Esa tarde, Alex volvió a su casa sola, porque Ariana tenía compromisos. Al llegar a la esquina volvió a ver el auto de ese hombre parado frente a su casa y supuso que él estaría dentro del mismo, porque no se veía en los alrededores.
Se acercó y al asomarse por la ventanilla, allí estaba Manuel, leyendo algunos papeles mientras la esperaba.
— Finalmente llega, hace rato que la espero— se quejó Manuel molesto.
— ¿Se supone que yo debería saber que usted vendría de nuevo a perturbar mi paz? ¡Ni que fuera adivina! Yo trabajo ¿lo sabía? Y tengo un horario que cumplir.
— No es algo común en personas como usted,
— Con eso se refiere a "locos", presumo. Creo que debería irse. — le indicó impaciente.
— No es que me encanté venir aquí, ya le dije que no me gustan los perros.
— No se sienta mal por eso, usted tampoco les gusta a ellos— expresó cínica.
— Vine a traerle el oficio donde se le indica el plazo que se le concede para resolver este asunto de los perros, necesito la documentación que tenga de los animales.
— ¿Qué espera que tenga, actas de nacimiento y pedigree? No entiende que los rescaté de la calle, solo tengo los reportes de vacunas y atención médica.
— Eso me sirve, así podría al menos hacer un cálculo de la cantidad de animales.
— Venga conmigo.
Alex abrió el portón y los perros salieron a recibirla. Nuevamente Manuel se sintió aterrado de entrar y Alex lo miró impaciente.
— Ya sabe que no le van a hacer nada, tan grandote y con tanto miedo de unos perritos indefensos.
— Con dientes afilados.
— Están vacunados — le dijo con sorna— Ande ya, no sea tonto, mire que hoy no estoy de humor, aunque parece que usted nunca lo está ¿Por qué siempre se ve tan tieso? Relájese.
Manuel miró sin entender a esa mujer que hablaba sin parar como un radio y en cierta forma le hizo gracia su manera tan directa de decir las cosas. Todos pensaban como ella en cuanto a su carácter, pero esta mujer se lo lanzaba a la cara sin ningún tapujo. Caminó tras ella entre el montón de perros y la observó enfundada en aquellos jeans descoloridos, con la camisa azul que le quedaba tan grande que debía doblar las mangas, para que no le sobrepasaran las manos. “Alguien debería darle algunos consejos de modas a esta chica” pensó Manuel observando su cuerpo, un poco más visible que el día anterior.
“No es tan horrible, pero debería hacer algo con ese cabello, parece que tuviera vida propia"
— Va a tener que esperar un poco por los papeles, los chicos están hambrientos— comenzó a servir la comida del enorme saco, pero no podía moverlo sola, porque apenas lo acababa de abrir— Sea amable y ayúdeme con el saco, es muy pesado.
Él la miró con asombro de que pidiera semejante cosa.
—Pero… ¡me voy a ensuciar el traje!
— Ay, no sea así, eso no lo va a matar, venga, deme una mano. Tanto músculo inútil, al menos deles uso, ¿o son solo para llamar la atención?
Lo empujó hasta donde se encontraba el saco, ella lo tomó de un lado y esperó a que él lo asiera del otro. Manuel se quedó viendo el bulto sin decidirse a tocarlo.
— Ayude, que el saco no muerde.
Finalmente, Manuel tomó un lado del saco y lo arrastró casi sin esfuerzo hasta donde le indicó Alex y se quedó mirándose las manos.
— Que bien, no son músculos de utilería— se rio Alex y continuó sirviendo platos para los perros— Lávese allí antes de que le dé un infarto— le señaló el fregadero.
Manuel fue hasta el fregadero y se lavó las manos a conciencia y las secó con una servilleta de papel del rollo que estaba a su lado. Luego se volvió a mirar a Alex.
— Necesito irme, por favor consígame los documentos.
— En la sala hay un mueble con gavetas, allí está todo lo que tengo, pero no puede llevárselo, debo tenerlo para las personas que adopten a mis niños.
— Allí le voy a dejar el oficio que le envía el departamento, pero necesito que firme la copia en señal de recibido, luego no salga con que nadie le informó cual era el plazo,
Alex se volteó para quedar de frente a Manuel.
