Hace dieciocho días que Danna me llevó con ella para vivir juntas en la casa su mamá, en una pequeña vivienda ubicada en Kensington y a cinco kilómetros de distancia del callejón donde vivía. Por acá no es tan lujosos, las personas que viven por estas calles dan un poco de miedo, al igual que la calle por las noches, el ambiente de esta zona hace que se me dificulte a la hora de dormir; mas no me puedo quejar, por lo menos aquí tengo una cama donde dormir, aunque sea la misma que en la que duerme mi amiga, no importa; no importa que todas las noches Danna decida dormir abrazada a mí y que tenga que aguantarme el acalambré en mi brazo y que babeé mi hombro, lo importante es que no estoy durmiendo en la calle.
Si estoy durmiendo bajo un techo es gracias a Danna, porque si fuera por su mamá ya estaría durmiendo bajo un puente; aquella señora solo sabe verme con ojos hostiles, ya han sido varias las ocasiones que la he encontrado haciéndole expresiones venenosas a su hija: «¿Y esta cuando pretende irse?», es lo que he logrado leer en sus ojos odiosos. Señora amargada, ya su hija me ha contado que no tienen una buena relación, porque a cada rato se la pasa regañándola y criticando cada cosa que hace. Por tal razón, uno de los planes a futuro que tiene Danna es buscar su propio hogar, tal vez así mejore un poco su relación con su madre. Estas dos no pueden vivir juntas, y ahora, conmigo aquí, siento que le estoy complicando aún más la vida.
Como en todas las mañanas, la madre de Danna sale a trabajar muy temprano, cuando el sol aún no ha tirado el primer bostezo de la mañana. Nosotras nos levantamos una hora después para prepararnos a asistir a clases, Danna ya se encuentra en el baño y, mientras se está dando una ducha, yo me voy a la cocina y busco algo que pueda preparar para desayunar… No hay muchas opciones, la nevera solo hay un litro de leche, unas cuatro rebanadas de queso y seis rodajas de jamón. De la despensa saco un molde de pan, así que con ellos empiezo a preparar unos emparedados. Por lo menos no nos iremos a clases con el estómago vacío.
Desde acá se escucha el rechinar de una puerta, Danna ya debe de haber salido del baño. A los minutos la escucho detrás de mí.
—Miriam, mírame. —Pide Danna tras mi espalda. De inmediato doy media vuelta buscándola con la mirada—. ¿Mi peinado se ve bien?
El alborotado peinado de la rubia tiene un enorme flequillo sobre la frente, es exagerado, como si un caballo hubiese estornudado frente a ella.
Dejo de preparar el desayuno y me dirijo hacia donde está ella, llevo mis manos sobre su peinado y empiezo a acicalar su cabello, el cual está cogido en fijador de cabello.
—Creo que deberías usar menos fijador y no espelucarlo tanto para que luzca mejor tu idea rockera.
—Bueno, ok. —Ella también se toca el cabello poniendo un rostro un poco desilusionado—. Supongo que tomaré tu consejo.
—¿Qué paso con tu peinado de «Olivia Newton en feria»?
—Es que ese ya era algo anticuado y yo quiero cambiar a uno más moderno, ya sabes, lo que está a la moda, algo más a lo Kylie Minogue.
—Va veo… ¿Crees que yo igual debería cambiar de peinado?
—Estamos en temporadas de risos, amiga. —Danna agarra un mechón que cae a un lado de mi oreja y lo enrolla en su dedo índice—. Tu cabello es largo y rizado, lo estás luciendo bien —responde en tono suave y luego me sonríe a boca cerrada.
Luego de desayunar, salimos de la casa, subimos al auto y nos vamos a la Universidad.
Al entrar al aula de cálculo todas las miradas caen sobre nosotras, solo hacemos sentarnos en nuestras sillas e inmediatamente varios compañeros vienen hacia mí para que les permita comparar los resultados de las tareas de hoy; en esta clase soy la más lista, aquí no hay nadie que me iguale en conocimientos de matemática y Paussini no está en esta clase. Puedo dedicarles un tiempo a mis compañeros para explicarles en donde han cometido errores, ya que no me molesta ayudarles.
