Los días siguen pasando, y la frustración va creciendo en mi pecho. He intentado, una y otra vez, presionar a Gabriel para que me ayude a organizar un encuentro con Danna, pero parece que siempre hay una excusa nueva. Y aunque las razones que me da son lógicas, no puedo evitar sentir que son solo eso: excusas. Algo no me cuadra.Hoy, nuevamente, Vanessa ha encontrado un espacio libre en la agenda de Gabriel para permitirme entrar a su oficina y hablar con él. Le pedí a Gabriel que hiciera algo para facilitarme el contacto con Danna, pero su respuesta fue la misma de siempre:—El embarazo la tiene agotada, Miriam. La mayoría de las veces está dormida cuando llego a casa. A veces ni siquiera tengo tiempo de hablar con ella. Cuando no está descansando, sale con Murgos al club, y por más que lo intento, no coincidimos.Sé que Gabriel está ocupado y que la situación de Danna es difícil, pero algo en la forma en que lo dice me hace pensar que podría estar evitando que las cosas cambien. ¿Qué
Extiendo los papeles sobre mi escritorio y empiezo a repasarlos con detenimiento. Ya los he visto antes, pero esta vez intento prestar más atención a los detalles: los montos, las fechas, los nombres. Hay movimientos de dinero que no encajan del todo, transferencias cruzadas entre cuentas que, según los registros, no deberían tener relación entre sí. Todo parece legal a simple vista, pero hay algo… algo que no termina de cerrar.Han pasado varios días desde que empecé a revisar los documentos por mi cuenta. Busqué respuestas en balances, cruces de datos, hasta en correos antiguos. Nada. Todo parece estar en orden... demasiado en orden. Y eso me inquieta más.Me resisto a la idea, pero ya no tengo opciones. Si alguien puede aclararme este enredo, es el director de contabilidad. Me incomoda la idea de acercarme a él, no solo porque no confío del todo en su neutralidad, sino porque aún me queda el temor absurdo —pero persistente— de que me recuerde. De aquel lugar. De aquella otra vida.M
No logro concentrarme. Llevo más de media hora con la misma hoja en la máquina de escribir, los dedos suspendidos sobre las teclas sin atinar a presionar ninguna. Leo y releo el mismo párrafo del informe, no sé qué más escribir. Mi mente está en otro lado, atrapada en una sola pregunta: ¿Qué querrá decirme Gabriel?¿Será por el comentario que hice con Vanessa? ¿Lo escuchó todo? ¿O quizás es porque ya logró convencer a Danna de salir y quiere contármelo? Ambas opciones me revuelven el estómago.Intento aparentar que trabajo, mientras repaso por quinta vez el único párrafo que he logrado escribir en el informe. La hoja está limpia, sin errores, pero yo la escudriño como si necesitara encontrar algo. La ansiedad me aprieta el pecho. No me gusta sentirme así. No con él.Pasa una hora. La hora entera de su almuerzo.Mi teléfono suena. Es Vanessa. —Ya llegó —dice, en voz baja—. Y su cara no ha cambiado nada.—Ok —respondo, tragando saliva—. Ya voy para allá.—Suerte… —añade antes de colg
Tres minutos antes de que el reloj marque la hora de almuerzo, suena el teléfono en mi oficina. Lo contesto de inmediato, y al otro lado de la línea, la voz suave y cálida de David me dice:—Hola, Miriam. Estaré esperándolas en el vestíbulo.—Perfecto. Ya bajamos —respondo, haciendo un esfuerzo por mantener la voz casual.Cuelgo la llamada, me levanto del escritorio, tomo mi cartera y camino hacia la puerta. Me asomo y busco con la mirada el escritorio de Vanessa. Ella ya está atenta, con los ojos bien abiertos, esperando mi señal. Le asiento con la cabeza.—Nos está esperando —le digo.Apenas cierro mi oficina, veo que Vanessa se levanta enseguida, toma su abrigo con ese estilo suyo tan natural y elegante, y juntas caminamos hacia el elevador. Cuando llegamos al vestíbulo, lo encontramos de pie, recargado ligeramente sobre la pared, con las manos en los bolsillos de su abrigo largo color camel. El tono resalta sus ojos y armoniza con los matices neutros de su bufanda de lana clara y