— Pese a lo que usted piensa, no estoy loca ni hago idioteces, soy una persona seria y responsable, ya me dijo que tengo un mes para esto y voy a hacer lo posible por lograr lo mejor para mis perros. Aunque usted tenga esa actitud de superioridad, eso no lo hace más consciente ni mejor persona que yo, revise lo que necesite en el mueble, pero deje todo en su lugar.
Se volvió hacia Igor quien ya hacía intentos de caminar con su patita enyesada y le dio su medicina.
Manuel sin saber qué hacer ante la actitud de aquella joven, se quedó mirándola mientras se movía por todo el lugar hablándoles a los perros. De verdad, esa mujer era todo un personaje.
Miró su reloj y vio que se le hacía tarde para ir al gimnasio y Alex no tenía ni la menor intención de atenderle hasta terminar con los perros. Tomó una decisión.
— Vendré mañana a buscar esos documentos, procure tenerlos a mano para revisarlos y no me haga perder el tiempo.
— ¿Usted es así de antipático naturalmente o practica a diario? Con esa actitud no creo que tenga muchos amigos.
— La amistad está sobrevalorada y no es asunto suyo cómo sea yo.
— Si lo es, si está parado en mi cocina y se porta como un patán. Me tiene sin cuidado si al salir de aquí lo arrolla un tren, pero mientras se encuentre en mi casa, va a ser una persona respetuosa, bueno, con que sea "una persona" creo que se logra bastante.
— Volveré mañana.
— Uf, tres visitas seguidas, van a pensar que usted y yo podríamos ser amigos, ¡qué horror!
— Debo irme— miró a los perros dudoso de moverse del lugar.
— Ellos ni recuerdan que usted está aquí, su comida es todo lo que les importa en estos momentos, salga tranquilo, mañana puede venir temprano si lo desea, porque solo saldré por la mañana.
Manuel se decidió a salir y abandonó la cocina. Alex apenas escuchó la vieja y pesada puerta al cerrarse tras él.
— Qué tipo tan extraño y me llama loca a mí.
Mientras pensaba en eso, continuaba con sus labores y tan pronto terminó con todo, se metió a la ducha y se preparó un sándwich que se llevó a la cama. Comió con desgano mientras veía la televisión, sin prestarle ninguna atención. Miró los noticieros hasta quedarse dormida, pensando en todo lo que tendría que hacer a la mañana siguiente.
Al día siguiente, más temprano que de costumbre, saltó de su cama y comenzó el trabajo de cada mañana, para poder salir a dedicarse a las cosas que en su mente había planificado. Con su computador portátil se sentó a buscar opciones entre las organizaciones que podrían ayudarla. Un par de horas más tarde, tenía una lista de lugares a los que iría a solicitar apoyo para lo que había planificado junto a Ariana.
Corrió a su habitación y se vistió con jeans, playera y tenis y salió.
Durante toda la mañana visitó las instituciones de su lista para intentar organizar la feria de adopción para sus bebés. Al regresar a casa, una sensación agridulce la acompañaba ya que, a pesar de haber conseguido una gran acogida para el evento, eso significaría tener que decirles adiós a sus perros. Pero se ocuparía de conseguirles buenos hogares a los chicos.
Al mediodía, se preparó un sándwich y comió sin ganas rodeada de los perros. Luego salió al jardín y sentada en el piso del porche, se dedicó a jugar con los perros, disfrutando sus últimos días juntos. Un rato después la llamaba Ariana a su teléfono para darle noticias sobre sus intentos y le comunicó que ya había contactado a varias personalidades que estaban dispuestos a apoyarla en la búsqueda de familia para los perros.
Cuando ese hombre de Salubridad viniera, tendría información para él y así quizás la dejaría en paz por un tiempo.
Llamó al número que le dieron en el servicio de información telefónica para comunicarse con las autoridades del parque cercano, de modo de solicitar los permisos correspondientes para realizar allí la feria de adopciones. Le indicaron los documentos que debería consignar y le propusieron una fecha en dos semanas, cuando el parque estaría libre. Podría realizar allí las actividades.