No pasa mucho tiempo cuando la maestra entra al aula de clases, y no viene sola, viene acompañada de una de las secretarias de la dirección de la facultad. Las veo caminar frente al pizarrón como si fueran los jinetes del apocalipsis, el momento me transcurre lento cuando veo que la secretaria pone sus ojos sobre mí.
«Mierda…».
—Buen día, chicos —saluda la profesora.
La mayoría responden con cortesía al saludo de la profesora, luego regresan a sus asientos.
—Miriam Douglas —me llama la secretaria—, necesito que vengas conmigo, y trae tus cosas, por favor.
Eso último que ha dicho me ha provocado un pequeño infarto. Sacarme del aula de clases con todo y mochila es sinónimo de que no volveré a entrar por un buen tiempo.
Esto no va a terminar bien…
Me levanto de la silla produciendo un chirrido que captura la atención de todos mis compañeros. Mis ojos buscan los de Danna y la encuentro observándome con ojos de calamidad, como si ya presintiera lo que harán conmigo.
Tomo una respiración profunda y luego cuelgo mi mochila sobre el hombro. Al ir hacia donde está la secretaria mis manos empiezan a sudar y a sentirse más frías, el nerviosismo vuelve a afectar mi ritmo cardiaco y también mi respiración.
Ambas salimos del aula. Al encontrarnos caminando por el pasillo, se me ocurre preguntarle:
—¿De… De qué trata?
—No tengo idea, la rectora te dirá.
Al entrar a la rectoría de la facultad, la secretaria me conduce hasta la puerta de la oficina de la rectora, ella toca dos veces sobre la madera de la puerta y desde el interior se escucha cuando le grita que pase. La secretaria gira la perilla de la puerta y la puerta se abre.
—Rectora, aquí le traje a Miriam Douglas.
—Está bien, gracias, Stephanie. —La rectora pone sus ojos sobre mí—… Por favor, pasa y toma asiento —ordena señalando el sillón que está frente a su robusto escritorio.
Mientras me voy acercando a la rectora, voy notando que luce diferente a la última vez que la vi, está más panzoncita, ella tiene una barriguita de embarazo.
Me siento en el sillón mientras observo como aquella panza batalla por su libertar bajo los botones de su camisa
—Qué bien le asienta el embarazo, felicidades —alago con intenciones de lograr algo positivo de la reunión.
—¿Embarazada? !Ja!... Gracias a Dios son hamburguesas.
«Carajos… ¡Qué cagada!».
La directora sonríe tratando de mostrar su amabilidad, pero la vena que se le sopla en la frente la delata.
—Disculpe…, las sombras de la lámpara me han hecho una mala jugada.
Empiezo a reír nerviosa.
—No se preocupe, no hay que echarle la culpa a la lámpara, la que se ve gorda, gorda está… Mejor vayamos al tema que nos compete, la razón por la que la llamé es debido a la deuda que mantiene con la universidad.
—Sí…, supuse que trataba de eso.
Bajo la mirada al sentirme avergonzada.
—Es una pena que esto le esté pasando a nuestra mejor estudiante de la facultad. Lamentablemente, la universidad no cuenta con un sistema de beca que pueda ayudarle, y me gustaría poder hacer algo por usted, pero por ahora no hayo forma. Le hemos esperado durante un largo plazo para que pagara, por lo menos, la letra más atrasada de su deuda, pero a estas fechas aun no recibimos el pago, es por eso que nos veremos obligados a prohibirle la asistencia a las clases si no consigue el pago para hoy.
—¡¿Para hoy?!
—Sí…
—¡No tengo cincuenta libras esterlinas para pagarle!
—No sé…, podría pedirle ayuda a algún familiar.
—Mis padres viven lejos, en un pueblito de Ashbourne. Ellos no pueden, los pobres han sobrevivido gracias a una pequeña granja que tienen tras su cabaña. No tengo a más nadie.
—Entonces me temo que no podré permitirle quedarse, señorita Douglas.
El nudo en la garganta y las ganas de llorar amenazan con lágrimas, me impide soltar palabra alguna. Aprieto los labios y bajo la mirada para que no note mis sollozos. Respiro hondo para intentar controlar mi tristeza; entonces la directora agrega en medio del silencio:
—Si deseas retomar tus clases deberás hacerlo sin deudas y pagar todo, lo cual equivale a doscientas libras.
