Refugiada tras un antifaz, escondo mi verdadera identidad, mi ética y mi moral, solo así podré hacer mi trabajo sin herir mi autoestima.Este cliente también se ha sorprendido al verme usar un antifaz, al parecer, soy la única trabajadora sexual que usa uno en este club. En su sonrisa coqueta he podido leer las palabras: travesura, diversión y exploración.«Ya sé cómo tratarte».Este hombre no ha perdido tiempo en llevarme hasta la cama, tan solo hago cerrar la puerta y enseguida me sorprende poniéndome de espalda contra esta, me baja la ropa interior y arremete contra mí sin importarle lo incomodo que pueda sentirse mi rostro presionando el antifaz sobre la rigurosa madera. Su pelvis presiona con fuerza sobre mis glúteos, haciéndome sentir su miembro erecto bajo su jean. Una de sus manos llega por debajo de mi sostén y con sus dedos empieza a juguetear con mi pezón, y como si no fuera suficiente estimulante para mí, empieza a chupetear mi cuello y a rozar su lengua sobre mi piel.«Mi
Marthuski suspira y se muerde el labio inferior, una señal inequívoca de que algo está a punto de salir de sus labios.—Así que él vino hoy —murmura en voz baja.Parpadeo, mis dedos temblando ligeramente mientras ajusto el cierre de mi bolso. Ese cliente, el que ella tiene en mente, el responsable de esa sufrida sonrisa que se dibuja en sus labios, es el cliente a quien acabo de atender, quien me prometió venir por más.Por lo que tengo entendido, Madame Esther tiene prohibido relacionarse románticamente con los clientes, tampoco podemos encontrarnos con ellos fuera de las habitaciones del club; entonces, ¿por qué la mortifica tanto? ¿Ella estará enamorada de él? Desearía entender mejor esas cosas sobre el amor.—Ya quita esa cara de espanto mujer, no pasa nada — dice con una sonrisa forzada, sin poder ocultar la inquietud en su voz.— Son solo gajes del oficio, ¿verdad? —¡¿Qué carajos estoy diciendo?!—Sí, claro. No me molesto en absoluto —responde con un tono un poco más seguro, aun
No hay nada más sagrado para mí que el derecho que tiene un niño de sonreír, por lo menos, tres veces al día. Que cada niño en este mundo tenga la garantía de ser feliz en un hogar junto con una familia que le permita sentirse seguro, que vivan despreocupados como lo fui yo de niña, y que su única prioridad sea estudiar y divertirse.Me preocupa lo que acaba de decir Giovanni, que tenga un hijo y que el pequeño esté viviendo en condiciones riesgosas… ¡Maldita sea!… Solo espero que Giovanni esté haciendo algo al respecto. Y es que…, cuando se trata de niños, yo soy bastante estricta.Las palabras hirientes empiezan a flotar en el aire, palabras que se lanzan como puñales, cortantes y llenas de veneno. Esto es demasiado incómodo para mí, pero es más fuerte esta mezcla de curiosidad y culpa que estoy sintiendo. Me siento como una testigo que debería apartar la mirada pero que no puede evitar quedarse.De pronto, las voces se desvanecen y un silencio incómodo e inesperado me hace entender
Mientras me lleva a la cama, Nick se fija en mis ojos a través del antifaz, con una chispa juguetona en su mirada y un tono suave, me dice:—No he dejado de pensar en tu cuerpo, me tienes loco.Ok, esto es malo.No quiero que vuelva a solicitar mis servicios y tampoco quiero que se vaya a quejar con Madame Esther… ¡¿Qué carajos hago?!Entonces se me ocurre algo que, tal vez, podría asustarle para que no se le ocurra regresar conmigo, algo que, a su vez, sea memorable para él y que suprima cualquier intensión que tenga de quejarse.—Pues hoy te haré vivir algo que te hará pensar en mí aún más —digo en un tono suave y seductor.Nick sonríe curioso, con aquellos ojitos azules brillándoles de pura travesura… Él ni se imagina.—Dime, corazón ¿Te gusta el sexo anal? —le pregunto.—Me encanta, bebe… No sabía que ustedes podían agregar eso a sus servicios —responde con un rostro que mezcla la sorpresa y la fascinación.Le sonrío como villana de cuento de hadas a punto de cometer una fechoría.
