La mañana llegó y Stephen junto a sus hijos se apresuraron en estar listos, pues su cita con Víctor no daba espera. Annie cooperó para estar preparada pronto, sin darle problemas a su padre, pues ella posiblemente, era la más interesada en que sus padres estuvieran juntos. —¿Listos? —preguntó Stephen y los dos pequeños asintieron al salir del baño tras lavarse sus dientes. En ese momento el timbre de la puerta sonó, llamando la atención de todos. El corazón de Stephen se aceleró, pues lo primero que se le vino a la mente fue Georgia. Su mirada se encontró con la de los niños, que parecían pensar lo mismo. Annie salió corriendo escaleras abajo, seguida de cerca por su hermano y padre, llegó a la puerta y sin esperarse, la abrió. —Hola, Annie —la saludó Víctor, con una gran sonrisa en su rostro. —Hola —susurró muy bajo, pues un nudo se le hizo en su garganta. —Veo que no esperaban que fuera yo —se excusó Víctor al notar las tres miradas decepcionadas —. Lo siento. —No pasa nada —d
Alessandra impidió que su esposo dijera algo, pues alcanzó a notar lo interesado que estaba Nicolas de interrumpir el momento de su hija, lo agarró por el brazo y negó cuando este la miró. —Déjalos… Ellos deben solucionar sus cosas. Además, ¿no te gusta la sonrisa en el rostro de tu hija? —le preguntó ella, emocionada, pues había estado sufriendo al ver la tristeza en el rostro de Georgia. —Pero… —refutó Nicolas en un susurro. —Ella ya no es una niña —le recordó y el amoroso padre le tuvo que dar la razón. —Señores Rogers, buenas noches —los saludó Stephen. —Es un placer tenerte acá —admitió Alessandra y le sonrió —. Vengan, mis niños. Necesito que me ayuden con algo —pidió y los dos pequeños caminaron hacia sus abuelos, los abrazaron y besaron, antes de irse detrás de su abuela. —Están en su casa —dijo Nicolas y le guiñó un ojo a su hija, después se giró y caminó detrás de su esposa y nietos. —Yo también ayudaré a mamá —dijo Alessia, acercándose a su hermana y dándole un beso e
Habían pasado algunos años desde la noche reveladora en Las Vegas. Stephen y Georgia habían superado las adversidades, aprendido a enfrentar los desafíos juntos y fortalecido su amor. Los niños, Annie y Tommy, ahora eran adolescentes llenos de energía y curiosidad. En un día soleado, Georgia se encontraba en el patio trasero, disfrutando del aire fresco mientras observaba a sus hijos, jugar con su perrito, Rocket, un regalo que había llegado a sus vidas dos años y medio atrás, cuando sin esperarlo, terminaron en medio de una campaña de adopciones, organizada en un parque. La risa y las travesuras de los niños llenaban el ambiente, creando una escena de felicidad que no habían imaginado años atrás. Georgia contempló su barriga redonda con una sonrisa radiante. La familia estaba a punto de crecer nuevamente, y esta vez sería con un nuevo miembro. Se masajeó e hizo un poco de presión en algunas partes, esperando estimular a su bebé y que se moviera un poco. Annie vio a su madre tocando
Georgia estaba agotada, lamentaba haber usado sus tacones puntilla en esta ocasión, pues sus pies le gritaban de cansancio. Caminaba a paso apresurado, jalando las dos grandes maletas de ruedas, mientras buscaba la sala de abordar 3. —¡Mamá, no puedo! —se quejó Annie. —Annie, no seas quejona, mira que mamá lleva más cosas que nosotros —la regañó Tommy.—Niñooos… —Georgia llamó su atención —. Caminen rápido, que nos va a dejar el avión. —Esta maleta pesa… —se quejó Annie, mientras hizo un mohín. —Te dije que no echaras tantas cosas en el morral, ni las vas a usar —insistió Tommy. —Déjame llevar tu maleta y lleva la mía —le pidió Annie a su hermano, al tiempo que batió sus pestañas con inocencia. —Está bien, pero en el próximo viaje no te ayudaré —aceptó Tommy. Georgia los escuchó negociar y se mantuvo al margen, aunque amaba que sus hijos se llevaran bien, obviamente no faltaban las peleas normales de hermanos, pero Tommy siempre estaba para su hermana menor.Annie le pasó la ma
