Capítulo 1
— ¡Esa mujer es un peligro! —gritaba aquel hombre enfurecido, mientras se frotaba la cabeza, donde se le comenzaba a formar una protuberancia— ¡Exijo que la pongan tras las rejas! — le ordenó al policía que trataba de mediar en la pelea.— ¡Tras las rejas deberías estar tú, basura! — le espetó la mujer en cuestión— ¡No mereces ni el aire que respiras! — la chica trató de zafarse de quienes la detenían, para que no continuara agrediendo al hombre y a quien le corría un hilillo de sangre desde la frente— ¡Suéltenme ya verás cómo te doy lo que te mereces!— Señorita, por favor, guarde la compostura, no es necesario que sea tan violenta.— Es que aún no le he hecho nada — dijo ella mirando con rabia al hombre— ¡Suélteme para terminar lo que empecé! — volvió a batirse para quitarse las manos de los dos fornidos hombres que la sostenían. — ¿Por qué no te pones con uno de tu tamaño? ¡Lánzame la piedra a mí, que me puedo defender! ¡Y después llaman animales a los perros! Cuando hay algunos que caminan en dos pies y usan ropa … ¡que deberían estar en jaulas! — le espetó gritándole a la cara— Explíquenme lo ocurrido —pidió el policía parado entre los dos que se peleaban— ¿Por qué agredió usted al señor?— ¿Señor? — exclamó enfurecida aquella chica con los ojos brillantes— ¡Grande le queda esa palabra a esa basura!— ¿Qué ocurrió? — dijo el oficial ya perdiendo la paciencia.— ¡Que esa demonia me rompió la cabeza con una piedra!— ¿Es cierto eso, señorita?— ¡Claro que sí! ¡Se lo merecía!— ¿Por qué dice eso?— Ese ser despreciable vio a ese animalito cruzando la calle— señaló un perro que otra persona sostenía y que se encontraba muy lastimado— y le lanzó una piedra porque supongo que le pareció gracioso hacerlo, cuando el perrito corrió asustado por el golpe, el muy asqueroso le dio un puntapié y le rompió la patita — en la medida que hablaba la furia iba regresando al rostro de la chica y comenzó a forcejear de nuevo intentando lanzarse sobre él— ¡Déjenme que le rompa la cara!— el cabello rizado y rojo de la joven se batía sobre ella mientras forcejeaba y sus ojos verdes centelleaban como esmeraldas.— ¿Es verdad eso, señor?— Es solo un perro callejero, no es para tanto, ¡lo que pasa es que esa mujer está loca!— ¡Prefiero ser loca que una basura como tú, criminal! ¿Crees que porque sea un animal de la calle tienes derecho a maltratarlo? ¿A que no te gustó cuando te hice lo mismo, ¿verdad?— ¡Eres una demente! Oficial, me rompió la cabeza con una piedra y luego me pateó la pierna.— Esto no tiene sentido — dijo el oficial ya molesto por la discusión — Señor, si lo desea, puede levantar cargos contra la señorita por agresión y usted, señorita, no puede andar por la calle golpeando a las personas,— Ah, pero él sí puede andar golpeando a los animales y nadie le dice nada, ¡porque el animalito no puede levantar cargos! Denúnciame sucio, para que veas lo que te va a pasar.— Oficial, me está amenazando delante de usted, ¡está loca!— Ya basta, señorita, comprendo que esté molesta por lo del perrito, pero basta. Por la falta que cometió el señor voy a dejar esto así, pero deje las amenazas o tendré que llevármela a la delegación. Y a usted — se volvió a mirar al hombre — Espero que esto le sirva para aprender que no es correcto hacer lo que hizo, el maltrato animal también es un delito — Ahora váyase de aquí inmediatamente, por favor,— ¡Si, vete basura! — le gritó la mujer — ¡Corre como el cobarde que eres! — espetó mientras el hombre se alejaba deprisa.— ¡Cierre la boca! ¿Quiere que la detenga? — le advirtió el policía a la chica.El hombre siguió su camino, sobando su cabeza y cojeando.Los hombres que sostenían a la mujer, soltaron sus brazos y ella se frotó rápidamente donde le mallugaron la piel, tratando de inmovilizarla. Luego, se dirigió al hombre que sostenía al cachorro y lo tomó en sus brazos cuidadosamente.