Annie soltó a su mamá y salió corriendo hacia la habitación que compartiría con su hermano y donde ya habían dejado el equipaje. Con afán abrió su maleta, dejó un reguero sobre la cama, pero quedó feliz al encontrar su pijama al fondo de toda la demás ropa; sin pensarlo mucho, se quitó la ropa y se vistió para quedar como su mamá, hasta se le ocurrió buscar la pijama de su hermano, pero decidió no hacerlo, pues si Tommy quería estar igual vestido, que subiera e hiciera lo mismo que ella.
Después de mirarse en el espejo, salió con una gran sonrisa de su habitación y volvió junto a sus padres y hermano.—Ahora sí estamos iguales, mamita —dijo emocionada.—Ya me imagino el desorden que dejaste, Annie —comentó Tommy y movió de forma reprobatoria su cabeza.Las mejillas de la pequeña se tiñeron de rojo y mordió su labio con nerviosismo.—No es cierto… —mintió y Tommy la miró con los ojos entrecerrados.—Iré a mirar.—¡Noooo!—¡Te lo dije! —se burló él y ella le hizo una mueca disgustada.—Ahora vamos a recogerlo juntas, ¿verdad, mami? —dijo Annie, mirando a Gia, que estaba entretenida mirando la chimenea y agarrando un poco de calor. Su mente estaba tan distraída, que no se había dado cuenta del intercambio entre sus hijos —. ¡¿Mami?!—Perdón, cariño. ¿Qué decías? —se disculpó.—Annie quiere que la ayudes a recoger el desorden que dejó por quererse poner la pijama —explicó Tommy y Annie volvió a hacerle una mueca.—Annie… —la llamó Gia con ese tono que los niños ya reconocían como regaño/advertencia de su parte.—Está bien, mamita. Yo lo recojo sola —contestó resignada—, solo quería verme como tú —se lamentó.—Te ves hermosa, hija, pero ¿qué les dije? —le preguntó ella.—Que mantuviéramos todo organizado, para no darle más trabajo a papá —contestó Annie en un susurro y Gia asintió.Stephen permanecía en la cocina, terminando de alistar el chocolate y unos sánduches para que todos comieran, pero había estado al pendiente de la conversación entre sus hijos y Georgia. Un nudo se le hizo en la garganta, él siempre había intentado estar lo más presente en la vida de sus hijos, pero no siempre había podido ser así, además la mayor responsabilidad había caído en los hombros de Gia, eso lo hacía sentir culpable, pero también muy orgulloso de ella, pues sus hijos eran excelentes niños.—¿Están listos? —preguntó desde la cocina, sin dejar ver que había escuchado todo.—¡Sííííí! —gritaron Annie y Tommy al tiempo, haciendo reír a Gia por el escándalo que hicieron.—¿Necesitas ayuda? —preguntó Georgia, asomándose a la cocina.—Gracias… —aceptó Stephen y cada uno agarró una bandeja con todo lo preparado.—Huele delicioso —comentó ella, al tiempo que inhaló el aroma del chocolate caliente.—Espero que sepa igual a como huele —espetó él, haciéndola reír.—Seguro que sí.—¡Huele riquísimo, papi! ¡Huele como el chocolate de la abue Aless! —gritó Annie, caminando hacia su papá, que iba con cuidado de no regar los pocillos.—¿Podemos hacernos en la sala? ¿Frente a la chimenea? —preguntó Tommy, haciendo detener a sus padres, que iban directo a la mesa del comedor.—Claro que sí, hijo —contestó Stephen y miró a Georgia, esperando que ella no se opusiera.—Me parece bien, la tarde está muy fría —dijo y sus hijos saltaron emocionados. Ambos corrieron a la sala, abrieron espacio en la mesa para poner las bandejas y se sentaron en el suelo.Georgia y Stephen acomodaron las cosas en el espacio que sus hijos habían adaptado para eso, afuera la nieve seguía cayendo sin tregua. Annie y Tommy no lo decían, pero estaban felices de estar reunidos con sus padres, solo ellos cuatro, compartiendo como una familia… Una clase de familia que no conocían y que muchas veces habían anhelado.—¿Han visto mi teléfono? —preguntó Gia —. Debo llamar a mis padres.