— ¿A dónde vas?— A ayudarte con tus perros, quizás el saco pesa demasiado.— ¡Oh, por Dios! Eres un converso de mi causa — se rió Alex a carcajadas— ¡Si ni siquiera te gustan los perros!— No voy a tocarlos, solo a ayudarte un poco.— Puedo hacerlo sola, no te preocupes, pero si lo deseas, te agradezco que me ayudes a arrastrar el saco.Ambos entraron y Alex notó que esta vez Manuel caminó entre la jauría sin miedo. La ayudó con los alimentos y cuando tocó la hora de limpiar la miró a los ojos decidido.— Hasta aquí llega mi ofrecimiento ¡No pienso ayudarte con eso!— No lo esperaba — se rió de la expresión horrorizada de Manuel— No puedes hacer tantos cambios de una sola vez.Manuel se despidió y Alex se quedó limpiando su patio, con una extraña sonrisa en el rostro. Cuando lo notó se dijo a sí misma: "es por el chocolate". Y continuó su labor.Manuel vió la hora, decidió que ya era muy tarde para ir al gimnasio y se fue directo a su casa. Allí se metió a la ducha, se preparó algo d
El trabajo era intenso porque gracias a la ayuda de las celebridades que apoyaban la actividad, todo el día estuvieron ocupados y muchos perros fueron adoptados. Al final de la tarde, Alex vió que más de la mitad de los perros ya tenían una nueva familia. En condiciones normales, haría varias visitas a la familia interesada en adoptar y se aseguraría de que fueran los correctos, pero en esta ocasión no podría ser muy selectiva, no era fácil reubicar tantos perros en un fin de semana. Sin embargo, trataría de hacer el seguimiento de sus perros tanto como le fuera posible. Confiaba que todos tuvieran tutores amorosos que le dieran una buena vida.Algunos de los perros iban a ser difíciles de ubicar, pero para ellos quizás conseguiría lugar en algunas de esas granjas albergue, donde sabía que los cuidarían bien. Ya decidiría luego, al final de la jornada de adopciones.Esa tarde, cuando ya había bajado la afluencia de público, pudo tomar un momento para sentarse un rato a solas. Ya pront
Pensaba en eso cuando una voz la sacó de su distracción. Se volvió a ver quién le hablaba y la sonrisa alegre de Mauricio la sorprendió.— ¡Hola, Alex!— ¿Qué haces por aquí? — preguntó sorprendida.— Vine a ver si podía hacer algo por ti, quizás pudiera ayudarte en algo.— ¿Casualmente sabes cómo sacar la tristeza del alma? — preguntó mirando a sus perros y casi sin darse cuenta de lo que decía.— Te resulta muy duro separarte de ellos, lo entiendo.— Es terrible y sobre todo de Candy y Víctor, ellos fueron los primeros que rescaté y que deban irse me está matando.— Pero quizás podrías conservarlos a ellos.— No, no es justo, si los demás tuvieron que irse, no es justo que ellos se queden además tengo que comenzar una vida nueva, los perros son una adicción para mí y si conservo algunos, sé que en cualquier momento tendré otra vez una manada, es mejor que me quede sola y así evito caer en tentaciones. Ya solo quedan estos, hay dos que se irán con uno de los voluntarios, quien tiene
Manuel se ausentó y Alex se dedicó a sacar algunas cosas de la caja. No pensaba mucho en nada, su mente solo estaba ocupada en cuánto extrañaba a los perros. Cuando Manuel regresó llevaba en las manos un par de bolsas de papel de las que usan los restaurantes y una caja blanca de pastelería.— ¿Qué es eso? — preguntó consternada la mujer.— Comida y tu favorito, pastel de chocolate, ese que tanto te gustó.— Es demasiado, Manuel. No debiste.— Tonterías, no es nada y hoy vas a requerir la ayuda de este pastel para atacar la depresión.— No estoy deprimida— negó la chica.— Podría creerte si no supiera cuánto dolor debes sentir en este momento y como sé que el chocolate es un antidepresivo natural, consideré que bajo las circunstancias merecías darte un atracón de pastel, pero para justificarlo, primero debes comer algo nutritivo y sano.— En serio, Manuel, no tienes que ser también mi terapeuta, ni deseo que te sientas culpable por lo que siento, estás cumpliendo con tu deber y yo no
