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4. Una nueva competencia

No puedo creer que Giovanni Paussini sea uno de los universitarios con mayor índice de la facultad, un hombre poco interesado en lo que se discute en clases, que nunca se le ve visitando la biblioteca, que odia los trabajos en grupo y siempre pide trabajar solo. ¿A cuántos profesores ha llegado a comprar como para alcanzar tal puntaje? ¿Qué ganaría con eso?... De seguro solo busca aumentar su ego, presumir frente a todos.

—¿Cuánto dinero te ha costado alcanzar ese puntaje? —le interrogo con descaro, sin apartar mis ojos de los suyos y sin recular mi rostro.

—Que coraggiosa eres para hablarme de esa formar —sisea molesto, con sus ojos exaltados.

—Solo te digo tus verdades a la cara. De seguro ni siquiera sabes que significa la sigla EBITDA y ya la rectoría te ha regalado el segundo lugar en la facultad de negocios.

—¿EBITDA? Earnings Before Interest Taxes Depreciation and Amortization.

«Mierda… Lo sabe».

EL desgraciado sonríe victorioso y con arrogancia.

—A ver… ¿Qué significa NOF? —vuelvo a cuestionarle con ciertos gestos altaneros.

—Necesidades operativas de fondo.

«También le ha acertado».

La seguridad que refleja su rostro es tan convincente que casi me llega a engañar, pero no lo hará, esto podría tratarse de solo una coincidencia.

—Solo tuviste suerte de que te preguntara cosas que ya sabías... Cualquiera podría saberlo. —No doy mi brazo a torcer.

Giovanni me muestra una sonrisa torcida, de esas que provocan borrarla de un solo bofetón.

—Ya te veré por debajo de mí.

«Yi ti virí pir dibiji di mí. Estúpido…».

Giovanni se levanta de la banca y se va caminando hacia los estacionamientos, dejándome sola, rabiosa e intrigada por todo lo que me acaba de decir.

Intento retomar mi lectora de contabilidad, pero no dejo de pensar en sus palabras.

¿Será cierto que Giovanni está muy cerca de alcanzar mi puntaje? No parece ser del tipo de chicos que estudia arduamente como para estar entre los mejores. No puede ser cierto que tenga tan buenos puntajes sin esforzarse en lograrlo… Solo con pensarlo me da coraje, envidia.

«¡Vamos, Miriam, concéntrate en la lectura!».

Danna no demora en regresar, la rubia me sorprende al no dejarme terminar con el párrafo que estoy leyendo, me toma de un brazo y me levanta de la banca. Luego de guardar el libro en mi mochila, se acurruca en mi brazo y no se me despega hasta llegar frente a la puerta de su auto.

Mi amiga siempre ha sido así conmigo, es bastante apegada; más bien, es demasiado melosa. Pocas veces me deja sola, hasta cuando estoy en mi apartamento, siempre me llama al teléfono solo para preguntarme si estoy bien y qué estoy haciendo, y si no tenemos conversación para retener la llamada, entonces se trae cualquier chiste del pasado. Ella no tiene más amigos, solo soy yo. Siempre está pendiente de mí, y si fuese por ella hasta me pagaría todas las deudas, pero tampoco es que Danna tenga mucho dinero, si acaso le alcanza para pagar sus cosas.

Como es de costumbre, mi amiga me ha dejado manejar su auto, y mientras conduzco rumbo a la heladería le empiezo a contar lo ocurrido con Giovanni y, al igual que yo, ella también piensa que solo son puras ganas de fastidiar, que todo debe ser mentira.

—No comprendo, Danna… ¿Qué gana Giovanni al comprar puntos para sacarme del primer lugar?

Danna pone sus ojos en blanco, como si fuera obvia la respuesta.

—No gana nada, amiga, él solo busca joderte sin fines de lucro, por puro amor al arte.

—No creí que me odiara tanto, tal vez algunas veces le miré con desprecio, hace días le tiré el auto saliendo de los estacionamientos… Pero, bueno —detengo mis palabras para jugar con uno de mis rizos—…, supongo que sí tiene motivos para odiarme —concluyo junto con una sonrisa traviesa.

Ambas soltamos un par de risas tras recordar el rostro de espato del italiano luego de aquel maquiavélico acto. Mis intenciones no eran atropellarlo, solo queríamos asustarlo con el sonido de la bocina.

—Pues yo digo que él siempre te ha tenido envidia, él es el favorito de los estudiantes y tú eres la favorita de los profesores. Él quiere ser el favorito de todos.