Era extraño que todo el mundo estuviera tan entusiasmado y que las cosas parecían alinearse casi sobrenaturalmente para sus propósitos y ella se sintiera tan miserable. No era justo. Esos perros eran su familia, quienes la amaban, le daban afecto, la hacían sentir viva y necesitada.
Las lágrimas corrían por su rostro, mientras abrazaba al dulce Igor y sentada allí rodeada por su manada, lloró desconsolada y sus pequeños deseando consolarla se acurrucaban contra ella. Era lo que hacían siempre que sentían que algo la entristecía. La adorable y vieja Candy lamía su rostro secándole las lágrimas.
No notó que un auto se detenía frente a su casa, ni que Manuel había bajado de aquel auto y la observaba con curiosidad.
Algo de esa escena tocó alguna fibra en el alma de aquel hombre rígido, porque sus ojos se entrecerraron y la miró sin anunciar su presencia hasta que los perros lo vieron y fueron hasta la reja a recibirlo. Al parecer, a ellos también les llamó la atención tener esa visita durante tres días seguidos.
Alex volvió el rostro para ver qué atraía a sus perros y lo vio allí de pie, mirándola. Sus ojos se encontraron y se miraron por un instante, sin decir nada. Alex observó que en ese momento los ojos de Manuel no eran fríos ni duros como las otras veces. Había algo en ellos, como cierta una tristeza escondida detrás de la dureza de aquel rostro.
Alex tardó unos segundos en reaccionar y cuando lo hizo, le señaló el portón.
— Está sin llave, entre— dijo sin ánimos de hablar.
Ese hombre significaba la separación de su familia canina y aunque deseaba entender que él solo hacía su trabajo, no podía dejar de verlo como el enemigo.
Esta vez, Manuel solo se acercó al portón y lo abrió. Los perros se acercaron a olfatearlo y luego se alejaron de él. Ya no era un extraño para ellos. El hombre caminó hasta donde se encontraba Alex sentada, sin hacer ningún ademán de querer levantarse de allí.
— No deseo molestarla, veo que no es un buen momento —dijo Manuel como único saludo.
— No hay un buen momento para nada de esto. Todo lo que concierne a usted implica separarme de estos chicos, así que no se preocupe, voy a hacerlo, aunque me duela en el alma— los ojos de Alex brillaron con lágrimas retenidas y se volvió a mirar hacia otro lado para que Manuel no las viera. — Ya estoy organizando algo para conseguirles hogar, a los que pueda, no sé qué voy a hacer con los que no logren conseguir familia… algo se me ocurrirá— habló con voz pesarosa, que le llegó profundo a Manuel.
Generalmente, mantenía perfectamente las distancias con las personas con quienes debía tratar en su trabajo, pero era cierto que no le había tocado lidiar con alguien como ella antes. Casi siempre quienes estaban en esa situación eran ancianos, con demencia senil, a quienes les hacía un favor sacándolos de esos agujeros malolientes y llenos de desechos en los que vivían y eso lo hacía sentir que hacía lo correcto. Sin embargo, esta mujer no se asemejaba a ninguna situación que hubiera vivido antes y por momentos sentía que le hacía daño. Inmediatamente se llamaba al orden y se decía a sí mismo que era lo que debía hacerse. Pero aquellos ojos verdes como canicas llenos de lágrimas, le creaban un pesar que no había sentido antes.
— No es algo que hago para causarle problemas, solo hago que se cumplan las leyes.
— Ya no tiene importancia— la chica se movió sobre sí misma para levantarse del piso y Manuel le ofreció la mano para ayudarla. Alex la tomó y se impulsó sostenida por él y sintió en su mano la fuerza de aquella que le apoyaba. La retiró inmediatamente cuando se puso de pie y lo miró con las manos metidas en los bolsillos traseros de su pantalón.
— Venga conmigo, adentro tengo los papeles que me pidió de mis perros y puedo explicarle lo que pienso hacer con ellos, ya hoy logré organizar algunas cosas— caminó hacia la puerta y entró seguida de Manuel. Fue directo al mueble donde guardaba todo lo referente a sus perros, aquel mueble donde una vez su madre guardó todos sus documentos y cosas personales. Por un instante pensó en su madre y su mirada se volvió hacia el cuadro de la pareja en la pared sin que se diera cuenta de que lo hacía. Pensó que había sido algo imperceptible, pero Manuel habló detrás de ella.