—Comprendo —respondo en tono bajo y tembloroso mientras asiento a su condición.
Al salir de la oficina me siento en una de las bancas que están orilladas en el pasillo que conduce a la salida del edificio de la facultad, con la mirada agachada y escondida entre mis brazos, empiezo a pensar en qué carajos hacer, si ninguna empresa quiere contratarme, si no hay forma de conseguir un préstamo… Estos últimos días he podido asistir a clases gracias a la mujer que me encontré en aquel bar holandés… No recuerdo el nombre de ella, era muy raro como para aprendérmelo con facilidad, pero lo que recuerdo es que su negocio tenía un nombre relacionado con las ranas.
Ya con una única posibilidad de terminar mis estudios y con la poca paciencia que me queda para seguir soportando las malas miradas de la mamá de mi amiga, tengo que tomar una decisión… Solo existe un lugar donde podría empezar a trabajar y así recuperar mis estudios y tener un hogar propio.
Vender mi cuerpo por las noches… Suena horrible, como a la peor idea que podría pasarse por mi cabeza. Pero si me cuido de que alguien conocido me encuentre en ese mundo, entonces creo que estaré bien.
Insegura y no muy contenta por lo que estoy a punto de hacer, me levanto de la banca y camino hacia la biblioteca de la facultar, ¿para qué?, para buscar un directorio telefónico que me ayude a encontrar la dirección o el número telefónico del prostíbulo que lleva en su nombre la palabra «rana».
Al llegar a la biblioteca camino hacia el mueble de la recepción donde está acomodada la bibliotecaria, me paro frente a ella e inmediatamente deja de leer el libro que tiene en sus manos para poner su atención en mí.
—Hola, Miriam —me saluda sonriente—… ¿En qué te puedo ayudar hoy?
—Hola, Nanci. Necesito un directorio telefónico, por favor.
Bibliotecaria gordita, de cabellera esponjada y corta, empieza a buscar en el interior de una de las gavetas del mueble que están frente a ella, deja el enorme directorio sobre la superficie del mueble y luego cierra la gaveta.
—Aquí tienes, Miriam.
—Muchas gracias —sonrío agradecida—. ¿Crees que pueda usar el teléfono? —pregunto señalando el teléfono que está sobre el mueble, justo a un lado de ella.
—Sí, claro, úsalo.
—Ok.
Abro el directorio y empiezo a buscar deslizando mi dedo sobre una larga lista que está ordenada en orden alfabético, rápidamente doy con todos los nombres de los clubs nocturnos que hay en Londres, me leo cada nombre para dar con aquella palabrita que tengo en mente y luego paso la página para continuar buscando; jamás pensé que existieran tantos clubs nocturnos en esta ciudad, esto me podría tomar mucho tiempo, pero por suerte logro dar con el nombre que estoy buscando: Club nocturno La rana que baila.
Levanto el teléfono amarillento que yace a un lado de la secretaria, el cordón está todo enrollado, así que empiezo a desenredar el cable para poder llamar con mayor comodidad. Luego meto mi dedo índice en el disco del teléfono y empiezo a dar vuelta sobre cada uno de los numero
La llamada repica cuatro veces, luego alguien toma la llamada.
—Club nocturno La rana que baila. ¿En qué puedo ayudarle? —pregunta la voz agria e indiferente de una mujer.
—Sí, ¿me podría dar la dirección del local?... Por favor.
—¿Cómo para qué necesita la dirección, señorita? Este es un bar nocturno para caballeros.
—Es que estoy buscando trabajo…
—Sí, claro, esa es la excusa que siempre dan las esposas de nuestros clientes.
—¡No, se equivoca! Yo no…
Mi explicación es interrumpida por las carcajadas de aquella mujer, desde el otro lado de la llamada, parece que algo le ha causado gracia.
—Solo estaba bromeando —sigue riendo—, no se preocupe, le daré la dirección.
Le hago señas a la bibliotecaria para que me regale un pedazo de papel y para me preste un bolígrafo, ella me pasa ambas cosas e inmediatamente empiezo a escribir la dirección sobre el papel.
