—¡Pero claro que acepto! Si hubieras aparecido aquí con un regalo de cualquier otro tipo, te lo habría puesto de sombrero, pero esto…esto es el regalo más increíble y hermoso que podía recibir alguien. ¡Creo que voy a llorar!—Entonces, permíteme que te muestre algo…—Manuel fue hasta la puerta y salió por un instante y luego entró con algo en sus brazos, envuelto en una tela.Se acercó a Alex y lo puso en sus piernas. El bulto se movió y se descubrió, asomando la cabeza fuera de la manta. Alex dejó salir un grito de sorpresa al ver al perrito en su regazo.—¡Es Otelo! ¿Cómo supiste de Otelo?—Averigüé en los diferentes albergues a los que ibas y una señora muy amable me contó que desde que llegaste ahí, te habías enamorado por completo de este perrito y hasta le diste un nombre, Otelo. Ante la duda, prefiero no saber la razón para darle ese nombre. —hizo una mueca que quiso ser una sonrisa.Alex abrazaba al perrito que le comenzó a lamer la cara con desesperación en cuanto la reconoci
El tiempo transcurrido desde ese amargo día de la despedida, había sido lento y culposo para Alex, porque en ocasiones se decía que podía haber continuado como estaban, pero luego, poco a poco, retomaba su decisión, lo que redundó en logros que la llenaban.Había adquirido un pequeño apartamento muy coqueto y moderno, siendo el comienzo de una nueva vida para ella, que ya no estaba rodeada por las cosas de aquella enorme y solitaria casa. Las cosas que conservó, las guardó en un almacén en espera de decidir lo que haría con ellas cuando la culpa no fuera un obstáculo. Allí solo estarían los objetos que complacieran su gusto y su estilo. Descubrió que tenía talento para seleccionar esas cosas y disfrutó decorando su nuevo hogar. Junto a Otelo, iba cada día a las instalaciones de Huellas de Amor y organizaba todo lo referente a su funcionamiento. Tal como había prometido Manuel, contaba con fondos para emplear personal en el que delegaba funciones. Se prometió no volver a convertirse en
—Hola de nuevo, Alex.—Hola… ¿cómo supiste que estaba aquí?—Te vi salir y desde donde estaba observé que parecías tener frio.—Gracias…la verdad es que este vestido no es el mejor para paseos nocturnos en esta época.—No entiendo nada de modas, pero, aunque no te cubra demasiado, sí que te va espectacular. Estás verdaderamente hermosa esta noche.—Y tú te ves arrebatador con tu smoking… que ahora llevo yo, por cierto.—Y te luce más a ti, sin duda.Por un momento ambos se quedaron en silencio, sin saber cómo continuar hasta que Manuel se decidió a hablar.—¿Cómo has estado? Supe que te va muy bien en tu negocio y Huellas de Amor es el tema del momento. Estás haciendo maravillas allí y creo que lograste tu cometido con lo que hiciste, causaste un gran revuelo.—Gracias a tu idea… Es una linda labor la que hacemos allí.—No dudé ni por un instante que lo lograrías. Es tu vocación.—Una de ellas.—Así es…—¿Y tú cómo vas?—Avanzando lentamente. Un día a la vez. He logrado mucho en estos
Cuando su móvil sonó, Alex miró la hora en el reloj sobre la mesita de noche y vio que eran pasadas las tres de la mañana. Extrañada por la llamada se apresuró a contestar al darse cuenta de que era Manuel quien llamaba.—¿Qué sucede, Manuel?—Se trata de Becca, tiene fiebre muy alta y pese a que la hemos estado tratando desde temprano, no cede. Voy a llevarla al médico en este momento. Paula la está preparando y pensé que querrías saberlo. —Por supuesto… ¿a dónde la llevas?—A la clínica de siempre, ya hablé con el pediatra y nos esperará en la emergencia.—Estaré lista en dos minutos y nos vemos allá.—Tu edificio me queda de camino, puedo pasar por ti si lo deseas en unos minutos.—Perfecto… estaré abajo.Cortó la llamada y saltó de la cama, se vistió rápidamente y tras tomar su bolso y el teléfono, bajó a toda velocidad.Al llegar abajo, solo esperó algunos minutos y vio el auto acercarse. Al detenerse, entró al puesto trasero del vehículo, donde venía Becca en su sillita. Se veí