— Pobrecito bebé, ven conmigo pequeño. Vamos a curarte de lo que te hizo esa rata— se volvió a mirar al agente— Gracias oficial, el perrito y yo le agradecemos mucho — la gente que se había aglomerado comenzó a disgregarse y la mujer se fue con el animalito en sus brazos.Sin pensarlo dos veces, se dirigió a la clínica veterinaria que se encontraba en la calle siguiente para que le atendieran la lesión.Rato después, volvía por la calle con el perrito cargado, que ahora venía con su patita enyesada. El hombre se la había fracturado y necesitaría muchos cuidados.La chica le hablaba al cachorro con afecto.— No te preocupes por nada, chiquito, vamos a cuidarte y serás parte de nuestra familia. Ya verás que te va a gustar vivir con nosotros, aunque tienes un collar. Me parece que ya tienes una familia y estás perdido, alguien podría andar buscándote, vamos a curarte mientras lo averiguamos.Mientras le hablaba al animalito, llegó al cercado que rodeaba su casa. Aquella enorme casa, que en un tiempo fue lujosa y llamativa, ahora se veía deslucida y vetusta, la pintura blanca en sus buenos momentos, se notaba grisácea y le confería un aire de abandono al lugar.Alex abrió el portón haciendo malabares con el perrito, su gran bolso y el manojo inmenso de llaves. Logró por fin entrar y al hacerlo se vio rodeada de una multitud de perros que vinieron a recibirla.Se sentía tan bien con su manada, todos eran como sus hijitos, los amaba más que a nada en el mundo. Comenzó a contarles lo ocurrido y por la forma como lo hacía, cualquiera podría pensar que los perros le entendían, le prestaban atención y, sobre todo, al nuevo chico en el barrio, aquel perrito con la pata enyesada, que venía a sumarse a la familia. La chica se sentó en el porche, rodeada de la jauría. Hacía rato que los dejaría de contar. Todos sus chicos venían de la calle, los había adoptado y cuidado, como lo haría con este nuevo miembro. Ellos eran sus pequeñines, con los que se sentía amada y recibía tanto afecto de todos que por el momento no deseaba nada más.— Hoy vino con nosotros este bebé, tiene un nombre, lo dice en su collar, les presento a Igor. Vengan conmigo, para darles su comida. Deben estar hambrientos, pero es porque hoy mamá tuvo que llevar a Igor con el doctor. Vamos, entre todos cuidaremos a su hermanito, ¡a comer!Alex entró a casa y la manada fue tras ella. Pasó derecho a la cocina y colocó a Igor en una de las numerosas camitas para perros que había por todo el lugar. Arrastró a duras penas, un enorme saco de croquetas para perros y comenzó a servirlas en los platos. Miró la cantidad de platos y se prometió que en algún momento se decidiría y contaría a sus perros. La última vez que lo intentó, desistió cuando pasó de treinta. Sí, su familia era enorme y seguía creciendo.Durante un buen rato, se dedicó a colocar los platos en diferentes lugares por toda la cocina y el pasillo, pero ninguno de los perros, aunque ya se encontraban ubicados cada uno al lado de su plato, tocaba el alimento hasta que Alex se los indicaba. Podrían decir que sus chicos no eran los más lindos, ni de razas finas, pero sí que eran los mejores educados de todos los perros que pudieran conocer. La chica tenía un encanto especial para ellos y cuando les hablaba, los perros obedecían ciegamente sus órdenes. Jamás había maltratado o amarrado un perro, bastaba con una reprimenda con voz firme y hasta el perro más rebelde bajaba la guardia y se convertía en un fiel amigo de esa mujer que los adoraba. Cada día se decía a sí misma que ya eran suficientes, que no traería más perros a casa, pero tan pronto veía algún perro abandonado, herido, o hambriento, lo tomaba en sus brazos y se lo llevaba con ella. Para algunos consiguió hogares adoptivos, mucha gente la buscaba cuando querían conseguir un cachorro para sus hijos y ella, aunque sufría cada vez que veía partir a uno de sus chicos, les conseguía hogar a muchos, pero era mucho más frecuente la colecta que la entrega