—¿Favorita de los profesores? —Arqueo una ceja junto con un rostro asqueado—… Si se trataran de profesores buenotes entonces sí me gustaría estar entre sus favoritas, pero estamos hablando de dinosaurios descongelados.

Los ojos verdes de mi amiga se fijan en mí con una expresión pervertida y muy curiosa.

—Si llegara un profesor joven y super sexy…

—Que sea un profesor de tercero, para que me mande al cuarto, por favor —agrego coqueta, provocando en Danna unas cuantas risas.

—¡Sin miedo al éxito, amiga!

Al día siguiente visité la oficina de la rectoría para pedir la lista de estudiantes con mejores índices académicos, y al tener la lista en mano lo pude comprobar, yo estoy en la cabeza de la lista y Giovanni Paussini está por debajo de mí, muy cerca, prácticamente está oliéndome el culo.

Salgo de la rectoría y me dirijo hacia el aula donde se partirá la próxima clase: análisis estadístico de calidad. Al entrar al aula me voy directo a saludar a mi amiga y luego me siento en la silla que ella me reservó, gesto amable que acostumbra hacer todos los días.

La clase iniciará dentro de unos minutos y todos nos encontramos esperando a que llegue la profesora, incluso Giovanni está aquí y, como era de esperarse, está rodeado de personas; él permanece callando mientras escucha a algunos compañeros comentar de cine, creo que están hablando de Beetlejuice, la cual estrenó hace un par de días… Sus charlas me hacen recordar la última vez que visité un cine, cuando Danna me invitó a ver Masquerade a finales de marzo; ella sabía que yo tenía ganas de ver aquella película, así que esa vez compró boletos para las dos. Fue una hermosa película, la pasé muy bien con ella.

La profesora entra al aula e inmediatamente todos los estudiantes regresan a sus asientos en completo orden. Ella deja su maletín sobre el escritorio, se dirige hacia el pizarrón y agarra un pedazo de tiza blanca.

—Hoy vamos a hablar sobre las herramientas existentes para el control estadístico de calidad —declara la profesora en tono alto. Da media vuelta para ponerse frente al pizarrón, levanta el brazo con la tiza en mano y empieza a escribir el título del tema sobre la superficie verdosa—… El año pasado todos debieron de haber estudiado estas herramientas, pero lo volveremos a repasar, porque es algo que no se puede olvidar.

La profesora vuelve a fijar su atención en nosotros, levanta su mentón y pasea la mirada sobre las cabezas de todos sus estudiantes, postura que siempre adopta cuando tiene intenciones de iniciar con su fase de preguntas.

—¿Alguien recuerda algunas de las herramientas? —pregunta y espera a que alguno de sus estudiantes levante la mano para responder.

Pero, como es de costumbre, soy la única que levanta la mano. Para mí siempre es una gran satisfacción tener las respuestas.

—Señorita Douglas… —la profesora me da las palabras mostrándome una amplia y gratificante sonrisa.

—Entre las herramientas que recuerdo están: gráficos de control, histograma, diagrama de Pareto.

—Muy bien… ¿Qué podrías decirnos referente al diagrama de Pareto?

Maldición, no recuerdo el nombre del creador del diagrama, tampoco recuerdo si es un diagrama lineal o de barra.

Mi rostro empieza a enrojecer y mi corazón a agitarse. Giro la mirada hacia donde está sentada mi amiga y la observo como si ella tuviese la respuesta escrita en sus ojos, los cuales están exaltados sobre una expresión desconcertada, porque no es normal que yo me quede muda frente a toda la clase.

—Ehh… Sí, claro… Esto… —empiezo a balbucear mientras intento encontrar una posible respuesta.

La atención de la profesora se desvía hacia el otro extremo del aula. Me llevo una gran sorpresa al ver a Giovanni Paussini con la mano levantada.

—Señor Paussini, denos su respuesta, por favor.

No solo la profesora se muestra muy asombrada por la repentina participación de Giovanni, sino también todos los estudiantes que presenciamos tan inusual momento.

Giovanni voltea a verme solo para sonreírme de manera altanera, luego regresa su mirada a la profesora para responderle.

—El diagrama de Pareto fue diseñado por Vilfredo Pareto, es una herramienta que muestra sus datos en gráfico de barras verticali y es utilizado para separar los problemas más significativi de los menos relevantes, además, define las fuentes y los responsabile de los problemas.

