Capítulo 5

Rato después se encontraban en un bar sentados a la barra, cada uno con una cerveza frente a sí y conversaban sobre sus días. Gabriel era profesor de matemáticas en un colegio de alta categoría y por las tardes trabajaba como encargado y entrenador en el gimnasio.

— Y dime, Manuel, ¿cuándo vas a decidirte a dejar ese horrible empleo de Intendencia y dedicarte a ganar dinero en serio como abogado?

— Tengo mis objetivos de experiencia trazados, debo alcanzar ciertos cargos y luego de eso, con los conocimientos adquiridos en derecho institucional, podré dedicarme a ciertas ramas del negocio legal, que pocas personas conocen y que se convertirían en mi especialidad, porque conozco las instituciones desde adentro.

— Es que no sé cómo puedes vivir con el odio de la gente, creo que te han amenazado más que a nadie en el mundo.

— Hoy me amenazaron con matarme con una pala llena de excrementos de perro y enterrarme en el jardín, o servirme de cena para sus perros — una muy leve sonrisa de ironía curvó los labios del hombre. Gabriel lo notó y sus ojos sorprendidos lo miraron sin dar crédito a lo que veía.

— ¿Eso fue una sonrisa? — los hombres eran amigos desde la niñez, Gabriel sabía que las sonrisas no eran algo que se viera con frecuencia en el rostro de su amigo — Creo que ya tronaste, compañero, si una amenaza de muerte te saca una sonrisa y los avances de Isis te dejan frío, algo pasa contigo.

— No fue nada serio, solo una loca con una casa llena de perros.

— Te persiguen esos casos de viejos locos, ¿a cuántos has mandado a asilos?

— No es vieja, es una mujer joven, dudo que llegue a los treinta, es difícil de definir porque va bajo una mata de pelo rojo y cubierta por el sweater más feo que he visto en mi vida.

— Una loca es igual a cualquier otra loca.

— Esta mujer en verdad adora a esos animales, si vieras el trabajo que le da atenderlos.

— ¿Y qué vas a hacer con ella?

— Lo que haría con cualquier otro acumulador, tiene un plazo para salir de los animales y veré que lo cumpla, pero la mujer es alguien muy cuerda, no había tenido casos de personas así. Generalmente son gente con la cabeza en una nube que ni saben el día que viven, pero esta mujer es una empleada de una empresa y mantiene un régimen de aseo y disciplina con los animales que impresiona.

— Ya veo dónde está tu asombro, hay otro en el mundo igual a ti, porque espero que tengas claro que tú estás chiflado también en eso del orden y la higiene.

— Simplemente me gusta que las cosas estén en su lugar.

— ¿Su lugar? Eso no es lo que dicen tu refrigerador y tus gabinetes. Eres un loco obsesivo, cuando he estado en tu casa siento terror de derramar algo, porque no sé si me permitirás sobrevivir, a veces siento que tan pronto atraviese la puerta, me pondrás una etiqueta en la frente.

— No exageres, tampoco soy así.

— Claro que lo eres, estás por completo demente…y hablando de dementes, ¿de verdad no le vas a parar a los ataques frontales de Isis? Esa mujer ya no sabe cómo atraerte y el nombre le va de maravilla, porque es una diosa, con ese cuerpecito rico. No sé qué te pasa yo mataría por tenerla en mi cama.

— Yo no, no es mi tipo.

— ¿Y qué debe tener para ser tu tipo? ¿tornillos y cables? Porque no sé qué más le puedes pedir.

— Simple, cerebro.

— Isis no es una tonta, he conversado con ella y tiene lo suyo, trabaja como asesora de bolsa para una gran empresa.

— No es interesante para mí, solo en lo físico. Está demasiado consciente de su belleza y la utiliza.

— Supongo que le falta un cerebro positrónico para ser de tu agrado — se rio de su broma, pero no así Manuel. No le agradaba que quisieran obligarlo a tener citas que no deseaba— De todas maneras, tengo una rumba para el fin de semana, irán unas hembritas de infarto... Deberías acompañarme.

