Aquí estoy, de pie recostada sobre el barandal del pasillo que conforma el segundo piso de la universidad, dejando que mis ojos recorran el largo pasillo central de la planta baja, a aquel suelo que sintió las angustias en mis pasos y las paredes que aprisionaban mi ansiedad cuando no sabía de donde sacar dinero para pagar mi colegiatura. Recuerdo esos días en los que contaba cada centavo frente al menú colgante que está sobre la vitrina refrigerante de la cafería, no podía gastarme ni un centavo del pasaje del autobús que tomaba de regreso a casa. Todo parece tan distinto ahora.Los viajes en autobús ya no volverán más para mí. Mi nuevo auto está ocupando un estacionamiento frente al campus de la universidad, reluciendo y brillando bajo el sol con su escarchada pintura de color escarlata. Ese Honda Civic es un símbolo de los cambios que han ocurrido en mi vida desde aquellos días. La fragancia sutil de un perfume caro flota a mi alrededor, y las telas suaves y lujosas de mi ropa de m
De vuelta aquí, en mi lugar favorito y que es solo mío. Entro en el baño de la habitación, dejando atrás el ajetreo recién. El suelo de baldosas frescas bajo mis pies descalzos me envía una sensación de alivio. Mi mirada se posa en la bañera, que parece esperar pacientemente mi llegada.Abro el grifo de la bañera y ajusto la temperatura, asegurándome de que esté perfectamente cálida, como un abrazo reconfortante. Dejo que el cuarto se llene con el aroma suave de las velas perfumadas que he dispuesto alrededor. Sus destellos parpadeantes crean un ambiente íntimo, envolviendo la habitación en una luz tenue y dorada.Cuido cada detalle, vertiendo con delicadeza unas gotas de aceite esencial de rosas en el agua, viendo cómo se dispersan y crean un delicado remolino de fragancia. La habitación se inunda con un aroma embriagador, como si estuviera en medio de un jardín de flores en pleno verano.Rozo la punta de mis dedos sobre el agua, sintiendo su suavidad y calidez. Luego, con un suspiro
Es la primera vez que Madame Esther me da información de un cliente, con nombre y apellido; aún más importante, me da a entender que Yonel Hikari es una persona extremadamente peligrosa, me lo ha dicho sin basilar y con una seriedad absoluta, sembrando en mí un par de incógnitas que me carcomen por dentro: ¿Qué le hace ser tan peligroso?... ¿Será capaz de regresarme una noche de tortura peor que la que yo le di? No, no lo creo, el cliente no pareció salir molesto de la habitación… Es más, le he hecho un favor: la próxima vez que ese hombre tenga sexo con una mujer, esos espermatozoides van a salir como si el mismísimo Zeus los hubiese lanzado.Solo espero no volver a encontrarme con Yonel Hikari, porque si realmente es una persona peligrosa, no me gustaría estar metida en su mundo.La Madame saca del bolsillo de su camisa una caja de cigarros y, sin importarle que estamos en una habitación cerrada y sin ventilación, le enciende fuego y empieza a fumar. La pequeña habitación empieza a
Recuerdo cuando las vi por primera vez, cuando pisé el interior del club y al instante quedé deslumbrada con la sensualidad que irradiaba de las bailarinas, lucían tan alucinantes mientras bailaban y hacían sus acrobacias en los tubos de pole dance, y justo en ese momento, en un rincón de mi conciencia, se sembró un nuevo anhelo, una nueva aspiración que necesitaba realizar. Yo quería bailar y verme igual que ellas, empoderadas, dueñas de las miradas y responsable de todas esas sonrisas lascivas; porque yo amo que me idolatren, que me deseen, que me lancen flores o, en este caso, que me lancen dinero.Hoy es mi primer día en la clase de pole dance, y mis nervios están al borde del colapso. Estoy completamente segura que, en el momento en que ponga un pie dentro de aquel local, las fulminaciones que se me lanzarán con las miradas van a ser lo último en lo que debería preocuparme.Llego al estudio de baile y al cruzar la puerta me encuentro con un lugar que parece sacado de una película