Hoy mismo tengo que ir a ese lugar…
«Que la sed no te haga beber del vaso equivocado», se lee en la frase que está en la parte superior del parabrisas del taxi… ¿Mensajes provenientes del gran padre celestial? Será solo coincidencia…Podría detener el viaje y pedirle al taxista que me deje justo aquí, pero ya pasé vergüenza con tan solo decir el nombre de aquel club y notar que aquel hombre al instante reconocido el lugar. Justo ahora me está observando con tanta intensidad y lujuria, como si fuese a cobrarle el tiempo que dedica al mirarme. Señor que parece diez años mayor que yo, tan delgado que hasta podría perforar el respaldar de su silla con los codos. Al notar que me está incomodando, aclara la garganta y decide hablar:—Ya casi estamos llegando.—Ajá…—Eh… Debería tener cuidado al llegar a ese lugar, no es bueno que una chica tan linda como usted esté sola por esos lados.—No necesito acompañante, estaré bien a solas.—Hubiera sido mejor que la acompañara…, por ejemplo, un novio.«¿Y este idiota hasta donde pien
Esta es una de las decisiones más difíciles de mi vida, o vendo mi cuerpo o renuncio a mis sueños y mis estudios. Podría suspender la universidad por un tiempo y quedarme viviendo con Danna mientras consigo trabajo, podría demorar meses soportando las malas caras de la madre de mi amiga y vivir de sus sustentos… No, qué mierda...Madame Esther espera mi respuesta mientras me observa sentada a un lado de ella y en la misma mesa, mientras, con dos dedos, levantan un cigarro y lo lleva hasta sus labios rojo cherry, sin importarle si me incomoda el olor a tabaco, ella, con su otra mano, acerca un encendedor y le prende fuego. Madame relaja el rostro y de sus labios emana una nube de humo. El olor a tabaco inunda el cubículo.—¿Entonces, niña?Aún tengo varias dudas que debería responderme antes de aceptar este trabajo.—Madame… Yo no se bailar como las chicas de allá fuera. Donde me trepe en uno de esos tubos, me desnuco.—No vas a entrar aquí como bailarina, mujer.—¿Cómo así?... ¿Las ba
Narrado desde la perspectiva de Madame Esther.Hace diez años, en un rincón discreto de la ciudad, se encontraba un lugar pequeño, enigmático y misterioso, conocido solo por unos pocos como La rana que baila. Al frente de este misterioso establecimiento se encontraba una mujer con una presencia imponente y elegante, conocida como Esther Cooper, la bailarina de pole dance mejor pagada de Londres.Esther Cooper, esa soy yo, una mujer con una historia intrigante y una personalidad magnética. Fui conocida en la industria como la bailarina más respetada y empoderada. Llegué a este lugar atraída por una jugosa propuesta por parte de la familia Van Amstel, ellos necesitaban una instructora de baile para sus chicas, que las convirtiera en artistas únicas e insuperables, tal y como lo era yo en aquel entonces. Lo hice, las convertí en el mejor espectáculo que un par de ojos masculinos pudiesen disfrutar. Tanto fue el éxito, que, hace ocho años, nos vimos en la obligación de mudarnos a un lugar
Mi mejor amiga es un ser extraordinario, es más, no hay palabras suficientes para describir la magnitud de su impacto en mi vida. Desde el momento en que el profesor nos reunió para formar grupo de trabajo y nos permitió conocernos, desde ese momento, su presencia se convirtió en una bendición sobre cada paso de mi camino.Ella es la clase de amiga que siempre está ahí cuando la necesito, sin importar la hora o el día. Siempre escucha con atención y comprensión, nunca ha juzgado mis decisiones o sentimientos. Su empatía y apoyo incondicional me han sostenido en los momentos más difíciles y me han inspirado a seguir adelante con fuerza y determinación.Lo grandiosa de mi mejor amiga también radica en su honestidad y sinceridad. Siempre me habla con franqueza, incluso cuando la verdad puede ser difícil de escuchar. Sus consejos y opiniones son valiosos, y sé que siempre puedo contar con su perspectiva honesta para tomar mis decisiones. Y son su honestidad y sus verdades lo me hacen ocul
