Espero que hayan tenido un muy feliz fin de año 2023 y un excelente inicio de 2024. Que este nuevo año les traiga 366 días de felicidad y oportunidades. Acá seguimos con la historia, recuerden comentar. Besos.
Nadie esperó la reacción de Tommy, quien se puso a llorar de forma desconsolada, preocupando a sus padres y hermana.—Amor, ¿qué pasa? —preguntó Georgia angustiada, sin saber qué hacer.—Tommy, hijo. ¿Qué sucede? —preguntó Stephen, que se había acercado rápidamente, para saber qué era lo que pasaba con su pequeño.—Tommy… —dijo en voz baja Annie, temiendo que algo le pasara a su hermano —. Mamita, ¿por qué llora Tommy?—Hijo, por favor, háblanos, dinos qué te pasa —le pidió Stephen, que también se había agachado a la altura de sus hijos y tenía a Annie abrazada por la cintura.El pequeño no podía dejar de llorar y tampoco sabía cómo explicar lo que sentía en ese momento, estaba abrumado, las cosas lo habían tomado por sorpresa y jamás se imaginó reaccionar de esa forma. Sus ojitos fueron del rostro preocupado de su mamá, al de su papá, que no se encontraba muy diferente, después miró a Annie, que lo observaba igual de confundida y sus ojos se habían llenado de lágrimas, que la tenían
—Gracias —murmuró Gia, mientras que Annie sonrió ampliamente.—¿Te gusta mi vestido, papito? —preguntó la pequeña, mientras se tambaleaba de lado a lado.—Te ves preciosa, mi niña —la halagó y Annie se rio.—¿Mi mamita también se ve linda? —preguntó con picardía.Los ojos de Stephen se fijaron en los de Gia. Ella mordió lentamente su labio, dejando ver lo ansiosa que se encontraba en ese momento. Un suspiro inesperado salió de los más profundo del pecho de Stephen y tras mirar a Gia, llevó sus ojos al rostro de su hija, que esperaba una respuesta.—Así es, hija. Tu mamita se ve muy hermosa —admitió y volvió a mirar a Georgia, que volvía a sonrojarse.—¡Papáááá! —gritó Tommy desde la cocina, rompiendo el momento entre sus padres, cosa que Georgia habría agradecido, de no pensar que algo le pasaba a su hijo.—¡Tommy! —gritaron al unísono ambos padres y corrieron a la cocina.El alma les volvió al cuerpo, cuando vieron a su hijo, completamente sano, asomado a la ventana del horno, mirand
—¡Ya está la mesa! —anunció Tommy.—¡Sí, ya podemos comer! —gritó Annie.Si los niños hubieran visto a sus padres de la forma en la que estaban, no habrían dicho una sola palabra, pero lo cierto era, que apenas chocaron cinco con su papá, se habían ido a terminar de arreglar la mesa, para tener su tan anhelada cena de Nochebuena.Los gritos de los pequeños sacaron a sus padres del estado en el que se encontraban, soltaron sus manos con prisa y dieron un paso atrás, como si su toque los hubiese quemado, aunque no estaban muy lejos de la realidad, pues la sensación de electricidad en sus manos era constante y no se detenía.—Será mejor ir a comer —sugirió Gia y antes de que Stephen dijera algo, se giró para ir junto a sus hijos, mientras que Stephen fue a la cocina, para alistar la cena.Los pensamientos del pobre no se podían alejar de la sensación al volver a tocar a Georgia, su piel emanaba el mismo calor y era igual de suave como la recordaba. Ya no tenía caso de seguir negando lo q
El beso fue cada vez más intenso, Stephen agarró con firmeza el cuello de Georgia, evitando que ella se fuera, algo que no era necesario, pues en los planes de Gia no estaba alejarse, por lo que, agarró los costados del saco que él tenía y los apretó con fuerza. Sus bocas se reconocieron, corrientes eléctricas viajaron por sus cuerpos, despertando zonas que tenían dormidas hace tiempo. Georgia gimió en protesta, cuando Stephen se alejó. Ambos tenían la respiración agitada y sus ojos tenían un velo de deseo que los envolvía. Ella mordió su labio, mientras intentaba controlar su respiración acelerada, esa acción enloqueció a Stephen, que volvió como un torbellino hacia ella, haciendo volar cualquier oportunidad de sobrepensar lo que estaba pasando. Gia recibió a Stephen con más ansiedad que antes y perdió todo control cuando las manos de él recorrieron sus costados, deslizándose hacia sus nalgas. La levantó con firmeza y ella enredó sus piernas en sus caderas, aferrándose a ese cuerpo