y ya su manada se hacía muy difícil de atender. Sus niños, como los llamaba, requerían alimento, aseo, atención médica, medicinas y solo bañarlos a todos con la frecuencia necesaria, le llevaba muchas horas. En ocasiones sentía que cuando terminaba de asear todo, era ella quien requería de alguien que la bañara y acostara, porque estaba rendida. Pero los amaba y muchos de ellos eran animales que jamás conseguirían un hogar. No eran cachorritos lindos y juguetones, que todo el mundo amara. Algunos eran perros adultos, de mucha edad, con lesiones permanentes y traumas causados por su vida en las calles. Como el viejo Víctor, aquel perro de raza difícil de determinar, que había perdido un ojo en alguna pelea callejera, o Candy, la labradora gris con solo tres patas, a la que hubo que amputarle la pata delantera derecha cuando la arrolló un auto y la dejó tirada en la calle, dándola por muerta. Alex la tomó en sus brazos aún con el peso del enorme animal y corrió hasta la veterinaria, donde la operaron y lentamente, contra todo pronóstico, pudieron salvarla. Como ellos había muchos, chicos que habían encontrado un hogar seguro con Alex.Cuando hubo terminado con la comida, se fue al patio, donde estaría esperándola todo lo que los perros habían estado guardando solo para ella.Se dirigió allí con la pala y la escobilla dura y comenzó a recoger todos los excrementos del día.— ¡De verdad, no sé cómo logran ensuciar tanto, chicos! Ya va siendo hora de que aprendan a recoger sus propias cosas, porque yo también me canso, ¿saben? ustedes no comen tanto como expulsan ¡son un fenómeno de la naturaleza! — les regañaba mientras limpiaba todo el lugar — Ya son niños grandes y bien que pueden colaborar con el oficio — los perros jugueteaban alrededor de ella y por más cansada que estuviera, no podía dejar de sentir el amor que la llenaba. Mientras hablaba con ellos, lavó a manguera el gran patio y cuando terminó estaba agotada.— Bien, chicos, ahora le toca a mamá asearse. Pórtense bien, porque voy a ducharme. Si llaman a mi teléfono lo atienden — se rio de su propia broma — ¡Ojalá pudieran!Antes de entrar a la casa de nuevo, se descalzó de aquellas botas de hule que solía usar para limpiar el patio y en plantillas de medias, mientras caminaba, se fue quitando el suéter que llevaba puesto y al llegar a lo alto de la escalera ya iba en ropa interior. Al entrar a su habitación, tiró la ropa sucia en la cesta y se fue directo al baño. Rato después salía bañada, con el cabello mojado envuelto en una toalla y llevaba puesta una bata de paño que había conocido tiempos mejores.En realidad, Alex era una mujer sencilla, no le interesaba para nada lo material, excepto lo que le ayudara a mantener a sus chicos bien atendidos. No era nada económico proveerles todo lo que necesitaban y su sueldo no daba para tanto. Por suerte, contaba con algunas personas que conocían su labor y le colaboraban con algunas cosas. Jamás aceptó que le dieran dinero, si alguien le ofrecía ayuda, ella les daba una receta médica, o les pedía que le compraran alimentos. Esterilizar a sus pequeños no era barato, pero era esencial, así que había llegado a un acuerdo con su veterinario, quien le hacía precio especial y le permitía pagarle en cuotas. A la final, Alex era su mejor cliente. De forma que la joven vivía muy sencillamente, porque el grueso de sus ingresos, aparte de lo destinado a alimentos y servicios, se gastaba en sus perros.La casona en la que vivía la había heredado de sus padres y tras todo lo ocurrido con su familia, fue lo único que quedó de la fortuna familiar. Muchas veces pensó en venderla y conseguir algo más pequeño, pero no tendría espacio para sus perros, aunque si lo hiciera podría obtener dinero suficiente para mantenerlos. En esa disyuntiva, pasaba el tiempo y ya se había acostumbrado a vivir sola en la casona.En ocasiones, extrañaba a su familia, pero los conflictos que significaron