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123. La junta directiva

Este ha sido el «adiós» más doloroso de toda mi maldita existencia. Se aferra a mí como una enredadera obstinada, como esas malditas pegajosas que se adhieren a la tela y no se sueltan ni con mil sacudidas, que pican y arden al contacto con la piel. Una semana ha pasado y aún lo siento ahí, pegado a mis pensamientos, a mis días, a mis noches. No dejo de revivir su mirada, esos ojos llenos de angustia, suplicantes, como si en mí hubiera esperado encontrar una última salvación para su dolor. Y yo... yo solo pude darle la espalda.

Tengo esta sensación extraña en el pecho, como un puño cerrado que aprieta sin soltar. A veces creo que en cualquier momento mis pulmones decidirán rendirse, que el aire dejará de entrar. Me repito que hice lo correcto, que esto es lo mejor para mí, que algún día dolerá menos. Dicen que el tiempo lo cura todo, que así funciona esto de estar enamorada. Ojalá me lo creyera.

San Valentín está a tres días. Maldito San Valentín. Solo hará que me sienta peor, sola, s
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