Aquí estoy, en mi reino de luces cautivantes y ritmos seductores. Mi club nocturno, un lugar donde los deseos y las fantasías convergen en un baile hipnótico. Observo desde mi posición privilegiada y oculta entre las sombras mientras alimento mi ego de la energía eléctrica que fluye a través de la multitud. La noche está viva y cargada de anticipación.Las luces cambian y la música sube de tono con un sensual «Time after time» de Cyndi Lauper, marcando el inicio de la actuación. Mis bailarinas, las reinas de las barras, se deslizan con gracia y poder sobre la plataforma elevada. Mis ojos siguen cada movimiento, cada giro y cada flexión. Es un espectáculo de destreza y sensualidad que deja a todos sin aliento.Cada una de ellas tiene su propio estilo, su propio encanto. Sus cuerpos se entrelazan con el metal del poste, creando una danza que es a la vez provocativa y elegante. La destreza con la que manejan su arte es asombrosa, y no puedo evitar sentir una oleada de orgullo. Son verdad
Aquí estoy, de pie recostada sobre el barandal del pasillo que conforma el segundo piso de la universidad, dejando que mis ojos recorran el largo pasillo central de la planta baja, a aquel suelo que sintió las angustias en mis pasos y las paredes que aprisionaban mi ansiedad cuando no sabía de donde sacar dinero para pagar mi colegiatura. Recuerdo esos días en los que contaba cada centavo frente al menú colgante que está sobre la vitrina refrigerante de la cafería, no podía gastarme ni un centavo del pasaje del autobús que tomaba de regreso a casa. Todo parece tan distinto ahora.Los viajes en autobús ya no volverán más para mí. Mi nuevo auto está ocupando un estacionamiento frente al campus de la universidad, reluciendo y brillando bajo el sol con su escarchada pintura de color escarlata. Ese Honda Civic es un símbolo de los cambios que han ocurrido en mi vida desde aquellos días. La fragancia sutil de un perfume caro flota a mi alrededor, y las telas suaves y lujosas de mi ropa de m
De vuelta aquí, en mi lugar favorito y que es solo mío. Entro en el baño de la habitación, dejando atrás el ajetreo recién. El suelo de baldosas frescas bajo mis pies descalzos me envía una sensación de alivio. Mi mirada se posa en la bañera, que parece esperar pacientemente mi llegada.Abro el grifo de la bañera y ajusto la temperatura, asegurándome de que esté perfectamente cálida, como un abrazo reconfortante. Dejo que el cuarto se llene con el aroma suave de las velas perfumadas que he dispuesto alrededor. Sus destellos parpadeantes crean un ambiente íntimo, envolviendo la habitación en una luz tenue y dorada.Cuido cada detalle, vertiendo con delicadeza unas gotas de aceite esencial de rosas en el agua, viendo cómo se dispersan y crean un delicado remolino de fragancia. La habitación se inunda con un aroma embriagador, como si estuviera en medio de un jardín de flores en pleno verano.Rozo la punta de mis dedos sobre el agua, sintiendo su suavidad y calidez. Luego, con un suspiro
Es la primera vez que Madame Esther me da información de un cliente, con nombre y apellido; aún más importante, me da a entender que Yonel Hikari es una persona extremadamente peligrosa, me lo ha dicho sin basilar y con una seriedad absoluta, sembrando en mí un par de incógnitas que me carcomen por dentro: ¿Qué le hace ser tan peligroso?... ¿Será capaz de regresarme una noche de tortura peor que la que yo le di? No, no lo creo, el cliente no pareció salir molesto de la habitación… Es más, le he hecho un favor: la próxima vez que ese hombre tenga sexo con una mujer, esos espermatozoides van a salir como si el mismísimo Zeus los hubiese lanzado.Solo espero no volver a encontrarme con Yonel Hikari, porque si realmente es una persona peligrosa, no me gustaría estar metida en su mundo.La Madame saca del bolsillo de su camisa una caja de cigarros y, sin importarle que estamos en una habitación cerrada y sin ventilación, le enciende fuego y empieza a fumar. La pequeña habitación empieza a