y el dolor que vivió con ellos, no le permitían recordarlos con el amor que hubiera deseado sentir.Fueron una familia disfuncional, que con dificultad lograba mantenerse unida. Su padre nunca superó que su ansiado primer heredero fuera esa chica pelirroja, traviesa y contestona y por varios años su ansiedad por aquel hijo varón, lo alejó de su hija. Jamás le dio el cariño que la niña soñaba y cuando finalmente llegó el niño, Alex se sintió más sola que nunca porque mamá y papá solo dedicaban su tiempo al pequeño. Aceptaba que sus padres no le dieran la atención que merecía, sin embargo, no pudo evitar cierto resentimiento contra ese niño que le robó el poco afecto que le daban sus padres. Pero lo que nunca les perdonó fue que jamás le permitieran tener un perro y ella amaba esos animales.Mientras iba a la cocina y se preparaba una taza de té, pensó en su familia. Su madre solo vivía para complacer a su esposo. Habiéndose casado con ese hombre que adoraba y que era casi quince años mayor que ella, se dedicó por completo a ser la esposa perfecta, la criatura bellísima que su esposo exhibía entre sus amistades. De alguna forma, esa mujer cifró su existencia en hacer feliz a su marido, sin siquiera fijarse en que ella también merecía ser feliz. Cuando se embarazó todas las esperanzas sobre la felicidad de su esposo estaban en el hijo varón soñado por aquel y al nacer aquella niña con el cabello del color del fuego, el hombre se sintió estafado. Apenas la miraba, era como si hubieran hecho un pedido por correo y al llegar, el producto no tuviera ningún parecido con lo ordenado. Fue puesta al cuidado de niñeras y apenas si veía a sus padres mientras crecía. El hombre, desilusionado, se dedicó a su empresa y a buscar aventuras. Su madre, se empecinó en conseguir embarazarse nuevamente, creyendo que de esa forma recuperaría a su marido. Varios años pasaron antes de que finalmente lo lograra y cuando nació el pequeño Alberto Andrés III, Alex se vio relegada definitivamente en la vida de sus padres. Elinor, su madre, estaba feliz por poder cumplir el sueño de su "amo y señor". Alberto Aldana II, su padre, por su parte, fascinado por tener el ansiado heredero de su apellido, lo mimó a niveles de malacrianza. Lo llevaba con él a todas partes, empeñado en convertirlo en su sucesor y crear su propio clon. La madre, muy al contrario de volver a tener el amor de su esposo, vio cómo toda la atención la recibía su hijo, sin volver nunca más a recibir el amor de aquel hombre que le dio todo lo que pudo desear en lo material, pero nunca su amor.Un profundo suspiro salió del pecho de la chica, cuando de vuelta a su habitación, pasó frente al inmenso retrato de sus padres, que dominaba el salón principal. Eran una pareja guapa, sin duda. Cualquiera que los viera en la pintura, pensaría que eran una pareja feliz. No podrían estar más equivocados,Alex siguió hacia la escalera y escoltada por un grupo de sus "bebés" llegó hasta la puerta. Se volvió a mirarlos y les habló:— Ok, chicos, vayan a dormir, ustedes saben que este es el límite, mi cuarto es solo mío, vayan a sus camas— abrió la puerta y vio a los perros moverse hacia diferentes direcciones en busca de sus camas.Sus niños eran adorables, cualquiera pensaría que vivían sin orden, pero conocían los límites y los respetaban. Jamás se subían a muebles o camas que no fueran los destinados para ellos. Podían ir y venir por toda la casa, pero nunca harían "algo" indebido dentro.Alex entró a su cuarto y se fue a su cama, se quitó la bata de felpa y quedó con un pijama con estampados de huellas de perro. Se metió a la cama y encendió su tv, sacó del cajón de la mesa de noche un paquete de galletas de chocolate y se dedicó a ver la tele mientras comía.Casi a medianoche, apagó la tv y se durmió hasta la mañana.Cuando el despertador sonó, Manuel no sentía deseos de levantarse. Pensar en ir a continuar batallando con gente que