—¡Georgia! —gritó Stephen al verla tiritar y caminar con sus piernas desnudas en plena nevada. Corrió hacia ella con un abrigo en sus manos y le cubrió con rapidez.—Es-es-está he-helando —dijo ella con voz temblorosa. Apenas acababa de salir del auto y sentía como el frío penetraba en sus huesos.—Ven, vamos adentro —pidió Stephen y no tuvo que abrir la puerta para entrar, pues Annie y Tommy estaban a la espera del retorno de su mamá.—¡Mamita! —gritó Annie y se lanzó a los brazos de Gia, apenas entró a la casa.Georgia tembló, definitivamente, no estaba acostumbrada al frío y en esa zona tan cercana al polo, eso era lo que predominaba.—¿Qué pasó? ¿Por qué volviste? —preguntó Tommy.—No hay paso, debido a la nevada un arce cayó sobre la vía —explicó ella, mientras su hija se aferraba con más fuerza a su cintura.—¿Te quedarás? —preguntó Annie con ilusión, pero Georgia tensó su cuerpo.—Hija, deja que mamá se cambie la ropa —pidió Stephen.—Mami, ¿dónde está tu equipaje? —preguntó To
Annie soltó a su mamá y salió corriendo hacia la habitación que compartiría con su hermano y donde ya habían dejado el equipaje. Con afán abrió su maleta, dejó un reguero sobre la cama, pero quedó feliz al encontrar su pijama al fondo de toda la demás ropa; sin pensarlo mucho, se quitó la ropa y se vistió para quedar como su mamá, hasta se le ocurrió buscar la pijama de su hermano, pero decidió no hacerlo, pues si Tommy quería estar igual vestido, que subiera e hiciera lo mismo que ella. Después de mirarse en el espejo, salió con una gran sonrisa de su habitación y volvió junto a sus padres y hermano. —Ahora sí estamos iguales, mamita —dijo emocionada. —Ya me imagino el desorden que dejaste, Annie —comentó Tommy y movió de forma reprobatoria su cabeza. Las mejillas de la pequeña se tiñeron de rojo y mordió su labio con nerviosismo. —No es cierto… —mintió y Tommy la miró con los ojos entrecerrados. —Iré a mirar. —¡Noooo! —¡Te lo dije! —se burló él y ella le hizo una mueca disgu
—¿Wanda? —pregunta Stephen y la chica le sonríe avergonzada. —Lamento interrumpir.—No interrumpes, por favor, sigue —murmuró Stephen y ella se apresuró en pasar la puerta y cerrarla a su espalda.—¿Te llamas Wanda? —insistió Annie, volviendo a atraer la atención de la chica. —Sí, mi nombre es Wanda, mucho gusto. ¿Tú cómo te llamas? —le preguntó la chica, intentando controlar la vergüenza que estaba sintiendo.—Yo me llamo Annie, mi hermano se llama Tommy y somos hijos de mi papito —explicó inocentemente, haciendo sonreír a Wanda, mientras ella señalaba a su papá —. Mucho gusto —dijo, estirando su mano y la chica le correspondió con su mano libre, dando por terminado su saludo. —Papi, ¿ella es tu novia? —preguntó Tommy en un tono más bajo. —Es una amiga… Vive a dos casas —explicó Stephen, mientras se acercó a Wanda y Annie, que seguían junto a la puerta. —No sabía que tenías visita, puedo irme —se excusó la chica, pero Stephen negó. —No es problema, por favor, sigue. Debes tener
—Nuevamente, gracias por la tarta —dijo Stephen y Wanda negó. —Espero que la disfruten y que sea del agrado de Tommy… Tienes unos hermosos hijos —comentó la chica. —Son increíbles —admitió él, mientras ella abría más la puerta. —Adiós, hablamos luego, tal vez tus hijos quieran jugar con mis sobrinos —propuso la chica y Stephen asintió y se quedó viendo como Wanda salía de la casa. Él vio la cantidad de nieve que había afuera y pensó que la chica se hundiría en esta, pero se sorprendió al verla caminar con agilidad y práctica. Definitivamente, se notaba que Wanda era de Glasgow, MT, ese era su hogar, estaba adaptada al clima, a la zona, a la tranquilidad y se notaba que lo amaba, pues desde que se habían conocido, ella se había encargado de hacerle conocer los escasos lugares llamativos de la ciudad y sus alrededores. Stephen volvió al interior de la casa, fue a la sala y organizó los cojines del sofá. Se sintió mal al caer en cuenta de que no le había ofrecido nada a Wanda en el t