Alex llegó al restaurante donde se había citado con Humberto Mendoza y al anunciarse le dijeron que le esperaban en la mesa reservada por él.La condujeron a su encuentro y el elegante caballero se puso de pie y se saludaron con un abrazo, luego se sentaron y ordenaron algo para tomar.—Disculpa la espera, Humberto, se me presentó algo que debía resolver.—Valió la pena, espero que te guste este lugar. Si deseas ordenar, puedo darte algunas sugerencias excelentes.—Seguro…Rato después se encontraban disfrutando de la deliciosa comida y conversaban animados sobre todo tipos de cosas. Humberto era el representante de una empresa que recién se había unido a la clientela de Alex para sus servicios digitales. Era un hombre encantador y amable, culto y divertido. Tenían que discutir algunas cosas de trabajo e insistió en que almorzaran juntos para hacerlo. Se habían reunido un par de veces para afinar detalles y se dieron cuenta que tenían mucha afinidad. Alex le habló de Huellas de Amor y
El cerebro de Alex trabajaba a una velocidad vertiginosa sin lograr el orden.Veía a Manuel allí, a solo un paso de ella, podía verse reflejada en la tristeza de su mirada, oscura pero ya no esquiva. Lo miraba fijamente y buscaba cómo decirle a ese hombre lo que le hacía perder el aliento.—¿No tienes nada que decirme? ¿Tanto así te lastimé que llegaste a odiarme? Por supuesto, no podría culparte por eso, pero me duele haber hecho justo lo que quise evitar. Si consideras que no puedes perdonarme, lo entiendo, pero dímelo, para hacerme a un lado y dejarte ser feliz. Dime todo lo que desees porque lo merezco y estoy preparado para escucharlo, pero habla conmigo, por favor. Tu silencio es demasiado para mí.Al decir esas palabras, introdujo sus manos en los bolsillos de su pantalón con impotencia y se dio la vuelta para ocultar su rostro lleno de tristeza.—Manuel…sé que debo decir algo, pero aún estoy tratando de comprender este momento. Esperé tanto escuchar lo que dijiste, me obligué
Capítulo 1 — ¡Esa mujer es un peligro! —gritaba aquel hombre enfurecido, mientras se frotaba la cabeza, donde se le comenzaba a formar una protuberancia— ¡Exijo que la pongan tras las rejas! — le ordenó al policía que trataba de mediar en la pelea. — ¡Tras las rejas deberías estar tú, basura! — le espetó la mujer en cuestión— ¡No mereces ni el aire que respiras! — la chica trató de zafarse de quienes la detenían, para que no continuara agrediendo al hombre y a quien le corría un hilillo de sangre desde la frente— ¡Suéltenme ya verás cómo te doy lo que te mereces! — Señorita, por favor, guarde la compostura, no es necesario que sea tan violenta. — Es que aún no le he hecho nada — dijo ella mirando con rabia al hombre— ¡Suélteme para terminar lo que empecé! — volvió a batirse para quitarse las manos de los dos fornidos hombres que la sostenían. — ¿Por qué no te pones con uno de tu tamaño? ¡Lánzame la piedra a mí, que me puedo defender! ¡Y después llaman animales a los perros! Cuando
Cuando el despertador sonó, Manuel no sentía deseos de levantarse. Pensar en ir a continuar batallando con gente que no deseaba entrar en razón en cuanto a la legalidad de las cosas, le hacía sentir ganas de no quitarse las cobijas de encima. Sin embargo, la obligación era ineludible y aunque su trabajo no era el más querido o apreciado, menos aún respetado, alguien debía hacerlo. Generalmente, las personas lo odiaban cuando debía obligarlos a comparecer y atenerse a las leyes. Mala suerte para ellos, porque a Manuel no le importaban esas personas, solo que cumplieran lo establecido. Pensando así, se levantó de la cama y se fue al cuarto de baño. Llevaba puesto solo un bóxer negro, que no dejaba nada a la imaginación de aquel cuerpo firme, de abdomen plano y trasero espectacular. Ese físico era el producto de su bien definida rutina de ejercicios diarios. Independientemente de lo que tuviera que hacer, su paso por el gimnasio cada día era inamovible. Su alta estatura lo había obligad