Hola ♥Solo quiero agradecerles el apoyo que le han estado dando a la novela y en especial, sus comentarios. No saben lo feliz que me hace ver lo activas que están con la historia ♥No dejen de comentar y si quieren recomendar la novela, sería muy bonito. Besos ♥
Annie abrió los ojos, los sentía pesados, pero moría de ganas por ir al baño, así que, se enderezó con cuidado en la cama, notando que estaba entre su mamá y su hermano. Se estiró por encima de Georgia, esperando ver si aún dormía. —Mamita… —susurró, pero Gia no respondió. Se había quedado dormida en la madrugada, cuando finalmente, su mente se había acallado y los recuerdos se habían convertido en una imagen en blanco. —Annie, deja a mamá descansar —murmuró Tommy, que seguía con sus ojos cerrados. —Tommy, quiero ir al baño y tengo hambre —confesó la pequeña en el mismo tono que le había hablado él. —Ve al baño. No eres una bebé, como para esperar a que mamá sea quien te lleve —la regañó y ella se mordió el labio. —Sé que no soy una bebé, pero… tengo hambre —refutó. —¿Y si mejor sorprendemos a papá y mamá? —preguntó Tommy, captando la atención de Annie, que lo miró fijamente. —¿Haciendo qué? —Preparemos nosotros el desayuno, antes de que despierten —propuso y Annie asintió con
Las mejillas de Georgia se encendieron, las palabras de Stephen la agarraron por sorpresa y no supo qué decir. Su corazón dio un salto y se le hizo un vacío en su estómago. Hace mucho tiempo no se sentía de esa forma, para ser más claros, hace más de ocho años y el culpable era el mismo.Stephen y Georgia se quedaron quietos en su lugar, sus ojos quedaron conectados por un tiempo que no supieron definir.—¡Papito! —gritó Annie, rompiendo la tensión entre sus padres —. ¡Ve a arreglarte! ¡Apúrate, que tenemos que salir pronto!—¡Ya voy! —contestó Stephen, mirando a su hija con diversión.—Yo termino de arreglar la cama —dijo Gia, acercándose.—No, si quieres acabo acá y ustedes vayan a bañarse —les dijo a sus hijos, Georgia estuvo de acuerdo y los niños asintieron.Stephen terminó de arreglar la cama, le ayudó a Gia a escoger la ropa que se pondrían Annie y Tommy, mientras que los niños se lavaban la boca y se metieron a bañar por turnos. Gia le ayudó a su hija a lavar bien su cabello y
—¿Ya seleccionaste lo que llevarás? —preguntó Stephen, rompiendo la tensión del momento. —Así es, llevaré esto —contestó Gia y dejó una montaña mediana de ropa sobre el mostrador. A la chica que los estaba atendiendo se le abrieron los ojos y se sintió emocionada por la venta que estaban logrando, pues así mismo sería la comisión. Con ánimos empezó a pasar prenda por prenda por el lector, mientras veía la cuenta aumentar. —Déjame comprar lo de Tommy y Annie —le pidió Stephen y ella no se negó, pues sabía lo importante que era para él poderles dar a sus hijos algunas cosas, ya que, no convivían a diario. Gia sacó tu tarjeta y canceló la cuenta de su ropa, después fue Stephen quien canceló lo restante y se dispusieron a esperar que todas las prendas fueran empacadas correctamente. —¿Ya nos devolveremos a casa? —preguntó Tommy con pocos ánimos de volver, por el momento y su tono no pasó desapercibido por parte de su mamá. —Podemos dar una vuelta, almorzar por acá y después volver —p
Capítulo 10. Nevada—Cuando sepa algo, te aviso —respondió Georgia, evitando tener una conversación más íntima con Arthur, pues se sentía muy incómoda teniendo a Stephen cerca. —Está bien, cariño. Recuerda que te quiero y espero verte pronto —insistió Arthur. —¡Mami! ¡Papi! ¡Entren a la casa que ya va a nevar! —gritó Annie desde la entrada de la casa. —Despídeme de los niños —pidió Arthur y Georgia asintió como si él la pudiera ver en ese momento. —Les daré tus saludos —contestó en voz baja, esperando que Stephen no escuchara. —Está bien, Geo, entiendo que no puedas volver como lo tenías planeado —dijo, su voz se escuchaba incómoda, casi forzada y Gia sintió una aguijonazo de culpa —. No haré ningún cambio, voy a seguir esperándote, tengo la confianza de que el camino pronto estará libre y volverás para pasar las fiestas juntos —añadió. —Gracias. Hablamos —se apresuró a contestar y colgó la llamada al ver como Annie tenía la intención de volver al auto. Su mirada fue hacia Stephe