—Está en la mesa del comedor —le informó Stephen y ella sintió.Gia se levantó un momento, todavía no les había avisado a sus padres que no podría volver en el vuelo que tenía previsto.El teléfono estaba boca abajo en la mesa, así que, lo levantó y cuando activó para llamar, vio la llamada perdida de su novio. Con lo ocupada que había estado con el viaje, el cambio de planes de último momento y sus hijos, había olvidado por completo llamarlo y decirle lo sucedido, todavía no se acostumbraba a contarle sus cosas a alguien más, apenas llevaban tres meses juntos, su noviazgo estaba iniciando y ella se sentía tan fuera de práctica, pues desde Stephen no había salido con nadie más, solo se había dedicado a sus hijos, sacar su carrera adelante y después trabajar junto a su padre, aprendiendo todo lo que pudiera.Mientras pensaba en eso, su teléfono volvió a sonar, la pantalla se iluminó y el nombre de Arthur parpadeó. Gia mordió su labio y tras mirar a la sala, donde sus hijos hablaban amenamente con su padre, contestó.—Hola, Arthur.—Hola, Geo. Estaba esperando tu llamada, bella. ¿Está todo bien?—Lo siento… No pude volver a Billings.—¿Qué? ¿Qué sucedió? ¿Los niños están bien?—Oh, sí, ellos están felices con su padre. El problema es que está nevando sin parar y en pocas horas se vio afectado el camino de vuelta.—Oh, Geo, lo siento. ¿en qué hotel estás?—Ehm, no estoy en ningún hotel… Estoy con Annie y Tommy donde su padre —le informó y se hizo un silencio total al otro lado de la línea —. ¿Arthur?—Acá estoy… perdóname, solo que, no imaginé que te quedaras en casa de tu ex.—No tuve más alternativa, sabes bien que el plan era otro. Apenas pueda volver te aviso.—Cuídate, Geo. Dales mis saludos a los niños. Espero tenerte pronto de vuelta —se despidió.—Gracias, Arthur. Nos vemos pronto.Georgia colgó, se sintió un poco incómoda durante la llamada, porque se encontraba en la casa de su exesposo, mientras hablaba con su novio. El solo pensamiento le hizo hacer una mueca y sacudió su cabeza. Sin darle más largas al asunto, llamó a sus padres, para avisarles lo sucedido.—Oh, mi amor… Disfruta el tiempo con tus hijos, acá estaremos bien con tus hermanos. Si los planes cambiaron debe ser por algo, así que, deja de pensarlo y disfruta de la nieve y del sol —le aconsejó Alessandra.—Los niños les mandan un gran abrazo —dijo ella.—Los amamos mucho. Recuerda los regalos de Navidad, que no los vayan a abrir antes —le recordó la abuela Aless.—Te amo, mamá. Dale un beso a papá de mi parte y saluda a mis hermanos —pidió.—También te amo, hija. Saludos a Stephen, me alegra saber que se encuentra bien. Cuídate, mi pequeña gigante —se despidió Alessandra, llamando a su hija por el apodo que le había puesto desde que había madurado siendo aún una jovencita.—Adiós, ma.Georgia se quedó mirando la pantalla de su teléfono hasta que se apagó, sintió un poco de melancolía, porque estas fechas siempre las había pasado al lado de sus padres y hermanos, quienes eran felices consintiendo y malcriando a Annie y Tommy, pues son los únicos nietos y sobrinos de la familia Rogers Wallace. Volvió al lado de sus hijos.—La abue Aless les manda saludos —les informó y ambos sonrieron —. Mi madre te envía sus saludos, le alegra saber que estés bien —le dijo a Stephen y él asintió.—Muchas gracias. Espero que estén bien.—Están felices.—¡Mami, come! —interrumpió Annie. Ese sánduche en la bandeja, no dejaba de ser una tentación para ella.—Ya, cariño. ¿No me dejaron nada más? —preguntó, simulando estar indignada y se rio al ver las mejillas sonrojadas y las miradas esquivas de sus hijos.—En la cocina dejé un poco más, pues supuse que este par de diablillos se comerían todo —anunció Stephen en voz baja.