— No voy a fiestas, lo sabes. Ahora debo dejarte, voy a casa, mañana el día será largo ya sabes, la loca de los perros...— terminó su cerveza, dejó un par de billetes sobre la barra y se despidió de su amigo, quien generalmente se quedaba hasta encontrar una chica con quien ligar.

 Manuel subió a su auto y se fue directo a su apartamento. Tan pronto llegó, se preparó algo de comer y una vez todo limpio, se fue a la cama.

Esa mañana Alex se levantó deprimida luego de una larguísima noche sin dormir. Sabía que ese inspector hablaba en serio cuando le dijo q tenía que salir de los perros. Pese a su renuencia, la chica estaba consciente de que estaba incumpliendo normativas y tarde o temprano la obligarían a hacerlo. No sabía cómo reubicar a sus chicos, pero algo debía hacer.

Luego de su rutina de atención a los perros junto a Ariana, se fue a su trabajo. Al llegar, en lugar de evadir a Adrián fue directo hasta donde estaba y le pidió hablar con él. Ya en la oficina del supervisor habló sin rodeos.

— Necesito tomar vacaciones.

— Ya era hora— respondió el hombre suspirando— Pensé que jamás las harías, ¿cuántas tienes acumuladas? Ya en administración estaban presionando para obligarte a tomarlas.

— No quiero hacerlo, pero tengo una situación de índole personal que me exige tiempo, de modo que tomaré unos días.

— Realmente, no te quiero de regreso antes de un mes, si quieres tomar otras de las muchas acumuladas, por mi está bien, ¿cuándo quieres comenzar?

— Tan pronto como sea posible.

— Hablaré con Administración, no creo que haya ningún problema es que salgas desde mañana.

— Oye, ¿Quieres deshacerte de mí?

— ¡Con desesperación! Eres una excelente empleada apartando tu incapacidad para llegar a tiempo, pero ese afán de trabajar sin vacaciones me descuadra todo, no te preocupes, tu empleo te estará esperando, puedo conseguir quien te cubra mientras disfrutas tus vacaciones.

— Ojalá pudiera disfrutar...— dijo con tristeza y bajó la mirada.

— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? — preguntó amable el hombre. Adrián era un buen tipo, nunca nadie había podido decir algo malo sobre él. Cumplía y hacía cumplir con el trabajo, pero era un jefe comprensivo y amable, que siempre encontraría la mejor forma de hacer algún reclamo en caso de ser necesario, pero nunca ofendería a algún empleado. Todos lo apreciaban en la oficina. Especialmente Ariana, quien desde hacía tiempo le coqueteaba descaradamente y aunque todos veían que Adrián no era indiferente a los encantos de la hermosa muchacha, trataba de mantener la ecuanimidad delante de los otros. Esta vez, le ofrecía su ayuda a Alex, mirándola con aquellos ojos agradables de mirada serena. Desde que la vio llegar, tarde como siempre, notó la tristeza que había en su rostro y no era algo común. No que Alex fuera el epítome de la alegría, pero era alguien que generalmente regalaba una sonrisa a quien la miraba. Hoy se veía apagada y triste.

— Sé que algo te pasa, Alex, si puedo ayudarte en algo, no dudes en avisarme.

— Gracias, todo está bien.

— Claro que no es cierto lo que dices, pero no puedo obligarte a aceptar mi apoyo, ya sabes que cuentas conmigo en lo que esté a mi alcance.

— Lo tendré presente, voy a trabajar, si decides quien me cubrirá en las vacaciones, avísame, para ponerle al tanto de los pendientes.

Alex se fue a su cubículo y se sentó frente a su computadora. La encendió y trató de trabajar, pero su mente divagaba hacia la situación de sus amados perros y de allí a Manuel.

