20. La práctica de pole dance

Recuerdo cuando las vi por primera vez, cuando pisé el interior del club y al instante quedé deslumbrada con la sensualidad que irradiaba de las bailarinas, lucían tan alucinantes mientras bailaban y hacían sus acrobacias en los tubos de pole dance, y justo en ese momento, en un rincón de mi conciencia, se sembró un nuevo anhelo, una nueva aspiración que necesitaba realizar. Yo quería bailar y verme igual que ellas, empoderadas, dueñas de las miradas y responsable de todas esas sonrisas lascivas; porque yo amo que me idolatren, que me deseen, que me lancen flores o, en este caso, que me lancen dinero.

Hoy es mi primer día en la clase de pole dance, y mis nervios están al borde del colapso. Estoy completamente segura que, en el momento en que ponga un pie dentro de aquel local, las fulminaciones que se me lanzarán con las miradas van a ser lo último en lo que debería preocuparme.

Llego al estudio de baile y al cruzar la puerta me encuentro con un lugar que parece sacado de una película
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