—Gracias… —susurró Gia.El sánduche estaba delicioso, Stephen había preparado una salsa que untó en el pan y les dio un atractivo olor y sabor a hierbas frescas. Georgia disfrutó de la comida, del calor de la chimenea y de la divertida conversación de sus hijos.—Mami… ¿Te quedarás? —preguntó esta vez Tommy.—Amor, si su papá me lo permite, me quedaré acá hasta que despejen el camino y pueda volver a Las Vegas —le explicó.—Ojalá se demoren muchos días en eso —dijo Annie en tono bajo, pero no lo suficiente como para no ser escuchada, cuando se dio cuenta de eso, llevó sus manos al rostro, cubriendo su boca.—Mamá tiene que volver con los abuelos y Arthur —le recordó Tommy y Annie asintió no muy contenta.—Claro que te puedes quedar todo el tiempo que necesites —expuso Stephen, pasando por alto el intercambio de sus hijos. La verdad era, que no se sentía a gusto hablando de Arthur, aunque le agradaba saber que sus hijos se llevaban bien con el hombre.—Gracias, Teph.Apenas acabaron, Georgia se levantó para recoger las bandejas, las llevó a la cocina y empezó a lavar todo, ya estaba tan acostumbrada a organizar, que olvidó que estaba en casa ajena.—Déjame ayudarte —le pidió Stephen.—Ya voy a acabar… Los niños no demoran en caer dormidos y Annie dejó desorden en su habitación —comentó ella.—Subiré a arreglar eso… Ehm, si deseas te puedes quedar en mi habitación y yo duermo en la sala.—Ay, no me parece justo que te salgas de tu habitación por mi culpa, tal vez, podrían dormir Tommy y tú, mientras yo duermo con Annie —propuso ella —. Tampoco creo que sea por muchos días.—Me parece bien… Les diré a los niños. Tú también debes estar cansada, no demores en subir.—Gracias.Stephen se llevó a Annie y Tommy consigo, apenas vio el reguero de ropa que su hija había dejado sobre la cama, volteó a mirarla sorprendido.—¿De dónde salió tanta cosa si la maleta es pequeña? —preguntó sorprendido, haciendo reír a los niños.—Annie casi se trae el armario completo —bromeó Tommy y la pequeña se rio.—Bueno, vamos a organizar, que ustedes y mamá deben descansar —sugirió y esas palabras generaron un bostezo en ambos.Entre los tres organizaron rápidamente la ropa de ambos niños en el armario de la que hasta hace poco sería la habitación que compartirían. Georgia estaba demorando en subir, pero todo tuvo respuesta cuando escuchó la lavadora funcionando, ella había metido a lavar su ropa, pues era lo único que tenía disponible, mientras lograba solucionar algo más.El timbre de la puerta principal sonó, llamando la atención de todos en la casa, los niños voltearon a mirar a su padre, esperando que él les explicara quién había llegado, pero simplemente, negó. Ante esa respuesta, la curiosidad de Annie fue mayor, salió corriendo de la habitación, bajó las escaleras como si fuera un rayo, seguida de su hermano y padre, que iban más despacio.Georgia se asomó, pero no le pareció correcto abrir la puerta, pues no era su casa, una forma de pensar muy diferente a la de Annie, que apenas llegó a la puerta, la abrió de par en par, encontrándose de frente con una mujer joven, muy bonita y que traía algo en su mano.La niña frunció el ceño y la joven también estaba sorprendida, sin embargo, le sonrió.—Hola, pequeña —la saludó, mientras Tommy y Stephen hacían acto de presencia.—Papito, ¿quién es ella? —le preguntó, pero antes de recibir una respuesta, volvió su atención a la mujer —. ¿Eres la novia de mi papito? —interrogó sin anestesia. A la joven sus mejillas se le tiñeron de rojo carmesí y mordió su labio con nerviosismo.—¿Wanda? —pregunta Stephen y la chica le sonríe avergonzada. —Lamento interrumpir.—No interrumpes, por favor, sigue —murmuró Stephen y ella se apresuró en pasar la puerta y cerrarla a su espalda.—¿Te llamas Wanda? —insistió Annie, volviendo a atraer la atención de la chica. —Sí, mi nombre es Wanda, mucho gusto. ¿Tú cómo te llamas? —le preguntó la chica, intentando controlar la vergüenza que estaba sintiendo.