"Y me llaman rara a mí, ¿qué dirán de ese Terminator? ¿Será capaz de quitarme a mis chicos o solo lanzaba pantallazos para asustar? Creo que ese idiota habla en serio, pero es que el hombre es extraño, no parece humano, no está del todo mal aun con esa nariz chueca pero sus ojos son tan fríos, creo que no me gustaría saber lo que piensa"

Sacudió la cabeza tratando de sacar de su mente todo aquello e intentó concentrarse en su trabajo. Amaba su oficio, se sentía bien creando programas o revisando el funcionamiento de otros, era como cambiar el mundo pixel a pixel. A diferencia de otros programadores, no vivía con las manos pegadas a su teclado, sino que se permitía tiempo para pasarlo con sus perros, o aseando la casa, que a pesar de no ser algo que le gustara hacer, le distraía la mente de todas las cosas que venían a su memoria tan pronto se descuidaba y les dejaba espacio para colarse. Sobre todo, su familia. Esa familia extraña en la que le tocó crecer y que la hizo sentir tan sola y miserable toda su vida.

— No es momento para detenerme en estos recuerdos, necesito saber qué hacer, debo llamar a algunas instituciones para que me orienten— decía en voz baja hablando consigo misma hasta que Ariana le habló por encima del panel divisor que separaba los cubículos contiguos.

— Si ya comenzaste a hablar sola, creo que a dónde debes llamar es al manicomio, amiga.

— Ay, Ariana, no sé qué hacer.

— Yo sí, ya llamé a algunas personas y me dieron buenas ideas, te las cuento en el almuerzo ¿le dijiste a Adrián sobre las vacaciones?

— Si, dio gracias al cielo porque las tomo, desde mañana.

— Te voy a extrañar, voy a terminar algunas cosas y hablamos cuando vayamos a comer.

— Está bien.

Ambas mujeres se dedicaron a sus pantallas y hasta que llegó la hora de comer no hablaron más de eso. Cuando tomaron sus respectivos recipientes con sus almuerzos, se fueron a la zona de recreo de los empleados y allí se sentaron en una gran mesa con otros compañeros que ya apuraban sus alimentos.

— Entonces, ¿de qué me ibas a hablar?

— Llamé a alguien que trabaja con albergues y cosas así y me dio algunas ideas, no tienen espacio para todos tus bebés, pero me habló de hacer una feria de adopciones, algo público, grande, con cobertura de medios, como un evento que sea sonado, en un parque o algo así.

— Eso suena bien, pero ¿cómo hago yo para lograr algo de ese tamaño? Yo no conozco a nadie de los medios ni nada por el estilo.

— Para eso tienes una amiga encantadora y que conoce a mucha gente — sonrió Ariana mostrando su dentadura perfecta que iluminaba el bello rostro— ¿De verdad crees que dedico tanto tiempo a verme así de espectacular solo para venir acá? No, niña, tengo otros intereses, ya sabes que mi pasión es la pasarela y allí conoces a mucha gente influyente, estoy segura de poder reclutarlos para tu evento.

— Eso sería increíble, podríamos atraer a muchos posibles adoptantes para mis bebés.

— Entonces, acordemos los detalles, tú te ocupas del lugar y la fecha y yo me ocupo de llenarte eso de gente famosa que les llamen la atención a tus futuros padres adoptivos.

Comieron animadas hablando sobre las posibilidades para el evento y cuando terminó su hora libre, volvieron a sus cubículos.

Ariana era como un ángel que se mantenía cerca de Alex desde que ambas comenzaran a trabajar allí. Mucha gente se sorprendía cuando le preguntaban sobre lo que hacía y ella les respondía diciendo que era programadora de sistemas. Con su belleza y su presencia, lo que menos esperaban era imaginar a esa preciosa criatura frente a una pantalla, creando programas digitales. Era una chica perteneciente a una familia influyente, dueños de empresas y negocios, que no necesitaba su empleo para vivir, pero le gustaba lo que hacía y era extremadamente inteligente. Los prejuicios sobre las rubias tontas y bellas se venían abajo con Ariana.

Desde que se conocieran hacía ya seis años, comenzaron una amistad realmente especial, incluso hasta llegar a ayudar a Alex con los perros y llevarla todos los días al trabajo. Ariana y Alex se sentían muy bien juntas, se hacían confidencias y en ocasiones, Ariana abandonaba el lujo de su apartamento para pasar la noche en casa de Alex, sobre todo algunos fines de semana. Eran grandes amigas y para Alex era la hermana que no tuvo.

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