Mientras me lleva a la cama, Nick se fija en mis ojos a través del antifaz, con una chispa juguetona en su mirada y un tono suave, me dice:—No he dejado de pensar en tu cuerpo, me tienes loco.Ok, esto es malo.No quiero que vuelva a solicitar mis servicios y tampoco quiero que se vaya a quejar con Madame Esther… ¡¿Qué carajos hago?!Entonces se me ocurre algo que, tal vez, podría asustarle para que no se le ocurra regresar conmigo, algo que, a su vez, sea memorable para él y que suprima cualquier intensión que tenga de quejarse.—Pues hoy te haré vivir algo que te hará pensar en mí aún más —digo en un tono suave y seductor.Nick sonríe curioso, con aquellos ojitos azules brillándoles de pura travesura… Él ni se imagina.—Dime, corazón ¿Te gusta el sexo anal? —le pregunto.—Me encanta, bebe… No sabía que ustedes podían agregar eso a sus servicios —responde con un rostro que mezcla la sorpresa y la fascinación.Le sonrío como villana de cuento de hadas a punto de cometer una fechoría.
Aquí estoy, en mi reino de luces cautivantes y ritmos seductores. Mi club nocturno, un lugar donde los deseos y las fantasías convergen en un baile hipnótico. Observo desde mi posición privilegiada y oculta entre las sombras mientras alimento mi ego de la energía eléctrica que fluye a través de la multitud. La noche está viva y cargada de anticipación.Las luces cambian y la música sube de tono con un sensual «Time after time» de Cyndi Lauper, marcando el inicio de la actuación. Mis bailarinas, las reinas de las barras, se deslizan con gracia y poder sobre la plataforma elevada. Mis ojos siguen cada movimiento, cada giro y cada flexión. Es un espectáculo de destreza y sensualidad que deja a todos sin aliento.Cada una de ellas tiene su propio estilo, su propio encanto. Sus cuerpos se entrelazan con el metal del poste, creando una danza que es a la vez provocativa y elegante. La destreza con la que manejan su arte es asombrosa, y no puedo evitar sentir una oleada de orgullo. Son verdad
Aquí estoy, de pie recostada sobre el barandal del pasillo que conforma el segundo piso de la universidad, dejando que mis ojos recorran el largo pasillo central de la planta baja, a aquel suelo que sintió las angustias en mis pasos y las paredes que aprisionaban mi ansiedad cuando no sabía de donde sacar dinero para pagar mi colegiatura. Recuerdo esos días en los que contaba cada centavo frente al menú colgante que está sobre la vitrina refrigerante de la cafería, no podía gastarme ni un centavo del pasaje del autobús que tomaba de regreso a casa. Todo parece tan distinto ahora.Los viajes en autobús ya no volverán más para mí. Mi nuevo auto está ocupando un estacionamiento frente al campus de la universidad, reluciendo y brillando bajo el sol con su escarchada pintura de color escarlata. Ese Honda Civic es un símbolo de los cambios que han ocurrido en mi vida desde aquellos días. La fragancia sutil de un perfume caro flota a mi alrededor, y las telas suaves y lujosas de mi ropa de m
De vuelta aquí, en mi lugar favorito y que es solo mío. Entro en el baño de la habitación, dejando atrás el ajetreo recién. El suelo de baldosas frescas bajo mis pies descalzos me envía una sensación de alivio. Mi mirada se posa en la bañera, que parece esperar pacientemente mi llegada.Abro el grifo de la bañera y ajusto la temperatura, asegurándome de que esté perfectamente cálida, como un abrazo reconfortante. Dejo que el cuarto se llene con el aroma suave de las velas perfumadas que he dispuesto alrededor. Sus destellos parpadeantes crean un ambiente íntimo, envolviendo la habitación en una luz tenue y dorada.Cuido cada detalle, vertiendo con delicadeza unas gotas de aceite esencial de rosas en el agua, viendo cómo se dispersan y crean un delicado remolino de fragancia. La habitación se inunda con un aroma embriagador, como si estuviera en medio de un jardín de flores en pleno verano.Rozo la punta de mis dedos sobre el agua, sintiendo su suavidad y calidez. Luego, con un suspiro