— ¿Son sus padres?
— Si — Alex se sorprendió de que la voz de aquel hombre sonó casi normal.
— ¿Ya no viven con usted? — preguntó Manuel antes de percibir que estaba pisando terreno demasiado personal.
— Murieron, ambos. — respondió mecánicamente como se había acostumbrado a hacerlo para evitar preguntas de los curiosos.
La respuesta dejó a Manuel sin deseos de continuar hablando del tema y se dirigió a donde se encontraba Alex con una carpeta en las manos.
— Todo lo que tengo son los certificados de vacunación y algunos informes médicos, de sus esterilizaciones y tratamientos que han requerido.
Manuel tomó la carpeta y fue a sentarse al sofá que estaba cerca de ellos. Comenzó la tarea de contar los certificados y se dio cuenta de que eran muchos.
— Aquí hay más de cuarenta certificados.
— No lo sé, no los he contado, nunca me hizo falta.
— ¿En serio no sabe cuántos perros tiene?
— No me interesa saberlo, igual, para mí nunca son suficientes y para usted todos son demasiados, amo a los perros y supongo que ya le quedó claro.
— ¿Por qué tantos?
— Porque sí, porque son maravillosos, son amables, amorosos, fieles, leales, son mucho mejor que las personas.
— ¿Y su familia?
— No tengo, ya se lo dije.
— ¿No ha pensado que trata de sustituir la falta de su familia con los perros?
— No, los perros son mucho más cariñosos de lo que fue mi familia, no extraño gran cosa de ninguno de ellos y ya está bueno de hurgar en mi mente, ni usted es psicólogo ni yo estoy loca, solo me enferma que maltraten a los animales, no es que ande por la vida arrastrando traumas— movió la cabeza tratando de sacar esos pensamientos de su mente— Le cuento que vamos a organizar una actividad pública para buscar familia para mis niños, en el parque que está cerca de aquí, conseguí varios patrocinadores que me apoyarán con la logística, será en dos semanas, durante todo un fin de semana me permitirán tener a los perros allí, para que quienes deseen adoptar, lo hagan.
— Me parece buena iniciativa y lo logró pronto.
— No tengo alternativa, no puedo permitir que usted se los lleve y los pongan a dormir — lo miró con ojos acusadores.
— No se trata de que yo desee hacer eso, sino de la ley.
— ¡Váyanse al infierno usted y la ley! ¡Me están quitando a mi familia y no les importa! No haga como si le importara en algo lo que siento. Revise lo que quiera y váyase, tengo cosas que hacer.
— Voy a llevarme esto— señaló la carpeta y al ver que ella abría la boca para protestar continuó— voy a revisarlo bien, a hacer las anotaciones que requiero y se los devolveré muy pronto, se lo prometo.
— No los pierda, son esenciales para quienes los adopten.
— Gracias, debo decirle que me alegra que hayamos podido entendernos y que me satisface ver que está haciendo las cosas por usted misma, no deseo llegar a los extremos de tener que sacar los animales con las autoridades y agradezco su cooperación.
— Si, muy bien, bravo por mí. ¡Buena chica! — dijo con cara de enfado— Ahora váyase— miró a otro lado para no tener que mirar a ese hombre que la felicitaba por tratar de deshacerse de sus pequeños.
Manuel colocó la carpeta dentro de su maletín y se puso de pie.
— Como le dije antes, esto no es algo personal, Alex.
— ¿Aún sigue aquí? — preguntó sin mirarlo y Manuel se dirigió a la puerta. Salió sin que los perros le prestaran mayor atención y Alex escuchó cuando arrancó el motor del auto.
— Y ustedes— les dijo a los perros— podrían al menos haberle dado un susto. Vengan, vamos por su comida.
Se fue con ellos a la cocina.