no deseaba entrar en razón en cuanto a la legalidad de las cosas, le hacía sentir ganas de no quitarse las cobijas de encima. Sin embargo, la obligación era ineludible y aunque su trabajo no era el más querido o apreciado, menos aún respetado, alguien debía hacerlo. Generalmente, las personas lo odiaban cuando debía obligarlos a comparecer y atenerse a las leyes. Mala suerte para ellos, porque a Manuel no le importaban esas personas, solo que cumplieran lo establecido. Pensando así, se levantó de la cama y se fue al cuarto de baño. Llevaba puesto solo un bóxer negro, que no dejaba nada a la imaginación de aquel cuerpo firme, de abdomen plano y trasero espectacular. Ese físico era el producto de su bien definida rutina de ejercicios diarios. Independientemente de lo que tuviera que hacer, su paso por el gimnasio cada día era inamovible. Su alta estatura lo había obligad
Las chicas subieron al auto y se fueron a su trabajo. Al llegar, como siempre, estaba Adrián, su supervisor, esperando en la entrada de la oficina. Ariana ya conocía la rutina y se puso en los labios la sonrisa más impactante, que, en su rostro hermoso, la hacía ver como un querubín sonriente. — Hola, Adrián, que guapo te ves con ese traje ¿es nuevo? — tocó la corbata a rayas del hombre descansando su mano en el pecho de él, como al descuido. El supervisor, se sintió confundido con aquel gesto y bajó la guardia, momento que Alex aprovechó para escurrirse hasta su cubículo mientras Ariana coqueteaba descaradamente con su superior. Los compañeros de trabajo que se encontraban cerca sonrieron ante la estratagema de las mujeres. — Ay, Adrián, qué horrible tránsito hay, parece que hubo un accidente, no había paso hacia ninguna calle, me costó un mundo llegar, ¿me perdonas ésta, por favor? — hizo un puchero gracioso y el hombre quedó desarmado ante ella. — Procura evitar estos retrasos,
Manuel asintió y salió de la cocina con su carpeta en las manos, haciendo anotaciones. Caminó de regreso por el pasillo y revisó un par de salones alternos al principal, cuyas puertas permanecían abiertas y sostenidas cuidadosamente con trancas, para que no se cerraran. Allí vio una multitud de camas para perros organizadas contra las paredes. Había muy pocos muebles. Parecía que hubieran sido sacados para hacer espacio para los muebles y juguetes para el entretenimiento perruno. Luego subió la escalera y desde allí la casona con altos techos y grandes lámparas colgantes, le produjo una sensación de soledad peor que la que sintió al entrar. Caminó por el amplio pasillo y vio muchas más camas para perros a lo largo de éste. Había varias puertas cerradas y se dirigió a la más cercana. Era una habitación, en la que se notaba que no era usada por nadie. Los muebles apenas tenían una leve capa de polvo, de pocos días, quizás una semana, pero no había adornos ni artículos personales. Abri
Rato después se encontraban en un bar sentados a la barra, cada uno con una cerveza frente a sí y conversaban sobre sus días. Gabriel era profesor de matemáticas en un colegio de alta categoría y por las tardes trabajaba como encargado y entrenador en el gimnasio.— Y dime, Manuel, ¿cuándo vas a decidirte a dejar ese horrible empleo de Intendencia y dedicarte a ganar dinero en serio como abogado?— Tengo mis objetivos de experiencia trazados, debo alcanzar ciertos cargos y luego de eso, con los conocimientos adquiridos en derecho institucional, podré dedicarme a ciertas ramas del negocio legal, que pocas personas conocen y que se convertirían en mi especialidad, porque conozco las instituciones desde adentro.— Es que no sé cómo puedes vivir con el odio de la gente, creo que te han amenazado más que a nadie en el mundo.— Hoy me amenazaron con matarme con una pala llena de excrementos de perro y enterrarme en el jardín, o servirme de cena para sus perros — una muy leve sonrisa de iron