Es sábado por la tarde y el clima no podría estar mejor: cielo limpio, viento fresco y el sol colándose entre las ramas de los árboles con una pereza que va perfecta con el plan del día. Llegamos a la pista de patinaje con ese aire despreocupado que acompaña a este fin de semana bien merecido. Somos un grupo llamativo: Bárbara, Tenté, dos chicas más del club y yo. Todas patinamos con elegancia, como si cada movimiento fuese parte de una coreografía perfectamente ensayada. No somos patinadoras profesionales, pero muchas de nosotras llevamos tiempo bailando pole dance, y eso se nota. Hay gracia en nuestras curvas, precisión en cada giro, y algo más…, algo sensual que capta la atención de todos a nuestro alrededor.La música acompaña con ritmos sugerentes, y cada una de nosotras se adapta sin esfuerzo, convirtiendo la pista en una pasarela de movimientos seductores. Por un rato, no hay nada más en el mundo que el sonido de las ruedas deslizándose y la libertad de sentirnos deseadas y fue
No recuerdo que fecha era, si era de día o de noche, no lo sé, quizás llovía y creo que hasta hacía un poco de frío… bueno, tampoco estoy segura. Lo que sí recuerdo con claridad es que ese día recibí el ultimátum que oscurecería mi vida.Recuerdo la carta deslizada debajo de la puerta y el sello de la universidad estampado en el sobre, solo eso; así que no me pregunten por el contenido, porque no lo memoricé. Mejor pregúntenme por cómo me sentí, porque aún me estoy sintiendo fatal.Cada noche, el insomnio se apodera de mí, devorando mis sueños. Me cuesta un mundo esforzarme en los estudios y concentrarme en clase; todo se ha vuelto tan difícil para mí... Hace más de dos meses que intento conseguir un pequeño préstamo, y me siento frustrada al ser rechazada en cada intento de encontrar un trabajo. Aceptaría cualquier cosa, no importa qué, necesito con urgencia algo que me ayude a pagar el alquiler de este apartamento y las cuotas atrasadas de la universidad. Si no lo logro, no podré vol
Desde aquí abajo se nota la clase de personas que ocupan el área VIP, la mayoría son hombres que visten igual de elegante que Murgos.Le regresa la mirada y la veo con un rostro pasivo. Creo que no hay manera que yo termine rechazando su propuesta. Muero por subir a aquella zona y conocer a todos esos hombres con rostro de chequera. Así que asiento a su invitación y nos ponemos en marcha.Luego de subir el último escalón del área VIP, veo a cuatro hombres rodeando una mesa que soporta varias botellas de vinos, todo visten trajes de etiqueta, zapatos excesivamente lucrados, peinados acicalados y un olor a tabaco que se mezcla con una suave y exquisita fragancias de Christian Dior.No nos sentamos con los radiantes caballeros, Murgos termina sentándose en una mesa que está distante a ellos. Yo me siento frente a ella sintiéndome un poco intrigada y desilusionada.—Creí que estabas con ellos —digo muy cerca de su oído, el escándalo del bar me obliga alzar la voz.—Sí estoy con ellos… Es
La idea de tener relaciones sexuales con un extraño no sonaba tan complicada hace una hora. Me da un poco de susto verle desprenderse del nudo de su corbata con tanta desesperación, como si se tratara de un león hambriento frente a una atemorizada cervatilla. No me extrañaría si, de repente, tirara un rugido y se lanzara sobre mí para devorarme con todo y ropa. Le veo desabrochar los botones de su camisa y librarse de su cinturón; tardo un poco en reaccionar para también empezar a hacer lo mismo, levanto la basta de mi sweater hasta quitármelo por completo y me quedo solo con el oscuro sostén strapless que cubren mis senos, dejando a aquel hombre embelesado por el tamaño de estos. Él no pierde tiempo y de un solo bajón se saca el pantalón, dejando a la vista un boxer blanco que se amolda hermosamente hasta la parte baja de su entrepierna, lo cual me roba el aliento, hace que pierda el susto y me hace rogar para que aquella bocanada de aire no sea lo único que vaya a tragarme esta noche