—Perfecto, lo ha descrito muy bien, señor Paussini —la profesora lo elogia y luego vuelve a preguntarle, tal como lo hizo conmigo—. ¿Puede mencionar las otras herramientas que no fueron dicha por la señorita Douglas?

—Ella olvidó citare el diagrama causa/efecto, la planilla de inspección, el muestreo estratificado y el diagrama de dispersión.

La que lo parió, los ha mencionado todos…

En medio del silencio de la clase, la profesora empieza a aplaudir mostrándose muy satisfecha por la participación de Giovanni, mis compañeros también se unen a los aplausos, varios corren hacia donde está él solo para palmar sus hombros y felicitarle; pero a él parece no importarle, está más pendiente a mi reacción que a cualquier otra cosa… ¿Qué quiere ver en mí?... No pienso demostrarle lo derrotada que me siento, así que mantengo mi mirada en alto mientras le veo sonreído como el «don arrogante» que es.

Todo este tiempo estuve equivocada al creer que Giovanni era un holgazán y que compraba sus calificaciones; él realmente ha estado estudiando.

Tendré que ponerme las pilas.

Ha terminado la última clase del día, es hora de regresar a casa para darme un baño, ponerme ropa formal y salir a buscar un empleo. Por suerte siempre he contado con la solidaridad de Danna para regresar a casa en su auto, a esta mujer le debo muchos favores.

Durante el trayecto del viaje le mencioné lo sorprendida que me dejó Giovanni, que tal vez hemos estado equivocadas con su capacidad intelectual, pero Danna parece no agradarle el tema de conversación, ella solo se encoge de hombros denotando poco interés en seguir la conversación. Yo no le insisto, dejo que el silencio inunde el ambiente entre nosotras.

Al llegar frente al edificio residencial donde vivo, vemos que hay un par de patrullas policiales frente a la puerta principal.

—¿Qué habrá pasado? —me pregunto en tono bajo mientras voy bajando del auto de mi amiga, ella también baja del auto y me sigue.

—¿Crees que se trate de un robo? —pregunta Danna mientras subimos los escalones que están frente a la entrada.

Al entrar al edificio, el recepcionista se exalta angustiado al verme entrar, sale del mueble de la recepción y se detiene frente a mí agarrando mis manos con mucha fuerza.

—¿Qué está pasando, Carls? —le pregunto en un tono trémulo.

—¡Señorita, están cambiando la cerradura de su apartamento! ¡La van a desalojar!

—¡¿QUÉ?!

Ambas subimos corriendo las escaleras hasta llegar al piso que da a mi apartamento, con la respiración vuelta un desastre y el corazón latiendo a mil por hora, ponemos un pie sobre el pasillo que conecta con mi apartamento e inmediatamente me encuentro a cuatro agentes policiales acompañados del maldito viejo drogadicto que es dueño del edificio. Entro en pánico al ver que ya ha desarmado la puerta e instalado una nueva cerradura. El viejo, al verme llegar junto a Danna, deja de atornillar la cerradura para fijarse en nosotras.

—¡Se acabó tu tiempo, Miriam! Debes recoger todas tus cosas e irte hoy mismo de mi edificio —el viejo ordena con suma seriedad.

Camino con pasos acelerados hacia donde está él, pero antes soy interceptada por dos policías que impiden que me le acerque.

—Por favor, no me pueden dejar en la calle —imploro a todos—. ¡No tengo a donde ir!

—Te lo dije hace cinco días, Miriam. ¿Lo recuerdas?

Claro que lo recuerdo:

«Miriam, necesito que pagues, por lo menos, la mitad de una mensualidad, porque si no me veré obligado a sacarte de aquí. Te daré cinco días, Miriam», fue lo que me dijo en su última visita, hace cinco días.

Mi rostro enrojece de puro nerviosismo, mi respiración sigue igual de agitada que cuando subía las escaleras, mis ojos empiezan a nublarse debido a las lágrimas que empiezan a emerger de ellos. Estoy muy asustada.

—Señorita Miriam, no nos haga el desalojo más difícil —dice uno de los policías—. Por favor, colabore. —Señala hacia el interior del apartamento indicándome que debo empezar a sacar mis cosas.

Mis lágrimas empiezan a descender por mis mejillas, mi amiga se percata de lo asustada que estoy y decide abrazarme por la cintura para tratar de contener mi nerviosismo.

—¿N-No me puede dar más tiempo? —suplico con las manos—. Por favor…

—Lo siento, Miriam —me responde el viejo—. Ya te he dado mucho tiempo.

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