Gia se apresuró a agarrar su bata que estaba colgada en el perchero de la esquina, sin embargo, antes de que pudiera deslizarla por su cuerpo, Stephen llegó hasta ella, la tomó por la cintura y la giró contra su cuerpo. Gia gimió ante ese rápido movimiento y sonrió al ver el rostro de Teph muy cerca del suyo.—¿Qué haces? —preguntó coqueta, mientras pasaba sus manos por los hombros de él.—Eres una tentación y he caído completamente —dijo y al tiempo que la apretaba contra su cuerpo, unió sus labios a los de ella.Georgia gimió al sentir ese beso intenso y ardiente, aunque hizo acopio de sus fuerzas, para no dejarse llevar de nuevo, al menos, no todavía, pues tenían una misión especial e importante por hacer.—Será mejor que salgamos ahora, Teph —pronunció al cortar el beso. Él hizo una mueca, que la hizo reír, pero negó —. No me vas a convencer —aseguró ella y con prisa se cerró la bata, pues si las manos de Stephen seguían acariciando su piel, ella perdería su batalla ante la pasión
Los ojos de Gia y Stephen recorrieron los dibujos regalados por sus hijos, en ambos estaban los cuatro juntos, en uno de ellos estaban en Las Vegas y el otro era ahí en Montana. —Están hermosos, mis niños —dijo Gia con los ojos llenos de lágrimas, porque en los dibujos se notaba la ilusión que sentían sus pequeños al estar todos juntos. —¿De verdad les gustaron? —preguntó Annie con tono bajo. —Muchísimo, hija —respondió Stephen y se acercó para dejarles a cada uno un beso. Gia también se acercó a sus hijos para darles un beso y abrazarlos con fuerza. Una vez los soltó, sus ojos volvieron al regalo de sus pequeños y detalló con detenimiento cada uno de los dibujos, hasta que una gran sonrisa se formó en su rostro. —Annie, ¿y esto de acá? —le preguntó a la pequeña, mientras le señalaba una de las partes del dibujo en donde se veía un rostro más, a parte de ellos cuatro. Stephen también miró y Tommy se rio con timidez. —Es un perrito… —susurró Annie. —Pero nosotros no tenemos perri
Georgia se despertó con la luz suave de la mañana filtrándose a través de las cortinas en la habitación de la casa de Glasgow. A su lado, Stephen aún dormía, y por un momento, se quedó observándolo. No podía evitar notar cómo las líneas del tiempo marcaban sus rostros, pero también cómo ciertos destellos de juventud y complicidad se asomaban tímidamente. Por su mente le pasó la idea de que Stephen era como un buen vino, pues con el paso de los años se veía más atractivo de lo que era cuando lo conoció a sus diecisiete años.—Me vas a desgastar —bromeó Stephen con voz adormecida, sorprendiéndola, pues no había notado que estuviera despierto.—Creí que dormías —admitió en tono bajo, pero no se movió de su lugar.Una sonrisa se marcó en el rostro de Stephen y sin abrir completamente sus ojos, estiró su mano, para jalar a Gia contra su cuerpo.—¿Qué haces? —preguntó ella en un susurro, aunque le encantó sentir el calor del cuerpo de Stephen.—Aún es temprano y los niños duermen —contestó,
Las lágrimas corrían por las mejillas de Georgia, incapaz de contener las emociones que fluían por todo su cuerpo. El pequeño baño parecía encogerse mientras su corazón se desgarraba con cada palabra cruel que resonaba en su mente. El eco de la conversación de Stephen la perseguía, sumiéndola en un abismo de dolor y confusión.El recorrido hasta la construcción fue emocionante, tanto Annie como Tommy, bombardearon a su padre con preguntas acerca de su trabajo y lo que había estado haciendo ahí en Glasgow, Montana. El camino se hizo corto, que lo siguiente que notaron los niños fue que se detuvieron en un gran parqueadero, en el que solo había un auto pequeño en una esquina. El vigilante de la obra los saludó y cuando se bajaron de la camioneta, los ojitos de Annie y Tommy se abrieron ampliamente al ver lo grande que era ese lugar.Un hombre de cabello muy oscuro y corto, así como una barba espesa, llegó minutos después que ellos y se detuvo en el parqueadero, bajando de una camioneta