Manuel volvió esa tarde al gimnasio como cada día y todo se repetía: su rutina de ejercicios y los avances de Isis. Pero ese día la chica iría un paso adelante.— Muy bien Manuel, ya casi terminas por hoy y yo también, así que voy a ser completamente directa contigo porque siendo discreta no he obtenido ningún resultado — se acercó a Manuel y sus pechos quedaron casi rozando el cuerpo de Manuel. Colocó su mano en el pectoral del hombre y lo miró a la cara. — ¿Te gustaría salir conmigo a tomar algo? Y si vas a dar una excusa, por favor que sea buena, porque sabes que hay muchos hombres que quisieran estar recibiendo esta invitación, pero te la estoy haciendo a ti, solo a ti, porque me gustas y creo que yo también podría gustarte.— Isis, eres hermosa— la chica sonrió satisfecha por el cumplido— pero no sé si sea adecuado que salgamos juntos, eres mi entrenadora y...— Idioteces, mueves los labios, pero solo escucho bla bla bla. Anda hombre, no creo que debas hacerte de rogar así. Tú me
— Entonces, señor García yo...— no sabía qué decir para romper el incómodo silencio.— Llámeme Manuel, por favor— "enloqueciste, hombre" se dijo a sí mismo tras pronunciar esas palabras. Jamás le había pedido a nadie que le llamara por su nombre de pila y de repente, aquella loca lo lograba. Algo le estaba afectando y no tenía idea de qué era.— Y yo soy Alex, no "señorita Aldana"— trató de sonreír— De verdad quiero que sepa que no suelo ser tan insufrible, pero esta situación me sobrepasa, no sé cómo hacer esto.El camarero llegó con el café y se retiró. Manuel esperó hasta entonces para hablar.— Comprendo que es difícil para usted, pero debe entender que no es normal, creo que usted requiere ayuda para enfrentar todo esto, ayuda profesional, quiero decir.— ¿Me está llamando loca de nuevo? Oiga, Manuel, intento ser amable, pero...— No la estoy llamando loca, solo le recomiendo algo para ayudarle a superar la sensación de pérdida que va a tener. Esos perros son su familia, como ha
— ¿A dónde vas?— A ayudarte con tus perros, quizás el saco pesa demasiado.— ¡Oh, por Dios! Eres un converso de mi causa — se rió Alex a carcajadas— ¡Si ni siquiera te gustan los perros!— No voy a tocarlos, solo a ayudarte un poco.— Puedo hacerlo sola, no te preocupes, pero si lo deseas, te agradezco que me ayudes a arrastrar el saco.Ambos entraron y Alex notó que esta vez Manuel caminó entre la jauría sin miedo. La ayudó con los alimentos y cuando tocó la hora de limpiar la miró a los ojos decidido.— Hasta aquí llega mi ofrecimiento ¡No pienso ayudarte con eso!— No lo esperaba — se rió de la expresión horrorizada de Manuel— No puedes hacer tantos cambios de una sola vez.Manuel se despidió y Alex se quedó limpiando su patio, con una extraña sonrisa en el rostro. Cuando lo notó se dijo a sí misma: "es por el chocolate". Y continuó su labor.Manuel vió la hora, decidió que ya era muy tarde para ir al gimnasio y se fue directo a su casa. Allí se metió a la ducha, se preparó algo d
El trabajo era intenso porque gracias a la ayuda de las celebridades que apoyaban la actividad, todo el día estuvieron ocupados y muchos perros fueron adoptados. Al final de la tarde, Alex vió que más de la mitad de los perros ya tenían una nueva familia. En condiciones normales, haría varias visitas a la familia interesada en adoptar y se aseguraría de que fueran los correctos, pero en esta ocasión no podría ser muy selectiva, no era fácil reubicar tantos perros en un fin de semana. Sin embargo, trataría de hacer el seguimiento de sus perros tanto como le fuera posible. Confiaba que todos tuvieran tutores amorosos que le dieran una buena vida.Algunos de los perros iban a ser difíciles de ubicar, pero para ellos quizás conseguiría lugar en algunas de esas granjas albergue, donde sabía que los cuidarían bien. Ya decidiría luego, al final de la jornada de adopciones.Esa tarde, cuando ya había bajado la afluencia de público, pudo tomar un momento para sentarse un rato a solas. Ya pront