Esa tarde, Alex volvió a su casa sola, porque Ariana tenía compromisos. Al llegar a la esquina volvió a ver el auto de ese hombre parado frente a su casa y supuso que él estaría dentro del mismo, porque no se veía en los alrededores.Se acercó y al asomarse por la ventanilla, allí estaba Manuel, leyendo algunos papeles mientras la esperaba.— Finalmente llega, hace rato que la espero— se quejó Manuel molesto.— ¿Se supone que yo debería saber que usted vendría de nuevo a perturbar mi paz? ¡Ni que fuera adivina! Yo trabajo ¿lo sabía? Y tengo un horario que cumplir.— No es algo común en personas como usted,— Con eso se refiere a "locos", presumo. Creo que debería irse. — le indicó impaciente.— No es que me encanté venir aquí, ya le dije que no me gustan los perros.— No se sienta mal por eso, usted tampoco les gusta a ellos— expresó cínica.— Vine a traerle el oficio donde se le indica el plazo que se le concede para resolver este asunto de los perros, necesito la documentación que t
Manuel volvió esa tarde al gimnasio como cada día y todo se repetía: su rutina de ejercicios y los avances de Isis. Pero ese día la chica iría un paso adelante.— Muy bien Manuel, ya casi terminas por hoy y yo también, así que voy a ser completamente directa contigo porque siendo discreta no he obtenido ningún resultado — se acercó a Manuel y sus pechos quedaron casi rozando el cuerpo de Manuel. Colocó su mano en el pectoral del hombre y lo miró a la cara. — ¿Te gustaría salir conmigo a tomar algo? Y si vas a dar una excusa, por favor que sea buena, porque sabes que hay muchos hombres que quisieran estar recibiendo esta invitación, pero te la estoy haciendo a ti, solo a ti, porque me gustas y creo que yo también podría gustarte.— Isis, eres hermosa— la chica sonrió satisfecha por el cumplido— pero no sé si sea adecuado que salgamos juntos, eres mi entrenadora y...— Idioteces, mueves los labios, pero solo escucho bla bla bla. Anda hombre, no creo que debas hacerte de rogar así. Tú me
— Entonces, señor García yo...— no sabía qué decir para romper el incómodo silencio.— Llámeme Manuel, por favor— "enloqueciste, hombre" se dijo a sí mismo tras pronunciar esas palabras. Jamás le había pedido a nadie que le llamara por su nombre de pila y de repente, aquella loca lo lograba. Algo le estaba afectando y no tenía idea de qué era.— Y yo soy Alex, no "señorita Aldana"— trató de sonreír— De verdad quiero que sepa que no suelo ser tan insufrible, pero esta situación me sobrepasa, no sé cómo hacer esto.El camarero llegó con el café y se retiró. Manuel esperó hasta entonces para hablar.— Comprendo que es difícil para usted, pero debe entender que no es normal, creo que usted requiere ayuda para enfrentar todo esto, ayuda profesional, quiero decir.— ¿Me está llamando loca de nuevo? Oiga, Manuel, intento ser amable, pero...— No la estoy llamando loca, solo le recomiendo algo para ayudarle a superar la sensación de pérdida que va a tener. Esos perros son su familia, como ha
— ¿A dónde vas?— A ayudarte con tus perros, quizás el saco pesa demasiado.— ¡Oh, por Dios! Eres un converso de mi causa — se rió Alex a carcajadas— ¡Si ni siquiera te gustan los perros!— No voy a tocarlos, solo a ayudarte un poco.— Puedo hacerlo sola, no te preocupes, pero si lo deseas, te agradezco que me ayudes a arrastrar el saco.Ambos entraron y Alex notó que esta vez Manuel caminó entre la jauría sin miedo. La ayudó con los alimentos y cuando tocó la hora de limpiar la miró a los ojos decidido.— Hasta aquí llega mi ofrecimiento ¡No pienso ayudarte con eso!— No lo esperaba — se rió de la expresión horrorizada de Manuel— No puedes hacer tantos cambios de una sola vez.Manuel se despidió y Alex se quedó limpiando su patio, con una extraña sonrisa en el rostro. Cuando lo notó se dijo a sí misma: "es por el chocolate". Y continuó su labor.Manuel vió la hora, decidió que ya era muy tarde para ir al gimnasio y se fue directo a su casa. Allí se metió a la ducha, se preparó algo d