Alexandra, una hacker franca, de lengua filosa y sin filtro, defensora feroz de los perros, se enfrenta al muy complicado y duro abogado Manuel García, un hombre implacable pero de una moral y ética incorruptibles. Entre ellos nace una extraña amistad que comienza a peligrar por la aparición del financista millonario Mauricio Villarreal, quien se interpondrá con su estilo sensible y seductor. Alex comenzará a vivir una disyuntiva entre estos dos hombres tan diferentes que la confunden con sus personalidades fascinantes, pero a la vez difíciles de comprender, que más tarde la llevarán a un curioso contrato matrimonial. La pelirroja de los perros es un intenso viaje al interior de la personalidad de sus protagonistas, que deben hacer frente a grandes conflictos para vencer las sombras que los limitan en sus sentimientos y les hace casi imposible trasponer los obstáculos que se cruzarán en sus caminos y deberán tomar dolorosas decisiones para buscar la esquiva felicidad en sus vidas llenas de pruebas y retos que definieron sus personalidades. Sorpresas y dudas, tristezas y alegrías, momentos de angustia y aflicciones determinadas por sus pasados, guiarán al lector en esta travesía llena de latentes promesas que no saben si podrán cumplir.
Leer másEl cerebro de Alex trabajaba a una velocidad vertiginosa sin lograr el orden.Veía a Manuel allí, a solo un paso de ella, podía verse reflejada en la tristeza de su mirada, oscura pero ya no esquiva. Lo miraba fijamente y buscaba cómo decirle a ese hombre lo que le hacía perder el aliento.—¿No tienes nada que decirme? ¿Tanto así te lastimé que llegaste a odiarme? Por supuesto, no podría culparte por eso, pero me duele haber hecho justo lo que quise evitar. Si consideras que no puedes perdonarme, lo entiendo, pero dímelo, para hacerme a un lado y dejarte ser feliz. Dime todo lo que desees porque lo merezco y estoy preparado para escucharlo, pero habla conmigo, por favor. Tu silencio es demasiado para mí.Al decir esas palabras, introdujo sus manos en los bolsillos de su pantalón con impotencia y se dio la vuelta para ocultar su rostro lleno de tristeza.—Manuel…sé que debo decir algo, pero aún estoy tratando de comprender este momento. Esperé tanto escuchar lo que dijiste, me obligué
Alex llegó al restaurante donde se había citado con Humberto Mendoza y al anunciarse le dijeron que le esperaban en la mesa reservada por él.La condujeron a su encuentro y el elegante caballero se puso de pie y se saludaron con un abrazo, luego se sentaron y ordenaron algo para tomar.—Disculpa la espera, Humberto, se me presentó algo que debía resolver.—Valió la pena, espero que te guste este lugar. Si deseas ordenar, puedo darte algunas sugerencias excelentes.—Seguro…Rato después se encontraban disfrutando de la deliciosa comida y conversaban animados sobre todo tipos de cosas. Humberto era el representante de una empresa que recién se había unido a la clientela de Alex para sus servicios digitales. Era un hombre encantador y amable, culto y divertido. Tenían que discutir algunas cosas de trabajo e insistió en que almorzaran juntos para hacerlo. Se habían reunido un par de veces para afinar detalles y se dieron cuenta que tenían mucha afinidad. Alex le habló de Huellas de Amor y
Cuando su móvil sonó, Alex miró la hora en el reloj sobre la mesita de noche y vio que eran pasadas las tres de la mañana. Extrañada por la llamada se apresuró a contestar al darse cuenta de que era Manuel quien llamaba.—¿Qué sucede, Manuel?—Se trata de Becca, tiene fiebre muy alta y pese a que la hemos estado tratando desde temprano, no cede. Voy a llevarla al médico en este momento. Paula la está preparando y pensé que querrías saberlo. —Por supuesto… ¿a dónde la llevas?—A la clínica de siempre, ya hablé con el pediatra y nos esperará en la emergencia.—Estaré lista en dos minutos y nos vemos allá.—Tu edificio me queda de camino, puedo pasar por ti si lo deseas en unos minutos.—Perfecto… estaré abajo.Cortó la llamada y saltó de la cama, se vistió rápidamente y tras tomar su bolso y el teléfono, bajó a toda velocidad.Al llegar abajo, solo esperó algunos minutos y vio el auto acercarse. Al detenerse, entró al puesto trasero del vehículo, donde venía Becca en su sillita. Se veí
—Hola de nuevo, Alex.—Hola… ¿cómo supiste que estaba aquí?—Te vi salir y desde donde estaba observé que parecías tener frio.—Gracias…la verdad es que este vestido no es el mejor para paseos nocturnos en esta época.—No entiendo nada de modas, pero, aunque no te cubra demasiado, sí que te va espectacular. Estás verdaderamente hermosa esta noche.—Y tú te ves arrebatador con tu smoking… que ahora llevo yo, por cierto.—Y te luce más a ti, sin duda.Por un momento ambos se quedaron en silencio, sin saber cómo continuar hasta que Manuel se decidió a hablar.—¿Cómo has estado? Supe que te va muy bien en tu negocio y Huellas de Amor es el tema del momento. Estás haciendo maravillas allí y creo que lograste tu cometido con lo que hiciste, causaste un gran revuelo.—Gracias a tu idea… Es una linda labor la que hacemos allí.—No dudé ni por un instante que lo lograrías. Es tu vocación.—Una de ellas.—Así es…—¿Y tú cómo vas?—Avanzando lentamente. Un día a la vez. He logrado mucho en estos
