Miriam Douglas es la universitaria con mayor índice académico de la facultad de negocios, es una mujer inteligente y ejemplar, nadie podría imaginarse que, por las noches, esta prodigio de los negocios ensucia su cuerpo para poder pagar los gastos de sus estudios. No, no es que le entre a las luchas en lodo; por las noches, nuestra protagonista se gana la vida como trabajadora sexual en uno de los burdeles vip más visitado del sur de Londres. Miriam es la ranita más solicitada del burdel que lleva de nombre: La rana que baila. ¿Será que Miriam logrará salir de aquel mundo sin ser reconocida como una trabajadora sexual en el sector empresarial? Este libro es el segundo de una saga, es una precuela de la historia: De Monja A Mafiosa. Cronológicamente, esta historia va primero.
Leer másEntro al departamento de Publicidad con Edward a mi lado, y el aire cambia de inmediato. Aquí todo parece más estilizado, moderno, casi como si estuviera pisando la portada de una revista. Los escritorios están impecables, las paredes decoradas con campañas que parecen salidas de un museo de arte contemporáneo. Edward abre una imponente puerta y es en este momento cuando me encuentro con Deynna Hikari. Ella se levanta de su asiento con la gracia de una reina, vistiendo un traje beige que parece hecho a medida, rematado con un broche de diamantes que brilla como si fuera el sol mismo. Su piel bronceada reluce bajo la luz del lugar, y sus ojos, de un tono café intenso, me examinan con algo que solo puedo interpretar como una mezcla de altanería y curiosidad. Su rostro tiene un ligero rasgo asiático que la hace aún más intrigante, y su cabellera, de un rubio oscuro perfectamente cuidado, cae en ondas suaves sobre sus hombros, añadiendo una dimensión aún más sofisticada a su figura. —De
Un nuevo comienzo en mi vida llega en forma de esos rayos de luz mañanera que atraviesan mis párpados, haciéndome levantar con una energía que no sentía desde hace mucho. Incluso antes de que sonara la alarma, ya me había despertado un par de veces en la madrugada, emocionada por esta nueva etapa que empieza hoy.Al salir del baño, reviso mi armario y me doy cuenta de algo inevitable: necesito renovar mi guardarropa pronto. Tengo pocas opciones de outfits de oficina, pero cuando me visto con uno de los pocos conjuntos que tengo, siento una chispa de emoción al verme reflejada en el espejo. Finalmente, estoy a punto de adentrarme en el mundo que siempre soñé: el mundo de los negocios.Mientras desayuno en la cocina, llaman a la puerta. Solo puede ser Bárbara. Abro y, en cuanto me ve, suelta una exclamación entusiasta.—¡Estás radiante, Miriam! —me dice, inspeccionándome de arriba abajo con una sonrisa de aprobación—. Aunque debo admitir que extraño tus rizos, esta coleta lacia también t
Han pasado tres días desde la fiesta de Año Nuevo, y finalmente estoy aquí, frente al imponente Hikari’s Factory Building. Me detengo un momento, dejando que el viento frío de enero me envuelva mientras observo la estructura majestuosa que se alza ante mí. Los altos muros de ladrillo sostienen hileras de ventanas de cristal, donde el cielo gris se refleja como un manto de acero, y las letras plateadas del nombre «Hikari’s Factory Building» relucen, otorgándole un aire de poder y misterio. Todo en este lugar parece diseñado para imponer respeto, para transmitir la sensación de que cruzar sus puertas es un privilegio reservado para unos pocos, parece una fortaleza inquebrantable.Ajusto el diploma que llevo en una carpeta bajo mi brazo y me encamino hacia la entrada del edificio, recordando la última conversación que tuve con Gabriel Hikari y mi promesa de regresar al inicio del año, tal como habíamos acordado aquella vez en mi apartamento. Mi atuendo refleja el esfuerzo que he puesto e
Narrado desde la perspectiva de Bárbara. —No quería besarlo, te lo juro… —confieso, mi voz temblando mientras miro a Miriam, con la sensación de que he cruzado un límite que no quería pasar. —Lo sé, no te preocupes —responde ella, tratando de tranquilizarme—. Fue él quien te besó, solo para molestarme más a mí. Su comprensión alivia un poco mi ansiedad, pero el mal sabor persiste. Miro hacia la salida con una sensación de desesperación. —Necesito salir de aquí, Miriam… —Yo también quiero irme —admite ella, suspirando. Pero justo en ese momento, un escalofrío recorre mi nuca. Giovanni se acerca por detrás de Miriam y, al vernos juntas, se detiene atrás de ella, con una mirada desafiante. Miriam se da la vuelta y se encuentra con sus ojos, y él no pierde tiempo en hablar, su tono fuerte y altanero se abre paso: —¿Irte con mio hermano? — pregunta, con ese acento italiano que parece sacado directamente de una película de mafias. —Con quien me vaya no es de tu incumbencia. — respon