Pensaba en eso cuando una voz la sacó de su distracción. Se volvió a ver quién le hablaba y la sonrisa alegre de Mauricio la sorprendió.— ¡Hola, Alex!— ¿Qué haces por aquí? — preguntó sorprendida.— Vine a ver si podía hacer algo por ti, quizás pudiera ayudarte en algo.— ¿Casualmente sabes cómo sacar la tristeza del alma? — preguntó mirando a sus perros y casi sin darse cuenta de lo que decía.— Te resulta muy duro separarte de ellos, lo entiendo.— Es terrible y sobre todo de Candy y Víctor, ellos fueron los primeros que rescaté y que deban irse me está matando.— Pero quizás podrías conservarlos a ellos.— No, no es justo, si los demás tuvieron que irse, no es justo que ellos se queden además tengo que comenzar una vida nueva, los perros son una adicción para mí y si conservo algunos, sé que en cualquier momento tendré otra vez una manada, es mejor que me quede sola y así evito caer en tentaciones. Ya solo quedan estos, hay dos que se irán con uno de los voluntarios, quien tiene
Manuel se ausentó y Alex se dedicó a sacar algunas cosas de la caja. No pensaba mucho en nada, su mente solo estaba ocupada en cuánto extrañaba a los perros. Cuando Manuel regresó llevaba en las manos un par de bolsas de papel de las que usan los restaurantes y una caja blanca de pastelería.— ¿Qué es eso? — preguntó consternada la mujer.— Comida y tu favorito, pastel de chocolate, ese que tanto te gustó.— Es demasiado, Manuel. No debiste.— Tonterías, no es nada y hoy vas a requerir la ayuda de este pastel para atacar la depresión.— No estoy deprimida— negó la chica.— Podría creerte si no supiera cuánto dolor debes sentir en este momento y como sé que el chocolate es un antidepresivo natural, consideré que bajo las circunstancias merecías darte un atracón de pastel, pero para justificarlo, primero debes comer algo nutritivo y sano.— En serio, Manuel, no tienes que ser también mi terapeuta, ni deseo que te sientas culpable por lo que siento, estás cumpliendo con tu deber y yo no
Para Alex el día había transcurrido sin mayor importancia, sobre todo porque lo había dedicado a organizar su hogar, tratando de poner un poco de orden ahora que no estaban los perros. Mientras más pronto sacara de allí todo lo que le recordaba su presencia, menos sufriría extrañándolos.Ya para la tarde tenía recogido todo lo que donaría a los albergues de perros, había demasiadas camas para mascotas, juguetes, mantas y platos que podrían usar.Cuando se disponía a entrar a la ducha, sonó su teléfono. Atendió y la agradable voz de Mauricio se escuchó al otro lado.— Hola, Alex, ¿recuerdas que te dije que mis padres vendrían a la ciudad y que me gustaría que los conocieras? Pues, no van a poder venir, de modo que yo iré este fin de semana a llevar los perros a casa. Me pregunto si quisieras acompañarme. Creo que me sería muy útil tu control sobre ellos para un viaje de varias horas. No deseo enviarlos con desconocidos.— Bueno, en vista de que no tengo nada previsto para hacer, sí, me
El auto continuó hasta llegar a una hermosa casa de tres pisos, rodeada de extensos jardines. Alex observaba la belleza del lugar pensando lo felices que serían sus perros allí. Mauricio sonó el claxon una vez y minutos después salía una pareja en sus sesentas, sonrientes y expectantes. El joven salió del auto y dió la vuelta para abrir la puerta a Alex, la chica salió y tras ella salieron en tropel los perros, los cuales se acercaron a la pareja a olisquearlos. Alex los disciplinó y los perros se sentaron a su lado a esperar.Mauricio tomó la mano de Alex y la acercó a sus padres. Los abrazó cariñosamente a ambos y estampó un beso sonado en la mejilla de su madre. Los señores la miraban con curiosidad y Mauricio procedió a las presentaciones.— Alex, ellos son mis padres, Rodrigo y Mirtha. Papá, mamá, ella es Alex, la chica que salvó a Igor y quien accedió a acompañarme para traer a sus nuevos huéspedes — Alex tomó la mano que le ofreció Rodrigo y luego Mirtha, se saludaron y ensegui