Para Alex el día había transcurrido sin mayor importancia, sobre todo porque lo había dedicado a organizar su hogar, tratando de poner un poco de orden ahora que no estaban los perros. Mientras más pronto sacara de allí todo lo que le recordaba su presencia, menos sufriría extrañándolos.Ya para la tarde tenía recogido todo lo que donaría a los albergues de perros, había demasiadas camas para mascotas, juguetes, mantas y platos que podrían usar.Cuando se disponía a entrar a la ducha, sonó su teléfono. Atendió y la agradable voz de Mauricio se escuchó al otro lado.— Hola, Alex, ¿recuerdas que te dije que mis padres vendrían a la ciudad y que me gustaría que los conocieras? Pues, no van a poder venir, de modo que yo iré este fin de semana a llevar los perros a casa. Me pregunto si quisieras acompañarme. Creo que me sería muy útil tu control sobre ellos para un viaje de varias horas. No deseo enviarlos con desconocidos.— Bueno, en vista de que no tengo nada previsto para hacer, sí, me
El auto continuó hasta llegar a una hermosa casa de tres pisos, rodeada de extensos jardines. Alex observaba la belleza del lugar pensando lo felices que serían sus perros allí. Mauricio sonó el claxon una vez y minutos después salía una pareja en sus sesentas, sonrientes y expectantes. El joven salió del auto y dió la vuelta para abrir la puerta a Alex, la chica salió y tras ella salieron en tropel los perros, los cuales se acercaron a la pareja a olisquearlos. Alex los disciplinó y los perros se sentaron a su lado a esperar.Mauricio tomó la mano de Alex y la acercó a sus padres. Los abrazó cariñosamente a ambos y estampó un beso sonado en la mejilla de su madre. Los señores la miraban con curiosidad y Mauricio procedió a las presentaciones.— Alex, ellos son mis padres, Rodrigo y Mirtha. Papá, mamá, ella es Alex, la chica que salvó a Igor y quien accedió a acompañarme para traer a sus nuevos huéspedes — Alex tomó la mano que le ofreció Rodrigo y luego Mirtha, se saludaron y ensegui
Mientras conversaban llegaron a la sombra de un gran árbol que parecía estar allí desde la Creación. Su tronco era enorme y ni siquiera dos personas podrían rodearlo con sus manos tomadas.—Te presento al Viejo Henry, nuestro olmo familiar. No tengo la menor idea del tiempo que tiene, solo sé que ese nombre se lo puso algún tatarabuelo. Todos en la familia en algún momento de nuestras vidas escribimos nuestras iniciales en su tronco. Eventualmente lo haré. —tomó la mano de Alex y la invitó a sentarse.—Todo aquí parece sacado de algún cuento, Mauricio. Tienes una linda familia, con tradiciones e historia.—Si, así parece…—respondió el joven con cierta ambigüedad. — Cuando vengo acá es cuando me siento más cerca de todo. Mis padres aman este lugar y lo disfrutan. Yo nunca pasé mucho tiempo aquí, como te dije, tuve una etapa rebelde y no fui muy agradable, pero mis padres fueron los mejores del mundo y los más pacientes.—Los míos no fueron tan pacientes, pasé mucho tiempo en mi habitac
Rodrigo le ofreció otra copa de vino que Alex declinó. Ya había tomado dos durante la cena y no estaba acostumbrada al licor.Durante un rato escucharon a Mirtha en el piano, hasta que ésta dijo que ya era suficiente y con una sonrisa se despidió de los jóvenes.—Es hora de que este par de viejos se vaya a la cama. Por favor, Alex, siéntete como en tu casa. Mauricio, hijo, hazla sentir cómoda. Buenas noches.Se despidieron y los dejaron solos.Mauricio invitó a Alex a sentarse en el porche para disfrutar de la brisa nocturna.Era una hermosa noche, callada y con un cielo lleno de estrellas que disfrutaban sentados en el pintoresco sillón tipo columpio que adornaba el lugar.—Espero que no te estés aburriendo, Alex. Nuestra familia tiene costumbres sencillas.—Al contrario, hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto una velada. Mis noches generalmente son bastante solitarias y no tan agradables como ésta. Gracias por invitarme. La he pasado muy bien y mis chicos son tan felices aquí qu