Entre prácticas de pole dance, idas al gimnasio, la universidad y servicios en el club, ya se ha llegado octubre, presentándose con su singular paleta de colores propia del otoño y con amaneceres envueltos en finas brumas. El jardín de la universidad, perfumado de ese peculiar aroma a tierra mojada y hojas secas, una fragancia que solo esta temporada del año puede ofrecer. El aire se torna más fresco, dándome la escusa perfecta para salir al balcón. Allí, me siento en una acogedora mesita y disfruto del exquisito clima, con la calidez de una tacita de café en mis manos y con una suave bufanda enrollada en mi cuello. Hoy, tema principal en la universidad es: La fiesta de Halloween y los disfraces que se piensa usar para ese día. Danna aún no ha llegado, sino estaría super entusiasmada hablándome de aquel tema. De repente, escucho el arrastre de la silla que tengo a un lado, al buscarle con la mira me encuentro con Giovanni, quien ahora está sentado en la misma mesa que yo. —Douglas…
—Lamento el golpetazo que Danna te propinó, Giovanni —le expresé días después de haber evitado cruzarme con él en los pasillos. Agotada y decidida a abordar el asunto, si Danna no se disculpaba, al menos yo lo haría. Giovanni, como de costumbre, me respondió con su gélida mirada y mantuvo un silencio imperturbable, pasando junto a mí como si mi disculpa careciera de valor.Suspiré internamente. Al menos, ninguna de nosotras había terminado siendo víctima de un secuestro o un encuentro con malhechores. Sin embargo, una inquietante sospecha persistía en mi mente: no podía evitar pensar que Giovanni no se quedaría con los brazos cruzados por mucho tiempo. Estaba segura de que en algún momento nos sorprendería con alguna artimaña maquiavélica.Octubre avanza, y las necedades de mi amiga también. Hace un rato, después de salir de la universidad, se le ocurrió la idea de acompañarme a mi lugar de trabajo, asegurando que tiene un deseo inmenso de conocer el sitio donde paso gran parte de mis
Me encuentro en el aula de clases, rodeada de compañeros absortos en sus exámenes. El silencio se cierne sobre nosotros, solo interrumpido por el rasgar de lápices contra el papel y el tenso tic-tac del reloj en la pared. Mi corazón late con fuerza, y el nerviosismo me consume mientras contemplo el examen frente a mí. No tuve tiempo de estudiar, y la realidad me golpea con crueldad en este momento crucial, a dos meses de la graduación, cuando necesito recuperar el primer lugar de las calificaciones, para ser yo quien dé el discurso en la graduación y no el mal parido de Giovanni Paussini. Ahí está, aquel individuo, concentrados en su propio examen, escribe sobre el papel con una rapidez increíble, como si alguien le estuviera susurrando las respuestas al oído. De repente, se percata de que lo estoy observando, y nuestras miradas chocan en un fugaz instante. Siento la necesidad de desviar la mía rápidamente. Mi atención vuelve a la hoja que reposa sobre mi silla; deslizo la punta del b
Como la estudiante responsable que soy, me voy de parranda antes que ponerme a estudiar lo de la próxima semana, ¡es la próxima semana!, aún tengo tiempo para estudiar. Además, es la primera vez que me invitan a una actividad del club, no podía despreciar la invitación.Esta vez invité a Danna, quien saltó emocionada al escuchar mi invitación. Justo ahora, estoy esperándola fuera de su casa, a la orilla de la calle y bajo un par de enormes árboles que dejan caer sus hojas secas sobre mi reluciente Honda Civic escarlata.De pronto, veo que Danna sale corriendo de su casa, mostrando un rostro angustiado, como si se tratara de una princesa recién escapada de su torre.—¡Danna, a donde crees que vas, regresa aquí! —la mamá de Danna se escucha muy enojada, se asoma por la ventana y gruñe como si se tratara de un infernal dragón—. ¡¿Crees que esos trastes se van a lavar solo?!—¡No lo sé, fíjate y me avisas! —responde mientras abre puerta de mi auto.Me le quedo viendo con ojos exaltados.