Es la primera vez que Madame Esther me da información de un cliente, con nombre y apellido; aún más importante, me da a entender que Yonel Hikari es una persona extremadamente peligrosa, me lo ha dicho sin basilar y con una seriedad absoluta, sembrando en mí un par de incógnitas que me carcomen por dentro: ¿Qué le hace ser tan peligroso?... ¿Será capaz de regresarme una noche de tortura peor que la que yo le di? No, no lo creo, el cliente no pareció salir molesto de la habitación… Es más, le he hecho un favor: la próxima vez que ese hombre tenga sexo con una mujer, esos espermatozoides van a salir como si el mismísimo Zeus los hubiese lanzado.Solo espero no volver a encontrarme con Yonel Hikari, porque si realmente es una persona peligrosa, no me gustaría estar metida en su mundo.La Madame saca del bolsillo de su camisa una caja de cigarros y, sin importarle que estamos en una habitación cerrada y sin ventilación, le enciende fuego y empieza a fumar. La pequeña habitación empieza a
Recuerdo cuando las vi por primera vez, cuando pisé el interior del club y al instante quedé deslumbrada con la sensualidad que irradiaba de las bailarinas, lucían tan alucinantes mientras bailaban y hacían sus acrobacias en los tubos de pole dance, y justo en ese momento, en un rincón de mi conciencia, se sembró un nuevo anhelo, una nueva aspiración que necesitaba realizar. Yo quería bailar y verme igual que ellas, empoderadas, dueñas de las miradas y responsable de todas esas sonrisas lascivas; porque yo amo que me idolatren, que me deseen, que me lancen flores o, en este caso, que me lancen dinero.Hoy es mi primer día en la clase de pole dance, y mis nervios están al borde del colapso. Estoy completamente segura que, en el momento en que ponga un pie dentro de aquel local, las fulminaciones que se me lanzarán con las miradas van a ser lo último en lo que debería preocuparme.Llego al estudio de baile y al cruzar la puerta me encuentro con un lugar que parece sacado de una película
Entre prácticas de pole dance, idas al gimnasio, la universidad y servicios en el club, ya se ha llegado octubre, presentándose con su singular paleta de colores propia del otoño y con amaneceres envueltos en finas brumas. El jardín de la universidad, perfumado de ese peculiar aroma a tierra mojada y hojas secas, una fragancia que solo esta temporada del año puede ofrecer. El aire se torna más fresco, dándome la escusa perfecta para salir al balcón. Allí, me siento en una acogedora mesita y disfruto del exquisito clima, con la calidez de una tacita de café en mis manos y con una suave bufanda enrollada en mi cuello. Hoy, tema principal en la universidad es: La fiesta de Halloween y los disfraces que se piensa usar para ese día. Danna aún no ha llegado, sino estaría super entusiasmada hablándome de aquel tema. De repente, escucho el arrastre de la silla que tengo a un lado, al buscarle con la mira me encuentro con Giovanni, quien ahora está sentado en la misma mesa que yo. —Douglas…
—Lamento el golpetazo que Danna te propinó, Giovanni —le expresé días después de haber evitado cruzarme con él en los pasillos. Agotada y decidida a abordar el asunto, si Danna no se disculpaba, al menos yo lo haría. Giovanni, como de costumbre, me respondió con su gélida mirada y mantuvo un silencio imperturbable, pasando junto a mí como si mi disculpa careciera de valor.Suspiré internamente. Al menos, ninguna de nosotras había terminado siendo víctima de un secuestro o un encuentro con malhechores. Sin embargo, una inquietante sospecha persistía en mi mente: no podía evitar pensar que Giovanni no se quedaría con los brazos cruzados por mucho tiempo. Estaba segura de que en algún momento nos sorprendería con alguna artimaña maquiavélica.Octubre avanza, y las necedades de mi amiga también. Hace un rato, después de salir de la universidad, se le ocurrió la idea de acompañarme a mi lugar de trabajo, asegurando que tiene un deseo inmenso de conocer el sitio donde paso gran parte de mis