—Yo me llamo Annie, mi hermano se llama Tommy y somos hijos de mi papito —explicó inocentemente, haciendo sonreír a Wanda, mientras ella señalaba a su papá —. Mucho gusto —dijo, estirando su mano y la chica le correspondió con su mano libre, dando por terminado su saludo. —Papi, ¿ella es tu novia? —preguntó Tommy en un tono más bajo. —Es una amiga… Vive a dos casas —explicó Stephen, mientras se acercó a Wanda y Annie, que seguían junto a la puerta. —No sabía que tenías visita, puedo irme —se excusó la chica, pero Stephen negó. —No es problema, por favor, sigue. Debes tener
—Nuevamente, gracias por la tarta —dijo Stephen y Wanda negó. —Espero que la disfruten y que sea del agrado de Tommy… Tienes unos hermosos hijos —comentó la chica. —Son increíbles —admitió él, mientras ella abría más la puerta. —Adiós, hablamos luego, tal vez tus hijos quieran jugar con mis sobrinos —propuso la chica y Stephen asintió y se quedó viendo como Wanda salía de la casa. Él vio la cantidad de nieve que había afuera y pensó que la chica se hundiría en esta, pero se sorprendió al verla caminar con agilidad y práctica. Definitivamente, se notaba que Wanda era de Glasgow, MT, ese era su hogar, estaba adaptada al clima, a la zona, a la tranquilidad y se notaba que lo amaba, pues desde que se habían conocido, ella se había encargado de hacerle conocer los escasos lugares llamativos de la ciudad y sus alrededores. Stephen volvió al interior de la casa, fue a la sala y organizó los cojines del sofá. Se sintió mal al caer en cuenta de que no le había ofrecido nada a Wanda en el t
Georgia se quedó inmóvil, su plan era haber tenido un tiempo a solas, en el que pudiera alejar los recuerdos de pasado, pero con Stephen al frente, era imposible. —Tuve un mal sueño —mintió y dio unos pasos al lado, alejándose de su exesposo. —¿Quieres tomar algo? Estaba por prepararme una infusión de hierbas —confesó él. Gia miró el mesón de la cocina y efectivamente, Stephen había sacado algunas hierbas, que, de hecho, le daban un olor delicioso al ambiente y también tenía una tetera eléctrica lista. —Eres todo un amo de casa —bromeó ella y él sonrió levemente. —He tenido que aprender, Gia —respondió, mientras un nudo se le formó en su pecho. Stephen tampoco había logrado conciliar el sueño. Tal parecía, que tener a sus hijos y exesposa en la habitación del lado no permitía que su mente se tranquilizara y los recuerdos de no lo dejaron conciliar el sueño. Ambos se miraron fijo por unos segundos, que se hicieron eternos e incómodos, por lo que, Stephen se giró hacia el mesón.
Annie abrió los ojos, los sentía pesados, pero moría de ganas por ir al baño, así que, se enderezó con cuidado en la cama, notando que estaba entre su mamá y su hermano. Se estiró por encima de Georgia, esperando ver si aún dormía. —Mamita… —susurró, pero Gia no respondió. Se había quedado dormida en la madrugada, cuando finalmente, su mente se había acallado y los recuerdos se habían convertido en una imagen en blanco. —Annie, deja a mamá descansar —murmuró Tommy, que seguía con sus ojos cerrados. —Tommy, quiero ir al baño y tengo hambre —confesó la pequeña en el mismo tono que le había hablado él. —Ve al baño. No eres una bebé, como para esperar a que mamá sea quien te lleve —la regañó y ella se mordió el labio. —Sé que no soy una bebé, pero… tengo hambre —refutó. —¿Y si mejor sorprendemos a papá y mamá? —preguntó Tommy, captando la atención de Annie, que lo miró fijamente. —¿Haciendo qué? —Preparemos nosotros el desayuno, antes de que despierten —propuso y Annie asintió con