Stephen vio como los créditos del final de la película aparecieron en la pantalla y un bostezo se apoderó de su cuerpo. Se estiró y giró su cara, encontrándose con una escena que le pareció más dulce que la película navideña escogida por sus hijos. Gia se había quedado dormida y sobre sus piernas tenía la cabeza de Annie, mientras que, Tommy estaba dormido en el centro del sofá, acurrucado, como si tuviera un poco de frío, por lo que, se levantó rápidamente, pero asegurándose de no hacer ruido y con cuidado tomó a su hijo en brazos. Tommy no se despertó, había caído en la trampa de Morfeo y parecía que nada podía despertarlo, así que, Stephen subió con cuidado las escaleras, su hijo pesaba, pero no de una forma imposible de cargar. Dudó en dónde dejarlo, pero decidió llevarlo a su habitación, pues eso era lo que habían acordado anteriormente. Con cuidado dejó a Tommy sobre la cama, quien se giró y encogió de inmediato, lo cubrió con la colcha de plumas y lo detalló por un momento. Su
El corazón de Georgia se apretó dentro de su pecho al ver llorar a su hija. Stephen estiró los brazos y recibió a su hija, mientras esta lloraba desconsoladamente. —Annie, amor, no llores —le pidió Stephen. —Papito, no quiero que mi mamita se vaya, ya va a ser Navidad y quiero que se quede —sollozó. —Annie… —dijo Georgia, pues su atención estaba en su hija y no en lo que Arthur le hablaba por teléfono. —¿Qué sucede? —preguntó Tommy, entrando a la cocina y encontrando a su hermanita llorando en los brazos de su padre. —Mi mami se va a ir —le dijo Annie y la mueca en el rostro de Tommy no pasó desapercibida ante los ojos de sus padres. —Arthur, ahora no puedo hablar —dijo Georgia, interrumpiendo lo que estaba diciendo él al teléfono y sin más, colgó. —¿De verdad te irás? —le preguntó Tommy, conteniendo el llanto, aunque su voz salió entrecortada. —Niños, no me hagan esto —pidió ella en voz baja, mientras se acercó a consolarlos. —Niños, saben que el plan era que mamá volvía y us
Nadie esperó la reacción de Tommy, quien se puso a llorar de forma desconsolada, preocupando a sus padres y hermana.—Amor, ¿qué pasa? —preguntó Georgia angustiada, sin saber qué hacer.—Tommy, hijo. ¿Qué sucede? —preguntó Stephen, que se había acercado rápidamente, para saber qué era lo que pasaba con su pequeño.—Tommy… —dijo en voz baja Annie, temiendo que algo le pasara a su hermano —. Mamita, ¿por qué llora Tommy?—Hijo, por favor, háblanos, dinos qué te pasa —le pidió Stephen, que también se había agachado a la altura de sus hijos y tenía a Annie abrazada por la cintura.El pequeño no podía dejar de llorar y tampoco sabía cómo explicar lo que sentía en ese momento, estaba abrumado, las cosas lo habían tomado por sorpresa y jamás se imaginó reaccionar de esa forma. Sus ojitos fueron del rostro preocupado de su mamá, al de su papá, que no se encontraba muy diferente, después miró a Annie, que lo observaba igual de confundida y sus ojos se habían llenado de lágrimas, que la tenían
—Gracias —murmuró Gia, mientras que Annie sonrió ampliamente.—¿Te gusta mi vestido, papito? —preguntó la pequeña, mientras se tambaleaba de lado a lado.—Te ves preciosa, mi niña —la halagó y Annie se rio.—¿Mi mamita también se ve linda? —preguntó con picardía.Los ojos de Stephen se fijaron en los de Gia. Ella mordió lentamente su labio, dejando ver lo ansiosa que se encontraba en ese momento. Un suspiro inesperado salió de los más profundo del pecho de Stephen y tras mirar a Gia, llevó sus ojos al rostro de su hija, que esperaba una respuesta.—Así es, hija. Tu mamita se ve muy hermosa —admitió y volvió a mirar a Georgia, que volvía a sonrojarse.—¡Papáááá! —gritó Tommy desde la cocina, rompiendo el momento entre sus padres, cosa que Georgia habría agradecido, de no pensar que algo le pasaba a su hijo.—¡Tommy! —gritaron al unísono ambos padres y corrieron a la cocina.El alma les volvió al cuerpo, cuando vieron a su hijo, completamente sano, asomado a la ventana del horno, mirand