«Dios no les da alas a los alacranes, nomás lengua».¿Cuál es el verdadero significado de la palabra familia? Lo último que dijo Madame Esther es que aquí todas las chicas son como una familia, y a mí no me ha parecido eso, todo lo contrario, son como un grupo de alacranes que andan por ahí buscando a quien picar, van mostrando el aguijó de sus colas sobre la cabeza como si fueran lo más peligroso de este planeta.El trabajar aquí será más difícil de lo que pensaba, por el simple hecho de tener que compartir todas las noches el camerino con aquellas chicas va a ser toda una proeza; por lo menos puedo decir que no estaré sola, mis compañeras de trabajo parecen estar dispuestas a protegerme de esas bailarinas. Y tampoco es que yo sea una sonsa, puede que hasta me resulte bastante estimulante el jalar un par de greñas de vez en cuando.Tengo a Nadina sentada frente a mí, maquillándome y dándome concejos de cómo mejorar mis intentos. Con una brocha de rubos está bronceando mis mejillas, l
Soy una persona analítica, inteligente y con una ausencia de incredulidad; es cierto que tengo cara de niña y que me podrían tomar por inocente, pero mi mente es bastante madura como para no saber que existen diferentes tipos de hombre y que, por tal motivo, se le tiene que dar un trato diferente a cada uno. Puede tratarse de un loco y sádico caballero que busca una noche de desenfreno, o puede que solo sea un hombre que le gusta sentirse consentido y que necesite un poco de cariño. Las chicas me han sugerido que me convierta en una especie de muñeca inflable y que deje a un lado el trato especial hacia los clientes, pero no lo puedo tomar en cuenta, no las conozco lo suficiente como para no desconfiar de ella y creer que solo buscan perjudicarme, porque comprendo que entre nosotras también hay cierto grado de competencia, no hay razón para no querer ganarse los mejores y más atractivos clientes.Esta noche yo tengo la ventaja frente a todas, al ser nueva, los clientes van a querer se
Refugiada tras un antifaz, escondo mi verdadera identidad, mi ética y mi moral, solo así podré hacer mi trabajo sin herir mi autoestima.Este cliente también se ha sorprendido al verme usar un antifaz, al parecer, soy la única trabajadora sexual que usa uno en este club. En su sonrisa coqueta he podido leer las palabras: travesura, diversión y exploración.«Ya sé cómo tratarte».Este hombre no ha perdido tiempo en llevarme hasta la cama, tan solo hago cerrar la puerta y enseguida me sorprende poniéndome de espalda contra esta, me baja la ropa interior y arremete contra mí sin importarle lo incomodo que pueda sentirse mi rostro presionando el antifaz sobre la rigurosa madera. Su pelvis presiona con fuerza sobre mis glúteos, haciéndome sentir su miembro erecto bajo su jean. Una de sus manos llega por debajo de mi sostén y con sus dedos empieza a juguetear con mi pezón, y como si no fuera suficiente estimulante para mí, empieza a chupetear mi cuello y a rozar su lengua sobre mi piel.«Mi
Marthuski suspira y se muerde el labio inferior, una señal inequívoca de que algo está a punto de salir de sus labios.—Así que él vino hoy —murmura en voz baja.Parpadeo, mis dedos temblando ligeramente mientras ajusto el cierre de mi bolso. Ese cliente, el que ella tiene en mente, el responsable de esa sufrida sonrisa que se dibuja en sus labios, es el cliente a quien acabo de atender, quien me prometió venir por más.Por lo que tengo entendido, Madame Esther tiene prohibido relacionarse románticamente con los clientes, tampoco podemos encontrarnos con ellos fuera de las habitaciones del club; entonces, ¿por qué la mortifica tanto? ¿Ella estará enamorada de él? Desearía entender mejor esas cosas sobre el amor.—Ya quita esa cara de espanto mujer, no pasa nada — dice con una sonrisa forzada, sin poder ocultar la inquietud en su voz.— Son solo gajes del oficio, ¿verdad? —¡¿Qué carajos estoy diciendo?!—Sí, claro. No me molesto en absoluto —responde con un tono un poco más seguro, aun