Me encuentro en el aula de clases, rodeada de compañeros absortos en sus exámenes. El silencio se cierne sobre nosotros, solo interrumpido por el rasgar de lápices contra el papel y el tenso tic-tac del reloj en la pared. Mi corazón late con fuerza, y el nerviosismo me consume mientras contemplo el examen frente a mí. No tuve tiempo de estudiar, y la realidad me golpea con crueldad en este momento crucial, a dos meses de la graduación, cuando necesito recuperar el primer lugar de las calificaciones, para ser yo quien dé el discurso en la graduación y no el mal parido de Giovanni Paussini. Ahí está, aquel individuo, concentrados en su propio examen, escribe sobre el papel con una rapidez increíble, como si alguien le estuviera susurrando las respuestas al oído. De repente, se percata de que lo estoy observando, y nuestras miradas chocan en un fugaz instante. Siento la necesidad de desviar la mía rápidamente. Mi atención vuelve a la hoja que reposa sobre mi silla; deslizo la punta del b
Como la estudiante responsable que soy, me voy de parranda antes que ponerme a estudiar lo de la próxima semana, ¡es la próxima semana!, aún tengo tiempo para estudiar. Además, es la primera vez que me invitan a una actividad del club, no podía despreciar la invitación.Esta vez invité a Danna, quien saltó emocionada al escuchar mi invitación. Justo ahora, estoy esperándola fuera de su casa, a la orilla de la calle y bajo un par de enormes árboles que dejan caer sus hojas secas sobre mi reluciente Honda Civic escarlata.De pronto, veo que Danna sale corriendo de su casa, mostrando un rostro angustiado, como si se tratara de una princesa recién escapada de su torre.—¡Danna, a donde crees que vas, regresa aquí! —la mamá de Danna se escucha muy enojada, se asoma por la ventana y gruñe como si se tratara de un infernal dragón—. ¡¿Crees que esos trastes se van a lavar solo?!—¡No lo sé, fíjate y me avisas! —responde mientras abre puerta de mi auto.Me le quedo viendo con ojos exaltados.
Narrado desde la perspectiva de Marthuski. Estamos en plena madrugada del domingo, y la discoteca está repleta de personas que parecen haber perdido la noción del tiempo. La canción «Like a Virgin» de Madonna retumba en mis oídos mientras intento mantener mis ojos abiertos en este ambiente que se ha tornado pesado. En otras circunstancias, estaría saltando y bailando bien alocada porque están sonando mi canción favorita, pero, que va, estoy abrumada y un tanto aburrida, viendo como las bailarinas, Murgos, Miriam y su amiga se divierten, beben y se convierten en el centro de atención de la discoteca. Bajo el área VIP, varios las observan como diosas inalcanzables, y es que es entendible, estas chicas se mueven de forma cautivadora y alucinante. A Miriam le ha hecho bien aquellas prácticas de pole dance, y que decir de sus expresiones llenas de seducción, que superan cualquier intento que nosotras —las trabajadoras sexuales— pudiésemos hacer. Miriam es una vende patria. Vino solo para
La noche se desliza hacia su final, y yo deseo regresar a casa, pero hace quince minutos que Danna, de manera repentina, desapareció del grupo, y no tengo idea de dónde podría haber ido. Si ya me preocupaba Marthuski, que no estaba tan borracha, ahora mi inquietud es aún mayor por Danna, quien está completamente ebria. No es seguro que una mujer en su estado ande sola por la discoteca.He buscado en el bar, en la pista de baile y detrás de los sofás del VIP, por si acaso se hubiera desmayado de la borrachera, pero no la encuentro por ningún lado.—¿Podría estar en el baño? —me sugiere Marthuski, quien, desde que regresó del bar, ha vuelto a tratarme con amabilidad.—No lo creo... ¿Qué mujer va sola al baño? —respondo, encogiéndome de hombros.Marthuski asiente en acuerdo, como si fuera la cosa más obvia del mundo.A pesar de ello, decido ir a buscar a Danna en el baño, acompañado por Tenté, otra chica con la que he mejorado mi relación. Al entrar al baño, lo primero que hago es llamar