Es la primera vez que Madame Esther me da información de un cliente, con nombre y apellido; aún más importante, me da a entender que Yonel Hikari es una persona extremadamente peligrosa, me lo ha dicho sin basilar y con una seriedad absoluta, sembrando en mí un par de incógnitas que me carcomen por dentro: ¿Qué le hace ser tan peligroso?... ¿Será capaz de regresarme una noche de tortura peor que la que yo le di? No, no lo creo, el cliente no pareció salir molesto de la habitación… Es más, le he hecho un favor: la próxima vez que ese hombre tenga sexo con una mujer, esos espermatozoides van a salir como si el mismísimo Zeus los hubiese lanzado.Solo espero no volver a encontrarme con Yonel Hikari, porque si realmente es una persona peligrosa, no me gustaría estar metida en su mundo.La Madame saca del bolsillo de su camisa una caja de cigarros y, sin importarle que estamos en una habitación cerrada y sin ventilación, le enciende fuego y empieza a fumar. La pequeña habitación empieza a
Recuerdo cuando las vi por primera vez, cuando pisé el interior del club y al instante quedé deslumbrada con la sensualidad que irradiaba de las bailarinas, lucían tan alucinantes mientras bailaban y hacían sus acrobacias en los tubos de pole dance, y justo en ese momento, en un rincón de mi conciencia, se sembró un nuevo anhelo, una nueva aspiración que necesitaba realizar. Yo quería bailar y verme igual que ellas, empoderadas, dueñas de las miradas y responsable de todas esas sonrisas lascivas; porque yo amo que me idolatren, que me deseen, que me lancen flores o, en este caso, que me lancen dinero.Hoy es mi primer día en la clase de pole dance, y mis nervios están al borde del colapso. Estoy completamente segura que, en el momento en que ponga un pie dentro de aquel local, las fulminaciones que se me lanzarán con las miradas van a ser lo último en lo que debería preocuparme.Llego al estudio de baile y al cruzar la puerta me encuentro con un lugar que parece sacado de una película
Entre prácticas de pole dance, idas al gimnasio, la universidad y servicios en el club, ya se ha llegado octubre, presentándose con su singular paleta de colores propia del otoño y con amaneceres envueltos en finas brumas. El jardín de la universidad, perfumado de ese peculiar aroma a tierra mojada y hojas secas, una fragancia que solo esta temporada del año puede ofrecer. El aire se torna más fresco, dándome la escusa perfecta para salir al balcón. Allí, me siento en una acogedora mesita y disfruto del exquisito clima, con la calidez de una tacita de café en mis manos y con una suave bufanda enrollada en mi cuello. Hoy, tema principal en la universidad es: La fiesta de Halloween y los disfraces que se piensa usar para ese día. Danna aún no ha llegado, sino estaría super entusiasmada hablándome de aquel tema. De repente, escucho el arrastre de la silla que tengo a un lado, al buscarle con la mira me encuentro con Giovanni, quien ahora está sentado en la misma mesa que yo. —Douglas…
—Lamento el golpetazo que Danna te propinó, Giovanni —le expresé días después de haber evitado cruzarme con él en los pasillos. Agotada y decidida a abordar el asunto, si Danna no se disculpaba, al menos yo lo haría. Giovanni, como de costumbre, me respondió con su gélida mirada y mantuvo un silencio imperturbable, pasando junto a mí como si mi disculpa careciera de valor.Suspiré internamente. Al menos, ninguna de nosotras había terminado siendo víctima de un secuestro o un encuentro con malhechores. Sin embargo, una inquietante sospecha persistía en mi mente: no podía evitar pensar que Giovanni no se quedaría con los brazos cruzados por mucho tiempo. Estaba segura de que en algún momento nos sorprendería con alguna artimaña maquiavélica.Octubre avanza, y las necedades de mi amiga también. Hace un rato, después de salir de la universidad, se le ocurrió la idea de acompañarme a mi lugar de trabajo, asegurando que tiene un deseo inmenso de conocer el sitio donde paso gran parte de mis