Las mejillas de Georgia se encendieron, las palabras de Stephen la agarraron por sorpresa y no supo qué decir. Su corazón dio un salto y se le hizo un vacío en su estómago. Hace mucho tiempo no se sentía de esa forma, para ser más claros, hace más de ocho años y el culpable era el mismo.Stephen y Georgia se quedaron quietos en su lugar, sus ojos quedaron conectados por un tiempo que no supieron definir.—¡Papito! —gritó Annie, rompiendo la tensión entre sus padres —. ¡Ve a arreglarte! ¡Apúrate, que tenemos que salir pronto!—¡Ya voy! —contestó Stephen, mirando a su hija con diversión.—Yo termino de arreglar la cama —dijo Gia, acercándose.—No, si quieres acabo acá y ustedes vayan a bañarse —les dijo a sus hijos, Georgia estuvo de acuerdo y los niños asintieron.Stephen terminó de arreglar la cama, le ayudó a Gia a escoger la ropa que se pondrían Annie y Tommy, mientras que los niños se lavaban la boca y se metieron a bañar por turnos. Gia le ayudó a su hija a lavar bien su cabello y
—¿Ya seleccionaste lo que llevarás? —preguntó Stephen, rompiendo la tensión del momento. —Así es, llevaré esto —contestó Gia y dejó una montaña mediana de ropa sobre el mostrador. A la chica que los estaba atendiendo se le abrieron los ojos y se sintió emocionada por la venta que estaban logrando, pues así mismo sería la comisión. Con ánimos empezó a pasar prenda por prenda por el lector, mientras veía la cuenta aumentar. —Déjame comprar lo de Tommy y Annie —le pidió Stephen y ella no se negó, pues sabía lo importante que era para él poderles dar a sus hijos algunas cosas, ya que, no convivían a diario. Gia sacó tu tarjeta y canceló la cuenta de su ropa, después fue Stephen quien canceló lo restante y se dispusieron a esperar que todas las prendas fueran empacadas correctamente. —¿Ya nos devolveremos a casa? —preguntó Tommy con pocos ánimos de volver, por el momento y su tono no pasó desapercibido por parte de su mamá. —Podemos dar una vuelta, almorzar por acá y después volver —p
Capítulo 10. Nevada—Cuando sepa algo, te aviso —respondió Georgia, evitando tener una conversación más íntima con Arthur, pues se sentía muy incómoda teniendo a Stephen cerca. —Está bien, cariño. Recuerda que te quiero y espero verte pronto —insistió Arthur. —¡Mami! ¡Papi! ¡Entren a la casa que ya va a nevar! —gritó Annie desde la entrada de la casa. —Despídeme de los niños —pidió Arthur y Georgia asintió como si él la pudiera ver en ese momento. —Les daré tus saludos —contestó en voz baja, esperando que Stephen no escuchara. —Está bien, Geo, entiendo que no puedas volver como lo tenías planeado —dijo, su voz se escuchaba incómoda, casi forzada y Gia sintió una aguijonazo de culpa —. No haré ningún cambio, voy a seguir esperándote, tengo la confianza de que el camino pronto estará libre y volverás para pasar las fiestas juntos —añadió. —Gracias. Hablamos —se apresuró a contestar y colgó la llamada al ver como Annie tenía la intención de volver al auto. Su mirada fue hacia Stephe
Stephen vio como los créditos del final de la película aparecieron en la pantalla y un bostezo se apoderó de su cuerpo. Se estiró y giró su cara, encontrándose con una escena que le pareció más dulce que la película navideña escogida por sus hijos. Gia se había quedado dormida y sobre sus piernas tenía la cabeza de Annie, mientras que, Tommy estaba dormido en el centro del sofá, acurrucado, como si tuviera un poco de frío, por lo que, se levantó rápidamente, pero asegurándose de no hacer ruido y con cuidado tomó a su hijo en brazos. Tommy no se despertó, había caído en la trampa de Morfeo y parecía que nada podía despertarlo, así que, Stephen subió con cuidado las escaleras, su hijo pesaba, pero no de una forma imposible de cargar. Dudó en dónde dejarlo, pero decidió llevarlo a su habitación, pues eso era lo que habían acordado anteriormente. Con cuidado dejó a Tommy sobre la cama, quien se giró y encogió de inmediato, lo cubrió con la colcha de plumas y lo detalló por un momento. Su