El tiempo transcurrido desde ese amargo día de la despedida, había sido lento y culposo para Alex, porque en ocasiones se decía que podía haber continuado como estaban, pero luego, poco a poco, retomaba su decisión, lo que redundó en logros que la llenaban.Había adquirido un pequeño apartamento muy coqueto y moderno, siendo el comienzo de una nueva vida para ella, que ya no estaba rodeada por las cosas de aquella enorme y solitaria casa. Las cosas que conservó, las guardó en un almacén en espera de decidir lo que haría con ellas cuando la culpa no fuera un obstáculo. Allí solo estarían los objetos que complacieran su gusto y su estilo. Descubrió que tenía talento para seleccionar esas cosas y disfrutó decorando su nuevo hogar. Junto a Otelo, iba cada día a las instalaciones de Huellas de Amor y organizaba todo lo referente a su funcionamiento. Tal como había prometido Manuel, contaba con fondos para emplear personal en el que delegaba funciones. Se prometió no volver a convertirse en
—¡Pero claro que acepto! Si hubieras aparecido aquí con un regalo de cualquier otro tipo, te lo habría puesto de sombrero, pero esto…esto es el regalo más increíble y hermoso que podía recibir alguien. ¡Creo que voy a llorar!—Entonces, permíteme que te muestre algo…—Manuel fue hasta la puerta y salió por un instante y luego entró con algo en sus brazos, envuelto en una tela.Se acercó a Alex y lo puso en sus piernas. El bulto se movió y se descubrió, asomando la cabeza fuera de la manta. Alex dejó salir un grito de sorpresa al ver al perrito en su regazo.—¡Es Otelo! ¿Cómo supiste de Otelo?—Averigüé en los diferentes albergues a los que ibas y una señora muy amable me contó que desde que llegaste ahí, te habías enamorado por completo de este perrito y hasta le diste un nombre, Otelo. Ante la duda, prefiero no saber la razón para darle ese nombre. —hizo una mueca que quiso ser una sonrisa.Alex abrazaba al perrito que le comenzó a lamer la cara con desesperación en cuanto la reconoci
Alex se extrañó de que llamaran a la puerta de su habitación porque no había pedido nada y a esa hora, pero igual fue a abrir distraída en sus pensamientos.Cuando levantó la mirada y vio a Manuel frente a ella, sintió que la tierra se abría bajo sus pies y se la tragaba. Agitada trató de cerrar la puerta, pero Manuel lo impidió con muy poco esfuerzo.La joven aceptó que había sido un error abrir sin ver quién era y resignada, se alejó de la puerta. Manuel entró y cerró tras él.—¿Por qué estás aquí? ¿Cómo me encontraste?—No vives con alguien que tiene “la llave de la ciudad” sin que aprendas algo de sus mañas.—No te creo, tú no haces esas cosas…—No las hacía, pero cuando la alternativa es no saber dónde estás, hay que ceder… busqué “ayuda” y te encontré en cuanto encendiste el móvil.—¡Qué sorpresa, ahora sí te gustan los hackers! —refunfuñó con tono amargo la chica. —¿Por qué viniste? Suponía que te había quedado claro que no deseo verte, ni estar contigo así que si te vas…me har
Habían transcurrido varios días desde el incidente con Isis y cuando Alex le preguntó a Manuel sobre lo que decidirían hacer en relación a la madre de Becca, él solo le respondió que ya él se había encargado de todo.Alex no pudo evitar sentirse relegada al no ser tomada en cuenta en la decisión.Manuel había vuelto a su rutina de trabajo, gimnasio y el tiempo que le dedicaba a los niños del hospicio, mientras la chica continuaba haciéndose cargo de Becca, que era su único aliciente para seguir con el trato entre ellos. Tomaba algunos trabajos de la empresa y se distraía con eso, pero nada sacaba de su interior esa terrible sensación de soledad, porque notaba a Manuel distante desde aquel día. No era el mismo, no sonreía ni bromeaba con ella. No pasaban tiempo juntos y Alex extrañaba esos momentos que la hacían sentirse querida aunque no lo expresara en palabras.En varias ocasiones intentó conversar sobre la situación con Manuel pero él rehuía esos momentos y evadía hablar con ella.
Manuel condujo aprisa en dirección al hotel y al llegar, la app mostraba aún el teléfono de Isis en el lugar.Alex se dirigió a la recepción y habló con la empleada. Con una sonrisa y mirando a la chica a los ojos, le habló de modo casual.—Buenas noches, señorita…¿la habitación de Isis Alvarado? Ella me espera. Vengo a buscar a mi hija, Isis la está cuidando.Mientras Alex distraía a la recepcionista, Manuel tomaría el elevador y subiría hasta la habitación. No podían permitir que le alertaran sobre su llegada hasta que Manuel se encontrara frente a su puerta.—Debo anunciarla, si me da su nombre me comunicaré a su habitación.—Si, entiendo…pero realmente estoy apurada. —miró de reojo y vió que Manuel entraba al ascensor. — Mi taxi me espera afuera. Solo quiero recoger a mi hija y salir, es todo. Subo y bajo enseguida. Aunque quizás sea mejor que ella baje, será más rápido…—Alex parloteaba calculando que Manuel llegara al piso miraba de reojo el indicador del ascensor. — Sí, ¿puede a