inocencia. —Está bien, pero en el próximo viaje no te ayudaré —aceptó Tommy. Georgia los escuchó negociar y se mantuvo al margen, aunque amaba que sus hijos se llevaran bien, obviamente no faltaban las peleas normales de hermanos, pero Tommy siempre estaba para su hermana menor.Annie le pasó la ma
—¡Georgia! —gritó Stephen al verla tiritar y caminar con sus piernas desnudas en plena nevada. Corrió hacia ella con un abrigo en sus manos y le cubrió con rapidez.—Es-es-está he-helando —dijo ella con voz temblorosa. Apenas acababa de salir del auto y sentía como el frío penetraba en sus huesos.—Ven, vamos adentro —pidió Stephen y no tuvo que abrir la puerta para entrar, pues Annie y Tommy estaban a la espera del retorno de su mamá.—¡Mamita! —gritó Annie y se lanzó a los brazos de Gia, apenas entró a la casa.Georgia tembló, definitivamente, no estaba acostumbrada al frío y en esa zona tan cercana al polo, eso era lo que predominaba.—¿Qué pasó? ¿Por qué volviste? —preguntó Tommy.—No hay paso, debido a la nevada un arce cayó sobre la vía —explicó ella, mientras su hija se aferraba con más fuerza a su cintura.—¿Te quedarás? —preguntó Annie con ilusión, pero Georgia tensó su cuerpo.—Hija, deja que mamá se cambie la ropa —pidió Stephen.—Mami, ¿dónde está tu equipaje? —preguntó To