No necesita acercarse tanto para que yo escuche cada palabra que viene a decirme, pero aun así decide eliminar cualquier distancia entre nosotros. Sus ojos verdes, de un tono tan gélido que parecen un pantano helado, me observan con una intensidad oscura, y su presencia parece llevar consigo el peso de algo salido del mismo infierno. Giovanni Paussini está furioso, y aunque no puedo negar que me asusta un poco, no pienso dejarme intimidar. Me planto firme, mantengo el mentón en alto y, con voz decidida, le espeto:—¿Qué quieres decirme? Y hazlo rápido, que estoy a punto de irme, y no precisamente con tu hermano.—Vai con l… ¿Cuánto cobras la noche? Yo mismo se lo pagaré. Le gustará divertirsi con te per iniziare bene el año.Su descaro me atraviesa como una daga.—Ya no me dedico a eso.—Certo, eso fue lo que me hiciste credere, y mira cómo te encontré la otra noche —dice, sacando su billetera del bolsillo con un gesto apresurado.—Te lo estoy diciendo en serio, Giovanni. Ya no me dedi
En la mesa, intento respirar con normalidad, pero el pánico de mis amigas es tan evidente como el mío. Las tres estamos atrapadas en esta situación surrealista, conscientes de que estamos jugando con fuego, y de que los Paussini no son precisamente personas con las que se pueda jugar. Pero los chicos no parecen notar ni un rastro de tensión; al contrario, actúan con naturalidad. Lucas, el rubio junto a Bárbara, se inclina hacia ella con una sonrisa y pasa el brazo casualmente por detrás de sus hombros. —¿Y cuál es tu bebida favorita? —pregunta en tono de coqueteo, mirándola como si solo existieran ellos dos. Bárbara, que normalmente brilla con su encanto y seguridad, parece haber perdido la capacidad de responder. Su sonrisa coqueta de siempre es apenas una sombra y, aunque ella intenta disimular, se nota su nerviosismo. —Pues… me gusta el gin tonic —dice, esforzándose por sonar segura. Lucas se ríe y asiente, encantado. —Clásico. Elegante y con un toque suave, como tú, ¿verdad? —
—Miriam, ¿ha pasado algo? ¿Por qué volviste tan rápido? —pregunta Danna, con un toque de preocupación.—Lo acabo de ver...—¿A quién? —pregunta Danna, algo inquieta.—A Giovanni.—¿¡Está aquí?! —se exalta Bárbara, sorprendida.—Sí, está afuera, en la terraza.—¿No será que estás viendo fantasmas? Quizás solo es un tipo que se parece a él —sugiere Danna, intentando aliviar la tensión.—Danna, aún no estoy borracha. Sé lo que vi.—Déjame ir a ver —dice Bárbara, con un brillo de curiosidad en los ojos.—Sí, pero no dejes que te vea. Ve con cuidado —advierte Danna.—No, no creo que sea buena idea —digo, sacudiendo la cabeza—. Si te ve, pensará que te mandé a espiarlo.—Tranquila, sé cómo pasar desapercibida. No te preocupes.Danna y yo observamos desde la mesa mientras Bárbara, con su elegante vestido negro y gafas doradas, se desliza con sigilo entre la multitud como si fuera un ángel de Charlie. Cada tanto se agacha entre los grupos de personas, fingiendo que está buscando algo en el su
Murgos y yo estamos sentadas en una pequeña mesa de un restaurante que apenas conocíamos. Es uno de esos lugares que siempre parecen estar ahí, pero que nunca consideramos entrar hasta ahora. Hay un par de clientes dispersos, el sonido de platos y cubiertos acompaña el murmullo de la música de fondo, suave, casi imperceptible. No es nuestro sitio habitual, y quizá por eso se siente más frío, más ajeno. Justo como la conversación que está a punto de suceder. Siento la tensión apretarse en mi pecho mientras revuelvo el café en mi taza, aunque ya está frío. Murgos, frente a mí, no tiene la misma paciencia. Ella se ha quedado en silencio, con la mirada fija en mí, esperando que diga lo que vine a decir. Lo sabe. Siempre lo sabe. Respiro hondo y, sin mirarla directamente, dejo salir las palabras. —Murgos, ya no voy a seguir trabajando contigo. El sonido de la cuchara que cae al plato es lo único que interrumpe el momento. Murgos me mira en silencio, con esa expresión inescrutable que t
No he dormido nada. A lo lejos, escucho la voz de Bárbara llamándome, pero mis ojos pesan tanto que no puedo ni pensar en abrirlos. No solo mis ojos, todo en mí está hundido, quebrado. Mi autoestima, mi alma… hasta respirar se siente como un esfuerzo doloroso. El aire entra a mis pulmones denso, pesado, como si el mundo entero estuviera aplastándome. Bárbara dice algo, me pregunta si estoy drogada. Qué absurdo. No puedo permitirme otra mancha más, ya es suficiente con la prostitución como para que piensen que soy una adicta. Abro los ojos, despacio. Todo está borroso, pero poco a poco la silueta de Bárbara se va aclarando frente a mí. Aún siento el peso sobre mis párpados, y mi cuerpo... mi cuerpo está atrapado en una neblina densa, como si no fuera completamente mío. —Giovanni me odia —susurro, mi voz apenas un eco, rasgada por el cansancio y el dolor. Me incorporo lentamente en el sofá, cada movimiento es una lucha, cada músculo protesta—. Para él, no soy nada. —Pe-Pero, ¿qué pas